Asesinato de Santiago Leguizamón,
infiltración del narcotráfico en el Gobierno
y la herencia inescrupulosa de la dictadura
Vicente Brunetti
Abril 26, 2011
El texto inicia con el asesinato de Santiago Leguizamón que, a mi modo de ver, demuestra la infiltración de los narcos, del sitial periférico que ocupaban en las sombras, al asalto desvergonzado de los sitiales del poder local y central: Intendencias, Cámaras de Diputados y de
Senadores y, en su momento, hasta la Presidencia de la República.
1. Un General para mi colección de “cabos sueltos”
Una tarde de noviembre de 1990, Santiago Leguizamón me visitó en casa . Si bien, no estaba con el humor que habitualmente le caracterizaba, seguía locuaz, aunque se notaba alguna preocupación.
Me pidió escuchar, una vez más, una parte de las grabaciones que hice al interferir la comunicación del gobierno que fue derrocado, por el golpe de estado, hacía menos de un año, el 02-02-1989.
Como es un material contenido en ocho cassettes de audio de una hora cada uno, en las que se escucha el desorden, desconcierto y desesperados intentos de contubernio tardío de los personeros de la dictadura, ministros de estado, generales con mando de tropa, secretarios del tirano, el jefe de policía, uno de los hijos del dictador, entre otros, pregunté qué parte quería escuchar.
Y, en lo que entonces supuse un repentino cambio de tema en su ánimo, me miró de modo socarrón y pidió que le relate de nuevo una conversación con una colega cubana, durante una misión que cumplí para la UNESCO de Quito, en las ciudades bolivianas de Cochabamba y La Paz.
En efecto, como saludo, la colega me había dicho que las diferencias entre Cuba y Paraguay cada vez eran menos sutiles…, y le repetí a Santiago lo que me había dicho ella:
– En Cuba, a un General narcotraficante, lo fusilamos. En Paraguay, le permiten que se autonombre Presidente de la República.
Y Santiago, haciendo un juego de palabras, me dijo:
– Mirá, vos que siempre andás escudriñando “cabos sueltos”…, acá tenés un “General” para tu banco de datos…
Y me pasó una foto en la que aparecían cuatro personas. A una de ellas no reconocí, y le dije:
– Esta es la foto documentando que los famosos “Tres Mosqueteros”, en
realidad eran cuatro…
En la foto aparecían, juntos y sonrientes, el jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria; Fahd Yamil, Andrés Rodríguez Pedotti, presidente de la República y una persona desconocida para mí, por lo que le pregunté de quién se trataba.
– Ah…, es de la DEA.
2. Acerca de las dos enamoradas de Santiago Leguizamón
Con Santiago Leguizamón nos conocimos en la Carrera de Comunicaciones de la Universidad Católica, donde la cursamos desde 1970, y mantuvimos una férrea amistad.
Hacia el final del año en que presenté mi Tesis para egresar, en 1974, Santiago contrajo matrimonio con una de sus dos enamoradas de toda la vida: Ana María Morra Trigüis.
A modo de aclaración para las bestias peludas que espían ilegalmente las comunicaciones privadas, su otra enamorada era la Radio. Y lo pude comprobar, ya que entre 1970 y 1977 tuve a mi cargo dos programas culturales dominicales, en Radio Cáritas.
Cada que le era posible, Santiago me acompañaba, así como el amigo Luis Szarán, para la selección cuidadosa que hacíamos de las viñetas musicales, la elección de contenidos y la eventual participación de algunos invitados, como Augusto Roa Bastos.
El 15 de diciembre de 1975, Santiago logró el sueño de convertirse en propietario de ZP31 Radio Mburucuyá, en Pedro Juan Caballero.
Desde 1987 hasta 1989 tuve a mi cargo la elaboración y producción de los microprogramas radiales diarios de Educación Cívica y Construcción de Ciudadanía, por encargo de “Mujeres por la Democracia”, propalados por cuatro radioemisoras de la capital.
Fue un trabajo denodado y exigente. Hasta ese momento, ninguna organización había optado por elaborar contenidos educativos en un formato pequeño de comunicación y, menos todavía, de aparición rigurosamente diaria.
Lo que equivalía a la producción de un programa nuevo para cada día…
En una reunión que tuvimos en su casa, en Asunción, le hablé a Santiago de este proyecto y de la intención de que los programas fueran irradiados a través de radioemisoras del interior, incluida la suya.
