viernes, 25 de septiembre de 2015

Colombia / Venezuela - Definiciones en la frontera



Constanza Vieira
IPS, BOGOTÁ, 24-9-2015

En el cubrimiento de la guerra colombiana -de origen social, pero cruzada por el narcotráfico y financiada por él-, se aprende que una “ruta de la droga” es una cadena de funcionarios corruptos, civiles o uniformados, que permiten pasar narcóticos por puestos de control o territorios que están bajo su responsabilidad.
Lo mismo aplica para el contrabando.

Según cifras venezolanas, 35 por ciento de la gasolina que produce Venezuela llega subrepticiamente a Colombia. Los márgenes de ganancia son fabulosos para los grandes contrabandistas.

El economista colombiano Santiago Montenegro escribió en estos días que Colombia era la que menos debía reaccionar ante esta situación, pues no se protesta ante un regalo gratis.

Aunque no era tema de debate público, a más tardar en 2005 quedó claro que la ultrabarata gasolina de la Venezuela del izquierdista presidente Hugo Chávez (1999-2013) estaba contribuyendo a financiar el paramilitarismo de ultraderecha en Colombia. El mandatario se abstuvo de actuar.

Ahora viene un periodo de definiciones. Colombia y Venezuela tienen que combatir la corrupción fronteriza. Esta financia, en parte, las bandas criminales paramilitares colombianas, que persisten y amenazan los pactos de paz de Santos con la guerrilla, que deben culminar en seis meses.

¿Por qué? Seguramente por gobernabilidad. Chávez necesitó, aducen conocedores de la situación interna de su gobierno, canjear la lealtad de altos mandos venezolanos a cambio de permitirles el contrabando de combustible y otros bienes.

Durante los tensos años de gobierno colombiano de extrema derecha de Álvaro Uribe (2002-2010), las peleas entre este y Chávez eran frecuentes. Se llegó hasta la ruptura de relaciones y hubo vientos de guerra.

Rafael Samudio Molina, un general colombiano retirado, se dirigió el 20 de julio de 2010 a la tropa a través de la Emisora del Ejército para afirmar que nunca las Fuerzas Armadas colombianas aceptarían una guerra en la frontera, mientras mantiene otra con un enemigo interno (la guerrilla) aliado ideológico, además, del gobierno de Caracas.

“Ustedes sigan concentrados en la guerra contra el enemigo interno nuestro, que son las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)”, exhortó el general, palabras más o menos.

Pero incluso este calibre de los enfrentamientos no importaba a ese tercer país que constituyen los habitantes de la frontera común, con nexos siameses de familia y de supervivencia. Lo que temían en serio era que les cerraran la frontera.

En la fronteriza ciudad colombiana de Cúcuta campean el desempleo y la pobreza. Los desplazados por la guerra, y muchos de los más pobres de Colombia, se agolparon en esa capital del departamento colombiano de Norte de Santander apenas el chavismo subió al poder.

Según la jurisdicción especial de Justicia y Paz para paramilitares desmovilizados, desde 1996 se desarrollaba la ofensiva paramilitar, que dejó, solo en tierras del Norte de Santander, más de 11.000 asesinados, y más de 5.000 solo en Cúcuta. Numerosos cadáveres fueron desaparecidos en hornos crematorios para no afectar las estadísticas de seguridad de la Policía. La guerrilla se replegó.

Al tiempo, a los sin tierra colombianos, incluidos los expulsados de sus fincas, se les hacía la boca agua ver las tierras sin cultivar en el país vecino, que desde los años 70 importa más víveres que produce.

En ese “sueño venezolano” había estudio y salud gratis y, con suerte, vivienda y trabajo: aquello que no tenían en Colombia, incluida una vida en paz.

Desde 2004, las campañas de cedulación (registro) en Venezuela comenzaron a regularizar a los extranjeros que iban encontrando. La voz se corrió como pólvora en Colombia: los regularizados superan el millón.

