lunes, 19 de octubre de 2015

Bélgica - Arresto de un equipo de ZIN TV tras la manifestación contra el TTIP en Bruxelles


Comunicado de prensa de ZIN TV

Bruselas, 16 de octubre 2015

Con mucha indignación les enviamos este comunicado de prensa para informarles sobre la detención de uno de los integrantes de nuestros equipos de grabación durante la marcha en contra del tratado transatlántico en Bruselas, el jueves 15 de octubre de 2015.

La policía obligó al camarógrafo de ZIN TV a borrar todo el material filmado que tenía en su cámara, destruyendo de ese modo su jornada de trabajo, la policía buscaba hacer desaparecer deliberadamente, de manera ilegal e impune, las pruebas de su acción. Las imágenes contenían la humillación de la policía infligida a los manifestantes tratados de "izquierdistas", de "cesantes que no tienen nada más que hacer que molestar a la gente" ... en la grabación también habían imágenes de las burlas del comisario encargado del arresto – Pierre Vandersmissen – comportándose de manera omnipotente : - "Ustedes están en esta situación porque yo lo he decidido..." y amenazando a los manifestantes con gas lacrimógeno.

Aquí va está el testimonio de nuestro compañero Thomas Michel, camarógrafo de ZIN TV:

13:30 Entre 70 a 90 personas participan a una acción en la plaza Meiser : los manifestantes recogen puertas, rejillas, paneles que se encuentran en la avenida para bloquear los principales ejes que conducen a la Comisión Europea, somos al menos 4 personas que están filmando.

Después de un recorrido y varias calles cortadas, los bloqueos se aproximan hacia la plaza Ambiorix y la calle Joseph II, llegando cerca de los edificios de la Unión Europea. La policía nos empuja hacia la calle Ortelius donde fuimos rodeados en la calle Spa. A la luz de la acción de los manifestantes, la acción de la policía me parece desproporcionada : los bloqueos de calle eran rudimentarios y la represión virulenta, pero sin violencia real. Éramos cerca de 65 personas rodeados por la policía. Un pequeño grupo fue acorralado por la policía y sus escudos. La detención administrativa se declaró a las 14:30. Paramos de filmar.

Luego, uno a uno, la policía nos ató las manos con brazaletes de plástico y nos colocan en el suelo, en la acera, sentado uno detrás del otro, entre los postes y la pared de la calle, por grupos de cinco. Estuvimos esperando una hora bajo la lluvia con un frio cerca de los 2°C. Al llegar el autobús, los chicos fueron separados de las chicas, llenándolo mayoritariamente de chicos, un grupo de ellos fueron llevados a otro autobús donde estaban las chicas. Todos empezamos a cantar consignas contra el TTIP.

16:45 Llegada al cuartel de Etterbeek. Extracción de los brazaletes de plástico. Distribución de los manifestantes en 3 celdas. Privación de libertad. Revisan nuestros bolsos, controles de identidad. Por lo menos una media hora de espera. Firmo el documento de declaración de detención administrativa, casi todos los manifestantes han firmado.

Volvemos a Bruselas en un autobús de la policía acompañados por cinco policías, logré filmar cuatro tomas suplementarias, nos dejan en Porte de Halle en torno a las 19:30. Bajamos uno a uno por la parte delantera del autobús. Fui uno de los primeros en salir y de inmediato saqué mi cámara para filmar la bajada de los manifestantes. Un policía vino hacia mí, agarró mi cámara y controló las imágenes, los rostros de los policías aparecen y me exigió eliminar esas imágenes. En presencia del policía colaboro. Sin embargo, una vez borrada la secuencia, sigue verificando el resto del material filmado, me quita la cámara y se la lleva dentro del autobús donde borra todo el contenido. Los manifestantes protestaban, pero la policía respondieron que tenían derecho a eliminar las imágenes en las que podrían ser identificados, justificando con un misterioso misión de nivel 3 sobre 4 en la escala del riesgo de terrorismo. Entre los manifestantes, un estudiante de derecho les explicó que no tenían derecho a borrar mis imágenes. La policía nos mantuvo a distancia mientras borraban las imágenes. El policía me devuelve la cámara, todas mis imágenes habían desaparecido.
Recordemos que arrebatar tus fuentes de información es ilegal, es una violación del secreto profesional y la justificación de un nivel 3 sobre 4 en la escala del riesgo de terrorismo es simplemente falsa. Como recuerda el jurista y miembro del Observatorio de la violencia policial de la Liga de los Derechos Humanos, Mathieu Beys, en su libro Quels droits face à la pólice (Mis derechos ante la policía)

Página 314: Tengo el derecho de ocultar y negar comunicar sobre "cualquier información, registro y documentos" que permitiría a la policía descubrir la identidad de mis informantes, la naturaleza o la fuente de mi información, la identidad el autor, de un texto o de una producción audiovisual o el contenido de la información y los documentos mismos si pueden llevar a identificar a un informante. La policía no tiene derecho para presionarme con el fin de descubrir mis fuentes de información.

Nunca seré procesado por ocultar mi fuente de información, aunque tenga datos o documentos que fueron robados por mis informantes (u otros), o en el caso de que mis informantes hayan violado el secreto profesional. Pero excepcionalmente, la policía puede investigar mis fuentes si se cumplen tres condiciones:
1. un juez lo ordenó ; 2. la información solicitada es crucial para prevenir una infracción que constituye una grave amenaza para la integridad de una persona o varias personas (por ejemplo, una amenaza terrorista); 3. la policía no puede obtener esta información "de ninguna otra manera."

(...) Página 460 : no existe ninguna prohibición general para filmar o fotografiar las acciones de la policía. Es legítimo que los ciudadanos y los periodistas filmen o fotografíen las intervenciones policiales, ya sea para informar o reunir pruebas del desarrollo de los acontecimientos y esto no es una infracción. Cuando la policía filma, ellos mismos o a través de cámaras de vigilancia, ocurre a veces que las escenas de su brutalidad desaparecen lamentablemente del film o no están disponible por razones técnicas. Como lo dice la autoridad de control de la policía en Francia : la policía "debe considerar como normal, la atención que los ciudadanos o grupos de ciudadanos pueden aportar a su modo de acción. Al ser fotografiado o filmado durante sus intervenciones no debería ser ninguna molestia para los policías respetuosos de la ética profesional".

ZIN TV es una televisión de participación ciudadana en Bruselas con carácter cultural, educativo e informativo. Estamos comprometidos socialmente con el fin de dar a conocer las iniciativas de la sociedad civil. ZIN TV es también un centro de formación que ofrece herramientas concretas, teóricas y prácticas a los ciudadanos que participan en la vida asociativa.

Al destruir el material filmado de ZIN TV, la policía no sólo aborta violentamente un film, insulta deliberadamente la libertad de expresión, pero sobretodo muestra su desprecio por los medios ciudadanos ,que se acompaña de una preocupante inclinación fascista de su papel en nuestra sociedad. Debemos actuar y ayudar a fortalecer el control democrático de la policía, una vigilancia por aquellos que, se supone, deben proteger y servir.


PS : Este 15 de octubre, cientos de manifestantes se reunieron para rodear la cumbre de la UE contra los tratados de libre comercio y la austeridad. En la convocatoria de la alianza D19-20, muchas plataformas, Bélgica y Europa, esta acción es el comienzo de tres días de movilización contra el TTIP. El día se inició con la recepción de los caminantes europeos de España, Francia, Grecia, Alemania, ... Ellos marcharon para denunciar el hecho de que a pesar de un rechazo popular masivo, los objetivos de la Comisión Europea a ratificar el tratado de libre comercio con Canadá y concluir las negociaciones sobre el TTIP siguen para finales de año. La policía procedió a un centenar de detenciones administrativas.






