Por Guillermo Parson
"Sólo la verdad es
revolucionaria " Antonio Gramsci
1. Introducción y
propósito del trabajo
Pocas dudas caben en
cuanto a que las dos figuras que encabezan este artículo son emblemáticas de un
siglo que está a punto de expirar. Del peruano, especialmente a partir de los
ochenta, existe una especie de revalorización y descubrimiento: aparición de trabajos
inéditos, publicación de sus obras completas o textos escogidos, unido a
debates, artículos y libros que abarcan un amplio espectro de pensadores e
historiadores latinoamericanos que vuelven a levantar su ideología o aspectos
de ella. Algo similar ocurre con otro gran marxista: Antonio Gramsci, hecho que
desde ya nos parece más que auspicioso, porque los dos tienen mucho que
decirnos en los albores del siglo XXI. Trotsky en cambio, fue siempre un
pensador y un político más "revulsivo", al menos en América Latina (y
particularmente en Argentina) fue un autor "vedado" en los claustros
académicos y el mundo intelectual. Solamente aquellas organizaciones
partidarias que se reclaman deudoras de su práctica y programa político,
intentan mantener vivo su legado, inclusive en el terreno de la propia
publicación de sus obras. En Europa, el panorama es algo diferente:
historiadores como Pierre Broue, Perry Anderson (sin olvidarnos de Mandel,
Deustcher y otros) reivindican al trotskismo como continuador legítimo del
pensamiento marxista no dogmático y revolucionario. Sin ahondar en el tema,
creemos que dicha "exclusión" del fundador del Ejército Rojo, obedece
a la mencionada conformación de corrientes orgánicas que dio su pensamiento y
que perduran hasta la actualidad. Esto para cierta intelectualidad que se
autoproclama marxista (ni que hablar de la otra) es su "pecado
original": malformación burocrática, carencia de debate y de validez
científica-historiográfica, son sus latiguillos más usados, que ocultan en realidad
su aversión a cualquier estructura partidaria. El abordaje del marxismo,
retomar su "hilo de Ariadna", a través de Gramsci o Mariátegui (cuyas
organizaciones no tuvieron continuidad en el tiempo, o devinieron en su
opuesto) los hace sentirse más cómodos: en un sentido, podrían decir junto a
Sebreli: "somos hombres sin partido, socialistas solitarios y nos
enorgullecemos de ello".
Dicho esto, pasemos a
elucidar el objetivo de nuestro trabajo: en él se intentará poner de relieve
los puntos de unión entre ambas figuras, poco entrevistos y estudiados con
anterioridad, hecho este, si se quiere comprensible en corrientes y pensadores
de tipo nacionalista o populista, pero por demás llamativo y preocupante en
sectores marxistas y ni que decir trotskistas. Porque consideramos de vital
importancia dicha unidad de pensamiento en la diversidad, tomaremos cinco ejes
para desarrollar (quedando ex profeso, algunos aspectos no contemplados) que
comprenden: I) Internacionalismo II) Revolución permanente III) Partido y clase
obrera IV) Cultura y arte y V) Juicios del propio Mariátegui sobre el
revolucionario ruso.
Cerraremos con una
conclusión, que tratará de reafirmar lo expuesto como hipótesis: las muchas
afinidades en los terrenos político, metodológico, económico social y
superestructural que conviven en la producción de ambas figuras. Por último,
pedimos disculpas por la que puede resultar abusiva transcripción de citas,
pero debido al objetivo del artículo, las consideramos casi imprescindibles.
2. Sobre internacionalismo
Para el marxismo clásico,
el internacionalismo constituía una premisa básica y elemental de la cual se
debía partir. El socialismo sería mundial o no sería, teniendo en cuenta que
nacía de las "entrañas" de la economía mundo que había inaugurado el
capitalismo. Nadie al menos hasta 1924, hubiera osado poner en duda aquel
principio. Vollmar (un socialdemócrata alemán) trató de teorizar algo parecido
a un "socialismo nacional" y fue ridiculizado por toda la II
Internacional. Conviene insistir en ello, porque el estalinismo y sus diversas
variantes silenciaron esto en su "caricatura teórica" (al decir de
Trotsky) de socialismo en un solo país, la que trasladaron a la putrefacta III
Internacional, que coherentemente disolvieron en la década del 40.