En 2012, las filas de colombianos paupérrimos en el andén del consulado colombiano en la ciudad fronteriza venezolana de San Antonio del Táchira comenzaban temprano: a las 10 de la noche del día anterior, ya le daban la vuelta a la manzana. Diariamente, desde las ocho de la mañana, el consulado les proporcionaba una constancia, con fecha, de su presencia en Venezuela.

En todo caso, una cosa era compartir cuando el petróleo estaba a más de 100 dólares el barril y otra cosa es ahora, cuando está en torno a 40.

Argumentando que Venezuela no aguanta más, Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez tras su fallecimiento, se atrevió, el 21 de agosto, a cerrar indefinidamente la frontera con Colombia, de 2.219 kilómetros de extensión continua.

Cerró primero los pasos por Cúcuta, posteriormente Paraguachón, el paso fronterizo de la península de La Guajira, territorio wayúu (pueblo indígena binacional), y más tarde los pasos frente a las ciudades de Arauca y Arauquita, en el departamento colombiano de Arauca.

Pero Maduro lo hizo mal

Unos 1.400 deportados colombianos fueron víctimas de desmanes por parte de militares venezolanos que atropellaron sus derechos, luego de que Maduro los estigmatizó como “paramilitares”.

La crisis provocó el regreso a Colombia de más de 20.000 personas que, ahora, necesitan del gobierno colombiano “soluciones a largo plazo”, como ha urgido la Organización de las Naciones Unidas, conocedora del abandono estatal en Norte de Santander y La Guajira.

Arauca, departamento petrolero colombiano, no se queda atrás. La gente pide “independizarse” de Venezuela, pues las carreteras colombianas están en mal estado.

Sus nexos económicos, familiares y de estudios son con Cúcuta y a través de una magnífica autopista venezolana que los llevaba en cinco horas.

La alternativa “para ir a Colombia”, como dicen en Arauca, es que el gobierno por fin invierta en carreteras. Estas atraviesan forzosamente zonas que hasta ahora han sido de guerra. Los gastos bélicos originaron un retraso de 30 años en infraestructura vial, según la Sociedad Colombiana de Ingenieros.

Igual que a Cúcuta o a La Guajira, Colombia tampoco suministraba gasolina a Arauca. Los araucanos claman por abaratar los billetes aéreos y aumentar la frecuencia de los vuelos.

Los abusos a los deportados produjeron una fuerte reacción del gobierno de Colombia, que incluyó –nuevamente- llamado a consultas de su embajador.

El caso fue llevado por el presidente colombiano Juan Manuel Santos el lunes 21 a una cumbre en Quito con su homólogo venezolano, propiciada por la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) y Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), como primer paso para la reconciliación.

Los presentes en el palacio presidencial ecuatoriano aplaudieron el primer punto, que para los habitantes de frontera no significa nada: los dos países decidieron el retorno inmediato de los respectivos embajadores.

El miércoles 23 se iniciaron en Caracas las reuniones a nivel de ministros, que negocian la “normalización progresiva” de la frontera: suena muy lejos y sin forma para quienes viven allí el día a día.

Ahora viene un periodo de definiciones. Colombia y Venezuela tienen que combatir la corrupción fronteriza. Esta financia, en parte, las bandas criminales paramilitares colombianas, que persisten y amenazan los pactos de paz de Santos con la guerrilla, que deben culminar en seis meses.

Maduro tiene que garantizar los suministros en su territorio y la única vena rota no es la frontera colombiana. Aún mayor es el megacontrabando por Brasil, Guyana y el mar Caribe. Deberían venir destituciones y encausamientos de figuras poderosas en el estado venezolano, incluidos oficiales de la Marina y la Aviación venezolanas.

Mientras tanto, en Cúcuta han visto descargar vehículos grandes con mercancía venezolana. En La Fría, ciudad venezolana al noreste de San Cristóbal, capital del estado fronterizo venezolano de Táchira, volvieron las filas para comprar gasolina.

