lunes, 25 de julio de 2011

Chile - LA EJEMPLAR LUCHA DE LOS ESTUDIANTES

Sus multitudinarias marchas inundan las calles y abren caminos. Los estudiantes han protagonizado un paro y ocupaciones ejemplares y mantienen viva la llama de la lucha. Por otro lado Piñera y su gobierno representa el lucro y la “educación como un bien de consumo”, desmantela la educación, quieren poner fin a las pocas escuelas públicas que agonizan por falta de recursos y privatizarlas, como privatizan las empresas y los recursos del país. Piñera no es más que un agente en definitiva de la colonización imperialista de América Latina. Los estudiantes representan a quienes se oponen al desmantelamiento de la educación pública, llaman a la estatización completa de la educación y la renacionalizacion del cobre para financiarla, con su lucha nos representan a todos los que queremos enfrentar los planes del gobierno, del Banco mundial y el FMI.

Piñera y sus ministros han intentado por todos los medios, los “pacíficos” y los violentos, aislar la lucha estudiantil. Empleando su poder mediático para criminalizar a los estudiantes ante toda la sociedad y explicar la huelga por la perversa acción de

“minorías”, “extremistas”, “encapuchados”... como si un “grupúsculo” fuera capaz de mantener durante semanas un paro, ocupaciones y marchas de docenas de miles.

Todo porque esas luchas son un “peligro social” que “subvierte el estado de derecho”.

Porque ya se sabe que las barricadas comienzan cerrando las calles del orden y acaban abriendo los caminos de la revolución en las mentes de la juventud.

En su empeño por mantener la lucha los jóvenes han apelado al resto de estudiantes, a los trabajadores, a los sindicatos, y las organizaciones populares, haciéndose la CUT y la burocracia sindical los sordos. Con su actividad los estudiantes están dando una lección de lucha a través de la acción directa, con la huelga y la ocupación de las aulas. No ceden a la presión del gobierno y tampoco a los sectores conciliadores de los “opositores” de la Concertación.

Los padres, los apoderados y sus familias han popularizado el grito de: “No están solos”.

Ese grito tiene que ser un compromiso político y de honor de todos los estudiantes con las organizaciones obreras y populares: “No están solos” y no lo estarán. En estos momentos cruciales los jóvenes podrán distinguir quienes los apoyaron y solidarizaron con sus luchas y quienes se hicieron los sordos, rehusaron o simplemente los traicionaron.

El movimiento estudiantil y la lucha de clases

Al igual que la clase trabajadora, los sectores progresistas del estudiantado constituyen organizaciones de lucha para defender sus intereses frente al sistema educativo, el Estado y el capitalismo. Los estudiantes no son una clase social, sino un sector heterogéneo no productivo orientado a ocupar distintas posiciones dentro del mercado laboral, pero mantienen lazos y están sujetos a la dinámica de la lucha de clases, bien por la familia, el medio en que se desarrollan, si laboran o no, etc.

Los métodos de organización que utilizan, los principios y las demandas dominantes que enarbolan, así como el nivel de conciencia que llegan a desarrollar en un periodo histórico determinado, no surgen por casualidad, se encuentran determinados por el grado de tensión o relajamiento, y la dinámica general de la lucha entre los patrones y los trabajadores.

Las causas de la victoria o la derrota del movimiento estudiantil, como también del movimiento obrero, son múltiples, y dependen en gran medida de la correlación de fuerzas existente en la sociedad que les facilita o dificulta el camino para generar alianzas y la solidaridad de otros sectores y clases. Las causas, también están en función del entendimiento de las posibilidades y limitaciones del movimiento de los estudiantes en la sociedad, estos no pueden transformar la sociedad por sí solos, ni pueden jugar un papel dirigente de cara a acontecimientos que rebasan el ámbito escolar o meramente juvenil. Pero es un factor decisivo en la ecuación, la existencia de organizaciones permanentes que den dirección al movimiento y lo doten de programa, ideas y métodos correctos para llevarlos a la victoria, es decir el elemento subjetivo.

Si el sector más avanzado de los estudiantes funciona como un arma tradicional que defiende sus intereses, que a cada paso se encuentra a su lado para explicar las causas de la opresión y los ataques de los que son víctimas, y también les educa en la lucha política y eleva su nivel de conciencia, este sector podrá convertirse en la dirección legítima del movimiento estudiantil. De cara a acontecimientos decisivos, es necesario que este sector juegue un papel dirigente dando orientación y resaltando las demandas y tareas prioritarias del movimiento. De ser así, las organizaciones estudiantiles pueden ser un dinamizador del movimiento que pueda llevarlo a obtener victorias o un freno burocrático que lo frene, lo asfixie y lo lleva a la derrota. Muchas organizaciones estudiantiles no pueden dar el salto en momentos decisivos, debido a que pierden la orientación general de los acontecimientos y la confianza en los sectores progresistas del estudiantado, en consecuencia se aíslan del movimiento de masas.

La explosión juvenil ha sido la síntesis de toda una acumulación de tensiones que antecedieron al mismo movimiento: como el fuerte crecimiento económico, pero como este crecimiento no se ve reflejado en un aumento del nivel de vida de las clases populares, más bien profundiza la brecha en dos polos incrementando de forma exorbitante la concentración de capital y empobreciendo a la clase trabajadora de manera rápida. Una nueva generación de jóvenes, cada vez más en ascenso, penetra en los recintos escolares y aspiraba a ocupar mejores posiciones en la escala social, es decir mejores condiciones de vida que sus antecesores. La contradicción se expresa en la explosión económica que genera riqueza de manera vertiginosa pero que la concentra en pocas manos, y al mismo tiempo, la reaccionaria estructura política del Estado chileno heredado de la dictadura y perfeccionado por la Concertación, vigía de la cultura conservadora que restringe las oportunidades a la juventud dejándolas en manos de la oligarquía y los hijos de los patrones. Esto a la larga no solo es insoportable para los hijos de los obreros si no también para los hijos de la pequeña burguesía que ve truncadas sus expectativas de progreso y fue lo mismo que desencadenó la Rebelión de los Pingüinos.

Evidentemente las tensiones acumuladas se expresan por el conducto de menor resistencia, el eslabón más débil de la cadena, el más sensible para la juventud: las causas económicas subyacentes en las demandas políticas: el derecho a un futuro digno para los jóvenes.

Los jóvenes decidieron salir a las calles para manifestar su descontento y echar atrás todo el esquema decrépito mantenido por la Concertación, el deterioro brutal de la calidad de la educación, y el enriquecimiento obsceno de los “sostenedores” y las universidades privadas, a costa del endeudamiento de los padres y los estudiantes. Como también, como toda manifestación juvenil es reprimida de manera brutal por la policía.

Las tomas y paros iniciados se extendieron a cientos de establecimientos educacionales a nivel nacional. Los mítines, marchas, asambleas en distintas zonas llaman la atención de la población que efusivamente contribuye con el movimiento de manera solidaria. Cuando el movimiento alcanzó un punto álgido con las marchas multitudinarias.

Hoy en Chile vivimos un ambiente de efervescencia no muy distinto a algunos que se han vivido en el pasado, con sus particularidades es cierto, pero el descontento de la sociedad esta llegando a un punto, que ha hecho posible que docenas de miles de jóvenes, hombre y mujeres están saliendo a manifestar su descontento contra el gobierno y el apoyo a las demandas estudiantiles, por otra parte el gobierno y la Concertación caen verticalmente en las encuestas. La lucha de clases esta tomando una fisonomía cada vez más definida, por una parte los jóvenes rompiendo con la rutina y la ideología dominante del neoliberalismo y el lucro, por otro la burguesía temerosa agrupándose en sus partidos y cámaras empresariales intentando frenar el poderoso movimiento que se desarrolla.

Es claro ahora el principal actor en las luchas del pueblo son los estudiantes, demostrando que la juventud puede salir a las calles para luchar contra la derecha y las manifestaciones mas odiosas del capitalismo. Estos procesos, han sido una muestra de las tensiones que se están acumulando en el seno de la juventud ante la falta de oportunidades, desempleo y disminución de la calidad de vida, etc. No es descartable que muy pronto pueda desarrollarse un movimiento juvenil nacional de una envergadura mucho mayor, que es lo que asusta a Alianza y la Concertación.

Los jóvenes están tomando una posición decidida de cara a los acontecimientos que estamos viviendo. Tenemos que seguir ese ejemplo para acabar con la opresión política y económica. Es una obligación para cualquier joven consciente de los acontecimientos que se desarrollan en la actualidad, defender los intereses de los trabajadores y la juventud frente a la burguesía y su maquinaria represiva. La mejor forma es organizarse y luchar decididamente por terminar de una vez por todas con esta pesadilla llamada capitalismo, es nuestro deber prepararnos para ello.

Un nuevo periodo se cierne sobre Chile, pero esta reedición debe ser aprovechada, organizándose para lograr la mejor de las victorias para la juventud y los explotados. No partimos en blanco, tenemos de nuestro lado la experiencia histórica, sabemos que es imprescindible la alianza entre obreros y estudiantes para triunfar, que es necesario un programa socialista que vincule las demandas de la juventud con las de los trabajadores, que son necesarios métodos de lucha democráticos, representativos y que aseguren la unidad del movimiento en su conjunto. La cristalización de esa lucha debe ser llamando a toda población a organizar un PARO GENERAL desde las bases.

