martes, 22 de diciembre de 2015

Economía - ¿Qué es la financiarización?



Economía Crítica y Crítica Económica
por Alberto Garzón Espinosa 
Más allá de hacer una definición técnica de la financiariación, el autor describe cómo este proceso ha acabado transformando el sistema económico mundial. Mediante un análisis de los diferentes mecanismos y protagonistas, Alberto Garzón demuestra cómo este proceso no es una evolución "casual" del sistema bancario, sino algo que obedece a unas pautas bien claras y  con claras consecuencias para la economía productiva y el reparto de poder y riqueza.

Desde los años setenta se ha producido una radical transformación en la relación entre el sistema financiero y el sistema productivo, lo que ha tenido importantes consecuencias en todos los planos del sistema económico capitalista. Las formas de financiación de todos los agentes económicos han cambiado no sólo en su cuantía sino también en su naturaleza, y en última instancia todas estas transformaciones se han acabado materializando conjuntamente en distintas crisis financieras y económicas, cuya superación conlleva siempre un altísimo coste económico y social.

La función primordial que ha realizado tradicionalmente el sistema financiero dentro del sistema económico capitalista es la de canalizar los recursos ahorrados por los agentes económicos con superávit hacia las empresas que quieren invertir o hacia los hogares que quieren consumir por encima de sus recursos propios. Dentro de este esquema los bancos han sido los actores principales al funcionar como intermediarios financieros, recogiendo fondos ahorrados en forma de depósitos y destinándolos a la inversión y al consumo en forma de préstamos. Sin embargo, en las últimas décadas los cambios en la configuración de la economía mundial han provocado una serie de transformaciones que han afectado a este modo de funcionar, desvirtuándolo e introduciendo nuevos actores y mecanismos. 

Las reformas estructurales llevadas a cabo a partir de la década de los setenta, así como el final de Bretton Woods, dieron inicio a un nuevo contexto internacional donde el ámbito financiero comenzó a dominar y determinar el funcionamiento del ámbito productivo. Esta nueva configuración de las relaciones entre el sistema productivo y el sistema financiero es el pilar de lo que muchos autores han llamado la financiarización. Sin embargo, no puede entenderse este fenómeno sin atender a los procesos constitutivos del mismo y los sujetos que se encuentran detrás. No en vano, la financiarización es un proceso alimentado por la ideología neoliberal y que se ha consolidado gracias a las políticas económicas y monetarias llevadas a cabo por los distintos gobiernos y bancos centrales.  

Para comprender el origen es necesario remontarse a finales de los años sesenta, cuando la baja rentabilidad ofrecida por el sistema productivo provocó una crisis estructural que dio lugar a fuertes procesos inflacionarios. La inflación tenía como consecuencia fundamental la erosión de los patrimonios financieros, ya que bajo su efecto los prestatarios salen beneficiados y los prestamistas perjudicados, de modo que las clases más pudientes y con más ahorros financieros sufrieron con mayor intensidad los efectos de la inflación. La ideología neoliberal, tras la cual se parapetaron las clases más acomodadas y que tomó forma primeramente en los gobiernos de Pinochet, Reagan y Thatcher, supo dar respuesta a esta situación a través de la imposición de altísimos tipos de interés que provocaron dramáticos incrementos del desempleo y bajos niveles de crecimiento económico y tuvieron un impacto durísimo en las deudas externas contraídas por los países subdesarrollados.
 
A partir de ese momento todas las reformas políticas, económicas y monetarias han estado encaminadas a garantizar esta nueva configuración económica en la que las finanzas predominan sobre lo productivo. Las reformas políticas condujeron a las autonomías de los bancos centrales, que pasaron a preocuparse únicamente por los procesos inflacionarios y dejaron de lado problemas económicos como el empleo o la desigualdad. Dirigidos por tecnócratas, los bancos centrales logran mantenerse a salvo de los poderes públicos asestando así un duro golpe a la democracia. Las reformas económicas han estado orientadas a reformar el mercado laboral con el objetivo de controlar los salarios (a los que se culpa principalmente de la inflación) y recuperar las tasas de ganancias productivas, así como a desregular los mercados tanto del sistema productivo como del sistema financiero. Y las políticas monetarias, siempre en conjunción con las anteriores, se han movido siempre buscando garantizar tipos de interés reales positivos.  

Como consecuencia de todo ello, el sistema financiero ha comenzado a arrojar mayores rentabilidades que el sistema productivo. Las desregulaciones en el mercado financiero han ensanchado los espacios de valorización, y los capitales se han dirigido fundamentalmente hacia el mercado financiero y han dejado así de fluir progresivamente hacia el ámbito productivo. Resultado de ello es el aumento de la liquidez en el ámbito financiero y la generación de episodios regulares de burbujas financieras que han permitido sostener el crecimiento económico hasta que han estallado y devenido en crisis. 

Ese diferencial de rentabilidades entre el ámbito productivo y el ámbito financiero también provoca que las empresas prefieran financiarse en los mercados de capitales, emitiendo bonos o acciones, antes que vía préstamos bancarios, así como también que los hogares apuesten por destinar sus ahorros a los mercados bursátiles en vez de mantenerlos en forma de depósitos. Como consecuencia, los bancos han tenido que adaptarse a esta nueva situación y han abierto nuevas líneas de actividad financiera que incluyen la gestión de fondos de inversión colectiva y la masiva recogida de capitales provenientes de otros fondos de la misma naturaleza o de los ciudadanos a través de estrategias más agresivas. Aquí encontramos, por ejemplo, una de las razones clave para entender la crisis de las hipotecas subprime originada en el verano de 2007. 