El mismo Trotsky con su
habitual precisión lo definía así: "El carácter internacional de la
revolución socialista, es consecuencia inevitable del estado actual de la
economía y de la estructura social de la humanidad. El internacionalismo no es
un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del
carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas
productivas y del alcance mundial de la lucha de clases" (Trotsky, 1973).
Pero enseguida aclaraba, pensando en aquellos que absolutizaban su concepción,
acusándolo de "ignorar" la situación concreta y particular de cada
país: " Las peculiaridades económicas de los diversos países no tienen un
carácter secundario, ni mucho menos: bastará comparar a Inglaterra y la India,
a los EEUU y el Brasil. Pero los rasgos específicos de la economía nacional por
grandes que sean, forman parte integrante, y en proporción cada día mayor, de
una realidad superior que se llama economía mundial en la cual tiene sus
fundamentos, en última instancia, el internacionalismo de los partidos
comunistas" (Trotsky, 1973, Subrayado mío).
Creemos innecesario
brindar más citas para desenmascarar el viejo disparate de ver en el
internacionalismo trotskista una proclama voluntarista de "revolución
simultánea en todos los países", de todas maneras algo diremos en el
próximo punto. Lo interesante es observar la posición de Mariátegui sobre el
particular. Ya en una conferencia temprana de 1919 ante un auditorio obrero
peruano, manifestaba: " El internacionalismo no es únicamente un ideal; es
una realidad histórica (...) Cada uno de los obreros que cae en estos momentos
en las calles de Berlin o las barricadas de Hamburgo no cae sólo por la causa
del proletariado alemán: cae también por vuestra causa, compañeros del Perú"
(Mariátegui, 1991 d ).
Años más tarde (en pleno
desarrollo del estalinismo que lo llevará, como ya veremos, a disputas con
Codovila) y abocado a la tarea de crear los principios programáticos del recién
creado PS peruano, redacta una declaración doctrinal, en donde afirma: " 1
El carácter internacional de la economía contemporánea que no consiente a
ningún país evadirse a las corrientes de transformación surgidas de las
actuales condiciones de producción 2 El carácter internacional del movimiento revolucionario
del proletariado. El PS adopta su praxis a las circunstancias concretas del
país, pero obedece a una amplia visión de clase y las mismas circunstancias
nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial"
(Mariátegui, 1991 a ).
Como se ve, la afinidad
(sería mejor decir, identidad) entre ambas concepciones es total: se parte de
una comprensión global de la política y la economía mundiales, en donde cada
país (y su proletariado) tiene su especificidad, pero se halla subordinada a
esa totalidad mayor que la aprehende. Inclusive creemos que no es casual la
jerarquía que le asigna al internacionalismo Mariátegui, cuando tiene que
redactar las bases de un programa para un partido nacional (y latinoamericano).
Esto se presentará más claro cuando en 1929, con motivo de la realización de la
Primera Conferencia Comunista Latinoamericana en Buenos Aires, el delegado
peruano exponga las tesis escritas por Mariátegui, que lo llevarán a un
enfrentamiento con el "oficialismo" del Comitern.
Esa economía mundial,
manejada por el imperialismo es el principal enemigo a derrotar por la clase
obrera, y la única garantía de construcción de una sociedad socialista y no
fundada en el trabajo enajenado. La tesis antedicha, en uno de sus pasajes
dirá: " ... nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la
revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y
verdadera" (Mariátegui, 1991 c ). Trotsky, para la misma época, exiliado
en Alma Ata escribirá: "La revolución socialista empieza en la palestra
nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la
mundial. Por lo tanto, se convierte en permanente en un sentido nuevo y más
amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva
de la nueva sociedad en todo el planeta" (Trotsky, 1973).
