PROYECTOS SOCIALES EN CHILE DURANTE LA UP 1970 – 1973.
Rafael Kries
Chile, Julio 2011
INDICE
I.- EL MARCO HISTORICO GENERAL.
1.- El fin del período de expansión global de postguerra.
2.- El ascenso de la Unidad Popular al Gobierno de Chile.
II.- LUCHAS POLÍTICAS Y SOCIALES ENTRE EL 70 Y 73
1.- Sobre el carácter y programa de la UP
2.- La Central Unica de Trabajadores (CUT) durante la UP
3.- Las relaciones entre la derecha social y económica con la derecha política.
4.- La evolución del proceso y su efecto en las masas e instituciones
5.- La coyuntura de 1972 y la evolución de las correlaciones de fuerzas político sociales.
6.- El surgimiento y desarrollo del Poder Popular.
7.- El Paro Patronal insurreccional de Octubre de 1972
8.- La salida de la crisis de Octubre y las contradicciones en el campo popular.
III.- PODER POPULAR ¿UN PROYECTO POLÍTICO?
1.- ¿Qué tipo de fenómeno social era y llegó a ser el Poder Popular?
2.- ¿Cuando y por qué el triunfo reaccionario se hizo inevitable?
3.- El carácter del golpe y la definición por venir.
IV.- CONCLUSIONES
I.- EL MARCO HISTORICO GENERAL.
1.- El fin del período de expansión global de postguerra.
En la segunda mitad de los años 60 se generaliza una ralentización de la economía mundial. La recuperación de las economías centrales parece haber llegado a un grado de maduración determinada sólo por el aumento de sus intercambios internos, en el círculo de países desarrollados.
La tasa de ganancia cae sostenidamente en EEUU y Europa y el comportamiento de los grupos industriales corporativos tiende a indicar que no encuentran mercado suficiente al interior de los límites de los Estados Nacionales.
Algunos de ellos como Japón o Alemania, las potencias perdedoras en la 2ª Guerra, han aprovechado la casi extinción de su gasto militar en ese período para mantener un estado de bienestar social y de apoyo a la renovación y recuperación de su parque industrial, que las lleva a una temprana expansión en el mercado mundial dominado en ese momento por EEUU.
En la periferia, dentro de la cual se encuentra Chile, el período de expansión del mercado e industrialización durante la 2ª Guerra y la fase de desarrollo denominada de Sustitución de Importaciones parece agotada, a pesar de los esfuerzos de los Estados por crear ámbitos económicos más amplios con los países cercanos. Tal fue el Pacto Andino.
Paralelamente hay un cambio en la sensibilidad de las grandes masas. Hay aires de cambio y el París del 68 es sólo una de sus múltiples manifestaciones.
La influencia que cobra la Revolución Cubana se nutre de la inquietud de amplias capas sociales medias y populares que en la periferia del sistema reivindican la necesidad de modernizar las relaciones semifeudales en las que vive un amplio segmento de la población de nuestros países.
La ruta de industrialización y ampliación de la participación democrática, negada por las potencias occidentales al mundo árabe y musulmán en los 50, se replantea en esta otra periferia que constituye América Latina.
En el centro del sistema diversos fenómenos indican el agotamiento de una fase del ciclo de la acumulación del capital a escala global.
La guerra de Vietnam parece mostrar la incapacidad de los países centrales para controlar las luchas derivadas de una articulación de fuerzas campesinas y obreras, de campo y ciudad, con contenidos nacionales e ideología marxista o de lenguaje nacionalista. La crisis colonialista y en la periferia parece concluir en una crisis en el centro y viceversa.
Una revolución en las costumbres de las nuevas generaciones, facilitada por la píldora anticonceptiva, la rebelión frente a un modelo de hiperconsumo, nuevas formas del proceso de trabajo en la fábrica, nuevas sensibilidades en el arte, parecen consolidar nuevas perspectivas.
Esa ofensiva general, como sabemos, será respondida por la coalición de fuerzas hegemónicas del imperio y sus aliados en los años 70 usando tres mecanismos básicos.
El primero es una feroz represión en las sociedades del centro del sistema, para disciplinar y controlar la disidencia, particularmente juvenil y obrera.
En segundo lugar pero no algo menor, la ruptura del patrón oro para facilitar una expansión financiera de los consorcios industriales y de banca y seguros, de los países del centro.
En tercer lugar con la formulación e imposición por el terror en los países de la periferia del modelo neo-liberal de acumulación del capital, que expresa su nueva fase de globalización y rearticulación imperial.