Violencia.

Tenemos el problema de la "violencia", que en el contexto significa la continua actividad de pequeños grupos estudiantiles que hacen uso de la capucha para protestar contra el sistema socioeconómico existente y las políticas estatales. ¿Acaso los que han luchado en el pasado contra regimenes tiránicos no han usado esa táctica? Reconociendo que el problema existe, ¿Es lo suficientemente serio como para ameritar las desproporcionadas medidas que se imponen, apaleos, cámaras de vigilancia, reforzamiento de las medidas disciplinarias, sistema de identificación y control que impone un panóptico sobre el estudiantado etc.? Parece más bien la inoculación a la fuerza de la doctrina de "seguridad democrática", doctrina que en cuanto seguridad significa muertes, redadas y persecución de líderes sociales y de derechos humanos, como en el caso de los ataques a los luchadores mapuches y sindicales de base, y de democrática sólo ha tenido la concesión a manos llenas de los recursos del país al capital foráneo y criollo, sea vía reforma laboral tercerizadora del trabajo, o vía sesión de los recursos naturales y minero-energéticos a las multinacionales, con importantes consecuencias sociales y ambientales para la población.

La "violencia", entendida como las acciones de los encapuchados, a quienes las directivas, los medios y el Estado acusan de "terroristas" “delincuentes” y “antisociales”, ha sido una constante de la historia de nuestro país, no es un problema ni de ayer ni de hoy.

Ahora resulta que la "violencia" se ha convertido en un problema que amenaza a la sociedad, esto en verdad se debe a una falsa propaganda, que pretende etiquetar a los estudiantes y a sus marchas de protesta como promotores del "vandalismo" y demás falsedades de que gustan servirse los medios para mantener el estado de miedo psicológico dentro de la población. La violencia se ha convertido en el melodrama cotidiano de los voceros del gobierno, se azuza el miedo de la población y de los padres de los estudiantes, para canalizar sus sentimientos y pasiones contra la oposición política y para avalar las anatematiza como "antisociales". De esta manera trata de movilizar el imaginario social contra los jóvenes, y se fabrica una división falsa entre los "buenos", los que sólo estudian, y los "vándalos", quienes luchan por las demandas de una educación publica universal, estatal y gratuita. El gobierno y sus voceros, como los académicos de derecha, pretenden fingir como maestros de la moralidad y pureza políticas en los principios y acciones, velando maquiavélicamente el papel que le ha caracterizado en esta campaña de propaganda contra el movimiento estudiantil.

La llamada “violencia”, no es un problema serio como para justificar los métodos autoritarios que desde el Estado se quieren imponer, ni es un problema de ahora, sino que como expresión general de la crisis permanente de la sociedad chilena, refleja la crítica situación de desigualdad social existente y progresiva en el país. La verdadera violencia, ha sido ya demostrada claramente por el rol de los agentes policiales infiltrados al interior de las movilizaciones, las escuchas telefónicas, los seguimientos en las redes sociales, las provocaciones y el tratamiento brutal a los manifestantes, como las últimas noches a los pobladores de Dichato.

El problema de fondo: el modelo de educación

La negativa de la Alianza y de los gobiernos anteriores, para negarse a una educación estatal, democrática, gratuita y de calidad en beneficio de los estudiantes y del progreso genuino del país, y de su avanzada represiva se esconden otros motivos non sanctos, móviles relacionados con la visión estratégica de desarrollo de la educación y desarrollo del país, es el modelo de universidad que se intenta implantar desde las directivas de la universidad, junto a una crítica del mismo según si cumple o no con la función social del Alma Mater.

No está demás anotar algunos aspectos estructurales del problema. El proceso de globalización neoliberal capitalista desplegado desde inicios de los años setentas del siglo pasado ha supuesto, además de recortes drásticos en el gasto social por parte de los Estados, de los subdesarrollados y débiles, se entiende, una reforma de fondo en el concepto de universidad, a tono con los desarrollos técnicos y tecnológicos y sus aplicaciones industriales. La "revolución tecnológica", operada tanto en la industria, como en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), ha impreso una nueva modalidad de relaciones sociales y de fabricación de bienes y servicios. En particular, la ciencia y su aplicación tecnológica, que hasta esa época seguía siendo monopolizada en líneas generales por las instituciones de educación superior, a partir de ahora era también desarrolladas en gran escalas por compañías multinacionales, que comenzaron a fabricar enormes complejos científico tecnológicos, con investigadores de punta e ingentes inyecciones de capital, para aplicar la ciencia a los procesos productivos ligados a sus necesidades económicas. Buena prueba de esto lo constituye, sin duda, la puja por la decodificación del mapa genético, pero también aplicaciones en ámbitos como el farmacéutico, automotriz, producción por medios de robots, etc. Esto obligó a muchas instituciones de educación superior, universidades públicas y privadas, a volcarse hacia una relación cada vez más estrecha con las empresas privadas nacionales y multinacionales, para desarrollar proyectos de investigación en ciencias aplicadas que les permitiesen a las empresas añadir valor agregado a sus productos, y a las universidades acceder a nuevas y cuantiosas sumas de capital.

Estos hechos sucedidos en el ámbito global no han sido ajenos a las universidades chilenas, y a las públicas, que más nos interesa. La desfinanciación progresiva de la educación superior, primero, la exigencia de la sociedad y de los gobiernos por ampliar la cobertura, segundo, y la necesidad de conseguir recursos que los Estados niegan y las universidades necesitan, tercero, constriñeron a estas a echar mano de la relación con las empresas privadas para acceder a unos recursos vitales e impostergables, si las instituciones superiores querían sobrevivir a los vientos del neoliberalismo y desarrollarse tanto como fuese posible. De esta manera, emergió el concepto de una nueva universidad, no centrada en la formación universal y humanística de los estudiantes, sino adecuada a la necesidad de investigación científico-tecnológica, aplicada a las exigencias del mercado y de la industria, que debía reformar sus programas para desarrollar "competencias básicas", niveles de formación elemental que le permitiesen a sus futuros profesionales insertarse en el mercado, hacer uso de las técnicas comunicativas e informarse continuamente, para adaptarse a las condiciones flexibles del mercado, flexibles porque los capitalistas han desregulado todas las condiciones de contratación laboral, porque la volatilidad del empleo exige una gama de conocimientos amplísimos para aspirar a sobrevivir en un mundo "libre", y que por lo mismo demanda una mayor maleabilidad al curso acelerado de desarrollo del capitalismo, una formación continuamente renovada, denominada eufemísticamente "educación para toda la vida", pero que significan en realidad, el derecho sacrosanto de los empresarios para usar y tirar a la basura a los profesionales una vez sus conocimientos sean absorbidos por la industria y sean superados por la misma.

Comenzó así a perfilarse el concepto de una nueva forma de financiación de la universidad pública, la "Universidad-Empresa-Estado", donde el Estado actúa como regulador de la educación superior, esto es, delinea los parámetros de "calidad" de los programas, ejerce su papel de "control y vigilancia" (para los empresarios, se entiende) sobre las universidades, y de vez en cuando, muy de vez en cuando, aumenta recursos para el sistema, que no son muchos y que siempre van acompañados de la exigencia de ampliación de cobertura y de racionalización del gasto. También vemos como los especuladores tratan de hacer lucro fácil, con una oleada de establecimientos de “capacitación profesional”, “preuniversitarios” o "universitecas de pizarrón" que, como parásitos, viven a expensas de los deseos de una mejor formación por parte de jóvenes ingenuos que son timados con la complicidad, y el silencio del Estado. Pero los parámetros de evaluación de la calidad y pertinencia de los programas de educación superior no sirven, ni remotamente, de instrumento mejorador de la calidad, pues la otra cara de la moneda, que consiste en la ampliación del personal docente con formación de postgrados y en condiciones económicas dignas, no ha recibido ningún trato adecuado por parte del Estado, y las universidades, que por su sola cuenta deben financiar la formación de dicho personal, no cuentan con los recursos suficientes, por lo que echan mano de "profesores de cátedra", unos verdaderos parias intelectuales, obreros del saber que ganan menos del mínimo y laboran como asnos al servicio de universidades que los desangran como vampiros sedientos.

Ello exige vincular la lucha por la defensa de la universidad pública con la lucha contra la privatización de los servicios sociales, la defensa de salud pública, por las mejoras salariales, el incremento de los gastos sociales, la construcción de viviendas para los sectores sociales más desfavorecidos y por la mejora de las infraestructuras y las condiciones de vida en los barrios obreros y populares.

La concepción de que un país capitalista dependiente como Chile puede llegar a una "democracia plena" dentro de este sistema ha sido refutada una y otra vez. La burguesía en su condición de lacayo del imperialismo, requiere una estructura política que permita la reproducción del capital, esto pasa por restringir las libertades democráticas en ciertas condiciones. Jamás los capitalistas estarán de acuerdo en que los explotados ejerzan consecuentemente sus derechos democráticos y utilizarán todos los mecanismos a su alcance para no permitirlo. Como tampoco, este régimen capitalista desarrollará ningún sistema de educación genuina, tanto para el desarrollo del país y las grandes mayorías, su política económica centrada en las exportaciones están ligadas directamente a las necesidades de las empresas extranjeras e imperialistas.

Organización, centralización y lucha.

