La historia oculta de una llamada telefónica histórica
¿Quiénes grabaron las últimas palabras de Salvador
Allende?
En la
historia desconocida del 11 de septiembre chileno hubo muchos héroes anónimos
que simplemente supieron hacer su trabajo. Otro fue Julio Soto, el chofer de
Salvador Allende quien, en apenas 11 minutos recorrió unos 15 km desde la
residencia presidencial al palacio de La Moneda, que hasta esa fecha
simbolizaba la sede del poder legítimo. A sus 24 años, Soto evadió el riesgo de
encontrarse con militares y carabineros que ya comenzaban a controlar la ciudad
y logró trasladar al Presidente al palacio antes que llegaran “ellos”. Hizo un
rodeo tan rápido por las zonas despejadas de la urbe congestionada por el
tráfico de las 7 de la mañana, que el resto de la escolta tardó en alcanzarlo.
Aunque sobrevivió, pagó su eficacia con tortura y cárcel, pero cumplió con su
trabajo, según el relato del propio protagonista a Jorge Luna, de Prensa Latina
…35 años después. (1) Y Allende pudo estar a tiempo en su lugar de trabajo para
dirigirse por radio a su pueblo y a la posteridad. Sin embargo, se conoce muy
poco la pequeña historia que rodea la recepción y grabación de las palabras del
Presidente.
Ravest, quien
era entonces director de la Magallanes, lleva años luchando porque se reconozca
su participación en la salida al aire y la conservación de la última llamada
telefónica en que Allende improvisó su memorable alocución, a las 9:20 de la
mañana del martes 11, cuando las demás radioemisoras afines a su gobierno ya
habían sido silenciadas por los militares. Allende habló adolorido,
improvisando un discurso breve y magistral que el radio-operador Felipe Amado
grabó para la posteridad. Su instinto lo condujo a utilizar una cinta nueva
para registrar mejor calidad de sonido, transmitiendo la voz del Presidente sin
pérdida de tiempo.
La calidad
óptima de la apresurada grabación permitió volver a difundirla perpetuamente.
Esa mañana se repitió una vez más, antes que la radio fuera acallada
definitivamente, hasta hoy. Ravest y Amado pudieron grabar 40 copias durante
los dos días que debieron permanecer en los estudios de la emisora, obligados a
la inmovilidad por el toque de queda que impusieron los nuevos gobernantes
desde la tarde del 11 al mediodía del jueves 13.
Las breves
palabras del Presidente Allende erigieron una suerte de estatua oral, política
y moral de un jefe de Estado que supo defender con su vida la Constitución y la
ley. Su verbo fue engrandecido por el metal sereno de su voz y una valentía sin
precedentes en América Latina. La estatua oral se fortaleció con el tiempo,
mucho antes que se levantara cualquier monumento de piedra en su memoria.
Pequeña
historia del último discurso
Allende
habló cinco veces por radio durante la mañana del Once. Las primeras cuatro
alocuciones fueron transmitidas por radio Corporación, del partido Socialista,
como cabeza de una red de emisoras afines al gobierno llamada “Voz de la
Patria”. Sólo la quinta y última alocución se difundió exclusivamente por radio
Magallanes, a las 9,20 horas, porque las demás emisoras leales al Presidente ya
habían sido silenciadas. Dominaba el éter una red sediciosa encabezada por radio
Agricultura, de los latifundistas agrupados en la Sociedad Nacional de
Agricultura.