Chile. La novedad editorial anticapitalista: ‘América Latina: Emancipaciones en construcción’

Chile. La novedad editorial anticapitalista: ‘América Latina: Emancipaciones en construcción’

“Emancipación (del latín emancipatio, -onis):
Acción de liberarse de un vínculo, de una traba,
de un estado de dependencia, de una dominación, de un prejuicio”

Andrés Figueroa Cornejo

‘América Latina: Emancipaciones en construcción’ es un libro recopilatorio editado recientemente por el Doctor en Ciencia Política Franck Gaudichaud (http://www.rebelion.org/autores.php?id=59), y traducido por Rocío Gajardo, con el apoyo incondicional de Darío G.G.   Para su publicación en Chile se reunieron dos editoriales independientes, Tiempo Robado (https://tiemporobadoeditoras.wordpress.com/) y América en Movimiento (http://americaenmovimiento.cl/).
El texto está fabricado de muchos textos de poderosa profundidad analítica (una verdadera novedad en el pobre panorama editorial chileno, salvo excepciones contadas, como la Plataforma Nexos (http://www.plataforma-nexos.cl/), la Editorial Quimantú (http://www.quimantu.cl/), la Librería Proyección (http://www.libreriaproyeccion.cl/), Librería Crisis de Valparaíso (https://libreriacrisis.wordpress.com/), Lom Ediciones (http://www.lom.cl/), Le Monde diplomatique-Chile (http://www.lemondediplomatique.cl/), El Desconcierto (http://eldesconcierto.cl/publicaciones/), entre otras pocas).
El mosaico analítico recorre manifestaciones de resistencias anticapitalistas significativas de los pueblos latinoamericanos de Chile, México, Bolivia, Venezuela, Brasil, Ecuador, Colombia, Argentina y Uruguay. Sus claves son liberadoras, lúcidas, amplias, dinámicas, en despliegue y se fundan sobre el análisis concreto de la realidad concreta de cada una de las experiencias registradas críticamente.
Para conocer sus determinaciones principales, el periodista se entrevistó con el editor del libro, Franck Gaudichaud, y uno de los representantes de Tiempo Robado Editores, Ignacio Ponce.

-¿Cuál es el objetivo de la publicación?
(Franck Gaudichaud) “El libro busca reunir varias luchas ejemplares de distintos países de la región, como comunidades indígenas, campesinas, obreras, mujeres en lucha, feministas, etcétera, que nos permitan sacar algunas lecciones de caminos emancipatorios y de sus problemas. El texto refleja experiencias marcadas por la autogestión, la ruptura con el neoliberalismo, el patriarcalismo y el imperio.”

-¿Y desde tu perspectiva, Ignacio?
(Ignacio Ponce) “La edición realizada por Franck logra rescatar esas luchas cotidianas y por abajo de Latinoamérica en sus diversos pueblos. Lo relevante para el caso de Chile, es que hoy también se están dando distintas luchas en distintos lugares, aquí mismo. También el libro permite conocer luchas similares y distintas a lo largo del continente, y comprender que en otros países se viven conflictos y tensiones, al igual que en Chile, incluso en aquellos donde se transitan procesos progresistas. El texto nos enseña que si en Chile llega a existir algún gobierno de carácter ‘de izquierda’, ello no significará para nada el fin de los conflictos. Tal como se vivió durante el gobierno de la Unidad Popular.”

-¿Qué conflicto revelan los textos escogidos?

(FG) “Estamos en medio de un debate actual donde encontramos por un lado, a Emir Sader, Atilio Borón; y por otro costado, a Alberto Acosta, Maristella Svampa, Raúl Sibechi. Allí se discute si nos encontramos en una inflexión, un reflujo, un agotamiento, una nueva etapa, según las posiciones, de lo que en algún tiempo se denominó ‘giro a la izquierda’ o ‘reorientación nacional-progresista’ de varios gobiernos de América Latina. Ahora bien, más allá de que estemos frente a un nuevo ciclo o no, lo que se ve realmente es que se agudizan las tensiones entre los movimientos populares y los gobiernos. El caso tal vez más claro, es lo que ocurre en Ecuador (sectores de pueblos indígenas en lucha contra las políticas extractivistas del Ejecutivo). Al mismo tiempo, se están reactivando las luchas populares en toda la región, independientemente de los gobiernos, contra el extractivismo. Batallas campesinas o urbanas. Son las luchas que enfrentan la depredación extractivista provocadas por el capital transnacional, apoyado por los gobiernos. Al respecto, aún existe una visión muy desarrollista. Aunque, por cierto, el debate no es, al decir del vicepresidente de Bolivia, García Linera, ‘nos quieren condenar a congelar la naturaleza y a seguir siendo pobres’. No, por supuesto que la discusión no es esa. Hay que explotar las riquezas y la naturaleza, pero el problema es si la explotación se da o no en condiciones post-extractivista. Allí las resistencias de las comunidades y pueblos indígenas son fundamentales. Asimismo, en Chile, en los casos de Freirina (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163123) y el pueblo Mapuche (http://www.mapuexpress.org/), entre otros.”

Poder y lucha de clases

-Ahora, más allá del extractivismo como una de las expresiones mundiales del capital por ralentizar la tendencia a la caída de la tasa media de la ganancia, y en su movimiento caracterizado por la incesante acumulación originaria, ¿qué pasa con el tema crucial del poder?
(FG) “El libro también es un campo de debate fraternal entre las distintas estrategias de las izquierdas latinoamericanas en las últimas dos décadas. Para resumir de manera caricaturesca el estado de la discusión, se encuentran desde la toma del poder para que lo asuma la sociedad, hasta que todo el mundo se toma el poder. El libro prueba que estas visiones corresponden a una antinomia absurda, y se aboca más bien a cómo se pueden articular estas tensiones en perspectivas de tomar el poder para cambiarlo sin ser atrapado por él. Al respecto, hay experiencias muy variadas que describe el libro. Por ejemplo, manifestaciones de la ecología radical en Colombia donde existe poder real, construido desde lo territorial, pero que continúa siendo incapaz de hacerse de las fuerzas suficientes a nivel nacional. A la vez, están los consejos comunales en Venezuela y que se inscriben en la política pública estatal, pero que a veces sufren el peso de la burocracia de un Estado que sigue siendo rentista. En general, partimos de la idea de que si tenemos la voluntad de rearmar a la izquierda, debemos abandonar definitivamente el sectarismo, pero sin caer en un electoralismo oportunista.”

-¿Cómo se observa a la institucionalización de las luchas en el texto?
(IP) “En ese sentido, el libro muestra que se trata de proyectos en disputa. Queda claro que, a diferencia de cómo se pensó en el siglo XX, hoy nadie tiene la ‘llave maestra’ para establecer un proyecto post-capitalista. La resolución de si la ‘vía electoral’ o la construcción ‘por abajo’ son la solución, se encuentra en tránsito. Creo que ese combate se aclarará de acuerdo a la cohesión de fuerzas de cada pueblo. Los caminos por recorrer serán necesariamente distintos en cada país.”

-¿De qué manera se expresa en términos ampliados la lucha de clases en las experiencias analizadas en ‘América Latina: Emancipaciones en construcción’?
(FG) “Los diferentes autores provienen de corrientes distintas. Hay libertarios, marxistas clásicos, gente del pensamiento bolivariano, etcétera. Ello da cuenta de un sujeto plural, sin que se disuelva la contradicción capital / fuerza de trabajo, para nada. Sin embargo, se ve que esa contradicción fundamental puede expresarse a través de diferentes actores. El libro deja claro que la discusión de ‘el sujeto’ se encuentra obsoleta, pero no así el de ‘los sujetos’, que es fundamental. La cuestión es cómo construimos sujetos de emancipación, colectivos, populares, que cuenten con un horizonte post-capitalista. El libro no da una respuesta ni un recetario de cómo superar el capitalismo, sino que registra analíticamente experiencias concretas, ‘utopías concretas’ que sí pueden participar en el debate actual.”

-¿Sobrevive el socialismo anticapitalista en la multiplicidad de artículos que forman el libro?
(IP) “Permea varios de los textos. En muchos casos, el horizonte es el socialismo. Ahora bien, intentar concluir que hoy algunos de los países latinoamericanos ya está viviendo una ‘realidad socialista’, para decirlo de algún modo, el mismo libro coloca en tensión ese asunto. Desde las diversas miradas se cuestionan los niveles de politización, como también los niveles de socialización de los proyectos, tanto ‘desde arriba, como desde abajo’. Yo no estoy bien seguro si en la actualidad es preciso anteponer a la edificación del movimiento popular al socialismo, en tanto ‘perspectiva exclusiva’. Si el socialismo llega a convertirse en el eje rearticulador de la emancipación, entonces el socialismo tendrá que ser resignificado. En verdad, la organización popular es el momento que está ‘a la orden del día’.”

-¿Existe un cuestionamiento en los textos del trabajo asalariado y la propiedad privada, esto es, de las relaciones sociales capitalistas?
(IP) “En aquellas prácticas que se centran en la autogestión y el control obrero.”