2.- El ascenso de la Unidad Popular al Gobierno de Chile.
En Chile secularmente se había venido produciendo una lenta acumulación de fuerza política de izquierda en las ciudades a lo largo del siglo, aunque ella también poseía una gran influencia en el Norte Minero y el extremo Sur, zonas de grandes luchas sociales pretéritas.
La industrialización impulsada y realizada desde los Gobiernos del Frente Popular, en la 2ª Guerra Mundial y el período inmediatamente posterior, habían canalizado el excedente de la nueva actividad de la minería del cobre y del área agrícola de los fundos tradicionales, al nuevo sector industrial. Sin embargo en los años 60, al igual que en casi todo el planeta, se había hecho evidente la estrechez del mercado interno para el potencial de generación de excedente, así como una escasa disposición de los sectores propietarios del capital y la tierra a mejorar los niveles de vida e ingresos de la población para ampliar el mercado nacional.
El acuerdo implícito de urbanización e industrialización, en Chile, estaba roto. En tanto el empresariado chileno buscaba aliados externos para extender sus circuitos de acumulación de capital, productos, tecnología y mercados, se producía paralelamente un proceso objetivo de acercamiento entre las masas campesinas, arrastradas a la periferia de pequeños pueblos y ciudades, con un proletariado urbano que era heredero de grandes luchas sociales en la ciudad y las minas.
La Iglesia Católica, en su alta jerarquía, captó este cambio de sensibilidad y propició un aggiornamento del Estado con Frei y su proclamada “Revolución en Libertad”, así como entregó tierras para propiciar una disminución del nivel de conflicto que constataba en el campo.
La oligarquía chilena y sus epígonos aún le reclaman a la Iglesia Católica algo que deberían agradecerle: el haber iniciado el proceso de Reforma Agraria y disminuido la presión social. La percepción de la urgencia de morigerar el conflicto de clases en el agro era desde luego también del Gobierno de EEUU, que incluso promovió la Alianza Para el Progreso, para una ampliación y modernización de mercados en América Latina.
En ese entorno social y económico los Partidos Socialista y Comunista reinician, bajo la presión social y la orientación y criterios de diversos dirigentes políticos, entre ellos Salvador Allende, la búsqueda de alianzas que hagan posible una renovación de la dinámica económica interna y una ampliación de derechos sociales de la población.
Tras ellos, el PS y PC logran reencontrarse con el sector mayoritario del Partido Radical, de raíz laica y libertaria, que reunía una tradición de búsqueda de equilibrios e industrialización, y aglutinar—provenientes del entorno demócrata cristiano y populista--, con el MAPU e Izquierda Cristiana a segmentos que se habían radicalizado durante el Gobierno de Eduardo Frei Montalba.
Las vicisitudes del propio proceso electoral del 70, en el cual la Unidad Popular buscó colocarse en una posición ideológica de “izquierda moderada” y la radicalización del discurso del candidato de la DC Radomiro Tomic, indicaban que había un fuerte sentimiento mayoritario en la población a favor de un proceso de cambios.
Esos elementos, entre otros, fueron determinantes en llevar a Salvador Allende a Presidente Constitucional de Chile a pesar de los intentos golpistas, trapisondas y bloqueos que buscaron e intentaron hacer las fuerzas conservadoras, que controlaban la DC y el Partido Nacional.
La intensidad de esos esfuerzos y su carencia de escrúpulos los expresan el vil asesinato del General en Jefe del Ejercito René Schneider, por grupos neofascistas vinculados a familias de la oligarquía, así como los esfuerzos golpistas del Jefe militar de Santiago y de sectores del propio Gobierno en manos de la DC. En todo momento esos empeños tuvieron apoyo de la CIA en información, dinero y armas, articulando lumpen y envolviendo a oficiales del Ejercito en contradictoria señal que ese auto denominado “nacionalismo” estaba apoyado en y al servicio de una potencia extranjera.
Esos intentos sediciosos y su carácter no pueden atribuirse en lo medular a la acción de Servicios de Inteligencia extranjeros, siempre presentes, sino a las formas de conciencia política de una oligarquía social y económica que veía con temor el acceso de un Gobierno que con toda evidencia tendría un nuevo carácter y contenido social.
II.- PROYECTOS POLÍTICOS Y SOCIALES ENTRE EL 70 Y 73.
