Comienzan a jugarse las cartas para el próximo año. La derecha en el gobierno ya lanzó a la cancha a sus ministros, el mediático bacheletizado Lawrence Golborne y el sufrido cuñado del casi beato Felipe Cubillos, Andrés Allamand. Quedó fuera de juego, tal vez pensando en alguna jugada magistral, el heredero directo de Jaime Guzmán, Pablo Longueira.
Por el lado de la Concertación, ya asumida con su nuevo integrante de bandera roja, se muestran las precandidaturas de los DC Ximena Rincón y Claudio Orrego, este último representante notable del patriciado conservador y oligárquico socialcristiano. También dice “yo voy” el ex ministro Velasco, a quien parece que solamente Consuelo Saavedra le encuentra alguna gracia. Por la tangente se muestra Marco Enriquez-Ominami, proclamando en un fuerte discurso de independencia que no participará en las primarias concertacionistas, aunque poco a poco ha ido morigerando la voz y entrando a conversar con sus amigos de siempre. El radical José Antonio Gómez, cercano de Soledad Alvear, busca que el PC lo apoye en su precandidatura, propone cambios drásticos pero sigue en el mismo círculo de quienes han profundizado el neoliberalismo en nuestro país. Alejandro Navarro, por ahora, parece centrarse solamente en su reelección senatorial, ya no está para subirse a otra moto de nieve.
Desde lejos, y de manera epistolar, Michelle Bachelet manda señales mientras sigue evaluando si gana más siguiendo su carrera internacional o volviendo a ser presidenta gatopardista, pretendiendo cambiar mucho para no cambiar nada.
Mientras los “señores políticos” siguen entretenidos en sus negociaciones y pactos, el movimiento social continúa ganando sus luchas y buscando unidad para transformar Chile. No todos están por participar de las elecciones, han sido muchos ya los desencantos y las malas pasadas, como la utilización del Poder Democrático Social (PODEMOS) para juntar votos en pos de negociar posiciones hecha por el PC.
Desde IGUALDAD y sus compañeros de pacto en las últimas elecciones municipales, comienzan a salir propuestas. Algunos adelantan nombres para presidenciables, surgen alternativas desde lo académico y lo popular. Otros prefieren no apurarse mucho, en espera de madurar una unidad mayor que se levante como alternativa real a los bloques representantes del neoliberalismo.
La necesaria unidad de quienes quieren transformar Chile pasa, obligatoriamente, por un programa común que convoque a quienes participan de los procesos electorales y a quienes han decidido no hacerlo. En este programa, que puede ser una propuesta presidencial, lo central es la realización de una Asamblea Constituyente para levantar una nueva Constitución, esta vez originada desde la base misma, donde sean todos los chilenos y chilenas quienes propongan y construyan ese nuevo Chile.
Que este programa -que contendrá también puntos de acuerdo bastante difundidos como la renacionalización de las riquezas básicas, la reindustrialización sustentable, el retorno del agua y la energía a ser servicios y no negocios, el fin de las AFP, un nuevo código que proteja a los trabajadores, Educación y Salud públicas, gratuitas y de excelencia, por nombrar algunas cosas-, se sostenga, depende mucho más de las fuerzas que logre aglutinar que de los votos que pretenda obtener. Una cosa redunda en la otra. Cuando ha surgido algún espacio electoral que levanta puntos diferentes al neoliberalismo, pero no lo hace de conjunto con el movimiento social real, se transforma en mera acumulación de votos que termina validando la institucionalidad pinochetista. En esos momentos la opción de anular o no votar ha sido una digan alternativa.
Lo que puede convertir votos en transformación real, es la unidad en la diversidad de quienes quieren cambiar a fondo el país, es la conjugación de las fuerzas sociales, sindicales y estudiantiles en un camino conjunto, donde se articulan todas las formas de lucha, desde las legales del voto hasta las legítimas de rebelarse contra las injusticias latentes. Lo que ocurre en Aysén, en Freirina, en Huasco, en Talcahuano, en San Antonio, en el territorio mapuche, en las marchas estudiantiles, en las ocupaciones de pobladores, en las huelgas laborales, va apuntando al mismo origen: una Constitución impuesta de forma fraudulenta y sanguinaria que perpetúa la injusticia, la desigualdad y un sistema político excluyente.
La respuesta es la construcción, desde la base, de una propuesta de nueva Constitución que sea redactada por una Asamblea Constituyente en la que se reflejen las demandas de quienes han estado metidos a fondo con cada tema. Una redacción donde el MODATIMA proponga soluciones al problema del agua; donde los pueblos afectados por la contaminación y la debacle ecológica propongan formas de energía alternativa y de desarrollo sustentable; donde los estudiantes, los profesores, académicos y trabajadores indiquen cómo debería ser esta Educación Pública gratuita y de calidad por la marchan; donde los pobladores señalen cuantos metros cuadrados se necesitan para vivir dignamente y las razones para que el agua y la energía vuelvan a ser un servicio; donde los discapacitados creen esa gran teletón solidaria de verdad, en contraste con el show mendicante y farandulero que los usa en beneficio de las empresas; en fin, donde cada chileno y chilena pueda entregar su opinión y trabajar para construir un país para todos.
Creo -es mi opinión nada más, aunque en los espacios en que puedo intento que esto suceda-, que el próximo año puede construirse una fuerza amplia y unitaria, que sea tan potente que logre salir de los márgenes y de las candidaturas testimoniales para dar paso a la alternativa real. Hay síntomas, frases, deseos que provienen desde algunos actores que podrían conformar esta herramienta. IGUALDAD tiene un minuto decisivo en enero, pero ya se vislumbran posibilidades de enfrentar el nuevo desafío electoral con mayor presencia –y, como siempre, sin bajar la guardia en la lucha social-; sus compañeros de pacto electoral municipal, ya decidieron competir nuevamente en sitios donde hay dirigentes sociales instalados; el Partido Humanista se muestra dispuesto a un nuevo intento de PODEMOS, esta vez con una mirada de largo alcance y sin la presencia de quienes lo utilizaron como plataforma para “incluirse”. El MAIZ habla de alianzas sin la derecha ni la concertación; BRISA comparte ideas aunque no aún la idea de participar del proceso electoral; grupos de comunistas que no militan en el PC hacen también su camino, como lo hacen ex militantes de diversas orgánicas que han permanecido en su trabajo local, en el preuniversitario popular, en el centro cultural. Pero lo más importante es que desde el mundo social, desde los pobladores del MPL, desde los deudores habitacionales, desde los luchadores del MODATIMA y otras organizaciones regionales, desde el movimiento sindical y estudiantil, mientras avanzan en sus luchas particulares, también se habla de una alternativa nacional para oponerse a los dos bloques neoliberales.
Este espacio, donde puede caber Giorgio Jackson –por dar un ejemplo-, pero no la concertación ni sus satélites, de ponerse de acuerdo en puntos básicos programáticos con eje en la Asamblea Constituyente, puede ser ese punto de atracción que se necesita, puede ser el espacio donde la subjetividad se convierta en mística y se proponga dar pasos de gigante.
Volviendo a los clásicos podemos afirmar que las condiciones objetivas están maduras hace rato, solamente el agrado de compartir algo del consumo de los que tienen dinero –o, incluso, la idea de alguna vez llegar a sentir ese agrado, producto de la publicidad que penetra desde la tv-, hace a muchos postergar su frustración ante la vida en el sistema neoliberal. Algunos que lograron ingresar al círculo de los privilegiados, o que simulan hacerlo endeudándose hasta extremos ridículos, se encuentran con la esquizofrénica situación de que el agrado producido por el auto, el televisor de pared, el celular y el computador de último modelo, se transforma en miedo a perderlo, a sufrir del asalto de aquellos que quieren tener lo mismo para “ser” iguales a ellos. Finalmente los productos inventados para producir necesidades, nunca llenan el vacío que deja la falta de vida en comunidad, de proyecto común, de verdadera felicidad.
Ante el desafío de las elecciones del 2013, sin dejar de lado en ningún minuto las luchas sectoriales y apuntando a convertirlas en nacionales, los actores no neoliberales pueden –y deben, creo yo-, conversar, sumar y unir hasta llegar a un acuerdo que permita levantar una lista parlamentaria nacional y una candidatura única del sector. Ya no para decir que somos diferentes, que no compartimos las mismas ideas de la derecha y la concertación, si no para ganar, para que los chilenos ganen, para entusiasmar a ese más del 70% de chilenas y chilenos en edad de votar, que no quisieron hacerlo en las municipales o que optaron por las alternativas presentadas.
Hay que construir una lista parlamentaria con los luchadores de todos lados, con los pescadores, con los defensores del agua, con los que enfrentan a las Fuerzas Especiales por sus pueblos, con los dirigentes estudiantiles no comprometidos con la concertación, con la gente que se la juega por la verdad y la justicia, con los intelectuales y profesionales al servicio del pueblo, con los pobladores que luchan por vivir dignamente. Una plantilla de candidatos unidos por el llamado a construir desde abajo la nueva Constitución Política, a través de la Asamblea Constituyente con propuestas legislativas desde cada sector en lucha. Hay que construir un espacio de unidad que permita, entre todos, nominar un candidato a Presidente de la República que diga: “Yo no quiero ser presidente. Nosotros queremos que sean todos los chilenos y chilenas los que sueñen, propongan y construyan el nuevo Chile”.
Julio Oliva García
jueves, 24 de enero de 2013
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