(FG) “El libro se arma en torno a la auto-organización, la autogestión, la comunidad y los bienes comunes en contra de ciertas dominaciones.”

·         Para la adquisición de ‘América Latina: Emancipaciones en construcción’, basta ponerse en contacto con una de las dos editoriales chilenas responsables de su publicación.

Economía y política de los “fines de ciclo” en América Latina

Debates
Economía y política de los “fines de ciclo” en América Latina

Eduardo Molina
Ideas de Izquierda, Número 24, Octubre 2015

La situación en Brasil, donde el gobierno de Dilma impulsa duras medidas de ajuste mientras busca pactar con la derecha en respuesta a la aguda crisis económica y política, es signo elocuente del salto en la decadencia de los gobiernos progresistas en América latina. Junto con el cuadro electoral argentino, donde el futuro del “proyecto nacional y popular” quedó en manos del noventista Daniel Scioli, uno de los tres jinetes del ajuste que compiten por la presidencia, la profunda degradación del chavismo en Venezuela y el curso de los gobiernos de Uruguay, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, etc., ilustra el “fin de ciclo progresista” [1]. No hay márgenes para hacer concesiones significativas a las clases trabajadoras al mismo tiempo que favorecer los negocios del capital. Es preciso pasar a los “ajustes”, y con ello los gobiernos nacionalistas y de centroizquierda profundizan un curso regresivo y de concesiones al capital y a la reacción.
Así, contra la tesis progresista de que el único peligro es la “restauración conservadora”, para justificar el apoyo al ajuste progresista y disciplinar a los críticos, el giro político reaccionario que impulsan las clases dominantes se expresa por dos canales: el propio curso de los gobiernos “populares”, y la presión de la derecha, relativamente fortalecida pero que está lejos de asegurarse condiciones como para imponer una nueva hegemonía reaccionaria.
Las bases materiales del viraje conservador-progresista se encuadran en el escenario más amplio de “fines de ciclo” que atraviesa América latina: la “década dorada”, de alto crecimiento, en que los gobiernos posneoliberales pusieron su sello político ha quedado atrás, se ingresa en una nueva fase bajo el signo de la crisis económica, la inestabilidad política y la exasperación de las contradicciones sociales.

La crisis económica abarca al conjunto de América latina
La “desaceleración” de las economías latinoamericanas que viene desplegándose desde 2012 se ha convertido en un virtual estancamiento, con importantes crisis en Brasil, Venezuela, Argentina y otros países. Según la CEPAL, para 2015 “se espera una tasa de crecimiento regional del 0,5 %, en crecimiento ponderado. América del Sur mostraría una contracción del 0,4 %. Mientras Argentina apenas crecería un 0,5 %, Brasil se contraerá un -1,5 % y Venezuela sufrirá una severa depresión del orden del -5,5 %”. En 2016 América Latina lograría apenas a un 2 % de incremento.
La crisis económica mundial está transmitiéndose a la región a través de tres canales principales: la inestabilidad de la débil recuperación norteamericana, por lo que ejerce escasa tracción sobre América latina; la desaceleración que sufre China, y con ello, la menor demanda y baja de precios de las materias primas que exporta la región (por lo que estos bienes también pierden interés para la especulación financiera en los “mercados a futuro”). A ello se suman la valorización del dólar frente a otras divisas, que encarece en términos relativos las exportaciones regionales, y la posibilidad de un alza de intereses por la FED, que podría revertir el ya menguante flujo de capitales hacia el subcontinente.
Esto implica la reversión de las condiciones internacionales excepcionales de que se nutrió la pasada década por el boom de las materias primas y la disponibilidad de inversiones y financiación barata. El “viento de cola” de entonces, se está transformando en “viento de frente” [2]. Escribe The Economist: “las monedas latinoamericanas se han debilitado de una manera particularmente dramática” [3]. Agrega que “el hecho de que muchas de las mayores economías latinoamericanas sean grandes productores de commodities ha empeorado el asunto”, ya que la aguda caída en la mayoría de los precios de commodities desde mediados de 2014 “ha avivado los temores de los mercados sobre el panorama económico en América latina, lo que en muchos casos ha profundizado la venta de monedas locales” [4]. Así, el crecimiento regional “se ha frenado bruscamente” al decir de la directora del FMI [5].
México, en medio de la crisis política y estatal, enfrenta una clara “desaceleración”: este año su PBI crecería apenas un 2 %, mientras que su moneda se viene depreciando y la baja de los precios del petróleo afecta sus ingresos y pone en aprietos la estrategia de “apertura energética” a que está jugado el gobierno de Peña Nieto intentando profundizar las reformas neoliberales. Esto, junto a la desaceleración de Colombia, Perú y Chile, afecta la propaganda sobre la “Alianza del Pacífico” como alternativa neoliberal. Chile es el primer exportador mundial de cobre, Perú el segundo, mientras que más de la mitad de las exportaciones colombianas depende del petróleo y la minería. La baja de precios los afecta directamente y retrae también las inversiones, induciendo su “desaceleración”, y empuja devaluaciones y recortes presupuestarios además de tensiones sociales y políticas como es el caso de Chile y Perú. Colombia en 2015 apenas crecería un 3 %, y en 2016 solo un 2,3 %. Sus exportaciones se redujeron un 30 %, el peso colombiano perdió un tercio de su valor ante el dólar, y las acciones de EcoPetrol se desplomaron a la mitad de su cotización.
Brasil marca un punto de inflexión en el proceso latinoamericano. Su retroceso ejerce una considerable influencia sobre sus vecinos, comenzando por su principal socio en el MERCOSUR, Argentina. La economía brasileña se contrajo por tercer trimestre consecutivo, entrando oficialmente en recesión. El PBI aumentó 1 % en 2012, 2,5 % en 2013 y apenas 0,1 % en 2014. Este año, la caída del PBI podría superar el -2 %. Se vienen reduciendo las inversiones, la producción industrial y hasta el consumo de las familias, mientras que el desempleo sube al 8,1 % y la inflación a casi un 10 %, cae la recaudación fiscal y el real alcanzó su punto más bajo frente al dólar desde 2009. Las altas tasas de interés locales han atraído a los especuladores, pero el deterioro fiscal, cambiario y financiero, así como el temor a un alza de los intereses en EE.  UU. podría derivar en la salida de esos fondos.
En cuanto a Argentina, como tratan otras notas en esta revista, el actual estancamiento y dificultades financieras derivan en mayor incertidumbre bajo los efectos de la crisis de Brasil, su principal mercado regional y destino de la mitad de sus exportaciones industriales, y la devaluación del real y otras monedas.
La profunda recesión de Venezuela desnuda la bancarrota de un “nacionalismo petrolero” que se insinuó a principios de siglo pero nunca llegó a una plena nacionalización, ni mucho menos fue capaz de impulsar la industrialización o el desarrollo agrícola-alimentario con la cuantiosa renta petrolera que siguió consumiéndose improductivamente o derramándose en beneficio de burgueses y burócratas que la fugan masivamente al exterior. En cuanto a Ecuador y Bolivia, la depreciación de los hidrocarburos también implica un severo golpe y está impulsando restricciones presupuestarias y negociación con el FMI (en el caso de Correa) y nuevas concesiones a las petroleras (en Bolivia).