Si el movimiento estudiantil carece de organizaciones tradicionales de lucha, o bien estas existen, pero no adoptan un programa que vincule sus demandas con la clase trabajadora para erradicar el capitalismo, de todos modos emerge una dirección, la mayor parte de las veces confusa en líneas reformistas o sectarias. Lo más importante y urgente en este momento, es la construcción de una organización estudiantil a nivel de todo el país, permanente con carácter de clase, ya que es una cuestión decisiva para la victoria o la derrota.

Ahora más que nunca somos conscientes de la importancia de seguir luchando organizados. Ahora más que nunca deseamos construir y fortalecer un Partido Revolucionario, porque en él existe la inteligencia, la preparación, la convicción, la organización, la unidad. Es el partido de los trabajadores el único que puede, junto con los asalariados, derrocar al Estado burgués que nos oprime. Fueron Marx, Engels, Lenin y Trotsky quienes demostraron que es posible la construcción de un Partido Revolucionario Mundial. Fue la revolución de Octubre en Rusia y la Comuna de París las que nos han demostrado que los trabajadores y la juventud organizada pueden realizar los cambios políticos y sociales que necesitamos. Fue que a pesar del enorme heroísmo y sacrificio de los estudiantes del Mayo Francés de 1968 que lamentó la falta de esa organización revolucionaria. Construirla es la tarea pendiente.

Víctor Chavez

Alternativa Revolucionaria Comunista-ARCO

viernes, 22 de julio de 2011

China - ¿Es socialista el Estado chino?

Reseña del libro de Wang Hui, The End of Revolution: China and the Limits of Modernity (El fin de la revolución: China y los límites de la modernidad)


Au Loong-Yu

Traducción de Viento Sur
http://www.vientosur.info/

El editor del libro de Wang Hui dice que "argumentando que la historia revolucionaria de China y su actual proceso de liberalización forman parte del mismo discurso de modernidad, Wang Hui propone alternativas tanto a su trayectoria capitalista como a su pasado autoritario". Lo que sigue es nuestra visión del libro a la luz de esta descripción: ¿hasta qué punto es correcto este juicio y qué relevancia tiene para los activistas sociales que están buscando justamente esa alternativa en China?

Hemos de recordar que Wang Hui es ante todo un estudioso de la cultura y la filosofía especializado en la historia intelectual de China. Por eso, aunque el título del libro anuncia un debate altamente politizado, gran parte del contenido se ocupa de la historia cultural e intelectual de la China contemporánea, más que de los aspectos políticos. Por razones prácticas preferimos centrar nuestros comentarios en los textos más políticos de Wang, es decir, básicamente los tres primeros capítulos, que ocupan casi la mitad del libro.

Después de liquidar el movimiento democrático de 1989, el Partido Comunista de China (PCC), bajo la dirección de Deng Xiaoping, impulsó un programa encaminado a la plena restauración del capitalismo combinada con una rápida industrialización, que implicó la apertura de los mercados del país al capital extranjero. La magnitud de China y el proceso gradual de apertura dieron suficiente margen de tiempo y espacio para que el capital privado chino creciera con tanta rapidez que lograra evitar que el capital extranjero se hiciera con las riendas de la economía, sentando así las bases del ascenso de China. Esto tuvo su precio, claro está: un precio que pagaron los trabajadores de los sectores estatal y colectivo con la pérdida del empleo, de la atención sanitaria gratuita y del acceso asequible a la educación de sus hijos. La mayoría de intelectuales comulgaron con esa gran oleada de asaltos neoliberales al antiguo Estado de bienestar. La mayoría de liberales aplaudieron con entusiasmo la reducción de la mano de obra del sector público, pensando que formaba parte del desmantelamiento del Estado todopoderoso y del crecimiento de un mercado autónomo que sentaría las bases para una sociedad democrática en el futuro. Solamente se quejaron de que la privatización no viniera acompañada de una moderada reforma constitucional.

La importancia de los movimientos sociales

Wang Hui fue uno de los intelectuales de izquierda que criticaron el discurso liberal y neoliberal. Sus artículos tempranos se publicaron en inglés con el título de China's New Order (Harvard, 2003), entre ellos uno de 1997 sobre "El pensamiento chino contemporáneo y la cuestión de la modernidad", en el que ridiculiza la idea liberal de que la lógica del mercado reside en el libre intercambio de derechos individuales y por tanto es capaz de "imponer ciertas restricciones a la expansión excesiva del poder del Estado". Haciéndose eco de la distinción que hizo Karl Polanyi entre mercado y sociedad de mercado, explica:

"En la dicotomía planificación/mercado, se asume que la noción de 'mercado' es fuente de 'libertad'. Sin embargo, esta noción desdibuja la distinción entre mercado y sociedad de mercado. Si podemos decir que los mercados son transparentes y funcionan de acuerdo con el mecanismo de los precios en el punto de compraventa, entonces una sociedad de mercado utilizaría los mecanismos de mercado para gobernar los ámbitos de la política, la cultura y todos los demás aspectos de la vida; el funcionamiento de la sociedad de mercado no puede distinguirse de una superestructura monopolista. Esta es precisamente la manera en que la noción de mercado difumina las desigualdades de la sociedad moderna y sus desiguales estructuras de poder" (Wang Hui, 2003, p. 176).

En este debate de finales del siglo pasado, los liberales trataron de defender la reforma desvinculándola de todos los males sociales que comúnmente se asocian a la economía de mercado: aumento de la desigualdad social y de la corrupción, desdén abierto por el derecho laboral y la legislación ambiental, etc. Dijeron que ni el mercado ni el capitalismo eran responsables de los males sociales, sino que la culpa debía atribuirse al socialismo y al Estado-partido. Wang Hui respondió que eran "incapaces de llegar a comprender el hecho de que los problemas de China también son los problemas del mercado capitalista mundial y que cualquier diagnóstico de tales problemas ha de admitir el continuo agravamiento de los problemas generados por la globalización del capitalismo. Incluso la actitud del Estado, que era el principal destinatario del pensamiento de la Nueva Ilustración, se ha visto constreñida por ese enorme mercado" (Wang Hui, 2003, p. 180).

En China, donde el recuerdo de Mao sigue vivo en gran parte de la población, cualquier crítica a la reforma capitalista desde la izquierda se remite a menudo al Presidente Mao y a su versión del socialismo para justificarse y considera que el Estado-partido es la única tabla de salvación frente al salvajismo de la reforma capitalista. Al igual que los neoliberales, rara vez consideran que los movimientos surgidos de la base de la sociedad son fenómenos positivos. Así es cómo surgió una corriente de pensamiento nacionalista y estatalista entre los llamados intelectuales de la Nueva Izquierda, una etiqueta que el propio Wang Hui considera problemática. Puede que Wang Hui no critique el discurso nacionalista, pero es uno de los poquísimos intelectuales que reconocen la importancia de los movimientos sociales en la lucha por la justicia social, tanto en el capitalismo como en el socialismo. Aunque él mismo no es un activista, parece que se mantiene atento al surgimiento de movimientos sociales en China.

Este es uno de los hilos conductores que van desde China's New Order a The End of the Revolution. Recuerda a los liberales que cuando presentan el capitalismo occidental como referencia por su respeto de los derechos individuales y su democracia parlamentaria, no deberían olvidar que se trata de las conquistas de una larga historia de luchas sociales. No es extraño que sea uno de los pocos intelectuales de izquierda que aplauden el movimiento democrático de 1989 y la participación directa en los asuntos públicos en general. Cegados por la falsa dicotomía entre mercado y Estado y viendo cada uno la salvación en uno de los dos términos de la dicotomía, tanto los neoliberales como los nacionalistas mantienen el mismo juicio negativo sobre el movimiento democrático de 1989 y las luchas sociales en general, viendo en el estallido de 1989 bien una "contrarreforma", bien una "revuelta antisocialista incitada por el imperialismo". En el segundo capítulo de su libro Wang Hui defiende el movimiento democrático señalando que en el mismo había profundas inclinaciones socialistas (Wang Hui, 2010, p.22).

"Los estudiantes, intelectuales y demás componentes del movimiento defendían todos la reforma (política y económica) y las demandas de democracia. Lo que reivindicaba la gente era que avanzara la reforma, aunque sobre la base de la democracia y la justicia; no reclamaba el llamado igualitarismo absoluto o el idealismo moral. Esas demandas estaban en absoluta contradicción con las avanzadas por grupos de interés particular, que exigían una privatización más radical, aunque en aquella época todavía no se comprendía el pleno alcance de este conflicto" (Wang Hui, 2010, pp. 32-33).

Después de presentar la opinión que tiene Wang Hui de la reforma capitalista, los movimientos sociales y la democracia, la conclusión que sacamos es que Wang Hui busca alternativas tanto a la trayectoria capitalista como al colectivismo autoritario.

¿Qué queda de la tradición socialista?