El contrabando se recompone, y los nombres de los máximos beneficiados nada que se conocen. Mientras, los repatriados y deportados colombianos recibirán tres meses de ayuda estatal.


Mientras Chile se mira en un espejo roto


·         Aspectos de la contingencia y de la crisis en el país andino

Andrés Figueroa Cornejo

1. El enemigo principal de la humanidad es el Estado corporativo de los Estados Unidos. Y el imperialismo norteamericano comporta, junto a las más grandes economías del mundo, el movimiento de la realidad del capitalismo como totalidad planetaria que domina, subyuga y sobreexplota mediante el trabajo asalariado y la expoliación sin remedio de la biodiversidad. Esto es, el imperialismo es consecuencia dinámica del desenvolvimiento ampliado del modo capitalista de reproducir la sobrevida humana. Para ello cuenta con las armas de la alienación, de la producción del sentido común y del fetichismo de la propiedad privada, de la ganancia y del propio capital. Y también cuenta con más del 23% del Producto Interno Bruto Mundial y del 37% de la industria bélica de última generación. No sólo se trata de armas convencionales y nucleares de plutonio, uranio e hidrógeno. Asimismo, genera armas bacteriológicas, químicas y radiológicas (HAARP). Con las dimensiones actuales que han cobrado las armas de destrucción masiva, ya se perdió la contabilidad sobre cuántas veces podría destruirse el mundo. Sin embargo, la industria bélica continúa prosperando, produciendo, adoctrinando y lucrando sideralmente, y es parte del mismo holding que compone el sistema financiero, la trata de personas, la prostitución infantil, el narcotráfico, la agroindustria, los ahorros previsionales, los paraísos fiscales, el comercio mundial.
Que EE.UU. sea el enemigo principal de la humanidad no significa que China y/o Rusia sean una suerte de alternativa liberadora. Basta observar su desenvolvimiento y las condiciones de sus clases sociales trabajadoras. El presupuesto militar de Rusia y China, según al sitio web Global Firepower a enero de 2015, fue de USD 76.600.000.000 y 126.000.000.000, respectivamente. Luego vienen India, Reino Unido, Francia, Alemania, Turquía, Corea del Sur y Japón.
Por lo demás, únicamente la humanidad oprimida puede emanciparse a sí misma y es su garantía única de  sobrevivencia. El resto es naufragio. De hecho, hasta la mejor literatura de ciencia ficción, cada día que pasa, parece más novela histórica y crónica de actualidad.

2. En medio de la contradicción esencial entre capitalismo y humanidad (o la contradicción ampliada entre capital y trabajo), además del imperialismo estadounidense, también existen otros polos capitalistas centrales, como China (13,9% del PIBM), Japón (6,2 % del PIBM), Alemania (5,2% del PIBM), Reino Unido (3,9 del PIBM) y Francia (3,8%). De los 194 países de la Tierra, 159 de ellos sólo llegan a concentrar menos del 9% del PIBM. La asimetría estructural y las relaciones de fuerza y de poder son las formas en que se presenta el imperialismo capitalista. La división internacional del trabajo, la dependencia, la colonización ideológica, el racismo o narrativa necesaria para la subyugación de clase, el patriarcado, las migraciones criminales, las guerras genocidas, las guerras preventivas, las guerras de baja intensidad, las guerras solapadas, las guerras diplomáticas, las guerras comerciales y las guerras financieras y monetarias, corresponden al soporte de la dominación económica y política de la minoría opresora contra la mayoría sometida. A través de esos medios, el capitalismo se concentra, se vuelve oligopólico y busca ralentizar su tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Las llamadas crisis financieras en el marco de la hegemonía del momento financiero sobre el todo de la reproducción capitalista, es una de las formas privilegiadas de cómo se expresa la caída de las utilidades del propio capital y la sobreproducción de mercancías y servicios (o burocracias en torno a la sobreproducción de mercancías que se apilan en los momentos del intercambio, la distribución y el consumo).
De la misma manera, las crisis financieras están ligadas al crédito y a la deuda infinita tanto en los capitalismos centrales, como en los dependientes o periféricos o auxiliares o complementarios o subordinados. Lo que existe en general, son pugnas interimperialistas e intercapitalistas. Dentelladas asesinas al interior y entre los propios capitalismos-eje del planeta, así como el ocaso del Estado de Bienestar, el ocaso de los progresismos, el ocaso de la socialdemocracia, el ocaso de la democracia burguesa y liberal que signó la fase anterior a la del capitalismo en curso. Lo que existe es la dictadura del capital y brotes fascistas en todo el globo. La gesta de los oprimidos/as se desarrolla como resistencia en lugares muy concretos y específicos del mundo. Y gestos hay por doquier. No obstante, la suma de los gestos no se resuelve en la constitución de la gesta urgente.