Ahora sí, podemos avanzar
con el segundo eje de nuestro trabajo que denominamos "Revolución
permanente", tal cual la definió su autor y que describe una dinámica y
combinación de tareas que como veremos, será compartida por Mariátegui, aunque
no la mencione con dicho nombre: parafraseando a Hegel, podemos decir que el
peruano conoce pero no reconoce la teoría.
3. Sobre la revolución
permanente
El tema de la teoría de
la revolución permanente, conjuntamente con la menos desarrollada del
"desarrollo desigual y combinado" conforman dos de los elementos
centrales del corpus teórico político de León Trotsky.
La primera de ellas,
muchas veces mal comprendida (aún por sus supuestos apologistas) y denostada
por todo el estalinismo mundial como ultraizquierdista, voluntarista, anti
leninista y otros epítetos más, requiere hoy un buen estudio de su génesis y
desarrollo: desde su "primera aparición" en el "Mensaje" de
Marx de 1850, la formulación de Parvus, la primera elucubración de Trotsky en
1906 y sus perfeccionamientos, que abarcaron hasta el final de su vida. El
libro de Brossat "El joven Trotsky" es un buen punto de partida para
recorrer dicho periplo, pero se detiene en 1917, con lo cual queda a mitad de
camino.
En verdad, como ya
dijimos, la III Internacional estalinista jamás dio un debate serio y
científico sobre la misma. Como diría Borges, sus "argumentaciones"
estaban: "... incomodadas por una infatigable pululación de chicanas
inútiles y de malevolencias minúsculas". En nuestra América Latina, los
ecos del "debate" prácticamente no existieron (más en el período de
actuación de Mariátegui) y en Argentina el moscovita PC, acorde a las
"sagradas escrituras" que llegaban del Kremlin, silenciaban toda
referencia al mismo.
El ya mencionado carácter
mundial de la economía y política es la premisa mayor en la construcción de la
teoría de la revolución permanente: ya que conlleva un desarrollo no uniforme
de formaciones económico sociales a lo largo del planeta, los adelantos de la
técnica se "injertan" en estructuras atrasadísimas y tareas que
"teóricamente" correspondían a determinadas clases (si tomásemos la
historia como un recorrido lineal y determinado de antemano) tendrán que ser
cumplidas por otras (Rusia será el ejemplo más claro, "el eslabón más
débil", según la feliz de expresión de Lenin).
La posibilidad entonces,
de "saltar" etapas históricas, la "combinación" de
distintas revoluciones en cuanto a su carácter y su contenido internacional, son
grosso modo, los tres grandes paradigmas de la misma.
Para los países
latinoamericanos (más allá de la disputa sobre si la colonización fue feudal o
capitalista) el carácter de la revolución a realizar, unido a la clase o
alianza de clases que la dirigirían, tiene una importancia decisiva: la
problemática nacional (lucha contra el imperialismo) se liga al régimen social
a instaurar. Sin debida conciencia de la misma, la teoría de la Revolución
permanente cobra total vigencia y está a la orden del día en los países
"subdesarrollados", no es una cuestión académica o de aplicación
eurocentrista solamente: señala la dinámica propia del enfrentamiento de las
fuerzas sociales actuales y la condición necesaria para lograr la independencia
y superar el atraso.
Trotsky lo enunciará de
la siguiente manera: "Con respecto a los países de desarrollo burgués
retrasado y en particular de los coloniales y semi coloniales, la teoría de la
revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines
democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio
de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la
nación oprimida y ante todo, de sus masas campesinas... Sin embargo, la alianza
de estas dos clases no es factible más que luchando irreconciliablemente contra
la influencia de la burguesía liberal nacional" (Trotsky, 1973). Esto de
ninguna manera planteaba la posibilidad de construir una sociedad socialista
aislada, puertas adentro: "En determinadas condiciones, los países
atrasados pueden llegar a la dictadura del proletariado antes que los
avanzados, pero más tarde que ellos al socialismo" (Trotsky, 1973).