Los inversores institucionales (fondos de pensiones, fondos de inversión, compañías de seguros) han crecido enormemente en los últimos años, y se caracterizan por recoger capitales de otros inversores institucionales, fondos colectivos o particulares y destinarlos al mercado financiero en busca de espacios donde puedan revalorizarse.  

De entre los mismos destacan en particular los fondos de pensiones, que son el resultado de las privatizaciones parciales o totales de los planes de pensiones públicos (práctica en la que fue pionero Chile bajo la dictadura de Pinochet y el asesoramiento de los "Chicago Boys") y de las menores contribuciones a los mismos como consecuencia de los menores salarios reales propios de las últimas décadas.  

También cobran importancia los fondos alternativos (fondos de cobertura, fondos de capital riesgo, fondos soberanos...), que tienen un carácter puramente especulativo (los fondos de cobertura, por ejemplo, estuvieron prohibidos en Alemania hasta 2004) y gran capacidad de apalancamiento (operando y especulando con préstamos, con lo cual el riesgo sistémico es mucho más elevado). Los fondos de capital riesgo se constituyen para la compra de empresas, su posterior reestructuración (proceso que puede incluir el despido de los trabajadores, la optimización de los procesos organizativos de la empresa, la diversificación de sus actividades o sencillamente el cambio de nombre) y su final venta o salida en bolsa con la que obtienen sus beneficios.  

Otros actores importantes son los fondos de riqueza privada, que se forman como fondos de las personas más ricas del mundo y que han aumentado en cantidad como resultado del crecientemente desigual reparto de la renta y en particular por las sucesivas reformas fiscales que han disminuido el carácter progresivo propio de los sistemas impositivos. 

Por otra parte, los hogares han visto mermada en las últimas décadas sus rentas provenientes del trabajo, esto es, los ingresos salariales. Pero han logrado sostener el consumo gracias tanto a las rentas financieras, derivadas de las inversiones financieras en acciones o más generalmente en los inversores institucionales, como a un fuerte endeudamiento. Como consecuencia, en períodos de estallido bursátil la renta neta se ve perjudicada por el descenso de las rentas financieras, mientras que el mantenimiento de las deudas compromete seriamente el consumo y, por lo tanto, el esquema completo del capitalismo financiarizado. 

Las empresas también han cambiado de naturaleza en los últimos tiempos como consecuencia de los efectos de la financiarización. Dado que uno de los mercados financieros donde los agentes financieros (bancos, inversores institucionales, etc.) invierten capital en busca de su revalorización es el mercado bursátil, donde se venden y compran acciones que otorgan derechos sobre la propiedad de las empresas, una nueva lógica ha inundado la actividad de las mismas. Más preocupadas por la creación de valor bursátil, a través de las presiones de sus accionistas, que por las estrategias productivas a medio y largo plazo, las empresas que cotizan en bolsa han quedado bajo el dominio de lo financiero.  

Para alinear los incentivos de los directivos y los accionistas, nuevos instrumentos financieros como las "stocks options" han conseguido sutilmente que toda la gestión empresarial esté enfocada única y exclusivamente a la creación de valor. Y dado que la extensión de los agentes financieros es espectacular, la presión de la competencia obliga a todas las empresas a sucumbir ante este tipo de comportamiento, que muchas veces incluye prácticas que transgreden la legalidad establecida. Los casos de contabilidad creativa, por ejemplo, no son sino el resultado de este tipo de lógica que presiona a las empresas a maximizar el valor creado en el menor plazo posible. Para más inri, muchas de las operaciones que estas empresas realizan (por ejemplo utilizando vehículos de inversión) tienen lugar en paraísos fiscales donde no existen regulaciones ni nacionales ni internacionales.  

La presión de los accionistas, además, no sólo se limita a la creación de valor bursátil sino también al reparto de dividendos, de tal forma que la reinversión productiva (la parte de los beneficios que se destinan a reproducir la actividad productiva) es la que sale perjudicada en este nuevo esquema de funcionamiento.  

En definitiva, este nuevo marco de funcionamiento de la economía revela que el capitalismo ni siquiera es capaz de asegurar su propia supervivencia y que el sistema financiero no está ejerciendo su función, crucial, en el mismo. Precisamente para evitar esto último se hace necesario crear mecanismos públicos, libres de la presión de la competencia, que aseguren al sistema productivo los flujos de capitales que necesita. Si el sistema financiero sigue ofreciendo rentabilidades más altas que el sistema productivo será imposible evitar que la actividad económica quede subsumida en procesos de especulación y crisis.  

Esto no significa, no obstante, que la salida a la crisis vaya a venir por la izquierda. Es posible y, dada la relación de fuerzas actual, muy probable una nueva regresión social en forma de reformas laborales que contraigan aún más los salarios a favor de los beneficios empresariales. Dichas medidas pueden servir para recuperar las tasas de ganancia en el sector productivo, mientras que probablemente los mercados emergentes pueden dar espacio aún para que la producción encuentre salida a pesar de los bajos salarios en los países desarrollados. En todo caso esta segunda salida no será sino una huída hacia delante con consecuencias aún más desastrosas que hay que evitar desde ya. 

martes, 8 de diciembre de 2015

Las legislativas venezolanas y el giro a la derecha en latinoamérica


El resultado electoral, según datos oficiales publicados hasta ahora, arrojó un contundente triunfo para la oposición derechista. El MUD se habría adjudicado 99 escaños de los 167 en disputa. El chavismo obtendría sólo 46 bancas y quedarían por dirimir unos 22 escaños, con lo que la oposición podría conquistar una mayoría de 3/5 e incluso de 2/3 en la Asamblea nacional y redoblar su presión.