Los
golpistas acallaron temprano las radios favorables al gobierno en una llamada
“operación silencio”, conocida hoy por documentos secretos desclasificados de
EEUU. Todos los pormenores del plan de golpe estuvieron en conocimiento de la
embajada estadounidense con varios días de anterioridad. Por bombardeo aéreo de
sus antenas y plantas transmisoras, o presencia física de la soldadesca en sus
instalaciones, fueron acallando emisoras como Corporación, del partido
Socialista, Portales, radio privada plegada con Allende, Universidad Técnica
del Estado (UTE) y Luis Emilio Recabarren, de la central obrera CUT, ambas
controladas por el partido Comunista, la radio Nacional, que era una estación
privada propiedad del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y,
curiosamente, silenciaron también a radio Balmaceda, del partido Demócrata
Cristiano (PDC), que apoyó sin reservas el golpe militar bajo el liderazgo del
entonces presidente del partido Patricio Aylwin y el ex presidente de la
República Eduardo Frei Montalva.
A las 8
horas, en los estudios de la Magallanes se encontraban Ravest; los
radio-operadores Felipe Amado y Federico Godoy; los periodistas Leonardo
Cáceres, jefe de prensa, Carmen Torres, Jesús Díaz, Ramiro Sepúlveda, jefe del
turno de la mañana, Fernando Barraza, conductor del programa Bitácora, Hernán
Barahona, reportero político, Ernesto Saúl, redactor de turno, Rubén Adrián
Valenzuela y Enrique Contreras, quien trabajó en el turno de toda la noche del
10 al 11.
También
estuvieron presentes el ingeniero Luis Oliva, el subgerente Eulogio Suárez y
los locutores Jorge Giacamán y Agustín Fernández, además de dos jóvenes
militantes dedicados a tareas de “seguridad” que se quedaron todo el tiempo
–dos días– y cuyos nombres nadie registró. Tras una breve reunión, se decidió
enviar a la planta transmisora, ubicada en Renca, a pocos kilómetros del centro
de Santiago, a la joven reportera Torres, al periodista Díaz y al locutor
Fernández para acompañar al “plantero” Sergio Contreras. El joven periodista
Valenzuela fue enviado a reportear qué estaba ocurriendo esa mañana en la sede
del PDC. Los periodistas Barraza y Barahona abandonaron temprano los estudios,
según el relato de Ravest, refrendado por Cáceres, entre otros protagonistas de
esta historia todavía con vida. (2)
En la
trascripción de las conversaciones secretas de los jefes del golpe, divulgadas
una vez desclasificadas años después, el jefe de la aviación Gustavo Leigh
conminó a Augusto Pinochet a ocupar rápido la Magallanes. La aviación inició la
destrucción de plantas y antenas temprano, pero no hicieron blanco en la
Magallanes, en parte por creer equivocadamente que operaba con un transmisor
móvil.
La
“operación silencio” acalló a todas las radios leales al Presidente Allende,
excepto a la Magallanes, que siguió transmitiendo hasta que a algún jefe
golpista se le ocurrió enviar tropas a la planta transmisora en Renca. Entonces
se apagó la única voz contraria al golpe. Todas las personas que se encontraban
allí fueron detenidas, pero curiosamente –en medio del despelote represivo– los
militares no allanaron los estudios de la Magallanes en el centro de Santiago,
a escasas cuatro cuadras de La Moneda. La planta fue ocupada y silenciada
militarmente a las 10,27 horas.
Las cinco
alocuciones de Allende
7,55 horas: Allende, quien ya se encontraba en La Moneda, anunció por Corporación y
la red “Voz de la Patria” que la Marina había ocupado Valparaíso en un acto de
rebelión contra el gobierno legítimo. Llamó a los trabajadores a estar
vigilantes en sus sitios de trabajo. Dijo que aún confiaba en una respuesta “de
los soldados de la patria que han jurado cumplir con su doctrina. En todo caso
–añadió– estoy en La Moneda y me quedaré aquí defendiendo al gobierno que
represento por voluntad del pueblo”. A esa hora había poca información sobre la
magnitud real de la traición castrense estimulada por las clases propietarias
de Chile, los partidos y grupos de derecha y el PDC.
8,15 horas: Allende hizo una segunda intervención, de contenido similar a la
primera.