La apreciación en la derecha social y política, que con la UP advenía al Gobierno una alianza que iría más allá del modelo de explotación hasta allí desarrollado y del propio sistema de relaciones capitalistas, aparecía como correcta. El PS y el PC poseían no solo una ideología marxista, sino articulaban y representaban una mayoría del sector sindicalizado de la clase obrera industrial, de los trabajadores mineros, artesanos e intelectuales, poseyendo así mismo fuertes enclaves en sectores medios y democráticos y entre artistas e intelectuales. Su perfil antiimperialista se acomodaba con un programa de rescate nacional y desarrollo autónomo, crecimiento industrial con redistribución del ingreso y el consumo.
1.- Sobre el carácter y programa de la UP
Más allá de sus contradicciones y dirigentes, el PS y el PC representaban en buena medida la historia, conciencia y aspiraciones de la clase trabajadora y sectores populares, conformados en el período anterior. También de algunos sectores artesanales, de la manufactura e industria pequeña y del comercio, que los seguía. Así como de los intelectuales y juventud que reconocían allí una cantera de valores y sentido de futuro.
El PC poseía fuertes nexos con el mundo liderado por la URSS y una férrea estructura de cuadros desarrollados bajo el período stalinista, pero a su vez era un partido heredero de la gran tradición sindical y de luchas sociales de su fundador Luis Emilio Recabarren.
El PS había sido el punto de aglutinación de diversos segmentos obreros, intelectuales y populares radicalizados con la crisis del 29. Habían logrado mantener una unidad básica, no obstante el amplio arco de tendencias internas y su división en el período de decadencia de los
Frentes Populares del período inmediato a la 2ª guerra. Captaban a un segmento moderno de la clase obrera y poblacional, el cual había permitido a Allende imponer su candidatura sobre intelectuales como Pablo Neruda del PC y Luis Alberto Baltra del PR.
A su vez, el ascenso de masas del movimiento popular había traído a sus playas a un contingente de la Juventud Democratacristiana con Rodrigo Ambrosio, así como conseguido arrastrar tras su éxito electoral a sectores intelectuales y marxistas radicalizados como el MIR, grupos cristianos de base, troskistas, pekinistas y otros. Aún cuando estos últimos se manifestaran críticos a la candidatura de Allende y escépticos de su ascenso al Gobierno.
La Plataforma inmediata de 40 Medidas de dicha candidatura de Allende prometía, además de medidas de bienestar social y derechos populares, profundizar la Reforma Agraria y liberar al país de las políticas del FMI. Su programa se comprometía a la nacionalización del Cobre, fuente fundamental del excedente económico en Chile y a la creación de una Nueva Economía basada en tres áreas de propiedad: mixta, estatal y privada.
El aspecto clave en el carácter de esa propuesta, era la amplitud y participación que en ella tendría la población. Era, en lo fundamental, un compromiso de ampliar los derechos sociales y la participación democrática, lo cual por sí mismo abría una situación transicional.
El núcleo central de la confrontación entre las clases oligárquica y burguesa, por un lado, y proletaria y popular, por otro, era el de la profundización de la participación y de la democracia, y ello terminaría escindiendo al país, convocando a definiciones que la estructura institucional del Ejercito y del Estado no resistieron.
Una situación transicional, que requería reordenar la gran propiedad y recanalizar el excedente económico, afectaba las formas de control de la anterior hegemonía social, cuestionando su propia supervivencia futura. Entre la defensa de la democracia y la soberanía del pueblo, o la defensa de la propiedad y el control de la clase dominante y sus alianzas, las situaciones que se vivieron en esos años obligaron a definiciones.
Ello dividió a los partidos del centro político, pero no escindió al Ejercito. Paralizó progresivamente a la institucionalidad formal, donde anteriormente se negociaba o decidían las normativas de una supremacía incuestionada, pero no diluyó o fracturó al núcleo duro del aparato de Estado, las FF AA, derivando en un golpe cuyas características de represión y brutalidad asombraron al mundo.
2.- La CUT y su relación con los Cordones y el Poder Popular
En la CUT, Central Unica de Trabajadores, la fuerza hegemónica era el Partido Comunista, agrupación que había ejercido ese rol en el medio obrero por varias generaciones. En ella también estaban representados los sindicatos de la Administración Pública, donde influían poderosamente la DC y el PR, existiendo, sin embargo, un mayor peso del PC y PS como ejes del núcleo obrero, respecto a otros sectores asalariados.