LA IZQUIERDA DIARIO. Eduardo Molina
Esta seria derrota electoral, tras 16 años de hegemonía chavista, es un duro golpe político para Maduro y el oficialismo en su conjunto y abre una nueva fase en el cuadro de crisis económica y política que marca la declinación del chavismo. Está por verse, en las próximas semanas cómo se reacomodan gobierno y oposición de cara a la nueva composición de la Asamblea Nacional con mayoría opositora, si bien cabe recordar que las instituciones de la República Bolivariana reservan amplias facultades para la presidencia, dentro de los rasgos fuertemente bonapartistas del régimen.
El debilitamiento político de Maduro, las divisiones del oficialismo y la erosión de su base social, al mismo tiempo que la oposición tiene divisiones internas, abre un escenario de incertidumbre en el que un factor a considerar será la posición de las influyentes Fuerzas Armadas.
Los camaradas de nuestra organización hermana en Venezuela, la Liga de Trabajadores por el Socialismo, dieron un primer análisis de la situación. Es obvio que las secuelas del 6D representan no sólo un punto de inflexión en la situación venezolana sino también un factor influyente en el cuadro latinoamericano.

Ecos internacionales

El imperialismo y la derecha continental saludaron el triunfo opositor por el que trabajaron abiertamente. En este marco, se insinúan dos variantes estratégicas sobre cómo aprovechar la conquista de una mayoría legislativa opositora: presionar a Maduro y buscar pactos con sectores del chavismo para una transición gradual, a lo que se inclinan los sectores de la derecha “renovada” como se postula Henrique Capriles (que declaró “no queremos una guerra”); y la línea más confrontativa, “destituyente”, de los seguidores de Leopoldo López, Corina machado, etc.
En una rápida revisión de algunos medios internacionales, en la mañana del día 7, es posible advertir estos matices.
La Unión Europea declaró desde Bruselas que “los venezolanos han votado por el cambio y pidió a todos los políticos que dialoguen y cooperen para hacer frente a los retos...” en consonancia con sectores de la oposición y elementos del chavismo disidente dispuestos a explorar “consensos mínimos”. En el Estado Español, mientras el Partido Popular apoya abiertamente al ala dura opositora, el socialdemócrata PSOE, también saludó que el triunfo opositor abra “una nueva etapa de futuro y esperanza”.
Por otra parte, desde Estados Unidos el conocido diario The Washington Post escribe que “La victoria de la coalición opositora sienta las bases para mayor confrontación y puede alentar un movimiento para alejar a Maduro del poder antes del final de su mandato en 2019”. Por su parte, The New York Times prevé que “La victoria altera significativamente el balance político en este profundamente dividido país y augura una lucha por el poder entre la largamente marginalizada oposición y el gobierno del Presidente Nicolás Maduro”, recogiendo declaraciones de líderes opositores como Enrique Ramos, quien afirma que “Hemos entrado en un período de transición” y también predice que “Maduro podría no llegar al final de su mandato en 2019 y podría ser removido por “medios constitucionales” como un referéndum revocatorio, un cambio en la Constitución o siendo forzado a renunciar”, lo que podría ser una hipótesis plausible para Washington.
Como contraparte, desde China, importante socio comercial y aliado político del gobierno de Maduro, declaró a través de voceros de su Ministerio de Relaciones Exteriores esperar que “se puedan mantener la estabilidad y el desarrollo nacionales” de Venezuela y reafirmó su disposición a seguir trabajando “para consolidar nuestra tradicional amistad y expandir nuestra cooperación en comercio y en otras áreas”, reflejando la estrategia de alianzas internacionales por la “multipolaridad” frente al imperialismo.
La reacción en los gobiernos latinoamericanos ha sido cautelosa. La situación venezolana es uno de los focos de disputa centrales a nivel regional, en la pugna entre el progresismo en retirada y la “nueva derecha” que trata de consolidar sus avances alentada por el triunfo de Macri en Argentina y por la descomposición del gobierno de Dilma en Brasil y la apertura del proceso de impeachment (destitución).
La derecha más recalcitrante, con referentes como Vargas Llosa, ex presidentes de dudosas credenciales democráticas como el neoliberal “Tuto” Quiroga, de Bolivia, el español Felipe González y otros, militaron por la oposición y trataron en vano de lograr una injerencia de la OEA, bloqueada por la oposición de la mayoría de los países sudamericanos.
El diario Folha de Sao Paulo señala que se trató de una “victoria arrasadora que reequilibra fuerzas en un país donde el gobierno chavista ejerce poder hegemónico desde hace 16 años” y que “el resultado del domingo es ampliamente visto como el rechazo en masa a un gobierno que, a pesar de las innegables conquistas sociales bajo la presidencia de Hugo Chávez (1999-2103) es responsabilizado por la degradación abrupta de las condiciones de vida”.
El gobierno de Dilma, que parece preferir un “equilibrio moderado” en Caracas, había rechazado las pretensiones del nuevo presidente argentino, Macri, de suspender a Venezuela del MERCOSUR hasta que se liberara a Leopoldo López y otros dirigentes derechistas condenados a penas de cárcel. Declaraciones de la nueva canciller argentina, Susana Malcorra, posteriores al triunfo del MUD parecen moderar esta línea, al admitir que “no hay motivos para aplicar la cláusula democrática a Venezuela”, lo cual no niega que la política del macrismo apunte a presionar y aislar a Venezuela, en consonancia con su línea de acercamiento y “relaciones fluidas” con Estados Unidos.