Hemos de ser conscientes de las limitaciones de esta búsqueda. La contribución de Wang Hui se sitúa en la crítica al neoliberalismo y al mito construido alrededor del mercado en pleno giro a la derecha de la política del gobierno a mediados de los años noventa. No obstante, rara vez profundiza su crítica para señalar al régimen que es precisamente la fuerza que ha impuesto las oleadas de privatización, primero de las empresas estatales y colectivas y después del suelo urbano. Aunque Wang Hui está preocupado por la corrupción galopante en el seno del partido, no señala más que a una fuerza que él denomina "grupos de interés particular": "Entre los sectores que participaron en el movimiento social de 1989 se hallaban esos grupos de interés particular que se habían beneficiado masivamente de la descentralización del poder y de las concesiones de la década de 1980, y que no estaban descontentos con las políticas de ajuste en ciernes". (Wang Hui ,2010, p.31)

La cuestión actual de la corrupción no solo implica a funcionarios individuales corruptos, sino también la cuestión de la relación entre la política social, la política económica y los intereses particulares. El desarrollo de la industria petrolera y de los proyectos energéticos, por ejemplo, se ve obstaculizado o impulsado a menudo por grupos de interés particular. Intereses particulares nacionales e internacionales han penetrado ahora más que nunca en los mecanismos del Estado e incluso en el proceso legislativo. En estas condiciones, la cuestión de cómo puede representar el Estado el llamado "interés universal" ya casi carece de todo sentido (Wang Hui ,2010, p.xxiii).

Mientras que los liberales atribuyen la mayoría de los males sociales exclusivamente al Estado-partido, muchos nacionalistas de izquierda hacen justo lo contrario y los achacan únicamente a la economía de mercado, con el propósito de salvar el honor del partido. Para estos últimos, si el partido tiene un problema, este se debe o bien a fuerzas externas (el mercado o el imperialismo), o bien a algún misterioso "grupo de interés particular". Lógicamente, esto significa que es ese "grupo de interés particular" y no el partido el culpable de la restauración capitalista y la imposición de un régimen profundamente contrario a los trabajadores. Resulta problemático defender un argumento de este tipo, sin embargo, porque fue el propio partido el que tomó la decisión de aplastar el movimiento de 1989, de proceder a la plena restauración del capitalismo a partir de 1992 y de pasar de una postura contraria a la burguesía a una política profundamente favorable a la burguesía y contraria a la clase trabajadora, hasta el punto de despedir a 60 millones de trabajadores de empresas estatales y colectivas. Fuera de este contexto, el enigmático "grupo de interés particular" no podría haberse beneficiado a expensas del pueblo. Tal vez Wang Hui no haya ido tan lejos como los nacionalistas de izquierda, pero su referencia acrítica al discurso de estos seguramente le impedirá distanciarse de ellos.

Es posible que Wang Hui no pueda expresarse libremente. Quien esté más o menos informado sobre China conoce muy bien el grado de censura que impera allí. Cualquier escritor que ponga en duda la caracterización oficial del partido o del Estado como portador del "socialismo con características chinas" corre el riesgo de ser castigado por la autoridad. De hecho, Wang Hui ya ha sido castigado al ser despedido de su cargo de editor de la conocida revista mensual Dushu. Para evitar la censura, los autores chinos suelen utilizar toda clase de códigos que representan términos sensibles o ideas críticas, y uno de esos términos es el de "grupo de interés particular". Aunque esta práctica permite sortear la censura, también supone sacrificar la claridad política, no en vano puede haber muchas interpretaciones diferentes del significado de "grupo de interés particular". De hecho, la corrupción galopante en el seno del partido y la decadencia moral de la sociedad empujan cada vez más a las personas a expresarse de manera más explícita. Incluso el economista Wu Jinglian, perfectamente integrado y muy conocido, critica ahora abiertamente el sistema imperante, calificándolo de "capitalismo de amigotes" sin miedo a sufrir represalias.

Al tiempo que hemos de tener en cuenta la existencia de la censura, sospechamos que la lógica interna de los escritos de Wang Hui puede resultar demasiado inconsistente e impedirle seguir desarrollando su búsqueda de una alternativa real. La clave del problema reside en estas preguntas: ¿Qué papel de clase ha desempeñado el Estado-partido desde 1989? ¿A qué intereses de clase sirve desde entonces? Para nosotros, la respuesta es clara: el Estado-partido ha cambiado cualitativamente su papel de clase y ahora está al servicio de la burguesía. Si Wang Hui reconoce la importancia de la respuesta a estas preguntas, pero teme las consecuencias de expresarla públicamente, puede optar por guardar silencio. Sin embargo, al igual que muchos nacionalistas de izquierda, sigue defendiendo al Estado-partido por cosas que no merece. Lo ha hecho exagerando la tradición supuestamente viva del socialismo en el seno del Estado-partido:

"El Partido Comunista Chino ha repudiado con firmeza la Revolución Cultural, pero no ha repudiado ni la Revolución china ni los valores socialistas. Esto ha tenido un doble efecto. En primer lugar, la tradición socialista ha operado hasta cierto punto como freno interno a las reformas del Estado. En segundo lugar, la tradición socialista ha dado a los trabajadores, campesinos y otros colectivos sociales ciertos medios legítimos para oponerse o negociar los procedimientos corruptos o antiigualitarios de implantación del mercado por parte del Estado" (Wang Hui ,2010, p.18).

¿No repudió el PCC ni la Revolución china ni los valores socialistas? ¿Se puede creer a pies juntillas en la retórica socialista del PCC? ¿Puede uno defender realmente esta tesis a la luz de las dos grandes olas de privatización y la gran oleada de despidos que afectó a 60 millones de trabajadores? No negamos que en ocasiones la gente común pueda ganar batallas parciales invocando el principio socialista consagrado en la Constitución, pero no hay que perder de vista la otra cara de la moneda, a saber, que se han perdido muchísimas más batallas; que el partido ha traicionado a la revolución y se ha convertido en un partido de la clase propietaria, que la fuerza de trabajo de cientos de millones de trabajadores y campesinos se ha visto reducida de nuevo a una mera mercancía que se puede comprar y vender libremente a precios miserables y que ninguna tradición socialista en China ha sido capaz de impedir que todo esto ocurra. Ningún contable cualificado puede elaborar el balance de una empresa registrando simplemente la pequeña suma de activos que le quedan sin tener en cuenta también las enormes pérdidas que ha sufrido y la enorme deuda que ha acumulado.

Si Wang Hui ha cometido este error, significa que hace una concesión teórica a los nacionalistas de izquierda, que han tratado de lavar la cara al PCC con el argumento de que por mucho que hubiera habido una ruptura entre la China de Mao y la China de Deng, por fortuna solo se produjo en el terreno económico, mientras que en el plano político hay más continuidad por el hecho de que el PCC se mantiene en el poder y la "tradición socialista" sigue viva (¿hasta qué punto?) en el Estado-partido /1, y lo que queda por hacer es persuadir a este Estado-partido que vire de nuevo a la izquierda. Por ejemplo, esto es lo que sostiene Giovanni Arrighi en su libro Adam Smith in Beijing. Su idea fue retomada posteriormente por un intelectual taiwanés, Huang Debei, que tiene una opinión favorable sobre el socialismo de Mao y afirma que hasta ahora China ha sido un Estado bonapartista autónomo, y por tanto todavía no sometido a los intereses de clase de la burguesía; por consiguiente, puede dar tanto un giro a la derecha como a la izquierda (¿hasta qué punto?). En cambio, nosotros diremos que a pesar de que el Estado-partido esté aparentemente por encima de todas las clases, ello no implica que no tenga ningún carácter de clase o que sea totalmente "neutral" o "autónomo" con respecto a todas las clases. Más bien está muy claro que desde 1989 el Estado-partido ha traicionado su propio principio fundacional y se ha puesto al servicio de la burguesía, y por tanto es un Estado-partido burgués.

Raíces de la corrupción: ¿dentro o fuera del partido?

Esta noción de "tradición socialista" olvida alegremente que es la burocracia del Estado-partido la que constituye el núcleo duro de la nueva burguesía surgida a expensas de los trabajadores. En el giro de 180 grados que ha efectuado al pasar de una política antiburguesa a una política proburguesa, lo primero que ha hecho la burocracia es enriquecerse a sí misma. Wang Hui debería buscar en el interior del PCC para hallar la raíz de la restauración capitalista, y no dirigir la mirada hacia otra parte. La verdad es que no hace falta ningún "interés particular" externo para "infiltrarse" en la maquinaria del Estado para corromperla; porque la raíz de la degeneración está en su interior. Para los marxistas, el Estado siempre es una fuerza alienada de la sociedad y la burocracia siempre sirve a su propio interés, y este es el caso cuando la burocracia estatal, los supuestos "servidores públicos", han arrebatado todo el poder político a los "amos de la casa" desde hace tiempo. Esto no lo hicieron solo por necesidad debido el estado de sitio a que estuvo sometido el país durante la Guerra Fría, sino también a causa de sus propias necesidades de monopolizar el derecho a distribuir la plusvalía social en beneficio propio. Por tanto, la degeneración del partido hasta convertirse en el partido de la restauración capitalista es más el resultado de fuerzas endógenas que de fuerzas exógenas.

Por consiguiente, los militantes de izquierda, incluido Wang Hui, se equivocan cuando piensan que la decisión del PCC de embarcarse en la reforma de mercado fue fruto de una mala opción política; olvidan que la decisión del PCC tenía menos que ver con la política correcta que con los intereses materiales de la burocracia enquistada en el Estado. Si hay alguna continuidad entre la China de Mao y la de Deng o la posterior a Deng, no es tanto la supervivencia de una "tradición socialista" como los privilegios de la burocracia representada por el PCC: el "ista" que profesa tiene siempre una importancia secundaria; lo principal es su monopolio del poder político.