Se convirtió en un generoso entusiasta de tiempo completo que facilitó contactos, medió en conversaciones con otros propietarios y abundó sobre diversas sugerencias propositivas. Incluso, me llevó hacia el frente de la casa y a solas, me dijo:
– Este es el abono nuevo para una sociedad nueva…
Coincidí con su apreciación, y agregué que, a mi humilde modo de ver, la movilización ciudadana en la ciudad de Pilar, en ocasión de la gran inundación producida por El Niño de 1983, había sobrepasado de lejos la capacidad de respuesta de la dictadura, que se vio desbordada por el arrojo tenaz y la solidaridad colectiva, dejando en claro, por primera vez, que las sumas del
pueblo ERAN, definitivamente MÁS, que las cadenas implantadas por la tiranía.
Y que los programas de Mujeres por la Democracia a ser transmitidos por radioemisoras del interior, los estábamos elaborando con Mario Rubén Álvarez, en guaraní.
3. El año en el que la mafia, desde el poder, asesinó a Santiago Leguizamón
En una carta dirigida en marzo 5/1990 al Dr. Alan Hancock, Director de la División de Libre Flujo de la Información y Desarrollo de la Comunicación, de la UNESCO, en París, firmada por el Pbro. Dr. Juan Oscar Usher, en su carácter de Rector de la UNIVERSIDAD CATÓLICA, y por mí, como Director de TRABAJAR Y COMPARTIR, se afirmó que:
"...el inmediato pasado del Paraguay, quedó marcado por una lucha cotidiana, en la cual la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales enfrentaron el oprobio y el bochorno de un sistema autoritario y dictatorial que desde el gobierno anterior intentó arrasar todo vestigio de dignidad cívica...".
Los siguientes elementos, como prediagnóstico de la realidad, señalan:
"Las consecuencias más graves se observan en:
a) la confusión conceptual de la ciudadanía toda, como el resultado de
una estructura educativa inadecuada para la consolidación de una sociedad
autónoma, por haber fomentado el culto al personalismo, el egoísmo, la
docilidad y la obsecuencia;
b) el proceso de aislamiento que operó en tres niveles: i) entre los individuos; ii) entre los diferentes sectores sociales dentro del país y, iii) entre los individuos y actores sociales, y entre éstos y la comunidad internacional, alterando profundamente los procesos de comunicación;
c) el vacío de saber, de conocimiento y de práctica cultural que en la realidad social desmanteló los principios del respeto, de la solidaridad, de la cooperación y de la justicia; negando el derecho de todo ciudadano, a un proyecto digno de vida;
d) el estado de agresión que soporta la sociedad y la civilidad, por parte de los medios de propagación masiva, subordinados a la publicidad comercial, que en complicidad con los grandes productores, y distribuidores internacionales de información, atropella a la ciudadanía en sus valores, en su identidad, y en sus íntimas creencias".
Este era el clima que se vivía en el año 1990 en el país.
Y de estas cosas conversábamos con Santiago, cada vez más preocupado por las crecientes sospechas ciudadanas de que el tumor canceroso de la mafia había hecho metástasis en el interior del poder, y que los hechos eran inocultables. Por su parte y, a su vez, los inculpados de
pertenecer a las organizaciones delictivas, empezaron a manejar la creencia de que Santiago había logrado documentar esos vínculos.
De hecho, la visita que Santiago me había hecho a fines de noviembre de 1990, fue para pedirme que quite y oculte fuera del país la foto que me mostró y otros materiales que no alcanzó a precisar, sabiendo que al mes siguiente debía viajar a Europa y, por mi parte, llevaba copias del audio con la grabación de las comunicaciones del gobierno derrocado con el golpe de 1989.
Santiago prometió volver con la foto y los documentos que mencionó.
Pero las cosas se complicaron y no lo pudo hacer, por lo que nunca más volví a ver la foto (salvo en un relato descriptivo que hizo un periodista argentino, pero que no menciona al agente de la DEA) ni tomé conocimiento de los demás materiales.
Una vez de vuelta al país, Santiago me llamó por teléfono en la segunda semana de abril de 1991, pidiendo que nos encontráramos “para entregarme aquello”. Pero, de nuevo se complicaron las cosas y el encuentro ya no pudo realizarse.
El asesinato de Santiago Leguizamón, hacia el mediodía del viernes 26 de abril de 1991, fue en represalia a sus programas radiales y columnas en la prensa escrita capitalina, denunciando el tráfico de drogas y de armas de guerra, el lavado de dinero, el contrabando de soja y de whisky, el robo de vehículos y la corrupción en general.
Además, los datos de la realidad aportados desde la voz y los textos periodísticos de Santiago, no eran posibles de que ocurran, ni de ser entendidos, sin la complicidad entre los capomafiosos del crimen y el gobierno de Andrés Rodríguez.
El asesinato fue realizado con el protocolo característico de la mafia: un procedimiento mortal cometido a la luz del día, en plena ciudad, es todavía más terrorífico y amplifica la capacidad de infundir terror, dando a conocer de manera pública y procaz, cuál sería el resultado de personas, instituciones y sectores que se opusieran a los deseos y apetencias de los capomafiosos.