El 6D y el giro a derecha en Sudamérica

Obviamente, el éxito de la derecha venezolana es un impulso para la reacción continental. La crisis brasileña, el triunfo de Macri y el resultado del 6D son expresiones de un importante cambio en el tablero político sudamericano.
La relativa hegemonía progresista de la última década y media se está desintegrando. A lo largo de 2015, jalones del viraje reaccionario en la región fueron la recepción al “nuevo diálogo” que planteó Obama en la cumbre de Panamá, el posterior “deshielo” con Cuba que derivó en nuevos canales para la injerencia norteamericana en el proceso de restauración capitalista en la Isla, el proceso de “paz” en Colombia que avanza hacia la “rendición negociada” de la guerrilla, la adopción de unprograma de ajuste por Dilma, así como la apertura contra ella del proceso de impeachment, y el “cambio” a la centroderecha en Argentina.
Este viraje fue compartido y alentado por el curso de los propios gobiernos progresistas. El rumbo del gobierno de CFK en Argentina y su apuesta por el centro-derechista Scioli, como fracasado recambio prepararon el terreno para el ascenso de Macri. Las medidas antipopulares de Dilma y sus pactos con sectores oscurantistas de la política brasileña envalentonaron el avance de la derecha. En Venezuela, toda la política de Maduro desmoralizó y desmovilizó a amplios sectores obreros y populares y abonó el terreno para el éxito opositor.
No es casual que la nueva derecha pueda escudarse tras pretensiones de “cambio”.
Se lo habilitan nacionalistas y progresistas, que en más de una década de gobiernos que se proclamaron “populares”, no condujeron una “democratización real”, ni el “desarrollo e industrialización” ni la reconquista de la “soberanía” y la construcción de una “Patria grande” unida económica y políticamente. Por el contrario, al calor de los altos ingresos de la época de buenos precios para las materias primas, profundizaron el sesgo primario-exportador y extractivista de la economía, apostaron a la asociación con las transnacionales, protegieron a la banca, las empresas y terratenientes y siguieron pagando la deuda externa al imperialismo.
En suma, se limitaron a la “gestión progresista” del capitalismo dependiente latinoamericano, “realmente existente”. Con ello, preservaron el poder económico y social de la clase dominante, y contribuyeron a generar las condiciones para que esta pudiera aspirar a gobiernos con “personal político propio”.
Con el impacto de la crisis internacional, el crecimiento llegó a su fin y la posibilidad de sostener a la vez los planes sociales de contención de la pobreza y la buena marcha de los negocios capitalistas se agotó. La declinación y “fines de ciclo” kirchnerista, petista o chavista, con sus distintos ritmos y particularidades, está ligada a esto. Atados a los estrechos límites de su reformismo y a su carácter de clase, devinieron en administradores de la crisis. Cuando no adoptaron medidas directas de ajuste en función de los reclamos del capital, mantuvieron políticas inflacionarias que erosionan el nivel de vida obrero y popular y criminalizaron las huelgas obreras y reclamos populares.
Está por verse si la burguesía logra transformar los éxitos políticos derechistas en una nueva relación de fuerzas de clase como para imponer su reaccionario proyecto. Al intentar avanzar en sus ataques al pueblo trabajador puede terminar exacerbando la polarización social y chocar con una renovada resistencia obrera y popular.
Es que a diferencia de los 90, el avance conservador enfrenta a una clase obrera y sectores populares que han acumulado fuerzas y mantienen aspiraciones que están muy lejos de augurar un dócil sometimiento a los designios de la derecha y el imperialismo, como tampoco, a los “ajustes progresistas”.

Por una estrategia obrera independiente para enfrentar a los ataques capitalistas

Ante este horizonte, la preparación política de la resistencia obrera y popular necesita dotarse de un nuevo programa, para que la crisis la paguen los ricos y por la expulsión del imperialismo, pero también de un balance claro de las experiencias “posneoliberales”, delimitándose frente al kirchnerismo, el chavismo, el gobierno de Evo Morales, Correa, el PT o el Frente Amplio uruguayo. El apoyo al “mal menor” progresista significa contribuir a ocultar tras una cortina de humo el perverso mecanismo del cual se benefician las fuerzas de la reacción, gracias a los buenos oficios del progresismo, sea en funciones de gobierno, sea colaborando en la “gobernabilidad” desde la oposición.
Un nuevo cuadro de avances reaccionarios, polarización y posiblemente, mayores tensiones en la lucha de clases, coloca ante nuevos desafíos y replantea las tareas estratégicas de la izquierda socialista y de los trabajadores en América latina, en la perspectiva de que la clase obrera continental pueda encabezar la lucha contra el ajuste capitalista y el imperialismo.

