martes, 1 de abril de 2014

El Dorado Canadiense: Contradicción y destrucción del petróleo sucio

                        

Mario R. Fernández

En Alberta las arenas bituminosas se explotan por más de 45 años; de ellas se extrae petróleo crudo sintético. El petróleo convencional, hoy en declive, se explota en forma comercial en Alberta (Canadá) desde 1914, justamente 100 años. Desde 1950, y a partir del descubrimiento del conocido pozo petrolero de Leduc, la provincia ha dependido crecientemente de la explotación de petróleo, arenas bituminosas y gas natural para su crecimiento económico. Durante el siglo 20 los hidrocarburos se transformaron en esenciales para la actividad humana; en los lugares donde se producen a gran escala han generado apogeos económicos importantes. Estos apogeos, a veces llamados “boom” económicos, y entendidos generalmente como muy deseados, están unidos  mentalmente a delirios del pasado equivalentes al Dorado. Agentes de empresas y especuladores se encargan de mantener viva la imagen del nuevo Dorado, ellos son quienes más se benefician con estos auges de explotación y mega proyectos en base a recursos naturales no renovables -la mayor parte de la población y el medio ambiente pagan sus costos.
La provincia de Alberta vive también de la agricultura, la ganadería, los productos forestales, otras pequeñas industrias y toda una monstruosidad de servicios; hoy cuenta con más de 4 millones de habitantes, un millón más que hace apenas 12 años. Todo su crecimiento ostentoso se ha debido fundamentalmente a la industria del petróleo y el gas, que significan el 22 por ciento de su PIB; sin la explotación de estos recursos su población no pasaría quizás de un millón de habitantes.  Alberta ha venido viviendo auges de crecimiento económico desde los 60, y en los 70 con intervalos de crisis, es a partir del año 2000 que las inversiones llegan a más de 100.000 millones de dólares en nuevos proyectos en las arenas bituminosas y se calcula que se han invertido hasta el presente más de 200.000 millones de dólares si se incluyen los oleoductos, por lo que el proyecto energético de Alberta es el más grande del mundo tanto en construcción como en capital invertido en producción.  El petróleo de las arenas bituminosas ha convertido a Alberta en unos de los grandes productores de crudo del mundo, y para explotar este crudo sintético existen cinco gigantes plantas alimentadas con minas de tajo abierto, además de 17 plantas que extraen bituminosos “in situ” (SAGD) que inyectan vapor a altas presiones. En cuanto a producción estos dos sistemas, el de inyección in situ y el otro,  son equivalentes, cada uno produce aproximadamente el 50 por ciento de la producción. Las mayores plantas de extracción y  procesamiento de crudo sintético de las arenas bituminosas son Syncrude y Suncor y producen aproximadamente 350.000 barriles diarios de crudo cada una. En los planes postergados está la posibilidad de construir algunas plantas más y expandir las existentes.                                                 
Todas  las plantas de petróleo sintético en Alberta están ubicadas en un territorio total estimado de  141.000 kilómetros cuadrados de pertenencia estatal o de pueblos aborígenes. En estos territorios los depósitos de arenas bituminosas existen en  tres distintas áreas de la provincia: Peace River Oil Sands, Cold Lake Oil Sands y Athabasca Oil Sands, esta última es la principal y más extensa  y cuenta con un centro urbano en la ciudad de Fort McMurray que tiene una población de 75.000 habitantes (cifra especulativa pues gran parte de la población es temporal). Yo conocí personalmente Fort McMurray hace más de treinta años cuando tenía 25.000 habitantes y era un lugar lejano con atractivo de frontera; hoy es un centro urbano, quizás de los más caros del mundo, donde se vive en medio de  tumulto, enloquecido consumismo y contaminación, información generalmente ausente en la falsimedia que resalta solamente el auge económico de este Dorado.