3. El movimiento real de las luchas descoyuntadas de las fuerzas populares en Chile no se manifiesta como un enfrentamiento directo y consciente, organizado y maduro en contra del capitalismo y el imperialismo. La mayoría activa destacada para las transformaciones poscapitalistas es todavía insuficiente. A septiembre de 2015, salvo la resistencia concreta de franjas del Pueblo Mapuche en y por su territorio y autonomía (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202707), se observa una fragmentación del movimiento de los oprimidos tras demandas que emplazan al Estado sobre reivindicaciones asociadas a la democracia burguesa tal como se conoció antes del golpe de Estado de 1973. Se trata de una suerte de peticionismo economicista y ligado a los derechos sociales convertidos en mercancías desde la imposición del imperio de la ortodoxia más rabiosa del liberalismo económico en la historia del suelo andino. El 2014, cientos de miles de trabajadores/as se lanzaron a la huelga ilegal y no normada, superando con creces las huelgas “legales”. No obstante, no existe una dirección única o compartida del pueblo trabajador, y las tasas de sindicalización con capacidad de negociar colectivamente el salario y las condiciones laborales no llegan siquiera a los dos dígitos. El aislamiento y la insolidaridad que sufren los focos de los asalariados/as en lucha, se recortan sobre un paisaje marcado por la indolencia y el miedo todavía.  
Las reformas comprometidas y luego sepultadas por la misma Nueva Mayoría encabezada por Michelle Bachelet, que jamás significaron modificaciones de calado estructural en beneficio del pueblo trabajador, más la política de recortes de presupuesto fiscal para inversión social, van constituyendo algunas de las piezas que acaban por consolidar la deslegitimación del sistema político general en Chile. La crisis de representación del sistema político ya existía antes de los casos de corrupción. Estos últimos simplemente aceleraron su desprestigio entre la población y desnudaron los vínculos entre la política tradicional (o una de las particiones de la administración formal del orden existente) y el capital, fenómeno y una de las determinaciones orgánicas del Estado como forma de dominación de la clase opresora y minoritaria contra la mayoría oprimida. Los gremios del capital reunidos en la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) apenas tuvieron que desabrocharse un botón de la camisa y arrugar el ceño para descafeinar lo poco que cambiarían las cosas de realizarse las reformas, las cuales apuntaban, en el mejor de los casos, a morigerar las desigualdades estructurales ligadas al momento de la distribución de la totalidad del modo ultraliberal de desarrollo chileno. Como se ha indicado en otros análisis, como un espejo roto del sistema político usamericano, la Nueva Mayoría es al Partido Demócrata, lo que la Alianza es al Partido Republicano. No importa que mediante las encuestas de opinión la gente de queje repetidamente por la corrupción. Lo realmente grave para los de arriba es que el malestar apuntara directamente al corazón del capital. Naturalmente que las encuestas no están hechas para esos efectos.
Chile es el segundo país miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), luego de Corea del Sur, con mayor cantidad de suicidios al año (1.500, según el Servicio Médico Legal), con tasas explosivas de medicación psicotrópica, alcoholismo y drogadicción, mientras que la insatisfacción y las relaciones de competencia reinan como la peste desde las aulas escolares hasta las gerencias transnacionales. Como resultado de la sobreproducción mundial de mercancías, en Chile el consumismo a cuotas imposibles, el egoísmo y la indolencia festejan su mediodía. Las relaciones sociales presas de la alienación y el fetichismo, tienden a facilitar y consentir los modos del fascismo, la industria de la seguridad, la militarización del territorio mapuche, el Estado policíaco, los montajes contra la juventud disidente, la xenofobia, el recelo al semejante.
En el país, como en casi todas partes del mundo, surgen, se desintegran y vuelven a surgir diversas agrupaciones políticas anticapitalistas. Como la lucha de clases no se resuelve explícita y consistentemente, las organizaciones anticapitalistas parecen no verse emplazadas a reunirse virtuosamente, aún carecen de un proyecto común para el desenvolvimiento de una sociedad no capitalista, de una estrategia que salga de los títulos, del insorteable análisis concreto de la realidad concreta, y muy pocos empeños logran hacer pie en territorios sociales que potencialmente sean capaces de labrar la señalética del futuro de la vida socializada. Sin embargo, la sola existencia de esas agrupaciones anticapitalistas ilustra la rebeldía majadera e imparable que produce la deshumanización capitalista. Aunque todavía no sea la hora de ofensivas, ya es la hora apremiante de la organización, la reflexión colectiva crítica, la sistematización aleccionadora de la acción práctica y directa, por menuda que resulte. Las instancias anticapitalistas que ya están, no perecerán si se desenvuelven en el automovimiento orgánico de los grupos sociales oprimidos en lucha. Nada está terminado ni nada es definitivo. Ya es una muestra de comprensiones superiores que cualquier lucha encorsetada en el reducto de la institucionalidad, de aquel punto concentrado de la coacción y la cooptación, no comporta ninguna promesa de porvenir. Y el horror capitalista continúa siendo la condición de su propia destrucción y superación si vence en la humanidad la voluntad colectiva y acuñada en el principio de vida y no de muerte.

4. Ante la crisis capitalista mundial, la presente administración del Ejecutivo chileno, con el fin de encantar inversiones y evitar la deslocalización de capitales y su fuga, disminuye la tramitación y los estándares de impacto ambiental de los proyectos transnacionales y combinados extractivistas asociados a la minería, la agroindustria, las forestales y la energía. Asimismo, intenta contrarrestar la destrucción del trabajo asalariado mediante microcréditos para microemprendimientos y multiplicar el cuentapropismo de sobrevivencia.
Tanto la fortaleza del dólar, como el fin del período dorado de los altos precios de la exportación de materias primas y commodities frente a la ralentización de la economía china y planetaria, provocan la caída de las proyecciones de crecimiento nativo, sintonizándose con las economías en crisis del continente. En Chile, se precipitan las fusiones empresariales, las colusiones monopólicas, los despidos, el empleo informal, las ventas callejeras. En tanto, la maquinaria de producción de sentido común capitaneada por los medios masivos de comunicación, agitan premeditadamente el fenómeno de la delincuencia, multiplicando la incertidumbre ambiental y su percepción fabricada, y desligando el hurto de sus causas gatilladas por el empeoramiento de las condiciones de vida, la miseria y la ignorancia. Además de aumentar la dotación de las fuerzas policiales, la rebaja de la edad penal, el incremento de las cárceles y el negocio de la seguridad privatizadas, los medios de propaganda del poder hacen prosperar el uso de armas y de capacitaciones al respecto por la población ‘contra la sospecha’, la discriminación aspectual y hasta contra la infancia y adolescencia empobrecida. Independientemente que de manera oficial, el registro de incidentes delincuenciales no haya aumentado en la realidad. Como es sabido, también se pueden construir las condiciones de la fascistización y de los ‘rostros disfuncionales’, esto es, los escenarios subjetivos necesarios que junto a una crisis económica, auspicien ‘soluciones’ más radicales en materia de orden y disciplinamiento social.
La independiente Fundación Sol (http://www.fundacionsol.cl/), evacuó en septiembre de 2015 un estudio basado en los más frescos datos ofrecidos por la Encuesta de Caracterización Socioeconómica 2013 (CASEN2013), dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, donde “se puede concluir que en Chile se registra un considerable ‘atraso salarial’”. Si bien el análisis de la Fundación Sol acentúa las asimetrías en el momento de la distribución de los ingresos, ello es suficiente para graficar los niveles de súper-explotación de la mercancía fuerza de trabajo de, al menos, una parte significativa de la población asalariada.
En general, la investigación revela que el 50,5% de los ocupados chilenos gana menos de $260 mil pesos líquidos al mes (USD382), y el 74,1% menos de $400 mil pesos (USD588). Sólo el 11,8% obtiene más de $700 mil pesos (USD1.029). La feminización de la pobreza queda ilustrada cuando el estudio arroja que el 84,9% de las mujeres gana menos de $500 mil pesos (USD735).