Venezuela: un primer balance de las elecciones

Partido Obrero, Argentina


A medida que se acercaba la fecha de las elecciones, hasta el propio oficialismo vaticinaba un revés electoral. Pero lo impactante ahora es la dimensión que alcanzó esa derrota: de 167 cargos en disputa, la oposición ganó 99 y el chavismo 46.
Quedan 22 escaños por ser distribuidos. Pero aún en la peor variante, la oposición, con 101 bancas, se asegura una mayoría calificada de tres quintos, una cantidad que le otorgaría un gran campo de acción y facultades para legislar. El asunto puede ir más lejos, pues con 12 escaños más la oposición reuniría los dos tercios de la Asamblea Nacional, lo que le otorgaría poderes especiales para proceder hasta la remoción del presidente.
El gobierno apeló hasta último momento a movilizar a la base popular tradicional del chavismo. Para ello, extendió el horario de votación, como ocurriera ya en otras elecciones. Esta vez ese recurso no funcionó: según algunos comentaristas, se constató una merma sensible de asistencia en los bastiones históricos del chavismo, lo que contrastó con una afluencia masiva en las filas opositoras.
Fracaso
Maduro caracterizó al resultado de la elección como un triunfo de la "guerra económica" de las patronales, omitiendo que el gobierno facilitó las premisas objetivas para esa guerra. Nos referimos a la desorganización económica consentida y promovida por el propio gobierno, y que también enriqueció a su camarilla empresarial ("boliburguesía").
Ese proceso ha conducido a un desangre del Estado, al desabastecimiento y al crecimiento de las importaciones, que se financian con una emisión de deuda pública que rápidamente fue convertida en deuda externa. El sistema cambiario ha sido una fuente de acumulación financiera descomunal, alentada por el Estado. Las autorizaciones a importar, a 6,50 bolívares, son desviadas al mercado negro, que cotiza hoy a 1.000 bolívares. El chavismo ha pagado precios de oro por las nacionalizaciones, que hoy vegetan como consecuencia del saqueo que les ha impuesto la burocracia estatal. Esto ha desembocado en una crisis económica y social insostenible: 217% de inflación, que hace estragos en los salarios y el bolsillo popular, recesión económica y escasez de productos esenciales. Ha bastado la caída del precio del petróleo para que "el socialismo del siglo XXI" perdiera su base rentista de sustentación.
El escenario que se abre
La derrota aplastante del gobierno bolivariano es un golpe severo a uno de los proyectos que el oficialismo tenía en las gateras: gobernar por decreto, ninguneando a la Asamblea Nacional. En el intervalo que media hasta la asunción de los nuevos representantes del parlamento, el oficialismo consideraba la posibilidad de otorgarle al presidente facultades legislativas y mayores poderes al Tribunal Constitucional (el equivalente a la Corte Suprema), lo cual la facultaría para filtrar las medidas provenientes del nuevo cuerpo legislativo. Pero con el actual resultado, la mayoría calificada (y con más razón los dos tercios) en manos de la oposición habilitaría al parlamento a remover a los miembros del Tribunal Constitucional y derogar los superpoderes, llevando a un punto muerto la maniobra oficial.
En los días previos a los comicios, Maduro amenazó con desconocer los resultados, lo cual hubiera implicado un virtual golpe de Estado. Pero el resultado abrumador derrumbó la amenaza. La línea que prevalece en las filas oficiales, y fogoneada a nivel internacional, es la búsqueda de un compromiso con la derecha. La mediación cubana- norteamericana, en el marco del deshielo que están protagonizado ambos países, del mismo que la del Vaticano y los gobiernos latinoamericanos -empezando por Brasil- apunta a un compromiso en busca de una transición ordenada. Esta pretensión, sin embargo, choca con las condiciones derivadas de la bancarrota capitalista y la profunda descomposición económica y social que soporta el país.
La crisis mundial ha terminado de delatar las limitaciones insalvables del nacionalismo burgués continental, en la expresión más emblemática que tuvo en las últimas dos décadas. Al mismo tiempo, esa misma crisis anticipa los límites de una salida de derecha o de ajuste, que no es viable en el actual contexto internacional sin provocar nuevos caracazos y levantamientos populares. Entramos en una nueva etapa política que estará atravesada por sucesivas crisis, donde el Ejército se ha convertido en el árbitro potencial de cualquier salida.
En esta coyuntura de crisis extrema, sería criminal el seguidismo al chavismo, que recurre a la escalada de la derecha para que la clase obrera siga soldada al carro bolivariano. Para que los trabajadores puedan derrotar a la derecha y la amenaza de copamiento del aparato del Estado por parte de ésta, lo que hoy está en la agenda es la conquista de su independencia política. Los voceros del chavismo en nuestro país y en el continente presentan al resultado electoral como la consecuencia de una desfavorable correlación "objetiva" de fuerzas. Por esa vía, procuran eximir la responsabilidad principal que le cabe al propio gobierno bolivariano.
El desenlace de las elecciones venezolanas pone al rojo vivo la necesidad de una alternativa obrera y socialista -o sea, la convocatoria a construir un partido obrero independiente en Venezuela.

TRIUNFO DE LA CONTRARREVOLUCIÓN.¿QUE DEPARARÁ A VENEZUELA LA VICTORIA DE LA MUD?




Con la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias en Venezuela, el país ha optado por cambiar el oficialismo por nuevas realidades políticas. La cuestión, que todavía sigue incierta, consiste en si este cambio radical que se produjo exactamente 17 años después de la primera victoria en los comicios nacionales de Hugo Chávez, resultaría beneficioso para el propio pueblo.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, reconoció los "resultados adversos" en los comicios que terminaron con la victoria de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que obtuvo 99 escaños en la Asamblea Nacional, frente a 46 diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

¿Qué está por venir?
"Comenzó el cambio en Venezuela", proclamó Jesus Chuo Torrealba, secretario ejecutivo de la MUD, tras conocerse los resultados de las elecciones.
Todavía hay 22 escaños que no han sido adjudicados. La alianza opositora se quedó a solo dos escaños de la mayoría cualificada de tres quintos de los escaños que permite acometer reformas sustanciales en la política del país. (1)
Se trata de la primera derrota del Partido Socialista Unido de Venezuela desde la llegada al poder del fallecido líder bolivariano Hugo Chávez en 1999 (sin tener en cuenta la derrota de Chávez en el referéndum de diciembre del 2007, al cual los venezolanos fueron convocados para consultar la modificación de una parte de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela). Pero de momento el partido oficialista seguirá siendo una fuerza importante, ya que controla el poder en la mayoría de municipios que tienen mucho peso en el país.

Frente a la crisis económica
El nuevo Parlamento venezolano se elige en medio de la crisis económica que vive el país. En este contexto, el analista político, David Palacios Jaramillo, considera que las medidas político-económicas podrán suponer parte de la solución a este problema, pero no será fácil de resolver por su dependencia de los precios del petróleo.
Según el experto, los precios del crudo repercuten fuertemente en la economía venezolana. Aunque "hay esperanza de un cambio positivo" por los cambios políticos sustanciales, debido al fuerte impacto que tiene el precio de petróleo en los procesos económicos, este giro podría "tardar bastante tiempo" en efectuarse.
Los analistas de Credit Suisse destacan, a su vez, que "no esperan una mejora significativa en la situación económica en el país, independientemente de los resultados de las elecciones".