La experiencia de la
revolución rusa y aún el intento fallido de China (la política de "alianza
de las cuatro clases" predicada por Stalin y llevada a cabo por el PCCH en
el 26-27) confirmaban estos lineamientos como correctos. Lowy dirá que
fundamentalmente desde 1920: "... es el período en que los marxistas
tienden a caracterizar la revolución latinoamericana como socialista y anti
imperialista simultáneamente" (LOWY, 1982).
Mariátegui es fiel
expresión de lo dicho. En el citado proyecto de programa, no dejará lugar a
dudas sobre la dinámica del proceso revolucionario, inclusive utilizando el
mismo verbo que el revolucionario ruso: " Cumplida su tarea democrática
burguesa deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria"
(Mariátegui, 1991 a. Negritas mías, GP). Para que no se piense que lo anterior
es un fragmento casual o sin importancia en la visión Mariáteguiana, ésta se
dará de bruces con la concepción de Codovila obediente expositor de la línea
oficial rusa. En la Conferencia Latinoamericana los representantes peruanos
serán los suficientemente claros: " Estas burguesías, en Sudamérica que no
conoce todavía, salvo Panamá, la ocupación militar yanqui, no tienen ninguna
predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia,
como suponía ingenuamente la propaganda aprista... En conclusión, somos anti
imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque
oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a
sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos
nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa"
(Mariátegui, 1991 c ).
Inclusive la experiencia
de la gran revolución latinoamericana, la mexicana, le sirve para demostrar su
razonamiento teórico, la burguesía y la pequeño burguesía que la sigue
"con el confusionismo político que le es propio", congelaron ese
proceso insurreccional tan rico: " Es bajo todos estos aspectos, una
extraordinaria y aleccionadora experiencia. Pero el carácter y los objetivos de
esta revolución, por los hombres que la acaudillaron, por los factores económicos
que obedeció y por la naturaleza de su proceso, son los de una revolución
democrática burguesa. El socialismo no puede ser actuado sino por un partido de
clase, no puede sino ser el resultado de una teoría y una práctica
socialistas... Los políticos de la revolución mexicana, bastante distanciados
entre ellos por otra parte, se muestran cada día menos dispuestos a proseguirla
como revolución democrática burguesa" (Mariátegui, 1991 f ). Con lo cual
aún en sus objetivos "nacionales burgueses" la burguesía se muestra
inconsecuente, demás está decir que esto está en la base de la ruptura con el
APRA de Haya de la Torre.
Precisamente al celebrar
esa ruptura política, explicando los motivos de dicha escisión, dirá con todas
las letras: "La revolución latinoamericana, será nada más y nada menos que
una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la
revolución socialista. A esta palabra, agregad, según las cosas, todos los
adjetivos que querraís: anti imperialista, agrarista, nacionalista
revolucionaria. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a
todos" (Mariátegui, 1991 a ). Esto no le impedía ver las particularidades
locales, su tradición comunitaria primitiva, etc. pero subordinado a lo
anterior que lo engloba (generalmente los nacional revolucionarios tomaron
unilateralmente sólo este aspecto de su pensamiento, divorciándolo de la
premisa mayor, con lo cual mutilan y deforman deliberadamente su concepción
revolucionaria).
No podemos dejar de
compartir lo que sostiene un "entusiasta" mariáteguiano cuando
escribe: "El Amauta, al igual que Lenin [y que Trotsky, agregamos
nosotros] creía que la revolución democrática burguesa se transformaba en
socialista y que ésta resolvía 'de paso' los problemas accesorios de la primera.