De la “década dorada” a la “restricción externa”
El importante crecimiento de la década anterior, que permitió un aumento de un 80 % del PBI latinoamericano, disminución de la pobreza y miseria extremas y del desempleo, además de acceso al consumo de franjas ampliadas de la población trabajadora, no ha significado verdadero “desarrollo”, ni “despegue”. Con la crisis quedan expuestos la persistencia del atraso y dependencia históricos del capitalismo en América latina. Los gobiernos progresistas ni siquiera encararon una ruptura de fondo con el neoliberalismo. Los “modelos de crecimiento con inclusión” de sesgo “neodesarrollista” se mantuvieron en los marcos de la continuidad con elementos esenciales de la herencia de los ‘90: la orientación al mercado mundial según las “ventajas comparativas”; un amplio grado de apertura al capital extranjero, altos niveles de precarización laboral e informalidad, la “financierización” y endeudamiento interno y externo, etc.
En suma, no se transformó la ubicación regional subordinada en el mercado mundial, ratificándose su condición básica como proveedora de materias primas, mercado secundario y fuente de rentas monopólicas y valorización financiera. Más bien se profundizó el sesgo primario-exportador y extractivista, el rezago industrial y la dependencia del capital extranjero, sin poder revertir pese a esto la pérdida sostenida de peso relativo de América latina en el comercio mundial. En este plano no hay una diferencia cualitativa entre la evolución de los “modelos neoliberales” y los “progresistas”.
Tampoco en el comportamiento de un indicador clave como es la productividad, factor esencial para mejorar la posición en la economía internacional. La media latinoamericana ha seguido siendo solo una fracción de la de los centros del capitalismo avanzado, e inferior a la de China y Asia oriental, y además, su ritmo de crecimiento también es más lento. Según la CEPAL, “durante el período entre 2002 y 2010 la región logró algunos avances, con un incremento anual de la productividad laboral del 1,5 %” [6]. Estos guarismos están sin embargo por debajo de otras regiones como África subsahariana (2,1 %) y Asia oriental (8,3 %, excluidos el Japón y la República de Corea) [7]. Solo ciertas ramas beneficiadas por los altos precios e inversiones masivas, como la minería, el agrobusiness, ciertos servicios modernos y algunos nichos industriales mostraron un dinamismo superior pero que se combina con la baja productividad en amplias franjas de la producción para el mercado interno y las actividades comerciales y de servicios tradicionales. En suma, el factor de la productividad total ha sido débil. La tasa de formación de capital ha sido relativamente baja, del orden del 20 %, muy por debajo de las asiáticas.
Al invertirse el ciclo comercial, esto recrudece la “restricción externa”, problema cíclico típico del capitalismo dependiente latinoamericano que motoriza la recesión en un movimiento de “stop and go” que hace evidente que el ciclo de los productores de materias primas está subordinado al del centro industrializado, a la par que evidencia la continuidad de la expoliación imperialista a través de la succión de utilidades, la especulación financiera, el servicio de la deuda, etc.
En los años pasados, la diversificación de socios comerciales, con China como segundo gran comprador (después de EE.  UU.), junto a la crisis de la hegemonía norteamericana, ampliaron los márgenes de maniobra para regatear con el imperialismo. Secundariamente, el comercio intrarregional amplió un poco los mercados para la industria local. Sin embargo, estos factores además de contradictorios (como la competencia industrial china) solo pueden ofrecer paliativos a la hora de la crisis. La integración regional es superficial y endeble, y la crisis exacerba la competencia interburguesa por atraerse la inversión extranjera, en defensa de sus propios mercados e intereses, como muestra la escalada de devaluaciones reciente y las medidas proteccionistas entre países vecinos, de lo que son muestra las fuertes tensiones del Mercosur que la crisis brasileña agudiza. Por ello crecen también los intentos de negociación individual con el imperialismo, como la insistencia de la burguesía paulista en un acercamiento a Estados Unidos, los contactos con la Unión Europea, el intento de Uruguay de avanzar en un TISA con el imperialismo “cortándose” de sus socios regionales, el intento argentino de recostarse más en China, etc.

Algunas consecuencias político-sociales de la degradación nacionalista y progresista
La “economía política progresista” imaginó que el Estado “regulador” podría canalizar el excedente generado en la exportación a la acumulación capitalista a escala nacional, asociando al capital extranjero y poniendo un relativo énfasis en la “demanda” [8] para generar un “círculo virtuoso” de “desarrollo con inclusión”. Pero la dura realidad del “capitalismo realmente existente” demolió estas expectativas. Ahora hay que estimular la “oferta” del capital. Como dice la CEPAL, es preciso “impulsar el ciclo de inversión con miras a reactivar el crecimiento”; mientras el FMI insiste por su parte en estimular el “ahorro, la inversión y la productividad”, además de “tipos de cambio reales más competitivos” e inversión en infraestructura para abaratar las exportaciones [9].
Todo el establishment reclama este cambio de “partitura” en los Ministerios de Economía. Pero esto significa, por un lado, nuevas concesiones al imperialismo y sus instituciones financieras, además de la “disciplina fiscal” necesaria para garantizar financiación estatal y solventar un mayor endeudamiento externo, y por otro, avanzar en una “redistribución negativa de la riqueza”, bajando el salario y también, ese “salario indirecto” a través de los servicios sociales, salud, educación, transporte, etc.
Sobre esta base no hay conciliación de clases posible. Si la capacidad de mediación y arbitraje de los gobiernos progresistas ya venía dañada –“desfinanciada” en el nuevo contexto económico–, ahora deben encarar la ingrata administración de la crisis a través de ajustes, sin por ello calmar las exigencias del gran capital, que preferiría gestores más confiables que asuman abierta y completamente su programa.
La crisis económica ya se está transformando en una extendida inestabilidad política, y si bien ésta asume rasgos más notables en la crisis de los gobiernos “populares”, no deja indemnes a los gobiernos de derecha: la caída de Otto Pérez en medio de grandes movilizaciones en Guatemala, la profunda crisis estatal que corroe a México, el debilitamiento del régimen chileno, son muestras de ello. Nuevamente, es relevante el ejemplo brasileño donde la crisis del gobierno petista deja en evidencia la continuidad de las más reaccionarias instituciones y formas de dominación política burguesa; o en Argentina, donde el ocaso kirchnerista lleva a primer plano los rasgos más abyectos y corruptos del régimen y sus partidos. Lo que está cuestionado no son solo ciertos gobiernos, se trata de un extendido descrédito de los partidos políticos y las instituciones.
Pero podrían ser más profundos los realineamientos de clase al crecer el malestar social. En la región del mundo que sigue siendo la más desigual por la concentración de la riqueza, la distribución del ingreso y la propiedad de la tierra, la crisis pone en cuestión las modestas conquistas de “inclusión” y la llamada “clasemediatización” que apuntalaron la relativa paz social en la “década ganada”.
Decenas o cientos de millones de latinoamericanos pueden ser empujados de nuevo a la pobreza abierta y la miseria. Otros millones de trabajadores calificados o con conquistas como empleo efectivo más o menos bien pago, a los que se pretendía “disolver” en ese heterogéneo y difuso conglomerado de las “capas medias” (junto a cuadros de producción, profesionales, jerárquicos, comerciantes, etc.), confrontan no solo la creciente disparidad entre sus ilusiones y aspiraciones y la realidad del deterioro de las condiciones de trabajo y de vida, sino también la perspectiva de ataques más directos en los centros de producción, donde las empresas pretenderán aumentar la rentabilidad a costa del salario.
Después de una década de crecimiento, el ingreso de millones a puestos de trabajo, cierta recomposición del consumo, cambios educativos y culturales y promesas progresistas al pueblo trabajador, se ha naturalizado un nuevo piso o nivel histórico-moral del salario, como decía Marx, para una vasta masa de trabajadores que no carga sobre sus espaldas el peso de las derrotas anteriores y difícilmente esté dispuesto a resignar sin lucha sus posiciones actuales, lo que puede colocar en el centro de la escena, de una manera inédita en largos años, el enfrentamiento entre el capital y el trabajo.
Las luchas del movimiento obrero y la movilización estudiantil y juvenil de estos años pueden ser un síntoma de nuevos cauces de la lucha de clases. Desde fines de 2012 grandes paros nacionales y procesos huelguísticos en Brasil y el Cono Sur, vienen manifestando la fuerza del movimiento obrero y adelantan la posibilidad de mayor resistencia en la próxima etapa. Junto con ella, como muestra del despertar de nuevas generaciones, vienen dándose importantes procesos de movilización estudiantil y de sectores de la juventud precarizada, desde las permanentes luchas estudiantiles en Chile, las protestas de junio de 2013 en Brasil, los procesos en México del “#yosoy132” a la lucha por los 43 de Ayotzinapa, o las recientes movilizaciones estudiantiles en Uruguay y Paraguay, además de diversas luchas campesinas e indígenas y populares.
En un previsible horizonte de resistencia obrera y popular y experiencia política de los trabajadores, las fisuras políticas e ideológicas a izquierda del progresismo abren un nuevo escenario para la construcción de una fuerza social y política de los trabajadores, con una estrategia de independencia de clase y un programa para que la crisis la paguen los capitalistas y el imperialismo, pues la alternativa a la restauración conservadora no es el apoyo al ajuste progresista, sino la lucha por una salida obrera y popular.