A medida que pasaba el tiempo, el partido era cada vez más consciente de que sin establecer el derecho a la propiedad privada existía el riesgo de que su monopolio del poder político para distribuir el excedente social no pasara a sus hijos. Por tanto, lo que caracteriza los 60 años de historia de la República Popular China (RPC) no es simplemente una ruptura entre un pasado colectivista autoritario y un presente capitalista igualmente autoritario, sino también una continuidad encarnada por el monopolio del poder de este partido de la burocracia. La ruptura se produce precisamente porque era la única manera de mantener indefinidamente la dominación del partido. Por consiguiente, una alternativa tanto a la trayectoria capitalista como al colectivismo autoritario solo es concebible oponiéndose al partido, no avalándolo con el argumento de que este Estado-partido conserva aspectos de la "tradición socialista" y es capaz de autorreformarse, o diciendo que se debe persuadir al PCC para que introduzca cambios políticos. Defender esta última opción equivale a sembrar ilusiones en la nueva clase obrera ascendente.

¿Cuál es el lugar de las luchas de clases?

Wang Hui no ha ido tan lejos, pero su caracterización de la naturaleza de clase del Estado-partido, o la ausencia de esa caracterización, y su aceptación de la teoría de la persistencia de la "tradición socialista", pueden hacer de puente hacia una posición que simplemente acepta un papel de presión sobre el partido dominante, mientras que lo que hace falta y urge verdaderamente es una revuelta desde abajo. En efecto, llama la atención que en los escritos de Wang Hui las cuestiones que tienen que ver con las clases, el Estado, la burocracia y su relación con la China contemporánea siempre se tratan de pasada y en abstracto, por no decir que están en gran medida ausentes. Tampoco hay ninguna referencia a la lucha de clases como una de las fuerzas motrices capaces de impulsar la historia de China. De hecho, Wang Hui trata el tema de la transformación radical del papel del Estado-partido tan a la ligera que se limita a resumir su análisis en unas pocas frases en su primer libro traducido al inglés:

"El movimiento socialista moderno surgió a partir de un análisis de las contradicciones internas del capitalismo y de la aspiración a superar esas contradicciones, pero la práctica del socialismo no solo fracasó a la hora de hacer realidad esta aspiración, sino que fue absorbida por el capitalismo mundial. Al mismo tiempo, el capitalismo vio en el socialismo y en los diversos movimientos a favor de la protección de los derechos sociales una oportunidad para reformarse y autocriticarse, hasta tal punto que hoy día es imposible definir el socialismo o el capitalismo en sus sentidos originales sobre la base de la unidad autónoma del Estado nacional" (Wang Hui, 2003, p.183).

Parece que hay cierta dosis de fatalismo en esta descripción del fracaso del socialismo, como si la derrota no fuera más que una evolución natural del socialismo. Esta clase de propuestas suponen una concesión excesiva al discurso neoliberal de la "economía de transición", según el cual el movimiento socialista del siglo XX no fue más que un desvío momentáneo de la economía de mercado y que su economía planificada centralmente estaba abocada a ceder el paso a la economía de mercado, pues esta es la única manera viable de organizar un sistema eficaz de producción y distribución. Semejante discurso es demasiado ahistórico, pues deja totalmente de lado el factor de la lucha de clases.

El propio discurso de Wang Hui no sale mucho mejor parado. A pesar de que confiere gran importancia al movimiento democrático de 1989, no ha sido capaz de verlo como una revuelta masiva contra el programa de restauración capitalista del PCC, en la que la aspiración de la mayoría de los participantes apuntaba precisamente a dar alternativas a su trayectoria capitalista y su pasado autoritario; la fuerza del movimiento puso tan nerviosos a los máximos dirigentes del PCC que llegaron a temer que, si no actuaban rápidamente para aplastarlo era posible que se dividiera el ejército. Aunque Deng Xiaoping finalmente logró imponer los objetivos de su trabajo sucio, después de la intervención militar la mayoría de dirigentes todavía estaban asustados ante el reto más importante, contundente y directo que jamás se había planteado al PCC en la historia de la RPC. Marcó tan profundamente la memoria de la burocracia que a ésta le entró la paranoia ante cualquier movimiento que surgiera de abajo; y en los siguientes 20 años hizo de China un perfecto Estado policíaco a base de incrementar los presupuestos de seguridad interior incluso por encima de los presupuestos de defensa. Por tanto, no hubo nada natural en la metamorfosis del papel de clase del PCC, ni la restauración del capitalismo era inevitable en virtud de ciertas misteriosas fuerzas ahistóricas. Cualquier sugerencia de este tipo lo único que hace es despolitizar un tema sumamente político.

Sí, volvemos a poner sobre el tapete el debate pasado de moda sobre capitalismo y socialismo, las clases, la lucha de clases y el Estado. No se trata de un debate para pequeñas sectas, más interesadas en fórmulas políticas abstractas que en las luchas reales en el mundo real. Al contrario, lo sacamos de nuevo a colación precisamente porque muchos antiguos trabajadores de las empresas públicas o colectivas han planteado muchas veces esta clase de preguntas: ¿Por qué el partido aparentemente más "revolucionario" se convirtió finalmente en el partido de la restauración? ¿Por qué el PCC bajo Deng Xiaoping fue capaz de dar este giro? ¿Por qué no hubo una oposición seria a este giro? ¿Cuál es la naturaleza del PCC y del Estado que controla? ¿No es cierto que ahora se ha convertido enteramente en protector de las clases explotadoras?


Lo lamentable es que sean muy pocos los intelectuales de izquierda que formulen estas preguntas. De ahí que por mucho que algunos critiquen el mercado y el capitalismo, lo hagan de manera abstracta y académica (por ejemplo, reafirmando la prioridad de la "igualdad" sobre la "eficiencia"); o que si alguna vez lo hacen de un modo más político, siempre permanezcan atrapados en la falsa dicotomía entre Estado y mercado, acabando por apoyar la continuidad del monopolio del poder por el Estado-partido como medio para combatir el capitalismo. De este modo se dejan en el tintero a la clase obrera y al socialismo. Wang Hui tiene planteamientos más correctos que la mayoría de los intelectuales de izquierda y sus escritos pueden servir, en parte, de punto de partida para una alternativa; pero como también hace muchas concesiones intelectuales a la ideología oficial, pueden apuntar igualmente en la dirección contraria.

El autor de estas líneas ha hecho todo lo posible por no malinterpretar a Wang Hui. Sin embargo, también esto ha resultado ser una tarea difícil, debido a que sus escritos tienden a ser abstractos y están tan cargados de referencias a escuelas de pensamiento que a veces uno duda de su utilidad. Es más, sus ensayos chinos pueden ser muy distintos de los traducidos al inglés, aunque lleven el mismo título. Por ejemplo, el ensayo Depoliticized Politics: >From East to West no es una traducción íntegra del original chino, sino una versión muy resumida, hasta el punto que no representa más que el 15 % del original. No estamos seguros del motivo para hacer un resumen tan sucinto del escrito original, pero desde mi punto de vista el original chino no logra ni de lejos expresar tan bien su línea de pensamiento. Otro escritor de izquierda, Li Tuo, se ha quejado también en una entrevista reciente de que el estilo de Wang Hui obstaculiza la expresión efectiva de sus ideas.

Wang Hui y las minorías nacionales

Aunque debe advertirse también que resulta difícil comentar los escritos de Wang Hui leyendo únicamente las traducciones al inglés. Por ejemplo, la traducción de The Year 1989 y de Historical Roots of Neoiberalism in China elimina totalmente del original chino el juicio globalmente negativo que hace Wang Hui del derecho de autodeterminación de las minorías nacionales. (Wang Hui, 2008, p.150) Su crítica se basa exclusivamente en la asociación que hace del derecho de autodeterminación con el plan imperialista para Yugoslavia, olvidando que fueron marxistas, como Lenin, los principales defensores del derecho de autodeterminación. Con su argumento, Wang Hui no hace justicia ni al principio de autodeterminación ni a todas las minorías oprimidas del mundo, inclusive en China.

En otro ensayo publicado en chino Wang Hui rechaza el derecho de autodeterminación del pueblo tibetano, citando con aprobación a Chu Enlai. Según éste, para que la autodeterminación funcione sin crear conflictos con otras minorías, tiene que haber una situación en que cada una de estas minorías ocupa un territorio diferente, como fue supuestamente el caso de la Rusia zarista. De ahí que la Revolución rusa concediera a las minorías nacionales el derecho de autodeterminación y de secesión y las reunificara en una federación de Estados soviéticos. Puesto que en China, a diferencia de la Unión Soviética -sigue la argumentación-, la mayoría han y las minorías están mezcladas geográficamente, China no debe adoptar el federalismo y no tiene más opción que la del Estado unitario. La segunda razón de Chu Enlai era que la solución de un Estado federal (con el derecho de autodeterminación como requisito previo) podría invitar a intervenir al imperialismo.

Cualquiera que conozca bien la historia de la Revolución rusa y su postura con respecto a las minorías nacionales sabe perfectamente que esta observación de Chu Enlai es teóricamente incorrecta y ha sido desmentida por los hechos. Para Lenin, la autodeterminación no implica nunca automáticamente la secesión, la creación de un nuevo Estado o el federalismo. Es decepcionante ver que Wang Hui se apoya en argumentos de Chu Enlai.