El clásico interrogante del estalinismo latinoamericano: qué rol progresista
puede asumir la burguesía? siempre encontró en Mariátegui una respuesta
negativa. Sus preocupaciones giraban más alrededor de las posibilidades del
proletariado urbano y el campesino indígena" (Mazzeo, 1995). Es una
verdadera pena que no desarrollara más este punto y sí hiciera hincapié en el
del "mito soreliano" con el cual Mariátegui guardaba simpatía.
Creemos haber demostrado
el acuerdo total en las concepciones de ambos marxistas en cuanto a las tareas
y objetivos de la revolución planteada para nuestros países, como así también
sobre los sujetos sociales que la encarnaran, al margen de que Mariátegui no lo
expresara explícitamente, como ya dijimos. Con Gramsci (esto sería tema de otro
trabajo) pasa algo parecido: arriba a conclusiones idénticas a las de Trotsky
(en especial en lo referente a las tareas democráticas y el fascismo) pero no
es consciente de esa afinidad, más aún, desautoriza la "revolución
permanente" pero realmente la desconoce por completo o la confunde (es
excelente para ello, aunque débil en otros puntos, el libro de Anderson Las
antinomias de Gramsci).
4. Sobre el partido y la
clase
Sobre la remanida frase
de Marx "la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores
mismos" se han escrito miles de páginas, aunque nunca se insistirá lo
suficiente, a nuestro criterio, sobre la validez e importancia de la misma: la
capacidad de la clase para autogobernarse y construir el socialismo mundial,
terminando de esa manera con las lacras de la "pre historia humana"
como el estado, la sociedad de clases y el propio partido (paradójicamente,
herramienta necesaria para llegar a dicho estadio).
Los períodos
revolucionarios son en los cuales con más claridad se observa, la irrupción de
las masas humanas en la búsqueda para resolver sus propios destinos. Mariátegui
lo decía con brillantez: "En estos períodos (revolucionarios) la política
rebasa los niveles vulgares e invade y domina todos los ámbitos de la vida de
la humanidad. Una revolución representa un grande y vasto interés humano. Al
triunfo de ese interés superior no se oponen nunca sino los prejuicios y
privilegios amenazados de una minoría egoísta" . (Mariátegui, 1991 e ).
Trotsky en un texto
clásico dirá algo muy parecido: "El rasgo característico más indiscutible
de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los
acontecimientos históricos. En tiempos normales, el estado, sea monárquico o
democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los
especialistas en este oficio: monarcas, ministros, burócratas, parlamentarios,
periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se
hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de
la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su
intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen" (Trotsky,
1972).
Pero ambos comprenden la
tarea de "mediación" que ejerce el partido, como vanguardia
consciente de ese proceso insurreccional (la propia Rosa, crítica lúcida de
estructuras partidarias esclerosadas y asfixiantes, siempre bregó por la
construcción del partido como herramienta organizativa necesaria). Mariátegui,
alertaba a los trabajadores peruanos sobre el peligro de contaminarse con la
ideología burguesa, corporizada en sus organismos e instituciones, y pugnaba
por la más intransigente independencia de clase: "... es preciso que el
proletariado reaccione, es preciso que reconstruya sus organismos, pero dentro
de un criterio clasista (...) Tiene que centralizarse, y esto tiene que hacerlo
a base de los comités de empresa, de los comités de fábrica, y hoy más que
nunca, porque ya vemos que dentro del horizonte proletario asoma la sombra
siniestra del oportunismo, del reformismo burgués" (Mariátegui, 1991 b ).
Como vemos dicha
independencia se obtiene no sólo mediante el partido (que él había creado en
1928) sino también a través de organismos propios de la clase y poniendo el
acento en que este proletariado tiene que realizar una alianza con los demás
sectores explotados: "El obrero de la ciudad tendrá que dar el ejemplo,
pero no podrá obtener sus luchas solo. Y es preciso que ayudemos a organizarse
a los campesinos; tenemos que despertar de su letargo a los marinos mercantes,
a los peones explotados" (Mariátegui, 1991 b ).