Notas
[1] Hay un debate sobre el “fin de ciclo progresista” al que no podemos referirnos en esta nota. Hace unos días en Página/12, Emir Sader, referente intelectual de la centroizquierda, se indignaba contra la idea misma de que pueda hablarse de un fin de ciclo progresista.
[2] La crisis capitalista internacional abierta a fines de 2007 golpeó a la región con la recesión de 2009. Pero salió pronto de ésta, favorecida por la continuidad de la expansión china y de los “mercados emergentes”. Sin embargo, la recuperación se dio sobre bases más débiles e inestables. El precio de las materias primas creció todavía hasta 2011-12, pero ya con un fuerte componente especulativo en los “mercados a futuro”. Mientras, la expansión de los mercados internos comenzó a chocar con su “techo” estructural.
[3] The outlook for Latin America 4, The Economist Intelligence Unit, 2015.
[4] Ídem.
[5] El País, 30/09/2015.
[6] CEPAL/OIT, Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe 6, mayo de 2012.
[7] Ídem.
[8] Énfasis relativo, puesto que a pesar del discurso progresista, nunca se alteró cualitativamente el nivel de los salarios ni su participación en la renta nacional.

[9] Exportar un container desde Brasil cuesta más del doble que en China y 1,5 veces que en la India, mientras que las demoras de embarque en sus puertos son temibles.

jueves, 15 de octubre de 2015

América del Sur - ¿Fin de ciclo?

América del Sur - ¿Fin de ciclo?
Los movimientos populares, la crisis de los “progresismos” gubernamentales y las alternativas ecosocialistas (1)

Franck Gaudichaud
Santiago de Chile, primavera austral 2015
Revista Memoria, México
Rebelión

A más de 40 años del golpe de Estado que derrotó a la vía chilena al socialismo y a 30 años de la fundación del mayor movimiento social del continente, el Movimiento de trabajadores rurales sin tierra (MST) de Brasil; a 20 años del grito zapatista ¡Ya basta! en Chiapas en contra del neoliberalismo y del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y a más de 15 años de la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela (y transcurridos más de dos años desde su muerte), los pueblos indo-afro-nuestroamericanos y sus tentativas de construcción de gramáticas emancipadoras parecen encontrarse en un nuevo punto de inflexión. Un ciclo de mediana duración, social, político y económico parece agotarse paulatinamente, aunque de manera no uniforme, ni para nada lineal. Con sus avances reales (pero relativos), sus dificultades e importantes limitaciones, las experiencias de los diferentes y muy variados gobiernos “progresistas” de la región, sean procesos meramente de centro-izquierda, social-liberales, o -al contrario- nacional-populares más radicales, que se reclamen anti-imperialistas o se descalifiquen en los medios conservadores como “populistas”, sean revoluciones bolivarianas, ando-amazónicas o “ciudadanas” o simples recambios institucionales hacia el progresismo, estos procesos políticos parecen topar ante grandes problemáticas endógenas, fuertes poderes fácticos conservadores (nacionales como también globales) y no pocas indefiniciones o dilemas estratégicos no resueltos.

De gobiernos progresistas y posneoliberales
Sin lugar a duda, en los países donde se han consolidado varias y aplastantes victorias electorales de fuerzas de izquierda o antineoliberales, en particular en las naciones donde esas victorias son producto de años de luchas sociales y populares (como en Bolivia) o de una rápida politización-movilización de los de abajo (como en Venezuela), el Estado y sus regulaciones, el crecimiento económico interno, el combate a la pobreza extrema a través de programas específicos de redistribución y la institucionalización de nuevos servicios públicos han ido ganando terreno: una diferencia notable y ningún caso menospreciable con el ciclo infernal de las privatizaciones, fragmentación y la violencia de la desregulación capitalista neoliberal de los años 90. Allí, apareció de nuevo la fuerza pública como ente regulador del mercado nacional, redistribuidor parcial de las rentas extractivas y de las riquezas del subsuelo hacia los y las más empobrecid@s, con efectos directos e inmediatos para millones de ciudadanos y ciudadanas, un proceso que explica en parte la solidez de la base social y electoral de estas experiencias hasta el día de hoy (y en algunos casos después de más de más de 10 años de gobierno). Por primera vez –desde hace décadas– varios gobiernos “posneoliberales”, comenzando por Bolivia, Ecuador y Venezuela, demostraron que sí es posible comenzar a retomar el control de los recursos naturales y, al mismo tiempo, hacer retroceder pobreza extrema y desigualdades sociales con reformas de inclusión política de amplios sectores populares, hasta el momento marginados del derecho de decidir, opinar y sobre todo participar. También volvió a surgir en los imaginarios geopolíticos continentales el sueño de Bolívar y las iniciativas de integración regional alternativa y cooperación entre los pueblos (como el ALBA-TCP), intentando recobrar espacio de soberanía nacional frente a las grandes potencias del Norte, al imperialismo militar y a las nuevas carabelas que son las firmas transnacionales o las órdenes unilaterales de las instituciones financieras mundiales.

En un momento en que el viejo mundo y los pueblos de la Unión Europea están sometidos a la dictadura financiera de la Troika (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo) y en una profunda crisis económica, política e incluso moral, es importante subrayar la capacidad que han tenido varios movimientos populares y líderes de Nuestra América de resistir y comenzar a reconstruir multilateralismo, democratizar la democracia e incluso reinventar la política, con proyectos que se pensaron como alternativas para el siglo XXI. Cuando un país como Grecia intenta asomar la cabeza frente a los embates de la deuda y de las clases dominantes europeas, cuando muchos trabajadores, jóvenes y colectivos de esta parte del mundo buscan derroteros emancipadores, mucho se podría aprender de América Latina, de su traumática experiencia con el fundamentalismo capitalista neoliberal y de sus ensayos heroicas de contrarrestarlo desde el sur del sistema-mundo.

Los complejos caminos del anticapitalismo y del poder
No obstante, como lo declaraba a principios del 2015 el teólogo y sociólogo François Houtart, secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas, el desafío fundamental –en particular para países que más despertaron expectativas de cambio– sigue siendo la definición de caminos de transición profunda hacia un nuevo paradigma civilizatorio poscapitalista. Es decir se trata de no sólo quedar atrapado en un objetivo de modernización posneoliberal y menos aún dentro de un neodesarrollismo asistencialista o un intento de reacomodo entre crecimiento nacional, burguesías regionales y capitales extranjeros: significa apuntar a una transformación de las relaciones sociales de producción y de las formas de propiedad. Sin duda, la tarea es gigantesca y ardua. En esta perspectiva y en este momento histórico, a pesar de los avances democráticos conquistados [2] con sangre y sudor, afloran las múltiples tensiones y límites de los diversos progresismos latinoamericanos o, más bien, del periodo abierto a principios de los años 2000 en la lucha contra la hegemonía neoliberal. Un intelectual -hoy estadista- como Álvaro García Linera presenta estas tensiones (en particular entre movimientos y gobiernos) como potencialmente “creativas” y “revolucionarias”, como experiencias necesarias para avanzar gradualmente en dirección de un “socialismo comunitario” [3] , tomando en cuenta la relación de fuerzas geopolíticas, políticas y sociales realmente existentes (y, de paso, despreciando sin mucho argumentos como “infantiles” a todas críticas que provengan de su izquierda…). Dentro de esta orientación, la conquista electoral del gobierno por fuerzas nacional-populares es pensada como una respuesta democrática – y “concreta”- a la emergencia plebeya de los años 90-2000, y el Estado es considerado como instrumento esencial de “administración de lo común” frente al reino de la ley del valor y la disolución anómica neoliberal. En esta defensa de lo conquistado desde los diferentes progresismos gubernamentales, a veces analizados como un todo homogéneo, encontramos también la pluma de intelectuales de renombre como Emir Sader o de la educadora popular y socióloga chilena Marta Harnecker. [4]