Las reservas de petróleo en Canadá son terceras en el mundo después de Venezuela y Arabia Saudí y representan el 13 por ciento  global -170.000 millones de barriles de los cuales  168.000 millones de barriles en las arenas bituminosas- estas cifras emergen en medio de especulación y pueden no ser exactas. La producción de petróleo en Canadá actualmente es de cerca de 4 millones de barriles diarios aunque ha pasado esta cifra -de los cuales más de dos millones provienen de las arenas bituminosas y el resto  es convencional incluyendo el extraído en el océano y el condensado o gasolina natural.                                                                                                              
Canadá consume menos de 2 millones de barriles diarios, exporta 2.4 millones de barriles a Estados Unidos y a la vez importa 723.000 barriles diarios; la exportación e importación incluye productos refinados. Considerando que todas estas cifras cambian continuamente y nunca son claras para él público, y que los precios de venta y de compra fluctúan así emerge la realidad económica disfuncional del país.  El impacto laboral de esta industria no es tan grande como parece. Canadá tiene una fuerza laboral de 18,4 millones de trabajadores y trabajadoras, de los que solo 220.700 trabajan en la industria minera, petrolera y de gas. En Alberta el 5 por ciento, o 150.000 personas, trabajan en este sector, el más numeroso al que lo siguen los 100.000 trabajadores del sistema de salud provincial.  La industria del petróleo de las arenas bituminosas en Alberta es compleja por su tecnología y costos, pero también por las contradicciones que causa -en lo político, social y económico y por el daño irreparable a la naturaleza y al medio ambiente.
Son muy pocos los textos o artículos que analizan las contradicciones de esta gigantesca y muy poderosa industria en Canadá, algunos analistas y periodistas valientes se han atrevido a hacer críticas a esta industria “sagrada” por ejemplo Andrew Nikiforuk, quien vive en Alberta, con su libro “Tar Sands Dirty Oil and the Future of a Continent” (Petroleo Sucio de Arenas Bituminosas y el Futuro del Continente).                                                                                                                                          En la explotación y comercialización del petróleo sintético están involucradas corporaciones de diferentes banderas –canadienses, estadunidenses, británicas, holandesas, chinas, japonesas, noruegas, francesas, etc. Todas ellas actuando de acuerdo a las condiciones y contratos que tienen con los gobiernos, federal provincial y local; sus políticas y éticas no en favor de un supuesto avance civilizatorio en las relaciones de producción sino en búsqueda de crecidas ganancias, conveniencias y posibilidades. El derecho de explotación (royalty) varía de país en país; sorprendentemente no siempre los países del Primer Mundo reciben mayores derechos de explotación por sus recursos. En Alberta las corporaciones  pagan uno de los derechos de explotación más bajo del mundo, y son pagados sobre los ingresos netos de la producción y dependiendo de la cotización del precio del crudo diario –puede que sean un 30 por ciento lo que es muy inferior al 70 por ciento que se paga en Nigeria o Angola y al más del 80 por ciento que se paga en Venezuela.
Por ejemplo, sobre  el impuesto a la renta estas corporaciones tienen otra ventaja significativa mientras terminan de construir un proyecto o una expansión pagan sólo el 1 por ciento; una vez que la inversión esta pagada se espera paguen el 25 por ciento, lo que es complejo pues las corporaciones pueden reclamar gastos de mantenimiento que rebajan este porcentaje. Otro fenómeno aparentemente poco investigado tiene que ver con el sobre presupuesto  de un proyecto, por ejemplo se está completando el proyecto  Kearl Lake de propiedad de la Imperial Oil y sus socios, calculado en 7.900 millones de dólares pero que según sus dueños va  terminar costando 12.900 millones,  o sea  5.000 millones de dólares por encima del presupuesto, algo increíble en corporaciones que disponen de todos los recursos para calcular un presupuesto. El gobierno por lo tanto tendrá que esperar mucho más tiempo para recibir los impuestos establecidos.  El poder político de las corporaciones es incalculable; acaba de renunciar la Premier de Alberta, Alison Redford, lo que le abre la puerta a un partido político (Wildrose Party) muy alineado con el partido federal de gobierno de extrema derecha. Las próximas elecciones provinciales decidirán, pero no sería extraño que el Wildrose Party logre el poder, y es posible que en su agenda secreta esté incluido dejar exentas de pagos de gravámenes a las corporaciones del petróleo.
Para Alberta crece la importancia de exportar el recurso de las arenas bituminosas antes de que este llegue a transformarse en crudo porque tiene excedente del producto primario y una limitada capacidad de convertirlo en crudo. Debido a esto ha aumentado el interés por los oleoductos;  uno de estos oleoductos es Keystone XL que llevaría el producto primario al sur de Texas pero que ha tenido una fuerte oposición ciudadana en Estados Unidos. Otro oleoducto es Northern Gateway que llevaría el producto primario hacia el Pacífico en Canadá desde donde se exportaría a Asia y que es también muy polémico; y, finalmente, un tercer proyecto hacia el Este del país, incluso con miras de exportar a Europa. Estos planes terminan exportando un producto no elaborado, lo que significa menor valor agregado para la provincia de Alberta y para el país, pero que paradójicamente son promovidos por ambos niveles de gobierno (federal y provincial).  En Alberta un alto porcentaje del crudo sintético se vende como Western Canadian Select (WCS) con un precio más o menos 25 por ciento inferior al West Texas Intermediate (WTI) que es de una calidad superior –el WCS es un crudo con muy baja fuerza API una medida del peso comparada  al agua y con un alto contenido de azufre y otros residuos por lo que requiere un proceso de mejoramiento de más alto costo que consume más energía y agua que el crudo convencional. 
El costo de producción en especial en las minas abiertas, según algunas corporaciones de esta industria,  se ha triplicado en los  últimos 20 años; el costo ha aumentado en el sistema SAGD también. En especial el costo de la energía eléctrica, que se genera en base al gas natural, es tan alto que con la energía usada se podría dar calefacción a seis millones de hogares. La agencia North American Energy Working Group opina que si la producción llega al máximo de 5 millones de barriles diarios de crudo sintético para el año 2030 la industrializa usaría el 60 por ciento del gas natural que se produce en el oeste del Canadá -que es la zona de mayor producción del país. Con este rápido agotamiento del gas natural se especula sobre el uso de energía nuclear lo que sería la primera vez que se usaría energía nuclear para la explotación de hidrocarburos.  El vapor de agua es crucial en el proceso y ya en los años 80 se calculaba que se gastaría 2,4 barriles de vapor para producir un barril de petróleo; hoy esa relación es de entre 4 a 6 barriles de vapor por barril de petróleo, con los resultantes aumentos de costos. Como muchas otras industrias esta también ha externalizado costos que son absorbidos por el estado -mientras las ganancias aumentan para las empresas. Toda la producción de arenas bituminosas recibe grandes subsidios, incluidos los subsidios que reciben en desarrollo tecnológico del gobierno de la provincia de Alberta.
Todas las contradicciones discutidas anteriormente son menos aceptadas por la falsimedia, las corporaciones y el gobierno que las criticas basadas en los daños que la explotación de arenas bituminosas causan al medio ambiente.  El cuestionamiento por el daño al medio ambiente tomó relevancia recientemente, en enero pasado, cuando Neil Young –figura canadiense legendaria de la música rock y folk norteamericana, se dio a la tarea de denunciar el desastre al medio-ambiental y la responsabilidad corporativa y del gobierno en este. Neil Young dio su apoyo a la causa contra esta industria en territorios de una tribu aborigen Athabasca Chipewyan y a la apelación en la corte suprema del litigio que tienen con la Shell.  Young organizó cuatro conciertos en diferentes ciudades canadienses, todos my exitosos y entregó lo recaudado a la defensa jurídica del pueblo  Chipewyan.  Young denunció además que la industria trató de disuadirlo para que desistiera de sus conciertos de protesta. El desastre al medio-ambiental es evidente si calculamos que cada barril de petróleo sintético de Alberta produce tres veces más gases de efecto invernadero que un barril de petróleo convencional; el aire se contamina de óxido de nitrógeno, dióxido de azufre,  sulfuro de hidrógeno, ozono y partículas finas y el dióxido de carbono generado alcanza a más de 80 millones de toneladas por año --más de lo que emiten todos los vehículos en Canadá en un año. El gobierno  canadiense ha gastado más de 6000 millones de dólares durante los últimos 15 años para reducir esta contaminación sin obtener ningún resultado.                                                                                                                                        
La situación del agua es calamitosa. Producir cada barril de petróleo sintético requiere el consumo de tres barriles de agua del rio Athabasca –este rio es por su  extensión parte de la tercera cuenca de agua del mundo, y se extrae además agua del subsuelo para el sistema SAGD.  El consumo de agua equivale a lo que diariamente consume una ciudad de dos millones de habitantes.  El 92 por ciento del agua usada en el proceso de extracción y mejoramiento termina contaminada con desechos tóxicos en un lago artificial (el más grande del mundo para este uso) localizado en la planta de Syncrude (Mildred Lake). Los tóxicos del lago se filtran al agua subterránea; además sólo un ocho por ciento del agua usada es devuelta al río --no como muchos creen que una parte importante del agua usada se recicla. Los daños a la salud son importantes, por décadas se ha documentado cánceres extraños en peces y seres humanos. El problema del agua es serio y Canadá no tiene reglamento federal  sobre el agua y es hoy uno de los países con peores índices de polución  del primer mundo –mayormente debido a la industria de las arenas bituminosas.  Para muchos expertos el monitoreo de las aguas y de la atmosfera en relación a esta industria es un fraude pues son las empresas involucradas y  en esta explotación las que tienen en sus manos el monitoreo y son  también quienes escriben los reportes.                                        
Como si el daño al agua y la atmosfera fuera poco, grandes extensiones de territorio quedan como un paisaje lunar sin vida; se calcula que en los próximos 20 años se destruirán 3000 kilómetros cuadrados del  bosque boreal  con su arboles, suelo y con su compleja cadena de organismos -bacterias, hongos, plantas, invertebrados, y gran cantidad de fauna -osos, renos y millones de aves creadores todos de esta complejidad de vida formada en  miles de años y que en unos minutos estas grandes y monstruosas  máquinas  destruyen.  Toda la fauna sufre además por las aguas y el aire contaminado, los ruidos incesantes. Tampoco está libre de los  efectos el ser humano involucrado en esta industria también afectado directa e indirectamente por esta destrucción irrecuperable.
Las arenas bituminosas no son sustentables ni nunca lo serán; los megaproyectos son en esencia destructores.  Ni  Canadá ni la provincia de Alberta tienen un plan racional para esta industria, lo que rige el destino de esta industria es la máxima de sacar todo lo posible hasta que se extraiga la última gota de petróleo sintético y así lo muestra el propio sitio web del gobierno de Alberta que expresa: “no se detendrá el desarrollo de esta industria a expensas del medio ambiente.” Si algo nos habla claro sobre el futuro esto lo hace y el gobierno simplemente hace de representante de las relaciones públicas  de los dueños de esta industria. Los muchos reportes científicos que se han realizado denunciando los daños que esta industria causa son desechados por las corporaciones y por el gobierno.  En esta explotación las corporaciones involucradas como en toda actividad capitalista: su fin son las ganancias, no los intereses del lugar. Mucho se habla del trabajo que generan y de los beneficios que traen al lugar pero en Alberta el precio de la gasolina es más caro que en países donde hay poco o nada de petróleo,  como en Bolivia o El Salvador, y aquí la gasolina se paga siete a ocho veces más el litro de lo que se paga en Venezuela, Catar o Iran.  Las corporaciones estadounidenses tienen asegurado su gran participación en esta explotación, Canadá es como su territorio. Sin embargo, la falsimedia mundial presenta a los Estados Unidos como autosuficiente y produciendo más petróleo en los últimos cinco años; la realidad  es que con un enorme sacrificio del medio ambiente se ha explotado petróleo y gas natural en los esquistos fracturando la roca hidráulicamente a un ritmo necesario de perforar 7000 pozos al año  para mantener la producción actual. Estados Unidos logró su máximo de producción en los años 80 donde producía 11 millones  de barriles diarios y en un futuro cercano estaría alcanzando este máximo nuevamente pero no hay que olvidar que Estados Unidos consume más de 18 millones de barriles diarios por lo que depende de la importación y para eso están las arenas bituminosas de Alberta.
Por otra parte está la propaganda que recibe la energía y los combustibles alternativos que no deja de ser una farsa más. El etanol o alcohol etílico es económicamente inviable y además es contaminante. La energía del viento, el sol o la biomasa son factibles y no son contaminantes pero no pueden sostener el tipo de vida que llevamos, requieren una forma de vida completamente diferente, con bajo consumo en todo. Canadá podría planear un futuro sustentable ya que su energía  depende en un 63 por ciento de hidroeléctricas, además tiene combustibles propios, podría no exportar todo su petróleo y producir solo lo que se necesita para su consumo, pero  esta racionalidad no  rige actualmente, somos rehenes del saqueo y de la falta de transparencia en el proceso administrativo y político controlado con politiqueros corruptos y gobiernos antidemocráticos, totalitarios  al servicio de las elites.


Del mismo autor en Rebelión:
La última frontera: el auge de las arenas del petróleo  07-04-2006  

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