Esta problemática fue
abordada infinidad de veces por Trotsky, no queremos aburrir a nuestros
pacientes lectores con largas parrafadas, solamente concluyamos: " Para
que naciera el estado soviético, fue necesario que coincidiesen, se coordinasen
y compenetrasen recíprocamente dos factores de naturaleza histórica
completamente distinta: la guerra campesina, movimiento característico de los
albores del desarrollo burgués, y el alzamiento proletario, movimiento que
señala el ocaso de la sociedad burguesa. Fruto de esta unión fue el año
17" (Trotsky, 1972).
5. Sobre arte y cultura
La idea de este apartado
es resaltar (y recuperar) una visión totalizadora de las actividades del
hombre, en la cual el arte como expresión de cultura tiene un lugar destacado.
El marxismo tiene una rica tradición en el tratamiento del tema: los mismos
Marx y Engels, en menor medida Lenin, Lukacs, Gramsci, y más contemporáneos
Williams y Sanchez Vasquez, por nombrar sólo a algunos, ilustran lo antedicho.
Trotsky y Mariátegui no serán la excepción.
Adalbert Dessau sostiene
en relación al peruano, algo que creemos tiene igual validez para el ruso:
" Si bien los objetivos de Mariátegui eran revolucionarios, por ende,
políticos; su actitud hacia las artes y la literatura no tenía nada de
superficial. Por el contrario, se funda en un humanismo marxista que le permite
ver correctamente las relaciones complejas entre la sociedad y la
literatura" (citado por MAZZEO, 1995).
Toda la literatura
peruana, y en menor proporción la hispanoamericana contaron con el análisis de
Mariátegui; expresiones abarcadoras como el surrealismo y el cubismo se
contaron entre sus inquietudes: jamás tuvo una visión "provinciana"
del arte y consideró, con acierto, que un arte socialista proletario sólo sería
fruto de una nueva sociedad:" La posición justa en este tema, es la de
Oscar Wilde quien, en la liberación del trabajo veía la liberación del
arte" (Mariátegui, 1991 e ).
Esto conlleva la correcta
visión del artista dentro de una sociedad alienada: " A veces el artista
no demanda siquiera que se le permita hacer fortuna. Modestamente se contenta
de que se le permita hacer su obra, no ambiciona sino realizar su personalidad.
Pero también esta lícita ambición se sienta contrariada. El artista debe
sacrificar su personalidad, su temperamento, su estilo, si no quiere,
heroicamente, morirse de hambre". El conflicto era evidente y la alternativa
no menos clara: o se sumaban al proyecto liberador o se recluían en su amarga
soledad, a veces peor aún: " Disgustado del orden burgués, el artista se
declara, en tales casos, escéptico o desconfiado respecto al esfuerzo
proletario por crear un orden nuevo. Prefiere adoptar la posición romántica de
los que repudian el presente en el nombre de su nostalgia del pasado"
(Mariátegui, 1991 e ).
Trotsky que ensalzaba a
autores tan disímiles como Gogol, Tolstoi, Celine, London y Shakespeare, entre
otros, dedicó (en medio de tareas múltiples como las que realizaba en 1923 y en
el resto de su vida) muchas páginas al tema de la cultura y su imbricación con
el cambio social. Compartió la redacción, junto a Breton y Rivera, del
Manifiesto por un arte independiente, cuya máxima era "Si para el
desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la revolución se ve obligada
a erigir un régimen socialista de planificación centralizada, para la creación
intelectual ésta debe desde el principio, establecer y asegurar un régimen
anárquico de libertad individual" (Trotsky, 1974).
Esta relación-tensión
entre el individuo artista y el medio social recorre la obra de ambos, como ya
acontecía con el marxismo clásico: quizá vulgarizando podríamos expresar esta
interacción, utilizando la figura de la gelatina y la piedra. Los factores
sociales señalan el límite de piedra que el arte-gelatina no puede atravesar;
pero eso no implica que las formas que adoptará el arte estuvieran de algún
modo determinadas por la configuración de las piedras. Aparte de eso, la
gelatina en sus distintas texturas, colores y sabores, siempre depende de los
reposteros.
6. Mariátegui sobre
Trotsky
El revolucionario
latinoamericano fue siguiendo con atención el proceso ruso desde su inicio
hasta su muerte acaecida en 1930. Es interesante detenernos en algunos juicios
de valor que realiza sobre Trotsky, más aún teniendo en cuenta la
contemporaneidad de los mismos.
En 1925 cuando ya muerto
Lenin y la revolución mundial en reflujo, comienza en ciernes el enfrentamiento
del ala trotskista con la vieja guardia comandada por Stalin, Mariátegui no
ahorra elogios para la figura del creador del Ejército Rojo: " Trotsky no
es sólo un protagonista sino también un filósofo, un historiador, un crítico de
la revolución. Ningún líder de la revolución puede carecer, naturalmente, de
una visión panorámica y certera de sus raíces y de su génesis... Trotsky se ha
interesado además por las consecuencias de la revolución en la filosofía y en
el arte (...) Es uno de los personajes más interesantes de la historia
contemporánea: condottieri de la revolución rusa, organizador y animador del
ejército proletario, pensador y crítico brillante del comunismo"
(Mariátegui, 1991 d ).
Asimismo es notable
observar en estos escritos, la creencia de que el debate y el intercambio de
opiniones entre dirigentes que estaban realizando la primera experiencia
triunfante de revolución obrera en el mundo, se resolvería sin necesidad de un
cisma: la propia historia del bolchevismo así lo demostraba. ¿Acaso no seguían
en el Comité Central Zinoviev y Kamenev, luego de la "gran diferencia de
Octubre del 17?.
Pero la realidad fue
otra, Mariátegui en 1929, en un trabajo titulado "El exilio de
Trotsky" señala, blanco sobre negro, lo que expresan las concepciones que
sustenta éste: " La opinión trotskista tiene una función útil en la
política soviética. Representa, si se quiere definirla en dos palabras, la
ortodoxia marxista, frente a la influencia desbordada e indócil de la realidad
rusa. Traduce el sentido urbano, obrero, industrial, de la revolución
socialista. Sin una crítica vigilante, que es la mejor prueba de la vitalidad
del partido bolchevique, el gobierno soviético correría probablemente el riesgo
de caer en un burocratismo formalista, mecánico" (Mariátegui, 1991 d.
Negritas mías).
Pero Mariátegui no sólo
interpretó lo que subyacía en la oposición trotskista, sino que trató de
explicar los porqué de su aparición; como así también de su (para él en ese momento)
"parcial retirada": Trotsky era expresión de la revolución
internacional y ésta se encontraba en una relación de fuerza desfavorable,
había que consolidar el reciente estado soviético del cerco capitalista,
realizando tareas más bien administrativas y de orden práctico (si se quiere,
en el sentido más peyorativo del término). El lo dirá con palabras de hermosa
prosa: " Trotsky, desconectado personalmente del equipo estalinista, es
una figura excesiva en un plano nacional. Se le imagina predestinado para
llevar en triunfo, con energía y majestad napoleónicas, a la cabeza del
ejército rojo, por toda Europa, el evangelio socialista. No se le concibe, con
la misma facilidad, llenando el oficio modesto de ministro de tiempos normales.
La NEP lo condena al regreso de su beligerante posición de polemista"
(Mariátegui, 1991 d).
La muerte le impidió ver
al revolucionario latinoamericano que las diferencias no se iban a dirimir con
"brillantes polémicas" ni mucho menos. La oposición de izquierda que
no capituló fue exiliada, perseguida y exterminada en las cárceles
estalinistas. Tampoco pudo corroborar a fondo, lo que ya entreveía como riesgo
latente: la caída del régimen soviético en un burocratismo extremo y
contrarevolucionario.
Estos juicios sobre la
figura y la actuación de Trotsky, muchas veces silenciados y poco rescatados
del legado Mariáteguiano, nos parecen, aún con sus límites y su formulación
poco desarrollada, verdaderas "pepitas de oro". Fundamentalmente,
como ya mencionamos al comienzo por la fecha en que fueron escritos: no creemos
forzar la realidad, si colegimos que la "correspondencia" entre ambos
era mucho más grande y profunda que lo que siempre se pensó o ignoró.
7. Conclusión
Sabemos que existe la
tentación de realizar las más diversas "lecturas" de cualquier
personaje, no sólo en el plano político, sino en el artístico o el científico y
de ensayar también infinidad de "relaciones o simetrías" entre ellos,
muchas veces traídas de los pelos o existentes únicamente en la imaginación de
quien las construye. La intención del trabajo no era dar a luz, un
"Mariátegui trotskista", máxime teniendo en cuenta que éste no pudo
conocer, la que fue la etapa más fructífera en la producción teórica política
de Trotsky: su última década de vida; sino tan sólo (aunque pensamos, eso solo
justifica el intento) reconocer un conjunto de afinidades y coincidencias entre
ambos y que se entroncan en lo mejor del marxismo crítico y revolucionario.
Lo anterior, no oculta ni
elude aspectos divergentes y temas que fueron abordados por uno y totalmente
ajenos por el otro; con la desventaja aún mayor, que difícilmente (por no decir
imposible) el creador de la IV Internacional tuviera conocimiento de la
existencia de los escritos de Mariátegui.
Y más aún desterrar la
falsa creencia (y nunca mejor empleada dicha palabra) de pensar que el marxismo
es algo así como las sagradas escrituras, en donde todo está resuelto y
"cierra" sin fisuras: la dialéctica sería así, otra variante de la
religión. Ya lo afirmaba mejor que nosotros Perry Anderson cuando escribía:
"El mayor respeto, sin embargo, es compatible con la mayor lucidez. El
estudio del marxismo clásico requiere hoy una combinación de conocimientos
eruditos y honestidad escéptica que aún no ha tenido... Sería absurdo imaginar
que Marx, Lenin o Trotsky podrian haber resuelto todos los problemas de su
tiempo, por no hablar de los que aparecieron después de ellos. La talla de sus
realizaciones no queda disminuida por ninguna lista de sus omisiones y
errores" (Anderson, 1986).
Pero ese estudio, esa
"revisión" en el mejor sentido del término, está en función de
intentar derribar la sociedad capitalista y de esa manera construir otra,
verdaderamente humana: " Ese ejercicio paciente, tozudo, persistente y a
largo plazo no nos debe hacer olvidar que, como también dijera el joven Marx,
la crítica (si no quiere ser impotente) debe apuntar no hacia sí misma sino
hacia tareas para cuya solución no existe más que un medio, la práctica a la
altura de los principios, es decir, la revolución. ¿Sabremos estar a la altura
de semejantes principios?" (Kohan, 1998).
Obras citadas
Anderson,
Perry: Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, México, 1986.
Kohan ,
Néstor: Marx en su (tercer) mundo, Biblos, Buenos Aires, 1998.
Lowy,
Michael: El marxismo en América Latina, Era. México, 1982. Mariátegui, José
Carlos: Textos básicos, FCE, México, 1991 (Incluye: a. "Principios
programáticos del PS del Perú"
b.
"Manifiesto a los trabajadores de la República"
c.
"Punto de vista anti imperialista"
d.
"Lucha de clases internacional: diversos escritos"
e.
"La revolución y la inteligencia"
f.
"México y la Revolución")
Mazzeo,
Miguel: Volver a Mariátegui, Centro Universitario, Bs. As., 1995 Trotsky, León:
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