La subregión ya había sido pródiga en darle un lugar a las autoridades cómplices, en particular, con la mafia del narcotráfico.
Y la infiltración que la mafia había realizado, como un sórdido camino inconfundible de termitas (kupi´í), había socavado el edificio social y llegaba hasta el primer anillo del poder político-administrativo del país.
4. La Prensa Comercial tutelada por una ultraderecha ignorante y retardataria.
A veinte años del asesinato de Santiago Leguizamón, este año el acto de memoria oficial y oficioso, encuentra a su esposa Ani Morra más fortalecida por la integridad de sus vidas y el acompañamiento de sus hijos Raquel, Dante, Sebastián y Fernando.
Este hecho, a mí me llena de orgullo, sin que me una a Ani ni a sus hijos una relación de parentesco. La amistad que mantuve con Santiago, me es suficiente para comprender que Ani y sus hijos, hicieron de sus vidas mucho más de lo que esperaba Santiago.
Porque Santiago ansiaba seguir compartiendo y cooperando con su familia que, sin embargo, se vió obligada a arreglárselas sola para seguir adelante, viendo a su alrededor como las y los colegas de Santiago alquilaban sus conciencias al narcotráfico, tal como lo hicieron César Ávalos
(h) y Carlos Niz, cuando como vulgares mercenarios pretendieron lavar la imagen del narco Fahd Yamil en una conferencia de prensa realizada en el Hotel Guaraní.
Hay nombres y actitudes valientes, como Susana Oviedo, Mario Rubén Álvarez, Andrés Colmán Gutiérrez, Miguel H. López y Luis Bareiro, que debemos separar del hato maloliente de personas en situación “de alquiler”.
No todos los colegas de Santiago Leguizamón se prestaron para realizar una acaramelada entrevista y dejar bien parado a los exitosos contrabandistas de whisky y cigarrillos, o a proxenetas, o a turbios y torvos personajes vinculados a los designios tutelares de la derecha retrógrada e impresentable, sea que pertenezcan a la Unión Industrial, a la Asociación Rural
o a la Cámara de Anunciantes.
Ni todos los colegas de Santiago Leguizamón ofrecen los micrófonos radiales, las cámaras de TV o espacios en sus columnas a personajes que llegan al Congreso en estado de embriaguez, o que utilizan recursos del Estado
para chatear en páginas “hots” como lo hicieron impúdicamente Luis Alfredo Jaeggli o Armando Espínola, o que sin pudor alguno por su ignorancia, pretenden un juicio político al Presidente “por su conocida condición de ninfómano”, así como lo presentó el diputado Juan Bernardo Ziett.
En contraste con las firmes convicciones que hacían parte de la coherencia de Santiago Leguizamón, su señora y sus hijos encuentran a los oportunistas y a las aprovechadoras con artículos y entrevistas en los que aparecen trasnochados y decadentes animadores de festicholas, que se las dan de poseer “tendencia socialista”, pero que alquilan sus calvas, panzas y sonrisas de plástico enmohecido para publicitar hamburguesas grasientas, bebidas carbonadas, o a corporaciones fascistas como Monsanto, Cargill, Dupont o Coca Cola.
Eso, no define ningún “profesionalismo”, sino a vulgares mercenarios, que son las personas dispuestas a hacer lo que sea, por una paga. O para que incorporen a sus hijos o hijas como planilleros de algún programa o institución.
Y si lo tuviéramos hoy a Santiago Leguizamón, no habría forma de explicarle la falta de escrúpulos que reina en las decisiones y financiaciones que realizan las personas responsables de la Comisión Nacional del Bicentenario, al darle dinero a, precisamente, César Ávalos (h) para la
publicación de “La Gaceta de Asunción”, o contratar trabajos como los videos que celebran y alaban a la dictadura, con la estética fascista de Bruno Masi.
Hay muchos síntomas de que la educación nacional (el conjunto del esfuerzo privado y público), pedagógicamente, ha fracasado en varios ámbitos.
Y, en el institucional, el Ministerio de Educación y Cultura sigue siendo la seccional política más voluminosa del país, en su modalidad de fabriquita partidaria de “presidenciables”…
En el horizonte, tenemos una “tenaza” amenazadora. Uno de sus brazos, corresponde a la Prensa Comercial, que pretende implantar un proceso de fascistización en el país.
El otro brazo, es el del Imperio. Alude al procedimiento brutal y enfermo del “hondurazo”, la modalidad del anciano “coup d´État” cívico-militar.
En medio de esta tenaza opresiva, la ciudadanía sigue demostrando, mediante una familia como la esposa y los hijos de Santiago Leguizamón, entre muchas otras, que es mucho más sana y proactiva que las y los gobernantes del pasado oprobioso.
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