Al contrario, no pocos militantes de terreno, algunos movimientos y analistas críticos de horizontes políticos plurales (como Alberto Acosta y Natalia Sierra en Ecuador, Hugo Blanco en Perú, Edgardo Lander en Venezuela, Maristella Svampa en Argentina o Massimo Modenesi en México, entre otros) insisten en la dimensión cada vez más “conservadora” de las políticas estatales del progresismo o nacionalismo posneoliberal (desde Uruguay hasta Nicaragua pasando por Argentina [5] ) e incluso en su carácter de “revolución pasiva” (en el sentido de Gramsci): o sea una transformación “en las alturas” que modificaría efectivamente los espacios políticos, las políticas públicas y la relación Estado-sociedad, pero que va integrando -e in fine neutralizando- la irrupción de las y los de abajo en las redes de la institucionalidad, organizando un brusco reacomodo en el seno de las clases dominantes y del sistema de dominación, frenando la capacidad de autoorganización y control desde debajo de los pueblos movilizados. [6] Visto así la “captura” del Estado por fuerza progresistas puede significar la captura de la izquierda… por las fuerzas del Estado profundo, su burocracia y los intereses capitalistas que representa; visto así la estrategia de la toma del poder para cambiar el mundo puede terminar en una izquierda tomada por el poder, cambiándolo todo para conservar lo principal del mundo actual como tal. Para el escritor uruguayo Raúl Zibechi:
"En la medida que el ciclo progresista latinoamericano se está terminando, parece el momento adecuado para comenzar a trazar balances de largo aliento, que no se detengan en las coyunturas o en datos secundarios, para irnos acercando a diseñar un panorama de conjunto. De más está decir que este fin de ciclo está siendo desastroso para los sectores populares y las personas de izquierda, nos llena de incertidumbres y zozobras por el futuro inmediato, por el corte derechista y represivo que deberemos afrontar". [7]

¿Fin de ciclo?
En las últimas semanas una avalancha de artículos de opinión –varios de los cuales ya hemos publicados en Rebelion.org- debaten de la existencia o no de un “fin de ciclo” progresista, incluso de la existencia de tal “ciclo”, este debate llegando a tal nivel de polarización que unos autores acusan a los otros de hacerle el juego al imperio por ser “diagnosticadores de la capitulación” e “izquierdistas de cafetín” (dixit Garcia Linera), cuando los segundos tildan los primeros de haberse convertidos en intelectuales por encargo y acríticos al servicio de los Estados de la región y de gobiernos ya no progresivos si no que regresivos… Este diálogo de sordos poco aporta para desentrañar el momento político actual. Seguramente, las ideas en torno a posible “reflujo del cambio de época” [8] o, desde una óptica contraria, la idea de un paulatino “fin de la hegemonía progresista” [9] son seguramente más exactas y complejizadas para comenzar a dar esta discusión de manera constructiva aunque conflictiva. Todo eso reconociendo que este fenómeno se da en condiciones territoriales-nacionales altamente diferenciadas:
"Este deslizamiento es más perceptible en algunos países (por ejemplo Argentina, Brasil y Ecuador) que en otros (Venezuela, Bolivia y Uruguay) ya que en estos últimos se mantienen relativamente compactos los bloques de poder progresistas y no se abrieron fuertes clivajes hacia la izquierda. En particular, Venezuela fue el único país en donde se impulsó la participación generalizada de las clases subalternas con la conformación de las Comunas a partir de 2009 …" [10]

Más allá de la polémica acerca de la dimensión del agotamiento, inflexión o reflujo del periodo en curso, y subrayando la variedad de los procesos analizados, surge que en muchos planos los progresismos gubernamentales parecen haber optado definitivamente, bajo la presión de actores globales como endógenos, por un “realismo modernizador” y la política de la “medida de lo posible”, lo que es a menudo el mejor derrotero para justificar la renuncia a cambios estructurales en una dirección anticapitalista: una dinámica que podría ser simbolizada por el encuentro (julio 2015) “fraternal” entre la presidenta brasilera Dilma Roussef –militante del Partido de los Trabajadores–y el criminal de lesa humanidad Henri Kissinger (ex secretario de Estado de eeuu ), en un momento en que Dilma buscaba un respaldo político imperial frente a una oposición en alza en el seno de la sociedad civil y a una derecha revitalizada por la amplitud de los casos de corrupción en filas oficialistas. Por cierto, el objetivo del ejecutivo de la principal potencia latinoamericana con este tipo de gestos diplomáticos es, ante todo, dar un respaldo a “sus” sectores dominantes y otorgar más “seguridad” para los negocios en Brasil. Desde otra trinchera y otra latitud, el tratado de libre comercio encubierto firmado en 2014 por Ecuador con la Unión Europea recuerda los límites de los anuncios sobre el “fin de la noche neoliberal”, incluso por parte de uno de los gobiernos paragones de esta perspectiva. Hoy, el gobierno Correa enfrentado con la derecha y denunciando los peligros de un “golpe blando” se muestra también en conflicto con movimientos sociales e indígenas (y con una aun débil izquierda), hasta tal punto que según Jeffrey Webber se podría hablar de una situación de “impasse político”, en el sentido desarrollado por el marxista Agustín Cueva, donde la figura cesarista del presidente juega un papel de estabilizador funcional al capital: 

"Ha habido momentos recurrentes en la historia de Ecuador donde la intensidad de los conflictos horizontales, intercapitalistas, en combinación con las luchas verticales entre las clases dominantes y populares, resultaban demasiado como para ser soportadas por las formas existentes de dominación. Entre medias, mientras los políticos buscaban nuevas formas más estables de dominación, reinaba la inestabilidad hasta alcanzar un impasse". [11]

La herencia maldita extractivista
De manera más general, es necesario mencionar, aunque no sea el único problema, la permanencia en todos los países progresistas de un modelo productivo y de acumulación donde se entrelazan, siguiendo varios grados e intensidades, capitalismo de Estado, neodesarrollismo y extractivismo de recursos primarios o energéticos, con sus efectos depredadores sobre comunidades indígenas, trabajadores y ecosistemas... Esa tensión endógena se articula, de manera desigual y combinada, con un contexto financiero globalizado feroz y el hecho central de la actual coyuntura: la crisis económica que ya golpea fuertemente a la región, provocando una brusca caída del precio de las materias primas y en particular del barril de petróleo (que pasó de casi 150 dólares a menos de 50), terminando así con el periodo anterior de bonanzas y desnudando de nuevo la matriz productiva dependiente y neo-colonial de América latina, herencia maldita de siglos de sometimiento imperialista. Este contexto corresponde a la vez a con una clara ofensiva del capital transnacional, de Estados del Norte y de algunos gigantes del Sur (comenzando por China) para acaparar más tierras agrícolas, energía, minerales, agua, biodiversidad, mano de obra, en una vorágine que pareciera sin fin… hasta las últimas gotas de vida. En países como Bolivia o Ecuador donde hay más conciencia política de estos peligros, se defiende desde el gobierno y sus apoyos políticos la táctica –bastante sensata- de pasar por un necesario momento industrializador-extractivista para construir la transición con algo de fuerza económica: eso es algo como un “extractivismo transitorio posneoliberal” que permitiría desarrollar pequeños países con pocos recursos, crear riquezas de acumulación originaria para responder a la inmensa urgencia social que conocen esas naciones empobrecidas y a la vez debutar un lento proceso cambio del modelo de acumulación. No obstante, según Eduardo Gudynas, secretario ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES):
"No hay ninguna evidencia de que eso esté ocurriendo por varias razones: la primera es que la forma en que se usa la riqueza generada por el extractivismo en buena parte se destina a programas que profundizan más el extractivismo, por ejemplo, aumentar las reservas de hidrocarburos o alentar la exploración minera. Segundo, los extractivismos tienen derrames económicos que inhiben procesos de autonomía en otros sectores productivos, tanto en la agricultura como en la industria. El Gobierno tendría que tomar medidas de precaución para evitar esa deformación y eso no está ocurriendo, de hecho hay una deriva agrícola a promover cultivos de exportación mientras se aumenta la importación de alimentos. Tercero, como los proyectos extractivos generan tanta resistencia social (ejemplos recientes son el de los Guaranís de Yategrenda, Santa Cruz, o la reserva Yasuni en Ecuador), los gobiernos tienen que defenderlos de forma tan intensa que refuerzan la cultura extractivista en amplios sectores de la sociedad y por tanto inhiben la búsqueda de alternativas". [12]

De hecho, no es una casualidad que el ciclo de luchas populares y movilizaciones que está emergiendo en el corazón de América, anunciando –tal vez– un nuevo periodo histórico de luchas de clases, esté directamente ligado a estas depredaciones, represiones y sus consiguientes resistencias socio-territoriales:
"La resistencia está centrada en la minería y los monocultivos, en particular la soja, así como en la especulación urbana, o sea en los diversos modos que asume el extractivismo. Según el Observatorio de Conflictos Mineros en la región hay 197 conflictos activos por la minería que afectan a 296 comunidades. Perú y Chile, con 34 conflictos cada uno, seguidos de Brasil, México y Argentina, son los países más afectados". [13]