8,45 horas: Más informado de la situación, en su tercera intervención por “ la red
La Voz de la Patria” el Presidente ya denunciaba que “hacemos frente a un golpe
de Estado en el que participa la mayoría de las Fuerzas Armadas”. Y advertía a
los traidores alzados: “Yo no tengo pasta de apóstol ni de Mesías. No tengo
condiciones de mártir, soy sólo un luchador social que cumple la tarea que el
pueblo me ha dado… Defenderé esta revolución chilena y defenderé el gobierno.
No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir mi
voluntad de hacer cumplir el programa del pueblo… Compañeros, permanezcan
atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero
Presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí
en la Moneda inclusive a costa de mi propia vida”.
9,00 horas: La cuarta alocución no fue difundida por la Magallanes, por algún
problema que afectó a Corporación o fallas en la conexión, según el relato de
Ravest. Los radioescucha de la Magallanes tomaron nota de esas palabras:
“En estos
momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero sepan que aquí
estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que
saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y
por voluntad consciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo
entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas.
“En nombre
de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a
ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la
represión ni con el crimen. Ésta es una etapa que será superada. Éste es un
momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del
pueblo, será de los trabajadores, porque la humanidad avanza hacia la conquista
de una vida mejor. Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son
caros a nuestra patria.
“Caerá un
baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra,
roto la doctrina de las Fuerzas Armadas. El pueblo debe estar alerta y
vigilante, pero no debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero
también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con
su esfuerzo una vida digna y mejor”.
Salen al
aire las últimas palabras de Allende
Radio
Magallanes tenía una “plancha”. Éste era el nombre asignado al teléfono a
magneto que enlazaba directamente a La Moneda mediante una línea permanentemente
viva. En cualquiera de las dos puntas sólo había que dar vuelta a una manivela
para activar la línea. De pronto “la plancha” sonó:
9,20 horas:
“Era la inconfundible voz del Presidente Allende”, relató Ravest.
–¿Quién
habla?, preguntó el Presidente.
–Ravest,
compañero…
–Necesito
que me saquen al aire inmediatamente, compañero…
–Déme un
minuto, para ordenar la grabación…
–No,
compañero. Preciso que me saquen al aire inmediatamente, porque no hay tiempo
que perder…
Sin
separarse del auricular de “la plancha”, Ravest gritó órdenes a pleno pulmón.
Leonardo Cáceres corrió al micrófono para anunciar al Presidente. El radio
operador Felipe presintió que vivía un instante de la historia y tuvo la buena
ocurrencia de anteceder la transmisión con los acordes del himno nacional, que
se mezclaron con el anunció de Cáceres.
Así habló
Allende por última vez
“Seguramente
ésta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza
Aérea ha bombardeado las torres de radio Portales y radio Corporación.
“Mis palabras
no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que
han traicionado el juramento que hicieron... soldados de Chile, comandantes en
jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, más el señor
Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad
al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.
“Ante estos
hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar!
Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y
les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la
conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada
definitivamente.
“Tienen la
fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con
el crimen... ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
“Trabajadores
de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza
que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de
justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y
así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a
ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo,
unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su
tradición, la que les enseñara Schneider (3) y que reafirmara el comandante
Araya (4), víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas,
esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus
granjerías y sus privilegios.
“Me dirijo,
sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en
nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra
preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los
profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la
sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender
también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos. Me dirijo a
la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de
lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a
aquellos que serán perseguidos... porque en nuestro país el fascismo ya estuvo
hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes,
cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente
al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos.
La historia los juzgará.
“Seguramente
radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a
ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo
menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los
trabajadores.
“El pueblo
debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni
acribillar, pero tampoco puede humillarse.
“Trabajadores
de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este
momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes
sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes
alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
“¡Viva
Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
“Estas son
mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano.
Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la
felonía, la cobardía y la traición”. (5)
La
Magallanes siguió “en el aire” más de una hora
Después de
las últimas palabras de Allende, la voz del locutor Giacaman identificó varias
veces la emisora: “Esta es radio Magallanes, la voz de la patria, la voz del
pueblo, transmitiendo por una red de emisoras patriotas que están resistiendo
el golpe fascista de un sector de las fuerzas armadas y de los partidos
políticos que no han sabido cumplir con el primer deber que se debe a la
patria: respetar la Constitución”.
Más tarde
repitieron la alocución y sacaron al aire un par de llamadas de dirigentes
políticos, dando instrucciones al pueblo y a la clase trabajadora. Entretanto,
la red de radios golpistas que encabezaba Agricultura repetía monótonamente el
“Bando militar número uno” de la autoproclamada junta de gobierno que – entre
otras– profería esta amenaza: “La prensa, radiodifusoras y canales adictos a la
Unidad Popular deben suspender sus actividades informativas a partir de este
instante. De lo contrario recibirán castigo aéreo y terrestre”.
Para
mantener la continuidad de la transmisión con un mensaje diferente, el
periodista Saúl escribió este texto que leyó Giacamán, según los recuerdos de
Ravest:
“Llamamos a
los trabajadores, a los pobladores, a defender el gobierno popular, a defender
al Presidente de la República, a rodear la Moneda para detener el golpe.
“Llamamos a
los soldados patriotas, a los soldados que son hijos del pueblo, a plegarse al
bando de los trabajadores, al bando de los patriotas.
“Cada minuto
que pasa es decisivo. Cada cosa que hagamos es urgente. Radio Magallanes, la
voz del pueblo, la voz de la patria, que representa sus valores democráticos y
constitucionales, está en el aire y podrá desaparecer en cualquier instante.
“¡Al golpe
se resiste con fuerza, con entereza, no dejándose intimidar! ¡Somos tres
millones de trabajadores contra 50 mil golpistas!
“La mejor
arma son los puños, las máquinas, las herramientas, las palas. ¡Pueblo de
Chile: a no dejarse aplastar por el fascismo! ¡A luchar por las conquistas
conseguidas en tres años de combates fervorosos! ¡A no dejarse derrotar ni
desanimar! ¡Cada minuto que pasa corre a favor de nosotros! ¡Viva Chile!”.
Así
transcurrió la mañana del Once en la Magallanes hasta que salió del aire a las
10,27 horas. Después, las cuatro personas que continuaban en los estudios
–Ravest, Amado y los dos jóvenes de “seguridad”– se dedicaron a hacer
“limpieza”, eliminando documentos comprometedores antes del allanamiento que,
empero, nunca se produjo… El hallazgo fortuito en un armario de una caja de
pequeños rollos de cinta magnética les inspiró la tarea de grabar 40 copias de
calidad óptima con las últimas palabras de Salvador Allende. Y se hizo un
trabajo que permitió cumplir para la posteridad lo que anunciara el Presidente:
“Seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no
llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo”.
La otra petite
histoire
Por razones
desconocidas, la versión real de este episodio histórico fue cambiada por los
propietarios de la emisora. Las autoridades del partido Comunista transfirieron
el rol de Ravest al periodista Hernán Barahona, quien falleció el 15 de junio
de 2008 víctima de un penoso cáncer que lo mantuvo postrado los últimos tres
años de su vida.
Ravest
impugnó esa “otra historia”, pero nadie le hizo caso. El cambio de roles fue
una evidente decisión político-partidaria. Como muchas otras personas, Barahona
difundió, reprodujo, distribuyó y envió al exterior algunas de las 40 cintas.
Pero la apropiación del rol de Ravest respecto a las últimas palabras del
Presidente Allende resultó una brasa ardiente para la escasa gente que conocía
cabalmente este episodio, en particular debido a la amistad con el pretendido
protagonista y a su larga postración. La mezcla de amistad antigua más
sentimientos de lástima, pesar y solidaridad con un amigo enfermo quizás
inhibió incluso a quienes pudieron contar la verdadera historia. Hubo muchos
comentarios en privado, en que algunos desconocedores de los entretelones
encontraron que la disputa de roles entre dos periodistas comunistas era otra
noticia sensacional mantenida oculta. Pero nadie publicó la verdadera historia.