“En los cuatro sectores que más acumulan ocupados a nivel nacional, Comercio (18,8 %), Industria Manufacturera (11,3 %), Construcción (9,4 %) y Agricultura y Pesca (8,5 %), el 60 % de los trabajadores de menores ingresos obtienen hasta $320.000 (USD470,5). Y en ocho sectores económicos el 74 % de los ocupados obtiene ingresos menores a $400.000”, y la Fundación Sol agrega que “El 79,6 % de los ocupados con jornada completa obtiene ingresos inferiores a $500.000 (USD735)”.
Por otra parte, la investigación afirma que “Al comparar a Chile con países similares en cuanto al PIB per cápita (o cercanos en la vecindad), se corrobora una situación de atraso salarial efectivo. Por ejemplo, Croacia, con un PIB per cápita menor que Chile en 2013, tiene una mediana salarial que es casi un 45 % más alta. En el caso de Polonia, con un PIB per cápita muy similar a Chile, obtiene una mediana salarial ajustada por paridad de poder de compra que es casi un 47,3 % superior. Para situarse en los rangos normales de los países con un PIB per cápita similar, nuestro país tendría que recuperar terreno de forma considerable en lo que refiere al valor del trabajo”, e indica que “la heterogeneidad sectorial también se aprecia, Intermediación Financiera tiene un ingreso promedio de $887.975 líquido, mientras que en Agricultura, Pesca, Hogares Privados con Servicio Doméstico, Hoteles y Restaurantes el promedio de ingresos es inferior a $300.000”.
Si el lugar de Chile en el planeta capitalista es el de plataforma financiera y comercial para la región, y el extractivismo exportador minero, maderero y de producción de celulosa, no existe una relación entre los salarios y las ganancias de esas zonas. Si bien, los altos ejecutivos de las industrias mencionadas y fracciones de sus trabajadores/as, en términos relativos, tienen sueldos diferenciados y más altos que el resto, sólo se explica por los índices astronómicos de sus utilidades. Sin embargo, así y todo, los salarios tienden a una media que corresponde al sueldo necesario para fidelizar la fuerza de trabajo a las empresas donde es sobreexplotada. Y la diferencia salarial en una economía donde el sistema financiero y el extractivismo hegemonizan, los sueldos sólo amplían o reducen la capacidad de endeudamiento de los trabajadores/as. Los cálculos moderados hablan de que los asalariados/as chilenos están endeudados, por lo menos, en siete salarios.
Heterogeneidad, castigo a las mujeres y jóvenes, diferencias menores entre los salarios de quienes se desempeñan en pequeñas o grandes empresas, y distancias menores entre la fuerza de trabajo contratada y la no contratada, junto a la extraordinaria y añosa política de flexibilidad y polifuncionalidad laborales, índices ridículos de trabajadores/as que pueden siquiera negociar sus sueldos y condiciones de trabajo, forman parte del mapa de la fuerza de trabajo en Chile.
Casi está de más poner en cuestión los métodos que usa el gobierno para medir el empleo formal e informal, y la pobreza en el país (http://www.fundacionsol.cl/2012/10/fundacion-sol-en-el-ciudadano-encuesta-casen-mas-alla-de-las-cifras/). Al respecto, las metodologías están hechas, justamente, para sacar cuentas alegres y satisfacer a la OCDE, al FMI, al Banco Mundial y a otras instituciones que regentan “el arbitraje y evaluación” de la economía global.

5. En la república del silencio y de los pactos de silencio e impunidad (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202286), el periodista Juan Carlos Cruz, uno de los varios querellantes contra el cura católico Fernando Karadima por abusos sexuales de ‘menores con violencia y abuso de su potestad eclesiástica’, realizó nuevas declaraciones en el programa Tolerancia Cero del canal de señal abierta Chilevisión, el pasado 13 de septiembre de 2015.
El jefe de la Iglesia Católica chilena, Ricardo Ezzati, intercambió incriminatorias correspondencias electrónicas con el actual miembro del consejo cardenalicio del Vaticano, el cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, donde tramaron exitosamente impedir que Juan Carlos Cruz forme parte del Consejo Papal de Prevención de Abusos  Sexuales. El proceso civil respecto de las pruebas y testimonios de las víctimas abusadas está en curso y tanto Ezzati, como Errázuriz tendrían la obligación de prestar declaraciones. Ambos cleros, encubridores de los crímenes pedófilos, representan y ejecutan las políticas de la fracción más conservadora y recalcitrante de esa institución milenaria, incluso a contrapelo de los mandarines del Partido Demócrata Cristiano, y, sobre todo, desatendiendo los costados más progresistas del relato del propio Papa Francisco. Históricamente dividida por la lucha de clases, la Iglesia Católica del país toma posiciones en franca y resuelta contradicción entre un Cristo sacrificado en la arquitectura del poder, y el Cristo vivo y liberador de los oprimidos/as.
En el programa televisivo, Juan Carlos Cruz declaró que “Ezzati y Errázuriz le han mentido a Chile, (cuando en realidad) por dentro son venenosos e hirientes. (Por lo demás) El cardenal Ezzati, cuando fue inspector general de un colegio Salesiano, donde encubrió a tres sacerdotes que abusaban de niños, cambiándolos de diócesis a otros establecimientos educacionales donde seguían abusando. (De hecho) Uno de los sacerdotes, Rimsky Rojas, hizo desaparecer a una de sus víctimas, el joven Ricardo Harex, cuyo cuerpo jamás ha sido encontrado. Los testigos clave de ese caso han ido muriendo misteriosamente”.
Pero Juan Carlos Cruz no se quedó allí. Señaló que “los pactos de silencio se aplican también entre los obispos. Yo vi en este mismo programa cuando invitaron a Carmen Gloria Quintana (https://es.wikipedia.org/wiki/Carmen_Gloria_Quintana, quemada viva por militares durante una protesta contra la tiranía de Pinochet) y ella mencionó al general Santiago Sinclair, y el general Sinclair (quien fue senador Institucional, vicecomandante en Jefe del Ejército y miembro de la Junta Militar) era íntimo amigo del cura Karadima. A mí me dio miedo porque Karadima tenía los brazos muy largos. Tenía a los empresarios más ‘cototudos’ (poderosos) de Chile de su lado”.
Casi sobran las palabras. La comandancia ejecutiva del capital en el país, esto es, la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas, el gran empresariado y la jerarquía eclesiástica, funciona como una sola fuerza, un mismo procedimiento y similares fines.
La república del silencio, de la impunidad y del olvido de Chile se agrieta por momentos. No lo sabrá acaso la historia y los pueblos cuando la toman en sus manos.