Crisis económica mundial y nuevas luchas populares
Esta tendencia se manifiesta en el contexto ya descrito de fuertes sombras en relación al crecimiento económico de los últimos años, la profunda crisis del capitalismo mundial que sigue su curso y la permanencia de inmensas desigualdades sociales y asimetrías regionales en todo el continente. Por otra parte, es menester subrayar la importante ofensiva de las diversas derechas empresariales y mediáticas como también de las oligarquías de la región que aprovechan el fin de la hegemonía progresista para retomar el terreno perdido desde hace 15 años frente a los diferentes líderes carismáticos y dirigentes progresistas. Esas derechas conservadoras y neoliberales siguen controlando –en el plano político– ciudades, regiones y países claves (como México y Colombia), amenazando de manera constante los derechos arrancados en la última década y el proceso de nueva integración regional más autónoma de Washington. Sabemos que estas fuerzas regresivas se mostraron, y se muestran, listas para organizar múltiples formas de desestabilización, e incluso golpes de Estado (como lo fue en la última década en Paraguay, Honduras, Venezuela), con el apoyo explícito o indirecto de la agenda imperial de eeuu. [14]
Sin embargo, desde abajo, protestas populares multisectoriales, pueblos originarios, estudiantes y trabajadores ponen también en el tapete su propias agendas y reivindicaciones, realzando los límites de las transformaciones de fondo realizadas en países donde gobiernan fuerzas “posneoliberales” y su absoluta ausencia donde todavía dominan las derechas neoliberales, denunciando las diversas formas de represión, intimidación o cooptación en ambos casos: oposición colectiva a la soja transgénica o huelgas obreras en Argentina; grandes movilizaciones callejeras de la juventud en las principales ciudades brasileñas demandando el derecho a la ciudad y contra la corrupción; crisis profunda del proyecto bolivariano, violencia de la oposición y reorganización del movimiento popular en Venezuela; en Perú, luchas campesinas e indígenas en contra de megaproyectos mineros (como el proyecto Conga); en Chile, Mapuche, asalariados y estudiantes denunciando con fuerza la herencia maldita de la dictadura de Pinochet; en Bolivia, críticas de la Central Obrera Boliviana y de sectores del movimiento indígena hacia la política de “modernización” de Evo Morales; en Ecuador, abandono por parte del presidente Correa del proyecto Yasuní que debía dejar el petróleo bajo tierra y enfrentamiento entre el ejecutivo, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador ( conaie ) y franjas significativas de la sociedad civil organizada; en Colombia, una largaa búsqueda de una paz verdadera, es decir una paz con transformación social, económica y reforma agraria, etc.

El topo de la historia y las alternativas
El escenario es tenso y movedizo. Pero, a pesar de todo el “viejo topo de la historia” (en el sentido que lo entendía Marx) sigue cavando y junto con él se despliegan una gran variedad de experiencias de luchas sociales, conflictos de clases y debates políticos acompañados de múltiples ejercicios de poder popular, alternativas radicales y utopías en construcción. [15] Si algunos intelectuales críticos pudieron creer –y hacer creer–, durante un tiempo, que América Latina –o mejor dicho Abya Yala– alcanzaría el nuevo El Dorado del “socialismo del siglo xxi ” gracias a un “giro a la izquierda” gubernamental y victorias electorales democráticas, sabemos que los caminos de la emancipación son más complejos, profundamente sinuosos y que los aparatos de poder (militares, mediáticos, económicos) de las oligarquías latinoamericanas e imperiales son sólidos, resilientes, enquistados, e incluso feroces cuando es necesario. Transformar las relaciones sociales de producción y desbaratar las dominaciones de “raza” y de género en las sociedades de Nuestra América es una dialéctica que tendrá que partir, sin duda y de nuevo, desde abajo y a la izquierda, desde la autonomía y la independencia de clase, pero siempre en clave política, y no desde un ilusorio cambio sin tomar el poder. Eso es sin negar que estos intentos colectivos de poder popular deban continuar apoyándose en avances electorales parciales o puedan considerar la importancia de conquistar espacios institucionales y partidarios dentro del Estado, si -y solo si- el desarrollo de tales nuevas políticas públicas se ponen al servicio de los “comunes” y de los subalternos. ¿Se puede utilizar el Estado para terminar con el Estado… capitalista, usándolo un tiempo como barrera de contención de colosales fuerzas hostiles ajenas? ¿o, como lo constató Marx, el Estado por ser fundamentalmente criatura de los dominantes no puede ser herramienta nuestra sin arriesgar colonizarnos, mente, alma y practicas? Es evidente que el control del ejecutivo representa “sólo” la conquista de un poder parcial, y aún más limitado si no se posee mayoría parlamentaria y una base social movilizada [16] : recordemos las lecciones de Chile y de cómo se derrotó en 1973 a Salvador Allende y la vía institucional al socialismo de la Unidad Popular…

Por eso un gobierno de izquierda y de los pueblos, muestra su verdadero carácter alternativo cuando sirve de palanca y estímulo para las luchas auto-organizadas de los trabajadores y de los movimientos populares o indígenas, favoreciendo dinámicas de empoderamiento real, transformación de la relaciones sociales de producción, construcción de autogestión y caminos emancipatorios desde y para el “bien vivir”. En el caso contrario, las fuerzas políticas de izquierda están condenadas a gestionar el orden existente, e incluso en momento de inestabilidad a elevarse por encima de la clases sociales de manera bonapartista para perpetuar el leviatán estatal, administrando la dominación de manera más o menos “progresista”, con más o menos roces con las elites locales.

Sin duda, la inflexión y dudas actuales representan peligros y oportunidades; es también el momento de volver a discutir lo nuevo sin olvidar lo “viejo” y debatir sobre las estrategias anticapitalistas y sus herramientas políticas para construir lo que proponemos llamar un ecosocialimo nuestroamericano del siglo xxi : un proyecto que no sea calco ni copia, que rechace dejar agobiarse por las tácticas electorales cortoplacistas, por las luchas de caudillos y de aparatos burocráticos, pero sin tampoco aceptar el arrastre y la ilusión de la construcción de una pluralidad de autonomías sociales sin proyecto político común, un mínimo centralizado. Con este propósito, es fundamental abrir los ojos, el olfato, los sentidos y los corazones a los experimentaciones colectivas en curso, a menudo existentes por debajo y por encima de los radares mediáticos consensuales, sin duda todavía dispersas o pocos conectadas, pero que conforman una inmenso rio de luchas en permanente transformación, desde lo real y lo concreto, desde sus errores y aciertos. Experiencias que permiten entender dinámicas emancipadoras, tentativas originales colectivas y los peligros que deben enfrentar o sortear. Por cierto, no nos permiten mostrar una forma ideal de tentativas de sublevación exitosas, sino más bien un mosaico de praxis-saberes-accionares: algunas centradas desde el campo-agrario y lo territorial, otras más desde lo productivo y las fábricas recuperadas, otras desde lo barrial y comunitario urbano, otras también iniciadas desde políticas estatales o institucionales pero controladas por sus usuarios: luchas de las mujeres en contra de la violencia patriarcal, de los sin techo, de los indígenas, de la clase obrera en varios países, ejemplo de la agroecología alternativa en Colombia, de los reclamos de “buen vivir” en Ecuador, de los consejos comunales en Venezuela, de la fábricas sin patrones en Argentina, de los medios comunitarios en Brasil y Chile, de las rondas comunitarias en Perú y México, etc.

