lunes, 25 de julio de 2011

Chile - LA EJEMPLAR LUCHA DE LOS ESTUDIANTES

Sus multitudinarias marchas inundan las calles y abren caminos. Los estudiantes han protagonizado un paro y ocupaciones ejemplares y mantienen viva la llama de la lucha. Por otro lado Piñera y su gobierno representa el lucro y la “educación como un bien de consumo”, desmantela la educación, quieren poner fin a las pocas escuelas públicas que agonizan por falta de recursos y privatizarlas, como privatizan las empresas y los recursos del país. Piñera no es más que un agente en definitiva de la colonización imperialista de América Latina. Los estudiantes representan a quienes se oponen al desmantelamiento de la educación pública, llaman a la estatización completa de la educación y la renacionalizacion del cobre para financiarla, con su lucha nos representan a todos los que queremos enfrentar los planes del gobierno, del Banco mundial y el FMI.

Piñera y sus ministros han intentado por todos los medios, los “pacíficos” y los violentos, aislar la lucha estudiantil. Empleando su poder mediático para criminalizar a los estudiantes ante toda la sociedad y explicar la huelga por la perversa acción de

“minorías”, “extremistas”, “encapuchados”... como si un “grupúsculo” fuera capaz de mantener durante semanas un paro, ocupaciones y marchas de docenas de miles.

Todo porque esas luchas son un “peligro social” que “subvierte el estado de derecho”.

Porque ya se sabe que las barricadas comienzan cerrando las calles del orden y acaban abriendo los caminos de la revolución en las mentes de la juventud.

En su empeño por mantener la lucha los jóvenes han apelado al resto de estudiantes, a los trabajadores, a los sindicatos, y las organizaciones populares, haciéndose la CUT y la burocracia sindical los sordos. Con su actividad los estudiantes están dando una lección de lucha a través de la acción directa, con la huelga y la ocupación de las aulas. No ceden a la presión del gobierno y tampoco a los sectores conciliadores de los “opositores” de la Concertación.

Los padres, los apoderados y sus familias han popularizado el grito de: “No están solos”.

Ese grito tiene que ser un compromiso político y de honor de todos los estudiantes con las organizaciones obreras y populares: “No están solos” y no lo estarán. En estos momentos cruciales los jóvenes podrán distinguir quienes los apoyaron y solidarizaron con sus luchas y quienes se hicieron los sordos, rehusaron o simplemente los traicionaron.

El movimiento estudiantil y la lucha de clases

Al igual que la clase trabajadora, los sectores progresistas del estudiantado constituyen organizaciones de lucha para defender sus intereses frente al sistema educativo, el Estado y el capitalismo. Los estudiantes no son una clase social, sino un sector heterogéneo no productivo orientado a ocupar distintas posiciones dentro del mercado laboral, pero mantienen lazos y están sujetos a la dinámica de la lucha de clases, bien por la familia, el medio en que se desarrollan, si laboran o no, etc.

Los métodos de organización que utilizan, los principios y las demandas dominantes que enarbolan, así como el nivel de conciencia que llegan a desarrollar en un periodo histórico determinado, no surgen por casualidad, se encuentran determinados por el grado de tensión o relajamiento, y la dinámica general de la lucha entre los patrones y los trabajadores.

Las causas de la victoria o la derrota del movimiento estudiantil, como también del movimiento obrero, son múltiples, y dependen en gran medida de la correlación de fuerzas existente en la sociedad que les facilita o dificulta el camino para generar alianzas y la solidaridad de otros sectores y clases. Las causas, también están en función del entendimiento de las posibilidades y limitaciones del movimiento de los estudiantes en la sociedad, estos no pueden transformar la sociedad por sí solos, ni pueden jugar un papel dirigente de cara a acontecimientos que rebasan el ámbito escolar o meramente juvenil. Pero es un factor decisivo en la ecuación, la existencia de organizaciones permanentes que den dirección al movimiento y lo doten de programa, ideas y métodos correctos para llevarlos a la victoria, es decir el elemento subjetivo.

Si el sector más avanzado de los estudiantes funciona como un arma tradicional que defiende sus intereses, que a cada paso se encuentra a su lado para explicar las causas de la opresión y los ataques de los que son víctimas, y también les educa en la lucha política y eleva su nivel de conciencia, este sector podrá convertirse en la dirección legítima del movimiento estudiantil. De cara a acontecimientos decisivos, es necesario que este sector juegue un papel dirigente dando orientación y resaltando las demandas y tareas prioritarias del movimiento. De ser así, las organizaciones estudiantiles pueden ser un dinamizador del movimiento que pueda llevarlo a obtener victorias o un freno burocrático que lo frene, lo asfixie y lo lleva a la derrota. Muchas organizaciones estudiantiles no pueden dar el salto en momentos decisivos, debido a que pierden la orientación general de los acontecimientos y la confianza en los sectores progresistas del estudiantado, en consecuencia se aíslan del movimiento de masas.

La explosión juvenil ha sido la síntesis de toda una acumulación de tensiones que antecedieron al mismo movimiento: como el fuerte crecimiento económico, pero como este crecimiento no se ve reflejado en un aumento del nivel de vida de las clases populares, más bien profundiza la brecha en dos polos incrementando de forma exorbitante la concentración de capital y empobreciendo a la clase trabajadora de manera rápida. Una nueva generación de jóvenes, cada vez más en ascenso, penetra en los recintos escolares y aspiraba a ocupar mejores posiciones en la escala social, es decir mejores condiciones de vida que sus antecesores. La contradicción se expresa en la explosión económica que genera riqueza de manera vertiginosa pero que la concentra en pocas manos, y al mismo tiempo, la reaccionaria estructura política del Estado chileno heredado de la dictadura y perfeccionado por la Concertación, vigía de la cultura conservadora que restringe las oportunidades a la juventud dejándolas en manos de la oligarquía y los hijos de los patrones. Esto a la larga no solo es insoportable para los hijos de los obreros si no también para los hijos de la pequeña burguesía que ve truncadas sus expectativas de progreso y fue lo mismo que desencadenó la Rebelión de los Pingüinos.

Evidentemente las tensiones acumuladas se expresan por el conducto de menor resistencia, el eslabón más débil de la cadena, el más sensible para la juventud: las causas económicas subyacentes en las demandas políticas: el derecho a un futuro digno para los jóvenes.

Los jóvenes decidieron salir a las calles para manifestar su descontento y echar atrás todo el esquema decrépito mantenido por la Concertación, el deterioro brutal de la calidad de la educación, y el enriquecimiento obsceno de los “sostenedores” y las universidades privadas, a costa del endeudamiento de los padres y los estudiantes. Como también, como toda manifestación juvenil es reprimida de manera brutal por la policía.

Las tomas y paros iniciados se extendieron a cientos de establecimientos educacionales a nivel nacional. Los mítines, marchas, asambleas en distintas zonas llaman la atención de la población que efusivamente contribuye con el movimiento de manera solidaria. Cuando el movimiento alcanzó un punto álgido con las marchas multitudinarias.

Hoy en Chile vivimos un ambiente de efervescencia no muy distinto a algunos que se han vivido en el pasado, con sus particularidades es cierto, pero el descontento de la sociedad esta llegando a un punto, que ha hecho posible que docenas de miles de jóvenes, hombre y mujeres están saliendo a manifestar su descontento contra el gobierno y el apoyo a las demandas estudiantiles, por otra parte el gobierno y la Concertación caen verticalmente en las encuestas. La lucha de clases esta tomando una fisonomía cada vez más definida, por una parte los jóvenes rompiendo con la rutina y la ideología dominante del neoliberalismo y el lucro, por otro la burguesía temerosa agrupándose en sus partidos y cámaras empresariales intentando frenar el poderoso movimiento que se desarrolla.

Es claro ahora el principal actor en las luchas del pueblo son los estudiantes, demostrando que la juventud puede salir a las calles para luchar contra la derecha y las manifestaciones mas odiosas del capitalismo. Estos procesos, han sido una muestra de las tensiones que se están acumulando en el seno de la juventud ante la falta de oportunidades, desempleo y disminución de la calidad de vida, etc. No es descartable que muy pronto pueda desarrollarse un movimiento juvenil nacional de una envergadura mucho mayor, que es lo que asusta a Alianza y la Concertación.

Los jóvenes están tomando una posición decidida de cara a los acontecimientos que estamos viviendo. Tenemos que seguir ese ejemplo para acabar con la opresión política y económica. Es una obligación para cualquier joven consciente de los acontecimientos que se desarrollan en la actualidad, defender los intereses de los trabajadores y la juventud frente a la burguesía y su maquinaria represiva. La mejor forma es organizarse y luchar decididamente por terminar de una vez por todas con esta pesadilla llamada capitalismo, es nuestro deber prepararnos para ello.

Un nuevo periodo se cierne sobre Chile, pero esta reedición debe ser aprovechada, organizándose para lograr la mejor de las victorias para la juventud y los explotados. No partimos en blanco, tenemos de nuestro lado la experiencia histórica, sabemos que es imprescindible la alianza entre obreros y estudiantes para triunfar, que es necesario un programa socialista que vincule las demandas de la juventud con las de los trabajadores, que son necesarios métodos de lucha democráticos, representativos y que aseguren la unidad del movimiento en su conjunto. La cristalización de esa lucha debe ser llamando a toda población a organizar un PARO GENERAL desde las bases.

Violencia.

Tenemos el problema de la "violencia", que en el contexto significa la continua actividad de pequeños grupos estudiantiles que hacen uso de la capucha para protestar contra el sistema socioeconómico existente y las políticas estatales. ¿Acaso los que han luchado en el pasado contra regimenes tiránicos no han usado esa táctica? Reconociendo que el problema existe, ¿Es lo suficientemente serio como para ameritar las desproporcionadas medidas que se imponen, apaleos, cámaras de vigilancia, reforzamiento de las medidas disciplinarias, sistema de identificación y control que impone un panóptico sobre el estudiantado etc.? Parece más bien la inoculación a la fuerza de la doctrina de "seguridad democrática", doctrina que en cuanto seguridad significa muertes, redadas y persecución de líderes sociales y de derechos humanos, como en el caso de los ataques a los luchadores mapuches y sindicales de base, y de democrática sólo ha tenido la concesión a manos llenas de los recursos del país al capital foráneo y criollo, sea vía reforma laboral tercerizadora del trabajo, o vía sesión de los recursos naturales y minero-energéticos a las multinacionales, con importantes consecuencias sociales y ambientales para la población.

La "violencia", entendida como las acciones de los encapuchados, a quienes las directivas, los medios y el Estado acusan de "terroristas" “delincuentes” y “antisociales”, ha sido una constante de la historia de nuestro país, no es un problema ni de ayer ni de hoy.

Ahora resulta que la "violencia" se ha convertido en un problema que amenaza a la sociedad, esto en verdad se debe a una falsa propaganda, que pretende etiquetar a los estudiantes y a sus marchas de protesta como promotores del "vandalismo" y demás falsedades de que gustan servirse los medios para mantener el estado de miedo psicológico dentro de la población. La violencia se ha convertido en el melodrama cotidiano de los voceros del gobierno, se azuza el miedo de la población y de los padres de los estudiantes, para canalizar sus sentimientos y pasiones contra la oposición política y para avalar las anatematiza como "antisociales". De esta manera trata de movilizar el imaginario social contra los jóvenes, y se fabrica una división falsa entre los "buenos", los que sólo estudian, y los "vándalos", quienes luchan por las demandas de una educación publica universal, estatal y gratuita. El gobierno y sus voceros, como los académicos de derecha, pretenden fingir como maestros de la moralidad y pureza políticas en los principios y acciones, velando maquiavélicamente el papel que le ha caracterizado en esta campaña de propaganda contra el movimiento estudiantil.

La llamada “violencia”, no es un problema serio como para justificar los métodos autoritarios que desde el Estado se quieren imponer, ni es un problema de ahora, sino que como expresión general de la crisis permanente de la sociedad chilena, refleja la crítica situación de desigualdad social existente y progresiva en el país. La verdadera violencia, ha sido ya demostrada claramente por el rol de los agentes policiales infiltrados al interior de las movilizaciones, las escuchas telefónicas, los seguimientos en las redes sociales, las provocaciones y el tratamiento brutal a los manifestantes, como las últimas noches a los pobladores de Dichato.

El problema de fondo: el modelo de educación

La negativa de la Alianza y de los gobiernos anteriores, para negarse a una educación estatal, democrática, gratuita y de calidad en beneficio de los estudiantes y del progreso genuino del país, y de su avanzada represiva se esconden otros motivos non sanctos, móviles relacionados con la visión estratégica de desarrollo de la educación y desarrollo del país, es el modelo de universidad que se intenta implantar desde las directivas de la universidad, junto a una crítica del mismo según si cumple o no con la función social del Alma Mater.

No está demás anotar algunos aspectos estructurales del problema. El proceso de globalización neoliberal capitalista desplegado desde inicios de los años setentas del siglo pasado ha supuesto, además de recortes drásticos en el gasto social por parte de los Estados, de los subdesarrollados y débiles, se entiende, una reforma de fondo en el concepto de universidad, a tono con los desarrollos técnicos y tecnológicos y sus aplicaciones industriales. La "revolución tecnológica", operada tanto en la industria, como en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), ha impreso una nueva modalidad de relaciones sociales y de fabricación de bienes y servicios. En particular, la ciencia y su aplicación tecnológica, que hasta esa época seguía siendo monopolizada en líneas generales por las instituciones de educación superior, a partir de ahora era también desarrolladas en gran escalas por compañías multinacionales, que comenzaron a fabricar enormes complejos científico tecnológicos, con investigadores de punta e ingentes inyecciones de capital, para aplicar la ciencia a los procesos productivos ligados a sus necesidades económicas. Buena prueba de esto lo constituye, sin duda, la puja por la decodificación del mapa genético, pero también aplicaciones en ámbitos como el farmacéutico, automotriz, producción por medios de robots, etc. Esto obligó a muchas instituciones de educación superior, universidades públicas y privadas, a volcarse hacia una relación cada vez más estrecha con las empresas privadas nacionales y multinacionales, para desarrollar proyectos de investigación en ciencias aplicadas que les permitiesen a las empresas añadir valor agregado a sus productos, y a las universidades acceder a nuevas y cuantiosas sumas de capital.

Estos hechos sucedidos en el ámbito global no han sido ajenos a las universidades chilenas, y a las públicas, que más nos interesa. La desfinanciación progresiva de la educación superior, primero, la exigencia de la sociedad y de los gobiernos por ampliar la cobertura, segundo, y la necesidad de conseguir recursos que los Estados niegan y las universidades necesitan, tercero, constriñeron a estas a echar mano de la relación con las empresas privadas para acceder a unos recursos vitales e impostergables, si las instituciones superiores querían sobrevivir a los vientos del neoliberalismo y desarrollarse tanto como fuese posible. De esta manera, emergió el concepto de una nueva universidad, no centrada en la formación universal y humanística de los estudiantes, sino adecuada a la necesidad de investigación científico-tecnológica, aplicada a las exigencias del mercado y de la industria, que debía reformar sus programas para desarrollar "competencias básicas", niveles de formación elemental que le permitiesen a sus futuros profesionales insertarse en el mercado, hacer uso de las técnicas comunicativas e informarse continuamente, para adaptarse a las condiciones flexibles del mercado, flexibles porque los capitalistas han desregulado todas las condiciones de contratación laboral, porque la volatilidad del empleo exige una gama de conocimientos amplísimos para aspirar a sobrevivir en un mundo "libre", y que por lo mismo demanda una mayor maleabilidad al curso acelerado de desarrollo del capitalismo, una formación continuamente renovada, denominada eufemísticamente "educación para toda la vida", pero que significan en realidad, el derecho sacrosanto de los empresarios para usar y tirar a la basura a los profesionales una vez sus conocimientos sean absorbidos por la industria y sean superados por la misma.

Comenzó así a perfilarse el concepto de una nueva forma de financiación de la universidad pública, la "Universidad-Empresa-Estado", donde el Estado actúa como regulador de la educación superior, esto es, delinea los parámetros de "calidad" de los programas, ejerce su papel de "control y vigilancia" (para los empresarios, se entiende) sobre las universidades, y de vez en cuando, muy de vez en cuando, aumenta recursos para el sistema, que no son muchos y que siempre van acompañados de la exigencia de ampliación de cobertura y de racionalización del gasto. También vemos como los especuladores tratan de hacer lucro fácil, con una oleada de establecimientos de “capacitación profesional”, “preuniversitarios” o "universitecas de pizarrón" que, como parásitos, viven a expensas de los deseos de una mejor formación por parte de jóvenes ingenuos que son timados con la complicidad, y el silencio del Estado. Pero los parámetros de evaluación de la calidad y pertinencia de los programas de educación superior no sirven, ni remotamente, de instrumento mejorador de la calidad, pues la otra cara de la moneda, que consiste en la ampliación del personal docente con formación de postgrados y en condiciones económicas dignas, no ha recibido ningún trato adecuado por parte del Estado, y las universidades, que por su sola cuenta deben financiar la formación de dicho personal, no cuentan con los recursos suficientes, por lo que echan mano de "profesores de cátedra", unos verdaderos parias intelectuales, obreros del saber que ganan menos del mínimo y laboran como asnos al servicio de universidades que los desangran como vampiros sedientos.

Ello exige vincular la lucha por la defensa de la universidad pública con la lucha contra la privatización de los servicios sociales, la defensa de salud pública, por las mejoras salariales, el incremento de los gastos sociales, la construcción de viviendas para los sectores sociales más desfavorecidos y por la mejora de las infraestructuras y las condiciones de vida en los barrios obreros y populares.

La concepción de que un país capitalista dependiente como Chile puede llegar a una "democracia plena" dentro de este sistema ha sido refutada una y otra vez. La burguesía en su condición de lacayo del imperialismo, requiere una estructura política que permita la reproducción del capital, esto pasa por restringir las libertades democráticas en ciertas condiciones. Jamás los capitalistas estarán de acuerdo en que los explotados ejerzan consecuentemente sus derechos democráticos y utilizarán todos los mecanismos a su alcance para no permitirlo. Como tampoco, este régimen capitalista desarrollará ningún sistema de educación genuina, tanto para el desarrollo del país y las grandes mayorías, su política económica centrada en las exportaciones están ligadas directamente a las necesidades de las empresas extranjeras e imperialistas.

Organización, centralización y lucha.

Si el movimiento estudiantil carece de organizaciones tradicionales de lucha, o bien estas existen, pero no adoptan un programa que vincule sus demandas con la clase trabajadora para erradicar el capitalismo, de todos modos emerge una dirección, la mayor parte de las veces confusa en líneas reformistas o sectarias. Lo más importante y urgente en este momento, es la construcción de una organización estudiantil a nivel de todo el país, permanente con carácter de clase, ya que es una cuestión decisiva para la victoria o la derrota.

Ahora más que nunca somos conscientes de la importancia de seguir luchando organizados. Ahora más que nunca deseamos construir y fortalecer un Partido Revolucionario, porque en él existe la inteligencia, la preparación, la convicción, la organización, la unidad. Es el partido de los trabajadores el único que puede, junto con los asalariados, derrocar al Estado burgués que nos oprime. Fueron Marx, Engels, Lenin y Trotsky quienes demostraron que es posible la construcción de un Partido Revolucionario Mundial. Fue la revolución de Octubre en Rusia y la Comuna de París las que nos han demostrado que los trabajadores y la juventud organizada pueden realizar los cambios políticos y sociales que necesitamos. Fue que a pesar del enorme heroísmo y sacrificio de los estudiantes del Mayo Francés de 1968 que lamentó la falta de esa organización revolucionaria. Construirla es la tarea pendiente.

Víctor Chavez

Alternativa Revolucionaria Comunista-ARCO

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