Pero no seamos demasiado duros con Wang Hui. Si hemos de buscar en otra parte para encontrar una alternativa, no es tanto por culpa del propio Wang Hui, sino más bien debido a la incapacidad general de los intelectuales de desarrollar un pensamiento independiente tanto de la ideología oficial como del liberalismo occidental, o a la falsa dicotomía entre Estado y mercado. Si el Estado-partido, a pesar de haber traicionado su principio fundacional, sigue controlando ideológicamente a los intelectuales de izquierda, este control no se debe tanto a la supuesta "mayor legitimidad popular que nunca desde los años cincuenta", fruto "del crecimiento económico y del éxito diplomático" (Anderson, 2010, p.95) /2, sino más bien a su asombroso éxito a la hora de combinar la restauración capitalista con una rápida industrialización, lo cual le ha proporcionado una aparente independencia de todas las clases, y a su habilidad para hacer aparecer y desaparecer las clases a voluntad. Primero exterminando a la clase terrateniente y a la burguesía en los años cincuenta, y después promoviendo el renacimiento de la burguesía (situándose el propio Estado-partido en el núcleo duro de la misma) a partir de los ochenta; concediendo inicialmente el honor de "amo de la casa" a la clase obrera y después, décadas más tarde, condenándola a la depauperación y atrayendo a 250 millones de campesinos para convertirlos en la nueva clase obrera, no solo como mano de obra barata, sino también para hacer de contrapeso a la amenaza de una posible rebelión de los trabajadores del sector público. Es el éxito rotundo de este Leviatán del siglo XXI el que ha asombrado a todas las clases y las mantiene en la sumisión.


Quien busque seriamente una alternativa de izquierda tiene que analizar primero la historia de la RPC y el papel de las clases, la burocracia y el Estado. Es justamente en este aspecto en el que quedan pocos intelectuales de izquierda capaces de ofrecer un planteamiento satisfactorio.


Notas

/1.- Esto se refleja en Anderson, P. (2010), p.95, donde argumenta que "la RPC. es la combinación de una economía ahora predominantemente capitalista y un Estado todavía indudablemente comunista, siendo ambos los más dinámicos en su género que ha habido hasta la fecha." Nótese que no dice que es un Estado dirigido por el PCC, sino un "Estado comunista".
/2.- El problema es cómo demostrar estas afirmaciones cuando incluso para realizar un sondeo en China hay que pedir permiso a las autoridades. Es interesante saber que el Pew Research Center, en su Estudio Global de Actitudes de 2010, afirma que "China es sin duda el país más satisfecho de sí mismo de los que han participado en el sondeo. Nueve de cada diez chinos están contentos con la dirección que está tomando su país (87%), se sienten a gusto con el estado actual de su economía (91%) y se muestran optimistas con respecto al futuro económico de China (87%)." Lo que tal vez el lector no sepa es que las autoridades chinas prohibieron al Pew Research Center incluir en el sondeo preguntas sobre los derechos humanos y la democracia.

Bibliografía

/1.- Wang Hui (2010) The End of Revolution: China and the Limits of Modernity (El fin de la revolución: China y los límites de la modernidad).
Londres: Verso.
/2.- Wang Hui (2003) China's New Order. Cambridge: MA,.
/3.- Anderson, P. (2010) "Two Revolutions".
New Left Review, enero febrero.
/4.- Wang Hui (2008) Qu zhengzhihua de zhengzhi (La política de la despolitización): Hong Kong: Joint Publishing Company.

Los cambios en la rivalidad interimperial

Imperialismo

Documento adjunto

Los cambios en la rivalidad interimperial [1]

Claudio Katz *


Resumen

Algunos actualizadores de la teoría del imperialismo clásico avizoran un retorno de los choques bélicos entre potencias occidentales. Esa hipótesis no tiene corroboración. El chantaje nuclear es ejercido contra terceros y los conflictos económicos no se proyectan a la esfera militar. Nadie quiere desarmar el sistema de protección capitalista que controla el Pentágono.

La tesis clásica concibe un resurgimiento de la confrontación ruso-norteamericana. Pero ese choque no tuvo alcance inter-imperial en el pasado y es aventurado suponer que forma asumiría en el futuro. Es también especulativo imaginar que modalidad presentaría un conflicto entre Estados Unidos y China.


Las teorías que ponen el acento en el resurgimiento de la rivalidad económica no captan la restricción geopolítica de esa concurrencia. Tampoco perciben como la mundialización modifica el carácter de esa competencia. Al observar las ventajas imperiales de Estados Unidos como una carga, soslayan su utilización para reciclar el poder norteamericano.


La atención a la concurrencia entre potencias conduce a equiparar erróneamente las presiones proteccionistas con tendencias librecambistas más gravitantes. El neo-mercantilismo ha quedado obstruido por la mundialización neoliberal y la internacionalización contemporánea, no es comprable con su antecedente de principio del siglo XX.


La presentación del imperialismo actual como un cruce entre competencias económicas y geopolíticas, no resuelve los problemas de la tesis clásica. Hay conflictos entre lógicas capitalistas y lógicas territoriales, pero ambos principios no son equivalentes. La acumulación tiende a subordinar la dinámica espacial al imperio del capital.


La teoría del "nuevo imperialismo" busca interpretar las contradicciones generadas por tensiones entre la concentración y la dispersión geográfica. Los conflictos entre fijación y movilidad del capital se zanjan a través de crisis itinerantes y procesos de desvalorización de la fuerza de trabajo.

* Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz



Nota

1] Este artículo forma parte de un libro sobre el imperialismo contemporáneo de próxima aparición.

México - Otros “presuntos culpables”


Por Adán Salgado Andrade

Desde este México tan injusto. Por estos días se ratificó al juez Héctor Palomares Medina, quien se hiciera infamemente famoso por su circunstancial “actuación” en el polémico documental “Presunto culpable”. En éste, Palomares condenó, de forma arbitraria, la suerte del joven Marco Antonio Zúñiga, acusado injustamente de asesinato, a pesar de una serie de “irregularidades” legales y corruptelas, basado sólo en un dudoso “testimonio” que, al final, no pudo sostenerse. De no haber sido por la acción de los abogados Layda Negrete y Roberto Hernández, quienes hasta de grabaciones se valieron (y de paso obtuvieron permisos para grabar las distintas audiencias a las que el juicio dio lugar), Zúñiga seguiría encarcelado. Todo ello fue en el año de 2005 y es lo que, resumidamente, se narra en el citado documental. Sin embargo, a pesar de la distancia de los hechos y de su exhibición, la realidad es que en este país de impunidad, de cotidiana injusticia, de autoritarismo legaloide, de selectiva represión y gradual militarización… lo que menos impera es que realmente se haga justicia en todos los casos que se analizan en los juzgados y ministerios públicos y que la mayoría de las veces, quienes vayan a dar a la cárcel sean personas que, como Zúñiga, sean inocentes y su única falta sea la pobreza en que se encuentran y que no tengan dinero para pagar los sobornos y los cohechos que muy fácilmente los librarían del asqueroso sistema legal y carcelario que nos caracteriza.

En similar situación, acusada también falsamente, como a Zúñiga, está el caso que igualmente por estos días le sucedió a la pasante de la UNAM Mariel Solís, inculpada de haber participado en el asesinato del catedrático de la misma institución Salvador Rodríguez Rodríguez. Mariel fue arrestada sólo porque se “parecía” a la mujer cómplice del verdadero asesino, el apodado “El sapo”. La apresaron el 8 de julio, pero por fortuna, tanto su familia, así como una inusual movilización de la sociedad civil (se emplearon redes sociales para ejercer presión ante las ineptas, corruptas autoridades judiciales), lograron demostrar su inocencia y el 14 de julio, seis días después, fue liberada y su personal pesadilla en el reclusorio femenil de Santa Marta Acatitla concluyó (dijo Mariel: “No digo que soy una santa, pero nunca cometería un crimen”).

Voy a referir algunos casos de personas que igualmente fueron condenadas a distintas penas carcelarias, a pesar de evidencias en su favor y simplemente basándose las “autoridades” que los llevaron a prisión en pruebas “circunstanciales” que nada demuestran. Quizá ustedes, amables lectores, recuerden otros casos, además de los que les expondré, en donde, sencillamente, la legalidad no vale… y si hay dinero para pagar “mordidas” a jueces o abogados “defensores”, entonces habrá libertad… y si no, una vida pudriéndose en un reclusorio o en una cárcel es lo que le espera al desafortunado “presunto culpable” que caiga en “manos de la justicia”.

Primer “presunto culpable”: Se trata de un hombre de unos treinta años, que llamaré Pedro, y era albañil. Él y su esposa habían intentado por muchos años tener hijos, hasta que lo lograron. Tuvieron una hija, que aunque nació con labio leporino, trajo la alegría que durante tanto tiempo habían estado anhelando. Con sus limitados recursos, buscaron atención médica para corregir su malformación física. Tan felices estaban que cuando llega el primer año de vida de la pequeña, a pesar de las limitaciones presupuestarias, deciden celebrarle su cumpleaños.

Acuden Pedro y su mujer a comprar al popular mercado de la Merced cosas para la fiesta, con tal de conseguir todo un poco más barato, sobre todo porque pensaba la señora cocinar arroz y el tradicional mole con pollo. En cierto momento, se paran frente a un puesto en donde venden “recuerdos”, mismos que deciden comprar para regalarles a los invitados, con tal de dejar constancia de tan importante evento.