"Recomposición de la derecha" es "un triunfo del imperialismo" de EE.UU.
El analista Ulises Bosia escribió en el portal argentino "Notas" que "la tendencia política predominante" que se observa actualmente en Latinoamérica consiste en "la recomposición de la derecha".
"La victoria de la oposición venezolana es en verdad un triunfo del imperialismo norteamericano", dice Bosia. Los actuales acontecimientos políticos en la región latinoamericana se corresponden con la estrategia de EE.UU. "para terminar con la Revolución Bolivariana".
"La política exterior de EE.UU. apunta a terminar con la excepción que es América Latina desde inicios del siglo XXI: la región del mundo que tuvo la osadía de cuestionar el capitalismo y el imperialismo", escribió el analista.

Golpe político para el socialismo latinoamericano
Algunos analistas señalan que el triunfo de la oposición sobre el oficialismo en Venezuela supone cierto golpe político para el socialismo del siglo XXI, tomando en cuenta, entre muchos otros factores, la reciente victoria del opositor argentino Mauricio Macri ante el oficialista Daniel Scioli en las elecciones presidenciales.
El resultado de las elecciones argentinas puede considerarse "histórico", ya que "por primera vez en la historia de Argentina, la derecha llega a la Casa Rosada de una manera legal y democrática a través de las urnas", según afirmó a RT la escritora y periodista Telma Luzzani.
En Brasil, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, autorizó la apertura de un juicio político con el objetivo de destituir a la presidenta Dilma Rousseff, argumentando que considera procedente una acusación por irregularidades fiscales.
Dilma Rousseff manifestó durante una reunión ministerial en octubre pasado que lo que se intenta conseguir en Brasil es "un golpe democrático a la paraguaya", refiriéndose al fin del gobierno de Fernando Lugo en el 2012. Paraguay está lejos de ser el único país de América Latina que ha experimentado lo que muchos definen como un "golpe parlamentario".
Así, la victoria de la oposición en Venezuela le da la oportunidad de disputar la presidencia de Maduro e iniciar el proceso de su destitución. Sin embargo, el asunto del referéndum puede plantarse solo después de que se acabe la primera mitad de su actual mandato, en abril del 2016.

"No es tiempo de llorar"
El actual mandatario declaró que su "esfuerzo continuará su rumbo" reconociendo que "en Venezuela ha triunfado una contrarrevolución" y afirmó estar "tranquilo con su conciencia". Hablando directamente a la oposición, Maduro agregó: "Ojalá puedan ponerse en sintonía con la necesidad de millones de que cese la guerra económica".
"No es tiempo de llorar, es tiempo de luchar y unir fuerzas, de revisar con objetividad, de reinventarnos, de aceptar lo que esté mal y de construir respuestas y soluciones a los problemas que tiene el pueblo", aseguró Maduro.
Asimismo, el líder venezolano se mostró seguro de que el país va a salir de esta situación y abrir "nuevos caminos de victoria para una nueva mayoría revolucionaria y chavista en las batallas que están por venir". "Es tiempo de renacimiento desde las dificultades", puntualizó.

(1) Los resultados finales fueron: MUD: 113 escaños, PSUV 54 escaños. lo que le da a la MUD  una amplia mayoría de dos tercios. (Nota del editor de Cubarte)
Fuente: RT