"Iniciativas organizativas locales de toma y ejercicio de poder popular, virulentas protestas callejeras de rechazo a decisiones or­questadas desde el poder nacional y transnacional; pero también, asambleas constituyentes de refundación utópica, recuperación de las riendas de la po­lítica por parte de los Estados: los caminos de la emancipación están lejos de ser unívocos. En tanto experimentaciones, suponen ensayos, titubeos y re­pliegues. Pero también, conquistas. Complejas, a veces contradictorias, pero profunda y sinceramente es­peranzadoras, experiencias (que) constituyen un alimento pa­ra quienes participan en la tarea de reinventar las sociedades y la manera de hacer política, sean estos ciudadanos de los países de la región o muje­res y hombres que han emprendido el esforzado camino de la resistencia y la emancipación, desde otras geografías". [17]

Esa pluralidad de voces y de ejemplos posibilita retomar el hilo de una discusión que ya recorre las venas abiertas del continente; permite pensar más allá y más acá de proyectos progresistas gubernamentales, asumiendo que es, al mismo tiempo, indispensable crear frentes socio-políticos para enfrentar las amenazas del regreso masivo de las derechas y del imperialismo en Suramérica. Sobre todo, nos obliga a pensar a contracorriente, en contra de una “izquierda contemplativa, institucional, administrativa, una izquierda de aspirantes a funcionarios y funcionarias, una izquierda sin rebeldía, sin mística, una izquierda sin izquierda”. [18] Y también saber pensar en contra de nuestros propios mitos desarrollistas y teleológicos, asumiendo la urgencia global de un planeta maltratado al borde del colapso ecológico y climático. Por cierto, es esencial reconocer que estas diversas experiencias y vivencias que mencionamos aquí brevemente sobre cómo cambiar el mundo son contradictorias, incluso divergentes: algunas aisladas, muy localizadas y otras, al contrario, institucionalizadas o dependientes del Estado. De allí el interés de retomar los grandes debates estratégicos del siglo XX, pero desde los tiempos actuales y con en memoria los balances de las dolorosas derrotas pasadas: ¿Cómo emprender una transición poscapitalista y ecosocialista en el siglo XXI? ¿Cuáles serán el papel de las herramientas político-partidarias y de los movimientos en este tránsito? ¿Qué papel de las fuerzas armadas, del sistema parlamentario, de los sindicatos? Destruirlos, utilizarlos, transformarlos, evitarlos, fisurarlos… muy bien, pero en cualquier caso: ¿cómo? ¿Y de qué manera reconstruir sentidos comunes, hegemonía cultural y una izquierda anticapitalista desde y para el pueblo? ¿Cómo evitar forjar ilusiones en torno a pequeños grupos de afinidades cerrados sobre ellos mismos y, al mismo tiempo, no repetir el horror burocrático y estadocentrico del siglo XX?

Ecosocialismo o Barbarie
La gran Rosa Luxemburgo advertía, en 1915, “avance al socialismo o regresión a la barbarie”. En 2015, sus palabras cobran un sentido aún más catastrófico y premonitorio: “avance al ecosocialismo o ecocidio global” [19]. Sin dudas, es desde la “osadía de lo nuevo” que podremos volver a soñar en derribar los muros del capital, del trabajo asalariado, del neocolonialismo y del patriarcado:
"Cambiar el mundo suena muy ambicioso. Es más, parece bastante arriesgado si se toma en cuenta todos los grupos de poder que jamás permitirían que se desmonte la civilización capitalista. Pero en las actuales circunstancias, no hay otra alternativa. Las condiciones de vida de amplios segmentos de la población y de la Tierra misma, se deterioran aceleradamente. Nos acercamos a un punto sin retorno. Y la opción de cambiar de planeta no existe. (…) Debemos aceptar el desafío. Debemos ser rebeldes ante el poder (y quizá hasta desear su destrucción). Debemos aceptar nuestras limitaciones como seres humanos dentro de la Naturaleza. Debemos odiar toda forma de explotación. Debemos ser quienes nos levantemos contra las injusticias y contra quienes las cometan. No debemos resignarnos. Tenemos que seguir exigiendo y construyendo lo imposible". [20]

La tarea ya comenzó, es pan de hoy día y seguirá mañana.

Notas
[1] Este artículo es una versión más desarrollada y extendida del prefacio a la edición chilena del libro colectivo: América Latina. Emancipaciones en construcción (Santiago, Tiempo Robado Editoras / América en movimiento, 2015):https://tiemporobadoeditoras.wordpress.com/2015/10/01/proximo-lanzamiento-america-latina-emancipaciones-en-construccion-franck-gaudichaud-editor. El autor es doctor en ciencia políticas – Universidad Paris 8, profesor-investigador en estudios latinoamericanos de la Universidad de Grenoble, Francia, miembro del colectivo editorial del portal www.rebelion.org. Contacto: fgaudichaud@gmail.com.
[2] Tales como la construcción de Estados plurinacionales, la instalación de derechos sociales más o menos institucionalizados, la creación de asambleas constituyentes y de espacios de participación comunitaria o el impulso integracionista regional.
[3]  García Linera, Álvaro, Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del Proceso de Cambio, La Paz, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2011. En: www.rebelion.org/docs/134332.pdf.
[4] Emir Sader, “¿El final de un ciclo (que no existió)?”, Pagina 12, Buenos Aires, 17 de septiembre de 2015 y Marta Harnecker, “Los movimientos sociales y sus nuevos roles frente a los gobiernos progresistas”, Rebelión, 07-09-2015,http://rebelion.org/noticia.php?id=202910 .
[5] Es necesario anotar aquí que, para nosotros, el actual gobierno chileno de Michelle Bachelet se sitúa claramente fuera de esta categoría “progresista posneoliberal suramericana” por ser fundamentalmente una continuidad “reformista” del neoliberalismo de los gobiernos de la Concertación que dirigieron el país entre 1990 y 2010. Cf. F. Gaudichaud, Las fisuras del neoliberalismo. Trabajo, “Democracia protegida” y conflictos de clases , Buenos Aires, CLACSO, abril 2015. En: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/becas/20150306041124/EnsayoVF.pdf .
[6] Modenesi, Massimo, “Revoluciones pasivas en América Latina. Una aproximación gramsciana a la caracterización de los gobiernos progresistas de inicio de siglo”. En: Modenesi, Massimo (coord.), Horizontes gramscianos. Estudios en torno al pensamiento de Antonio Gramsci , México, fcp y s-unam , 2013.
[7] Zibechi, Raúl, "Hacer balance del progresismo", Resumen latinoamericano, 4 de agosto del 2015. En: www.resumenlatinoamericano.org/2015/08/04/hacer-balance-del-progresismo.
[8] Katu Akornada, “¿Fin del ciclo progresista o reflujo del cambio de época en América Latina? 7 tesis para el debate”, Rebelión, 8 de septiembre del 2015,www.rebelion.org/noticia.php?id=203029 .
[9] Massimo Modenesi, “¿Fin del ciclo o fin de la hegemonía progresista en América Latina?”, La Jornada, 27 de septiembre del 2015.
10] Massimo Modenesi, “¿Fin del ciclo o fin de la hegemonía progresista en América Latina?”, op. cit.
[11] Jeffery R. Webber, “Ecuador en el impasse político”, Viento Sur, 20 de septiembre de 2015, http://vientosur.info/spip.php?article10496.
[12] Ricardo Aguilar Agramont, “Entrevista a Eduardo Gudynas: La derecha y la izquierda no entienden a la naturaleza”, La Razón, 23 de agosto de 2015.
[13] Zibechi, Raúl, “Hacia un nuevo ciclo de luchas en América Latina”, Gara, 3 de noviembre del 2013, http://gara.naiz.info/paperezkoa/20131103/430771/es/Hacia-nuevo-ciclo-luchas-America-Latina .
[14] Franck Gaudichaud, “El peso de la historia. América Latina y la mano negra de Washington”, Le Monde Diplomatique, edición chilena, julio de 2015.
[15] Pablo Seguel, “América Latina actual. Geopolítica imperial, progresismos gubernamentales y estrategias de poder popular constituyente. Conversación con Franck Gaudichaud”. En: gesp (coord), Movimientos sociales y poder popular en Chile , Tiempo robado editoras, Santiago, 2015, pp. 237-278. En línea: parte 1:http://rebelion.org/noticia.php?id=193696 y parte 2: http://rebelion.org/noticia.php?id=193782.
[16] Cf. Marta Harnecker, “Los movimientos sociales y sus nuevos roles…”, op. cit.
[17] Tamia Vercoutère, prólogo a la edición ecuatoriana del libro América Latina. Emancipaciones en construcción (Quitogo, IEAN, 2013).
[18] Pablo Rojas Robledo, “Hay que sembrarse en las experiencias del pueblo”. Fin de ciclo, progresismo e izquierda. Entrevista con Miguel Mazzeo”, Contrahegemonía, septiembre 2015, http://contrahegemoniaweb.com.ar/hay-que-sembrarse-en-las-experiencias-del-pueblo-fin-de-ciclo-progresismo-e-izquierda-entrevista-con-miguel-mazzeo .
[19] Sobre la noción de Ecosocialismo, tal cual como la entendemos: http://www.democraciasocialista.org/?p=1526.
[20] Miriam Lang, Belén Cevallos y Claudia López (comp.), La osadía de lo nuevo. Alternativas de política económica , Quito, Fundación Rosa Luxemburg/Abya-Yala, 2015, pp. 191-192.