La fuerza relativa de los partidos PC, PS y DC al interior de la CUT era similar, aunque cualitativamente distinta. El primero de ellos tenía no sólo un mayor peso en los sindicatos tradicionales, sino en el núcleo central de la clase obrera, y poseía una más amplia estructura de cuadros. Los socialistas centraban su fuerza en las industrias de nueva tecnología y el proletariado más joven, en tanto la DC influía en los empleados públicos y técnicos medios.
La eventual sustitución de un miembro de la Dirección de la CUT estaba bajo control de los Partidos políticos y no de la base. Ello expresaba una concepción que se haría evidente con el ingreso de miembros de la Dirección de la CUT como Ministros de Gobierno a fines del 72. Los Sindicatos eran considerados una correa de transmisión de las directrices e intereses políticos por parte de los Partidos, cuestión que era cuestionada, parcialmente, sólo en el PS.
Grupos como el MIR, el MAPU, la IC o grupos trotkistas nunca tuvieron, en su conjunto, una representación superior al 10 % en la estructura formal sindical.
La DC aprovechó la concentración de sus fuerzas en los empleados del Cobre y gremios como los portuarios, para movilizarlos en un sentido desestabilizador del Gobierno de Salvador Allende. Ello le permitía una gran capacidad de maniobra en la calle, al vincularlos con los gremios y movilizaciones de pequeños comerciantes y transportistas. En tanto segmentos de los pequeños industriales y artesanos miraron con simpatía los apoyos al mercado interno del Gobierno de Allende. Todos ellos eran por excelencia grupos vacilantes, que oscilaban dependiendo de la voluntad de poder de sus estructuras y dirigentes, la correlación de fuerzas y a quienes vieran como vencedores de la confrontación estructural.
La expansión de los Cordones hizo posible el acceso a las altas reuniones del PS de líderes sindicales que no habían hecho su desarrollo al interior del partido, sino en las luchas de la clase obrera, como es el caso de Manuel Dinamarca. Un segmento de la dirección canalizó recursos a Trinchera Sindical, periódico del Departamento Nacional Sindical (DENAS) y ésta se vinculó con CONAS, la Comisión Agraria de ese partido, que había sido la primera estructura política chilena con nexos con el guevarismo.
El Departamento Nacional Sindical del PS (DENAS) se convirtió en sinónimo de apertura al Poder Popular después de su Congreso Nacional Sindical, muchas veces postergado en esa organización, realizado a inicios de 1972, donde además del tema político-sindical, por primera vez, se escucharon ponencias y debates respecto a la dualidad de poderes en situaciones de transición. Discusión traída al debate por la ofensiva de los gremios de pequeños comerciantes y camioneros, que como ariete social de las fuerzas de la derecha y el fascismo intentaban bloquear la calle.
Sin embargo, desde la CUT e inicialmente desde el PC, se impulsó una permanente campaña de descrédito de los Cordones Industriales, definidos por ellos como organismos sindicales paralelos, obra o creación de grupos extremistas u otros epífenómenos, calificaciones todas que no fueron aceptadas por la base social.
Será precisamente desde la base poblacional influida por el PC donde surgen las primeras estructuras de Poder Popular con las respuestas dadas en el plano de la distribución con las JAPs (Juntas de Abastecimientos y precios. Muy tardíamente, ante la ralentización de las respuestas institucionales, la presión de la base social y la evidencia de golpe, la política de descrédito de los Cordones realizada por el PC fue modificada y los Sindicatos controlados o influidos por ellos, crearon ese tipo de organización o entraron, aunque con renuencia, a éstos. La pérdida de influencia del PC en los tradicionales sindicatos de Lota en el Sur y del Salitre en el Norte, respecto al PS y MIR en las postrimerías del proceso expresaban la confluencia de clase que los Cordones impulsaban más que la capacidad dirigente de dichos partidos.
Progresivamente divorciada del accionar y procesos de conciencia de su base obrera, convertida en virtual instrumento de política contingente, la CUT no tenía posibilidad de organizar a la clase trabajadora en su conjunto ni enfrentar el golpismo. En los días previos al pronunciamiento militar la CUT se volcó a los Cordones, sin posibilidad ya de fortalecer su accionar ni ampliar su convocatoria.
3.- Las relaciones entre la derecha social y económica, con la derecha política.
Las actitudes y proposiciones de la derecha social y económica no siempre coinciden con las de la derecha política y viceversa. La oligarquía de origen agrario y comercial se había fundido en una sóla clase con la burguesía de origen industrial y de la proveniente de los desarrollos agrarios del centro y sur del país, integrando una capa con aquella de origen en la tecnocracia y de empresarios mineros.
Esa integración le había permitido desarrollar una conciencia clara de su hegemonía social—desde que se pusiera a la sombra del imperialismo inglés en su lucha contra Balmaceda—mantenida en los más fuertes vaivenes del siglo XX, tales como el período de crisis desde 1925 a los Gobiernos del Frente Popular de mediados de los años 40.
La expresión política de la derecha oligárquica y burguesa en el período previo al ascenso de Allende era el Partido Nacional, pero a ese cauce se movían fuerzas de la Democracia Cristiana
y el rebote de derecha proveniente del radicalismo, con el impulso de la Iglesia Católica y la Masonería.
Derecha socio-económica y derecha política tienen un trasfondo que las hace coincidir en el período de definiciones de una crisis. Es lo que se denomina conciencia de clase, sentido de pertenencia, comunidad de valores. Aquello que vincula a Frei Montalba o Patricio Aylwin con Onofre Jarpa o Jaime Guzmán Sin embargo a lo largo de su desarrollo previo al golpe y posterior a la dictadura, encontramos matices y diferencias importantes para el juego táctico de la política.
La derecha política más tradicional, y depurada en su sentido de pertenencia y objetivo estratégico, se expresaba en el Partido Nacional, resultado de la fusión de los remanentes de los partidos Liberal y Conservador, en tanto la Democracia Cristiana conservaba pequeños segmentos que aspiraban a una salida negociada pero centralmente favorable al sistema.
Esa actitud provenía de la composición interna de la DC y su alianza con diversos grupos que cruzaban diagonalmente la sociedad en los que predominaban las capas medias. La DC era un partido de masas con estrechos vínculos con la jerarquía de la Iglesia Católica, claramente implantada en las capas y empresarios medios, e incluso con sectores campesinos, empleados y obreros (particularmente de la gran minería del cobre). Su dirigencia provenía de la Juventud Conservadora que había seguido las orientaciones de renovación del alto clero de la Iglesia Católica de la primera mitad del siglo XX, transformada en Falange Nacional, admiradora inicialmente del fascismo europeo, centralizando posteriores desprendimientos conservadores y del populismo ibañista.
Había estado en el período preelectoral con una posición y programa centrista y populista; que pareció buscar restar votos a la izquierda con una propuesta de “socialismo comunitario”, pero que terminó inclinando a su electorado y dirigentes a buscar, inicialmente, la continuidad de la democracia representativa existente. Liderada en la campaña electoral por su segmento anticonservador y populista, la elección de Salvador Allende había impulsado a los grupos de raigambre más conservadora a recuperar su influencia en el seno de ese partido y propiciar un golpe blando, imaginando heredar una eventual debacle política.
A la derecha de ese espectro se ubicaban los grupos neofascistas Patria y Libertad y el Gremialismo. El primero constituido por sectores radicalizados de la juventud de la derecha política y del lumpen proletariado, con el apoyo de oficiales fascistas de las Fuerzas Armadas, al que se integraban comandos de choque integrados por propietarios de fundos radicalizados con la Reforma Agraria. En el segundo se aglutinaban grupos provenientes del franquismo e integrismo católico, partidarios de un control social estamentario, como el Covadonga, el Fiducia –Patria, Familia y Propiedad-- ,y el Opus Dei. Entre ambos pululaban los restos de grupos menores de raigambre nazi como aquellos provenientes del grupo Estanquero de Jorge Prat y del MRNS, agrario-laboristas, o del derrumbe de los segmentos oligárquicos u oportunistas del viejo PR.
Su movilización y organización eran realizadas publicamente, su lenguaje soez, racista y agresivo y su violencia eran proverbiales. Poseían sedes públicas que nunca fueron controladas por la polícía, o atacadas por la población—retenida por las consignas legalistas de la izquierda UP--, ni por los grupos de seguridad de la izquierda lo cual evidenciaba la postura defensista de estos últimos.
Desde el período electoral del 70 la actividad de terrorismo iniciada ya en el Gobierno de Frei por el grupo paramilitar Rolando Matus, organizado por la derecha tradicional, se intensificó al ganar la Presidencia el candidato de la la UP.
El grupo facista Patria y Libertad pasa a constituirse en una suerte de grupo ordenador de las manifestaciones de la derecha, articulador del sabotaje con diversos organismos de inteligencia, y expresión pública y violenta de su búsqueda de un Golpe militar. Esa organización frecuentemente invadía las calles centrales amenazando a transeuntes y pequeños puestos de
diarios, saboteaba la red eléctrica y amenazaba al personal femenino de las empresas industriales.