A cierta distancia de donde están comprando, un ratero le arrebata de la mano el monedero a una mujer. Echa a correr, pero como la agraviada comienza a perseguirlo y a gritarle “¡Agárrenlo, es un ratero, me robó mi monedero!”, el delincuente (éste, sí, real), emprende desaforada huída, dirigiéndose a donde Pedro y su esposa están comprando “recuerdos”. En un acto vil, inescrupuloso, el ratero, con tal de no incriminarse, arroja el monedero en la bolsa de mandado de Pedro, sin que éste lo perciba Cándidamente Pedro espera a que su mujer termine de comprar. Cuando unos momentos más tarde la mujer robada, muy agitada por la carrera, pasa frente a donde está Pedro, se da cuenta de que el monedero está dentro de la bolsa de aquél y grita “¡Ese es mi monedero, señor, usted me lo robó, regrésemelo!”… De nada valieron tanto el testimonio de la esposa de Pedro, así como el de la mujer que vendía los recuerdos de que la pareja tenía varios minutos allí, comprando “recuerdos”, no. Simplemente, culparon a Pedro, quien de inmediato fue detenido por policías “preventivos” y llevado al ministerio público a que rindiera declaración. Obviamente que Pedro no tenía dinero para pagar tanto “mordidas”, así como para contratar los servicios de un abogado “defensor”, no digamos ético, sino por lo menos “hábil” para haberlo deslindado lo antes posible de responsabilidades (los “abogados” de oficio que son asignados para “defender” a los inculpados son meros membretes, que, igual, si no hay dinero de por medio, nada hacen). Por tanto, por ser pobre, tuvo que pasarse un año “preventivamente” preso, hasta que pudo “demostrar” su inocencia, esto es, hasta que pudieron familiares y amigos reunir algo de recursos monetarios para cohechar a algún “juez” o representante “legal”.

Segunda presunta culpable: En este caso, aunque lo que referiré no llegó hasta el ámbito legal, muestra cómo una buena parte de los empleadores en este país, tratan a sus trabajadores despóticamente y con una prepotencia comparable a la de las mismas “autoridades”, como si así se invistieran de superioridad e importancia.

Se trata de una pareja de jóvenes a los que llamaré Ana y David, de unos veinte años, estudiantes, que trabajaban en una tienda de la franquicia de comida rápida estadounidense KFC (la de los pollos muy grasosos y de bajo contenido nutricional). Ambos se relacionaron sentimentalmente al estar trabajando en el lugar.

Un mal día a Ana, por el exceso de trabajo que había, no le fue permitido por el gerente salir a comer. La chica moría de hambre y, claro, despachar piezas de pollo, puré de papa y ensaladas, a pesar de lo mala que sea esa engordante comida, en aquel momento más le estimulaba el apetito. Se le hizo fácil, digamos, arrancar un pedazo de carne a una de las piezas de pollo… ¡en mal instante, pues el gerente alcanzó a verla!

Y lo que siguió fue que el prepotente tipo la acusó de robo y de inmediato llamó a un policía para que se la llevara, advirtiendo al resto de los empleados, David incluido, que debían de testificar en contra de Ana, por haberse atrevido a “robarse” un pedazo de pollo. Ante tan “horrendo” crimen, según el abusivo gerente, había que actuar. Sin embargo, ninguno de los empleados atestiguó en contra de Ana cuando los policías “preventivos” que acudieron al llamado de “auxilio” del gerente se pusieron a interrogarlos. El saldo de su “osadía” fue que ese mismo día todos fueron despedidos, que al fin en este país de millones de desempleados, sobre todo jóvenes, como ellos, es muy fácil hacerse de nuevos trabajadores, especialmente tratándose de labores tan repetitivas, pues en un par de horas se les “entrena” para las actividades que allí desempeñarán, principalmente en ese tipo de franquicias, en donde ya todo es tan mecánico, que no se requiere ni de experiencia ni, mucho menos, de escolaridad (secundaria las más de las veces basta). Por fortuna, Ana se salvó de la acción “penal”, gracias a la generosidad y altruismo de sus compañeros, pues quizá de haberla encerrado, se hubiera tenido que pasar varios meses o años tras la rejas, hasta que su “terrible” crimen hubiera sido “castigado”.

Tercer “presunto culpable”: En este caso el inculpado se debió a la falta total de escrúpulos y valores de los que adolece cada vez más esta sociedad tan materialista, individualista e inmoral.

Un joven de 23 años, al que llamaré Octavio tenía por supuesta “muy amiga” a la que llamaré Sonia. Sonia, a su vez, era novia de un mequetrefe que, además de machista, la maltrataba y hasta la golpeaba frecuentemente, por lo que la chica le tenía terror. Un mal día en que Sonia había ido a una fiesta con su novio y que también Octavio tuvo la mala suerte de asistir, el novio se puso bastante borracho y sus instintos machistas y abusadores se le incrementaron con el alcohol. En alguna habitación de la casa en la que Sonia y su novio estuvieron solos, debido, como dije, a la embriaguez del energúmeno, la chica fue golpeada como nunca antes, además de violada de manera bárbara y penetrada analmente, provocándole dolorosos desgarres. Sin embargo, cuando Sonia llegó a su casa y su familia, al día siguiente, vio la forma en que había sido golpeada, además de que les dijo que también había sido violada, debido al terror que le tenía al novio, se le hizo muy fácil e irresponsable, culpar de todo a su “amigo” Octavio, quien también se había emborrachado, para su desgracia, así que no pudo negar las dolosas imputaciones de Sonia, pues no recordaba una buena parte de lo que había hecho estando borracho durante la fiesta. Y a pesar de que no eran terminantes las falsas “evidencias” empleadas para acusarlo, a la cárcel fue a dar y purga actualmente 17 años de prisión (la historia fue revelada tiempo después por Sonia, pero como ya es “cosa juzgada”, nada se puede hacer, según nuestras estúpidas “leyes”).

Cuarta “presunta culpable”: En este caso, de nueva cuenta, se trata del abuso de empleadores prepotentes, que con tal de despedir justificadamente a sus empleados, cuando necesita reducir personal, lo hace de manera sucia e ilegal.

Se trata de Wal-mart, esa franquicia de tiendas de autoservicio en donde se pagan salarios miserables a empleados a los que se les explota demasiado (incluso a los llamados “cerillos”, que son los menores de edad que embolsan lo que la gente compra, esa empresa no les paga, ni les da ningún tipo de prestaciones, so pretexto de que está prohibido por la ley emplear a menores, pero que es una especie de “servicio social” que presta. Las propinas que les da la gente es todo lo que ganan).

A quien llamaré Leticia, laboraba como cajera en una de las tiendas de la franquicia. Cuando la empresa se puso a reducir personal por las bajas ventas, a personas con ella, que ya tenían algunos años trabajando allí, se propuso actuar suciamente para no liquidarla conforme a la ley si era despedida injustificadamente, así que le trató de armar un “delito” mostrándole un video en que ella aparecía “extrayendo” dinero de la caja, lo cual es absurdo, a decir de Leticia, pues los cortes de caja son sumamente estrictos y siempre que falta dinero, ellas lo deben de pagar. Eso, lo de extraer dinero, pues es fácil filmarlo cuando cualquier cajera saca billetes para dar el cambio. Como el argumento era tan obviamente estúpido, Leticia decidió acudir a un servicio de abogados defensores y en estos momentos, la empresa se encuentra demandada por falsas acusaciones, despido injustificado y otras anomalías. Aquí, por fortuna, Leticia no permitió que se aplastaran sus derechos laborales y, sobre todo, humanos, además de que cuenta con la ayuda de abogados digamos que eficientes en el plano laboral y quizá éticos, si no actúan sólo por el dinero de por medio a que la demanda puede dar lugar.

Quinto “presunto culpable”: En este caso, además de las anomalías legales, se verá como vivimos una crisis de valores humanos, en donde entre la misma “familia” se dan bajezas, como la que narraré.

Un hombre al que llamaré Ernesto, de 65 años, tenía dos hermanas, con las cuales había que arreglar algunas cuestiones sobre propiedades heredadas. Sin embargo, había cierta reticencia entre una de las hermanas a aceptar lo que a cada quien correspondía. Un mal día Ernesto fue a ver a una de ellas a su casa y entró, como siempre hacía, sin tocar la puerta. La codiciosa “hermana”, viendo la oportunidad esperada, decidió actuar. Como llevaba muy buena relación de amor con un policía, le pidió que la ayudara a acusar falsamente a su hermano. Así fue y en cuanto Ernesto estuvo dentro de la casa de la mujer, casi de inmediato irrumpieron policías y la hermana simplemente lo acusó de robo y de que le quería quitar su dinero y todo lo que tenía de valor. Ernesto, sorprendido, fue apresado por los “diligentes policías”, quienes tomando como “pruebas” las falsas acusaciones de la hermana, sin más, lo condujeron a los separos en donde sin mediar juicio ni nada, de inmediato lo encarcelaron. El pobre Ernesto se la pasó seis meses en la cárcel, hasta que pudo comprobar su inocencia, pero le quedaron secuelas tanto físicas – se enfermó de una infección bucal y perdió todos los dientes –, como mentales, pues quedó sumamente deprimido por su injusta estancia en ese lugar, sobre todo a su edad, y que la causa hubiera sido la falsa acusación de su “hermana”. Pero así es de absurda nuestra “justicia”, combinada con la falta de valores.