VENEZUELA, NOSOTROS Y LA DEMOCRACIA

por Fidel Díaz Castro
Fuente: La pupila insomne
Venezuela demostró ayer –contrario a lo que se ha canonizado- que la democracia con economía y medios de comunicación en manos privadas no existe. Es lamentable, pero no puede avanzar una revolución social con el poder real en las manos de la oligarquía.
Con los medios y los poderes económicos en contra es imposible sacar adelante un gobierno que favorezca al pueblo. Ya pasaron los tiempos en que logramos sorprender a la derecha, y en especial al imperio yanqui, que tenía a su traspatio latinoamericano medio al garete; obviamente ya están reforzando su cerco contra el Sur.
Lo peor del revés de la Revolución bolivariana ayer, no está ni siquiera en la derrota en las urnas, tan aplastante, lo cual venía casi cantado, si no en el discurso de la izquierda, que le sigue el juego a los conceptos que nos imponen los grandes circuitos globales, entre ellos el cacareo de la democracia tal como la entiende el imperio.
Cacareamos que ganó la democracia, cuando en realidad lo que quedó demostrado es que se hace imposible ejercer la democracia; la democracia electoralista solo sirve a la derecha, la izquierda no puede gobernar con ella en medio de un mar de poderes fácticos económicos y mediáticos en manos de una minoría antidemocrática.
En nuestro noticiario en la mañana, nuestro reportero en Caracas dijo que el pueblo había hecho voto de castigo contra la gestión económica de Maduro; incluso el propio Maduro se ve presionado por esas ideas que imponen reconocer que no se fue efectivo, cuando la realidad es que no se puede ser efectivo cuando los poderes económicos lanzan una guerra abierta y la culpa la pagan los atacados. ¿Cómo gobernar en contra de la oligarquía nacional e internacional (unida, como soñó Marx para los proletarios del mundo)?
El voto no fue de castigo contra una deficiente gestión, sino un voto de supuesta salvación, de alivio, ante una prolongada angustia en la vida cotidiana del venezolano; Maduro no tuvo una gestión deficiente, sino imposible.
La maquinaria mediática internacional echa las culpas sobre Maduro, sobre este gobierno, incluso lo contrapone al de Chávez; tratando de hacernos creer que esto es otra cosa, y que Maduro es o villano, o incapaz; cuando en realidad la pelea ha sido titánica. No estoy seguro siguiera que, con Chávez, los resultados hubieran sido distintos; de no ser mucho más radical en las medidas, lo cual se hace difícil con las reglas de juego impuestas, ¿cómo impedir unos medios feroces tergiversando, desinformando, calumniando, sin piedad ni ética? ¿Cómo controlar una economía que está en poder de las oligarquías? ¿Cómo poder hacerle frente a esa situación económica si por otra parte los organismos económicos internacionales son parte de ese juego?
Queríamos alegrarnos de que las elecciones transcurrieran en plena calma, sin violencia, y para mí no era más que –lamentablemente- muy mal síntoma. Las elecciones se desarrollaban en paz, porque la oposición se sabía con grandes posibilidades de ganar. La campaña de no reconocer los resultados, y de salir a armar güarimbas en las calles, imperó para cumplir su objetivo, el miedo. Salvo los de mayor conciencia, cualquier ciudadano que lleva meses haciendo colas infinitas, viendo como los precios se disparan astronómicamente, y como se desaparecen incluso los alimentos y encima le auguran días de alta violencia si gana el chavismo, pues vota en su contra, a ver si llega un poco de paz a su vida.
¿Eso es la democracia? ¿Tener que votar no por un proyecto si no por miedo a lo que se viene desatando desde la guerra de la oposición? En Telesur en plena incertidumbre de la espera de los resultados, una socióloga ecuatoriana, comenzó a cuestionar las revoluciones que estamos haciendo en el continente, como desgastadas, obligadas al replanteo, lo cual me parece bien como principio; lo que cuando escuchaba sus argumentos no aparecía por ningún lado la ingobernabilidad a que están sometiendo a las izquierdas, con una campaña mucho mejor orquestada a nivel continental; y esa sinfonía ya sabemos quién la dirige, los amos del Norte.
Todo pareciera que es que los gobiernos de izquierda están anquilosados, que supuestamente tienen que plantearse nuevas metas, y una viabilidad económica; no excluyo los errores, ni los planes aplazados, o la necesidad de buscar nuevas vías, pero la esencia del problema no está en los defectos de la izquierda sino en aceptar las reglas del juego de las derechas –nacionales y globales- que han cerrado cerco, lo cual no permite avanzar en los proyectos y tener que dedicar la mayor parte del tiempo a apagar los fuegos que imponen en su alianza con Estados Unidos.
Rusia today denunciaba el presupuesto de 18 millones de dólares de financiamiento de los Estados Unidos para la guerra contra Venezuela, 3 de ellos específicamente para las elecciones, junto al sabotaje económico y la guerra mediática, y nosotros llamamos al efecto de todo eso democracia…

¿CANTO DE CISNE DEL CHAVISMO?

por Juan Agulló y Rafael Rico Ríos

Rebelión
Hace 17 años, el 6 de diciembre de 1998, Hugo Chávez, ganó las elecciones presidenciales en Venezuela por abrumadora mayoría (56.20%). El país sudamericano enterró el bipartidismo y clausuró un ciclo de pesadilla en el que la sucesión de crisis y ajustes estructurales pareció no tener fin.
Ayer, justo 17 años después, Nicolás Maduro, sucesor de Chávez en la Presidencia, perdió el control del poder legislativo que pasará a manos de la oposición. Tras 18 victorias en diversas contiendas, ésta ha sido la primera derrota de cargos electos. A partir de ahora, pase lo que pase, es posible que estemos ante otro cierre de ciclo. Pero, ¿estará el chavismo ante su canto del cisne?
En primer lugar, recordemos que se trata de unas elecciones legislativas, no presidenciales y, por tanto, el ejecutivo continúa gobernando hasta 2019.
Sin embargo, la abultada victoria de la oposición, con más de 100 diputados, le da lo que se llama “mayoría calificada” que le permitirá, entre otras cosas, aprobar o rechazar cualquier ley, dar voto de censura al vice-presidente y ministros, hacer reformas constitucionales, entre otras atribuciones legislativas.
Por otra parte, con la fuerza que ha exhibido la oposición se plantea la posibilidad de convocar un referéndum revocatorio al Presidente de la República, pero estarían obligados a recoger las firmas del veinte por ciento de los electores inscritos y superar en el referéndum los resultados que alcanzó Nicolás Maduro en 2013.
La oposición aún no tiene el gobierno pero esta victoria deja al actual gobierno debilitado ante un escenario de fuerte crisis económica, política y social.
La gran pregunta es por qué después de tantas victorias, esta vez sí ha perdido el chavismo. Para responder a esta cuestión es necesario plantearse qué ha sido y qué es el chavismo.
En sus orígenes, el chavismo pivotó sobre dos grandes columnas:
1. Una reacción al recetario neoliberal y a la crisis de legitimidad bipartidista que no solucionaba los problemas de las grandes desigualdades dentro de una sociedad venezolana profundamente fracturada.
2. Un proyecto político que, desde que Chávez entró en la escena política en 1992, estuvo orientado a superar la dependencia petrolera y el pésimo reparto de su renta.
¿Y qué ha ocurrido en estos 17 años? veamos algunas claves de un primer análisis del día después de una derrota.

Primera clave, enfrentamiento con EEUU
El plantear el reparto y control de la renta petrolera fue para Venezuela firmar una declaración de guerra contra EEUU que considera casi cualquier reserva energética del mundo (y más aún, las del Hemisferio Occidental) como una cuestión de Seguridad Nacional. Este enfrentamiento se tradujo en un rosario de intervenciones, mediáticas, económicas, políticas, directas e indirectas, del gigante del Norte contra Venezuela, incluyendo el Golpe de Estado de abril de 2002. 17 años después, aunque Venezuela ha diversificado compradores, ha seguido dependiendo de Washington.

Segunda clave, dependencia petrolera
El chavismo ha sido incapaz de reducir su dependencia rentista del petróleo durante estos 17 años. No ha logrado generar tejido industrial, ni recuperar la producción agrícola, ni establecer una economía de servicios medianamente competitiva. Aunque logró retener un porcentaje mucho mayor de la renta petrolera en el país, suficiente para enfurecer a diversos lobbies multinacionales, no consiguió superar la dependencia petrolera y mantuvo las consecuencias de una economía rentista.
Mientras los precios del petróleo fueron altos, el chavismo mantuvo el reparto de la renta con una fuerte apuesta social basada en programas sociales que mejoraron ostensiblemente las condiciones de los sectores más desfavorecidos, redujeron espectacularmente niveles alarmantes de pobreza y proporcionó salud y educación gratuitas a todos los sectores sociales.
Sin embargo, en los últimos años, Estados Unidos, que sigue siendo adicto a las energías fósiles, apostó por el fracking y los países productores de crudo no quisieron disminuir su producción, lo que provocó la fuerte caída de los precios petroleros que impactaron dramáticamente en la economía venezolana y en la sostenibilidad de su modelo social. Fue ahí cuando la escasez de productos de primera necesidad, la ineficiencia, el clientelismo, la corrupción y una política social desestructurada y desorganizada, comenzaron a desgastar los logros del chavismo.

Tercera clave, fracaso con los problemas endémicos
Si preguntan en la calle por qué ha perdido el chavismo estas elecciones, la respuesta es muy clara: escasez de productos, subida de precios, desabastecimiento e inseguridad. Sin embargo, estos problemas, que han generado un creciente malestar en la población, se vienen incubando desde hace años, son producto de unas inercias estructurales que el chavismo creyó poder conjurar con solo evocarlas pero que ha sido incapaz de superar. El gobierno se ha defendido argumentando que son inducidos por factores con intereses contrarios al proceso pero este argumento, en esta ocasión, no ha sido suficiente para convencer a las mayorías.

Cuarta clave, falta de institucionalidad
El chavismo fue incapaz de generar una institucionalización que asentara conquistas sociales y el diseño de un nuevo modelo de Estado que mantuviera de forma sostenible y eficiente un sistema político y económico orientado a la igualdad y a la justicia social.

Quinta clave, radicalización de la oposición
La oposición no solo es heterogénea sino que está profundamente dividida. La violencia callejera promovida a principios de 2014 por Leopoldo López y María Corina Machado, minó el liderazgo de Henrique Capriles Radonski que pretendía un acercamiento al chavismo y trataba de alcanzar unos acuerdos de mínimos en temas claves como la inseguridad. Esta división de la oposición ha permitido que durante estos 17 años los sectores radicales de extrema derecha tomaran la iniciativa política impidiendo cualquier acuerdo de Estado entre gobierno y oposición y generando un clima de ingobernabilidad constante que ha obstaculizado el desarrollo de las políticas del gobierno.

Sexta clave, heterogeneidad del chavismo
El chavismo tampoco es homogéneo. El malestar social endémico que dio origen al chavismo aglutinó en un mismo proceso distintas sensibilidades políticas, distintos sectores sociales, visiones de país, civiles y militares. Esta heterogeneidad ideológica, que ha sido fortaleza en la unidad y como bloque contra las embestidas de la derecha, sin embargo, ha impedido el diseño de políticas claras y coherentes. El chavismo se ha convertido más en un sentimiento político de unidad de sectores políticos y sociales heterogéneos frente a una clase dominante que en una doctrina política claramente definida.
Esta derrota es un toque de atención no solo al chavismo sino a la izquierda en general cuando tiene que pasar de las intenciones, del discurso por la igualdad y la denuncia de las injusticias sociales, a gobernar con políticas viables que den solución a las necesidades concretas de los ciudadanos.

Conclusión
Los resultados de la elección de ayer pueden ser engañosos. En 1972, en un librito titulado “Venezuela contemporánea, ¿un país colonial?”, el historiador Federico Brito Figueroa sostenía que su país, en buena medida como consecuencia de la producción/dependencia petrolera, era un excelente ejemplo del colonialismo posterior a la descolonización. Es verdad que hasta cierto punto Chávez acabó con la tutela extranjera pero no con la dependencia petrolera y sus nefastas consecuencias sociopolíticas. ¿Lo hará la oposición?
Aunque suene a tópico, lo cierto es que ante la fuerte polarización que vive y padece la sociedad venezolana, la oposición debe asumir su victoria con responsabilidad ante el reto que le han concedido los ciudadanos, algo de lo que hasta ahora no ha hecho gala. Su victoria se debe más al fracaso del gobierno en afrontar los problemas que azotan el país que a méritos propios como opción política que ilusione a las mayorías.
El voto a la oposición, como su nombre indica, es un voto de oposición más que un voto de construcción y no se debe olvidar que las políticas de la llamada Cuarta República, con su viejos dirigentes que siguen activos, tampoco pudieron solucionar los problemas endémicos irresueltos, dependencia petrolera, el reparto de la riqueza, las desigualdades, la marginalidad o la inseguridad.
Mientras tanto, el chavismo, que no es solo este gobierno, ha dejado una profunda conciencia política en el pueblo venezolano que ha marcado un antes y un después en la historia de este país y con capacidad y fuerza suficiente como para renovarse y generar nuevos actores y movimientos políticos que entren en la escena política venezolana y latinoamericana. Que nadie lo dé por vencido.

 Juan Agulló es sociólogo (geotlati@gmail.com); Rafel Rico Ríos es Ingeniero de Telecomunicación (@rafaelricorios)