Quienes se atrevieron a disentir de la versión revisada fueron víctima de
presiones o imprecaciones variadas e incluso insultantes. Sin embargo no hubo
debate público serio sobre el asunto. Y en Chile escasean los medios capaces de
acoger una controversia como ésa. Sólo la desaparecida revista mensual
Rocinante se refirió al tema en 2003 en un artículo firmado por el propio
Ravest bajo el título “Salvando el último discurso de Salvador Allende” y otro
texto de Leonardo Cáceres. (6)
Ravest
acudió ante los tribunales éticos del Colegio de Periodistas reclamando que la
usurpación de roles es sinónimo de conducta no ética. El Tribunal Regional de
Ética y Disciplina del Consejo Metropolitano del Colegio (Tred) reconoció –el 5
de diciembre de 2007– su participación en la recepción, transmisión y rescate
de las últimas palabras del Presidente Allende, pero declinó sancionar a Barahona
por encontrarse imposibilitado de prestar declaración ante el fiscal de esa
primera instancia. (7) La decisión definitiva del Tribunal Nacional de Ética y
Disciplina (Trined) ratificó el 7 de abril de 2008 la participación de Ravest
en la grabación y rescate del discurso, pero también declinó sancionar a la
otra parte por “la usurpación de roles” alegando “prescripción”, entre otros
argumentos. (8) El objetivo del reclamo era establecer la cuestión de los roles
como lesión ética, pero ambos tribunales reconocieron el papel desempeñado por
el acusador Ravest, quien se propone contar la historia en dos capítulos de su
libro de memorias –todavía inédito– “Pretérito Imperfecto”.
Epílogo en
un poema de bar
E pur si
muove , podría alegar Ravest. “Y sin embargo se mueve”,
emulando a Galilei. En el fondo, ambos fallos reconocieron su trabajo y el del
radio-operador Amado, quien murió trágicamente después del golpe.
Cuando
Barahona falleció hubo conmoción y sentimientos de pesar, no sólo en el gremio
de periodistas. Su amigo poeta Carlos Cifuentes López le dedicó su Oración
por Hernán Barahona o Conversaciones de Bar, publicada el 16 de
junio 2008 (9). Allí despide al amigo y brinda por la amistad entre ambos. Los
versos de dos estrofas dicen lo siguiente:
–¿Viejo
es cierto
lo del
último discurso
de Allende
que
rescataste
de la Radio
Magallanes?
-Para ser
honesto
la mitad
de la
historia
es mentira
y la otra
mitad…
también.
-¡Salud por
eso¡
Larga vida
a los
muertos
que se
niegan
a dejarnos.
Notas:
2)
Correspondencia con Guillermo Ravest –residente en México– y texto de su libro
“Pretérito Imperfecto”, aún inédito, y conversación con Leonardo Cáceres. El
libro de Ravest está siendo considerado para su publicación por editorial LOM,
de Chile.
3) René
Schneider Chereau, asesinado por el fascismo el 25 de octubre de 1970. Las
armas utilizadas fueron proveídas por la CIA vía valija diplomática de la
embajada de EEUU. El asesinato se proponía crear condiciones para un golpe que
impidiera la asunción de Allende el 4 de septiembre de ese mismo año, nueve
días después.
4) Capitán
de Navío Arturo Araya Peters, edecán naval del Presidente Allende, asesinado en
su hogar durante la noche del 26 al 27 de julio de 1973. El móvil del crimen
fue desestabilizar al gobierno y amedrentar a los oficiales leales a la
Constitución y la ley, 44 días antes del golpe militar.
6)
Rocinante, edición Nº 58, páginas 7, 8 y 9, agosto de 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario