miércoles, 8 de febrero de 2012

Siria - Punto de no retorno

Charles-André Udry
La Breche
http://alencontre.org/
Traducción de Faustino Eguberri
Viento Sur
http://www.vientosur.info/

 
El pasado 1 de febrero Robert Fisk terminaba así su artículo en el periódico The Independent: “Pero hay una cuestión que no está planteada. Suponed que el régimen (de Bachar el-Assad) sobreviva. ¿sobre qué Siria ejercería su poder?”. Dicho de otra forma: la revuelta ha alcanzado un punto de no retorno. El registro, bajo todas las formas, por las fuerzas policiales y militares, de decenas de miles de manifestantes y de opositores –cada semana, cada día- en las diferentes ciudades y aldeas del país haría mañana muertos y encarcelados, torturados, suplementarios,  si el combate se detuviera. Y si el régimen de la camarilla de Assad permaneciera. El terrible precio humano de este combate popular es conforme a la naturaleza odiosa e implacable del régimen, con el que ninguna negociación es posible y aceptable por los combatientes antidictatoriales.
El 4 de febrero de 2012, Khaled al-Arabi, miembro de la Organización Árabe de los Derechos Humanos, declaraba: “El ejército sirio bombardea con cohetes y morteros. Está cometiendo un baño de sangre de un horror jamás visto hasta ahora en la ciudad de Homs…”. Radio France Internationale (FRI), en la misma fecha, afirmaba: En Homs, son cerca de 300 las personas  muertas sólo la jornada de ayer, viernes 3 de febrero de 2012, afirma el Consejo Nacional Sirio (CNS). Incluso si es difícil saber con precisión lo que ocurre en ese país cerrado a la prensa y sometido a un estricto control, las imágenes difundidas por las televisiones árabes y los testimonios recogidos evocan una violencia creciente y ciega. Los testimonios describen un bombardeo despiadado, una ciudad transformada en zona de guerra. Nadie, ni ningún barrio se ha librado de una “verdadera lluvia de bombas”. Y es un verdadero baño de sangre lo que se describe. El bombardeo de la ciudad ha comenzado ayer, viernes 3 de febrero hacia las 17 horas, hora local, y ha proseguido hasta el alba. Los testigos declaran que los primeros bombardeos se han concentrado sobre todo en el barrio de al-Khalidiya, donde numerosas casas se han hundido sobre sus ocupantes y donde se cuentan la mayoría de las víctimas. A lo largo de toda la noche, los balances no han dejado de crecer. Según los opositores del Consejo Nacional Sirio, es “una de las masacres más horribles desde el comienzo (el pasado marzo) del levantamiento en Siria”. La oposición estima que se trata de represalias tras nuevas deserciones registradas en el seno de las fuerzas armadas”.
Dos elementos destacan entre las diversas fuentes que se pueden recoger. En primer lugar, la revuelta contra el régimen dictatorial se ha ampliado desde noviembre de 2011. Alcanza las zonas urbanas más importantes. Por tanto, ha tomado forma y fortalecido un movimiento de la periferia hacia el centro durante estos últimos once meses. En el plano social, las capas que participan en la movilización contra la dictadura –el término revolución debe ser entendido en este sentido- se han ampliado también. Solo la existencia de tal “frente social” permite comprender el mantenimiento y el refuerzo de una organización que asegura: los días sucesivos de movilización; las consignas que dan su sentido a cada “viernes” de lucha contra el poder del clan Assad; la amplitud de los funerales, a menudo colocados bajo la protección de soldados que han desertado; los cuidados –ciertamente administrados en condiciones dramáticas- aportados a los centenares de heridos que no pueden ser cuidados en los hospitales, pues la llamadas fuerzas de seguridad vienen a secuestrarles para torturarles y matarles; la puesta en pie de redes de comunicación y de transporte en un contexto de guerra. Es sobre esta base social sobre la se basan las actividades de los comités Locales de Coordinación. La población en revuelta recibe una ayuda de la diáspora siria que dispone de recursos materiales. Pero el hecho de que no dependa de una fuerza “extranjera” ha reafirmado el sentimiento de que debe contar con sus propias fuerzas. Lo que dinamiza –a pesar de los suplicios y los dolores encajados- las múltiples ayudas mutuas y las formas de auto-organización.
Luego, las masacres, las torturas de niños, las violaciones de mujeres, el número de familias ofendidas, martirizadas, han conducido, inevitablemente a la aparición de formas de autodefensa. Las deserciones se multiplican: las que provienen del ejército del régimen que rechazan ser el brazo asesino de Assad; las de jóvenes que rechazan el reclutamiento forzoso. Estos soldados de la revuelta –conocidos bajo el nombre de miembros del Ejército Sirio Libre- disponen de un armamento ligero. En este sentido, no hay una verdadera militarización del combate antidictatorial, aunque enfrentamientos directos, relativamente limitados, se hayan producido y podrían ampliarse como consecuencia de la masacre cometida en Homs. Estas deserciones ilustran fallas en el régimen. Más exactamente, frente a la extensión y la duración de la revuelta, un régimen así no puede evitar los procesos de autonomización relativa de sus diversos centros de poder; esto tanto más en la medida en que ya tiene más de 40 años. Episodios de luchas análogas en la historia demuestran que –a medida que perdura la movilización, se refuerza y ya no puede retroceder- los procesos de tomas de decisión se hacen más difíciles. Traducen las dudas de los sectores que no están en el círculo restringido de las pocas “familias” que monopolizan el poder y todos los privilegios corruptores que derivan de ello. Una dinámica errática se instala pues en la gestión misma de las operaciones represivas y políticas. Y las incertidumbres sobre su futuro económico inquietan a las capas de negociantes, de comerciantes, de importadores y exportadores, así como los medios ligados al turismo. Las sanciones aumentan la dependencia de Irán; lo que no es considerado como una solución atractiva por diversas fracciones de la media burguesía.
Ciertamente, la Guardia Republicana y la IV División de Maher el-Assad (el hermano de Bachar) son instrumentos de terror en manos del régimen. Pero un signo, según diversos reportajes, no engaña. ¿Por qué el poder debe dedicar tantos recursos para comenzar a vigilar, a amenazar con sus esbirros, a los medios cristianos y alauitas que constituían (y siguen constituyendo) su base “oficializada”? Tomar como rehenes a las minorías confesionales forma parte de la política del régimen. No deja de blandir la amenaza de un amplio arreglo de cuentas –en el que los “sunitas” serían los “futuros dueños”- en caso de caída del régimen. Y el clan Assad hará todo lo posible –y ya lo ha hecho- para que se produzcan enfrentamientos confesionales, comunitarios. Es importante pues para las diversas fuerzas comprometidas en este titánico combate antidictatorial lanzar un mensaje: a pesar de los sufrimientos y las humillaciones soportadas, los actos de venganza indiscriminados están excluidos de todas las opciones de las fuerzas que luchan por el derrocamiento del tirano. Es una de las dimensiones de una orientación que tenga por objetivo ampliar el frente social y político, neutralizar ciertos sectores y debilitar la base, frágil ya, del régimen.
El cinismo de la llamada comunidad internacional no tiene límites. Los medios no dejan de disertar sobre los proyectos de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. ¡Son bloqueados por Rusia (de hecho, el poder del kgbista Putin) y China (del “partido comunista” de China a quien se han presentado peticiones de ayuda para las economías occidentales)! Son numerosos los gobernantes que derraman lágrimas de cocodrilo sobre el “pobre pueblo sirio” y denuncian al “cruel déspota” Bachar al-Assad, tras haberle recibido con gran pompa o haber apreciado su papel en la región, al menos como un mal menor.
El lugar de la Siria de Assad en el “arreglo regional” plantea un problema diferente del de la Libia de Gadafi. Una gran parte de la puesta en escena diplomática oculta la dificultad para los diversos “actores” regionales e internacionales –en el contexto actual de crisis socioeconómica y de disturbios mundializados propios de un sistema de hegemonía política con fallas visibles- de definir las “vías de un cambio” que no conduzca a una pérdida de control y a procesos centrífugos en una región tan estratégica.
Estados Unidos parecen decididos. De hecho, la irresolución de las resoluciones escritas y reescritas –que deben ser presentadas en el Consejo de Seguridad- no les molesta demasiado. Ganar tiempo y poder dar conferencias de prensa “humanitarias” conviene perfectamente a la administración Obama. La caída de Mubarak y la presente situación en Egipto han modificado el puzzle construido por los Estados Unidos e Israel, desde al menos 1979. Las relaciones entre el Líbano de Hezbolá e Israel no son de una tranquilidad a toda prueba, lo que hace de la Siria de Assad una frontera más “segura” que la de un nuevo régimen sirio del que es difícil decir quien le “dirigirá” o tendrá la posibilidad de dirigirle. Las tensiones con Irán son un factor más, a fin de conservar, por el momento, un gángster que se conoce –Assad- o, mejor, piezas importantes, revisadas, de su máquina politico-securitaria. Lo que necesita tiempo para la maniobra. Pues debe ser efectuada de forma conjunta con diversos gobiernos que son recién llegados a esta arena regional. Qatar puede ciertamente financiar a los Hermanos Musulmanes en Túnez y en Egipto; añadir hoy a la lista los de Siria es una tarea políticamente delicada, incluso con apoyos externos. El despido, el 4 de febrero, del embajador de Siria en Túnez refleja –igual que la ocupación en El Cairo de la embajada siria, sin embargo relocalizada en “lugar seguro”, pero no protegida (!)- que la “revolución árabe” es un intérprete suplementario de los guiones que están escribiéndose en este año 2012.
Esto tanto más cuanto que Turquía querría también su parte del pastel y es capaz de obtenerlo. El poder ruso quiere estar seguro de conservar sus posiciones (instalaciones portuarias, entre otras), pero no puede jugar una carta ofensiva. Así pues, no puede más que bloquear una decisión del Consejo de Seguridad… que los occidentales no están tan apresurados a tomar –a pesar de que no sea más que un sencillo pedazo de papel- más allá de las sanciones económicas.
El juego complejo de injerencias –que ha hecho una gran parte de la historia de esta región- se efectúa pues, hoy, en un marco en que el dibujo del puzzle pasado está siendo parcialmente borrado, mientras que los contornos del nuevo dibujo no están aún definidos. De ahí la importancia de dar apoyo político a la lucha de ese pueblo en revuelta que cuenta con sus propias fuerzas y con la solidaridad; y también de oponerse a todas las intervenciones militares extranjeras.

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