Sexto “presunto culpable”: Este es otro caso, muy frecuente, por desgracia, de estar en el lugar y a la hora equivocadas. Un hombre al que llamaré Simón, se hallaba esperando en la calle, frente a una tienda de ropa, a que su esposa terminara de hacer allí dentro algunas compras. Para su desgracia, un ratero que se había robado una llanta iba en loca carrera, perseguido por los dueños de dicha llanta, cuando de repente choca con Simón, quien cae, golpeándose la cabeza y quedando inconsciente. El ladrón se deshace de la llanta, la que queda junto a Simón, quien, cuando despierta, ya está rodeado de policías que lo detienen y lo llevan al ministerio público para encerrarlo, pues las supuestas “evidencias”, “demostraban” que él se había robado la llanta, a pesar de varios testimonios, incluido el de su esposa, que afirmaban categóricos que Simón no se había robado nada. Sigue en la cárcel por falta de… ¡dinero para salir!

En el séptimo caso, se ve cómo la aplicación de la tal “justicia” es totalmente arbitraria, pues el delincuente, una mujer, pudo salir libre gracias a corruptelas y sobornos pagados a cuanto “representante de la ley” hiciera falta.

Un joven a quien llamaré Rubén, tenía 17 años cuando decidió irse a vivir con su novia, a pesar de la oposición de la familia de él. Esto porque la familia de la chica se dedicaba a la distribución de drogas y otros ilícitos. La familia de Rubén temía que el muchacho se fuera por el mal camino. Lo que sucedió fue peor, pues pasaron dos años, durante los cuales, Rubén se llevaba muy bien, tanto con su novia, como con su familia. Sin embargo, en algún momento tuvo problemas con una tía, la familia supone que porque no quiso Rubén hacer algo malo. Por desgracia el problema pasó a mayores y en algún momento la mujer asesinó a Rubén con una pistola. La familia de Rubén buscó afanosamente que se hiciera justicia, apelando a todas las instancias “legales” y gastando el poco dinero que tenían en abogados, sin embargo, las conexiones de la familia de la asesina, además de que contaba con bastantes recursos monetarios, lograron que luego de una breve estancia en un reclusorio femenil, la mujer saliera libre. La familia de Rubén fue amenazada de que ya no siguieran buscando “justicia”, pues luego les “tocaría” a ellos, así que decidieron dejarlo por la paz y prefirieron pensar que todo lo malo que se haga en esta vida, se pagará. Pero mientras ese espiritual consuelo se llegara a hacer realidad, la asesina y su familia gozaron de perfecta inmunidad, gracias a las corruptas, inmorales “autoridades judiciales”.

Octavo “presunto culpable”: Este caso es un tanto surrealista, sobre todo porque a quien le sucedió, es un joven que se dedicaba a hacer activismo en la UNAM, además de que daba clases de filosofía.

En una ocasión que viajaba en el metro, se quedó dormido y fue despertado por los gritos de una mujer que estaba a medio metro de él, llorando y gritando que la había manoseado. Alguien jaló la palanca de emergencia, lo apresaron los policías “preventivos” y lo obligaron a quitarse los zapatos y a caminar más de dos horas sin ellos. También de una manera muy arbitraria e ilegal, se le enjuició y fue sentenciado a un año de cárcel, sin que realmente existieran pruebas o evidencias que demostraran el hostigamiento sexual hacia la mujer que lo acusó. Incluso cuando de alguna forma demostró su inocencia, de todos modos el delito del que se le acusó, había prescrito.

Noveno “presunto culpable”: En este caso, al joven que le sucedió lo que narraré, tuvieron la fortuna sus familiares de contratar a un abogado eficiente y, sobre todo, que tenían dinero suficiente para pagar lo que hubo que pagar.

A quien llamaré Marcos, caminaba un día muy tranquilo sobre una amplia avenida. De repente, vio acercarse a una patrulla, la que se detuvo enfrente de él. Bajaron los prepotentes uniformados, acompañados de un hombre que, sin más, culpó a Marcos de robo, de que hacía como “cinco minutos”, lo habría asaltado. El lugar señalado estaba muy lejano, como para haberlo recorrido en cinco minutos, una calle que lo menos estaba a cuatro kilómetros, y eso, como hizo hincapié Marcos, por lo menos era media hora para haberlo caminado, no en cinco minutos. Y a pesar de su insistencia de que él no conocía a ese hombre que lo culpaba y que él regresaba de su trabajo, los policías lo detuvieron y lo llevaron al ministerio público. Impotente, desesperado, Marcos se veía, en efecto, tras las rejas. Por fortuna, al llegar al ministerio público, le permitieron hablar a su familia, la llamada legal, y, como dije, se pudo arreglar, eso sí, forzoso pago de $18,000 pesos, entre cohecho y dádivas. Y en este caso, gracias a las corruptelas, Marcos pudo librarse de la cárcel, ¿pero cuántos no han podido y están pudriéndose en una sobresaturada celda?

Y así, podría seguir narrando otros casos que me han platicado familiares o los directamente acusados, pero con esos basta para demostrar que a pesar de que hasta el cansancio es conocida la corrupta, arbitraria manera en que actúa el sistema “judicial” de acusar falsamente a inocentes y condenarlos a pudrirse en saturadas cárceles y reclusorios, a pesar de la mencionada cinta “Presunto culpable”, la ilegalidad, el cohecho, la prepotencia, la brutalidad policiaca… esa cloaca institucional seguirá, como una parte integral de un sistema que se vale de ella para así atemorizar a la gente, reprimirla, hacerle ver que si por un supuesto robo, no sé, unas galletas en un centro comercial o una falsa acusación, se puede pasar años en la cárcel, entonces si se dedica a protestar contra el sistema, a defender sus derechos, a cuestionar justamente tal “legalidad”, pues le irá peor aún.

Esto seguramente no sucede sólo aquí. Ha habido casos, por ejemplo, en EU, de personas que han sido no sólo encarceladas, sino ejecutadas (sobre todo afro estadounidenses y latinos), y luego se ha demostrado que eran inocentes. Una cinta que se estrenó hace algunos meses, aunque es Hollywood, muestra que a veces se acusa falsamente a personas, sólo por haber estado en el lugar y a la hora equivocadas. Se trata de la cinta “Los últimos tres días”, protagonizada por Russell Crow, personaje cuya esposa es acusada falsamente de un asesinato, que en la cinta se revela que, en efecto, ella no lo cometió, aunque dentro de la trama queda la duda. Claro, muchos casos así quedarán, sin forma real de que se compruebe si el acusado es o no inocente, pero en muchos otros, las evidencias demostrarán lo contrario.

Incluso, refiriéndome al sistema penal estadounidense, también está plagado de corruptelas e inconsistencias. Y existen dramáticos casos, incluso públicos, de falsas acusaciones y de que, a pesar de las evidencias, no se ha llevado a los verdaderos responsables de ellos a la cárcel. Por ejemplo, a pesar de los años que han transcurrido desde el asesinato de John F. Kennedy, el crimen no se ha aclarado. Siempre se ha dicho que aquél fue muerto por Harry Lee Oswald, un supuesto mariner psicópata que le disparó desde una distancia que, a todas luces, hubiera hecho imposible que pudiera dar en el blanco y, mucho menos, destrozarle la cabeza a Kennedy, tanto por la lejanía, así como porque había demasiados obstáculos. Obviamente se trató de una conspiración, pero por la “seguridad” del podrido sistema, nunca se sabrá lo que realmente sucedió, aunque seguramente deben de existir por allí algunos archivos “top secret”, que develan ese “misterio penal”.

O cuando también EU invadió Afganistán, so pretexto de combatir al terrorismo, se encarceló en una improvisada prisión en Guantánamo a cientos de hombres, cuyo único “delito” era ser o parecer árabes. Muy pocos han podido probar su inocencia desde entonces, pero la gran mayoría siguen pudriéndose en ese inhumano sitio, y eso que el “progresista” de Obama prometió en su campaña cerrar esa ilegal cárcel, pero es la hora que no lo ha hecho (y ahorita, queriéndose reelegir, es lo que menos le importará).

En otra cinta que vi recién, “El secreto de Soraya” (The stonning of Soraya), basada en hechos verídicos, muestra los infames acontecimientos sucedidos hace algunos años en un pueblo de Irán, cuando un miserable hombre acusó falsamente a su esposa de infidelidad, porque quería deshacerse de ella, ya que la mujer no le quería dar el divorcio, pues el tipo la engañaba con otra. Pero en esas machistas sociedades, la palabra del hombre prevalece sobre la de la mujer, y a pesar de que era una vil calumnia, la gente del pueblo, “enardecida” por el “brutal crimen” cometido por Soraya, decidió en juicio sumario apedrearla como “justo castigo” (es brutal la forma en que se trata a las mujeres supuestamente “infieles” bajo la ley islámica, no siendo parejo el trato hacia los hombres infieles, a quienes sólo se “amonesta”).

Así pues, en todo el mundo hay injusticias, inocentes pudriéndose en cárceles o siendo ejecutados por las “justas” autoridades (como en EU, que sigue practicando la barbarie de asesinar a prisioneros, sean o no culpables).

No sólo se ve que la llamada “justicia” es ciega, sino también bastante corrupta.

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