La impunidad con la que actuaban sus integrantes les era garantizada por el apoyo de la derecha social, capitaneada por el grupo comunicacional de El Mercurio coordinado con la CIA—que cumple el papel de conductor ideológico y articulador de cada momento político—y el respaldo de los sectores golpistas de las Fuerzas Armadas, así como por la complicidad del PN, PDC y el aparato judicial, y por la baja capacidad de respuesta de los grupos de defensa y seguridad de la Izquierda.
El PN siempre se inclinó por una salida golpista, incluso cuando la DC buscó imponer a la UP un “estatuto de garantías” que inmovilizara la voluntad política del nuevo gobierno. Representó la caja de resonacia y área de repliegue del golpismo y del fascismo. El aventurerismo y agresividad de Patria y Libertad tuvo puntos álgidos como su asesinato de un miembro de la red de TV del Gobierno y el auto secuestro y desaparición temporal de uno de los líderes de Patria y Libertad—posteriormente casado con una de las hijas de Augusto Pinochet--.
La derecha social estaba constituida orgánicamente en lo central por las Asociaciones de los Grandes y medianos empresarios y se orientaba no sólo por sus clubes sociales tradicionales sino por los medios de comunicación de El Mercurio, La Tercera y La Tribuna, y las cadenas de radio y TV de la Universidad Católica, bajo su control y que la expresaban. Su rol central en la orientación de la derecha y el conservantismo, y su filosofía retrógrada, había sido denunciada sólo algunos años antes con la famosa inscripción emblemática de los estudiantes en el frontis de la Universidad Católica “EL MERCURIO MIENTE”.
El PN era la fuerza principal y dirigente en la Confederación de la Industria y el Comercio, al igual que en la Sociedad de Fomento Fabril. Ejercía una hegemonía política, compartida con la DC y la derecha proveniente del radicalismo, en la Sociedad Nacional de Agricultura, y una dirección delegada con esas fuerzas en los Colegios profesionales y “gremios” de pequeños y medianos empresarios como los de camioneros, taxis y Comercio detallista.
Eran éstos últimos los que tomaban la iniciativa política en la calle, convencidos que una simple presión institucional, tal como las judiciales o parlamentarias, no modificarían el compromiso fundamental de la UP y Allende con su pueblo y su programa básico.
Los paros de camioneros y el bloqueo del transporte así como el paro patronal, insurreccional, de Octubre de 1972 tuvieron en ellos su origen, al igual que los múltiples intentos de paralización de la distribución con los que intentaron inmovilizar al Gobierno y entorpecer al país. La dirigencia política de la DC e incluso del PN era permanentemente desbordada y sobrepasada por la energía, orientación y voluntad fascista que dominaba esos sectores.
En el amplio espectro de la derecha política había espacio para los ayer defensores de la modernización en el agro y de la protección de la industria nacional, así como para los opuestos a esa política. Espacio para aquellos que buscaban maniatar al Gobierno Popular, como para aquellos que golpeaban sostenidamente la puerta de los cuarteles e impulsaban a sus mujeres a enviar sobres con trigo y plumas a la oficialidad, acusándola de “gallina”/cobarde por no realizar el golpe que anhelaban.
Su leit motiv era la defensa de la “propiedad”, pensada como individual y sin responsabilidades sobre el bien común, y de unas relaciones sociales que les habían permitido la hegemonía social y verse a sí mismos como “propietarios del país” en su conjunto. Su desprecio por la población no controlada por sus círculos de influencia, o por la población indígena se refleja en la frase que el ex Presidente Frei Montalba pronunció en EEUU después del golpe, justificando la caída del Gobierno legal y legítimo de Allende, en la que señalaba que nuevamente “los indios” habían querido cruzar el Bío Bío… y el Ejercito había reaccionado.
4.- La evolución del proceso y su efecto en las masas e instituciones
Aunque algunos creen que el curso, evolución y conclusión del proceso desatado por la UP estaban predeterminados, --ya sea por la ubicación geográfica y la geopolítica de la URSS y de
EEUU, o por las contradicciones en el seno de la UP, por el predominio de ideas de reforma o la autonomía de acción de los grupos partidarios de un cambio radical--, el período entre fines de 1970 y mediados de 1973 muestra diversas coyunturas que pudieron desencadenar situaciones diversas de resolución. Es en relación a ellas que cabe reflexionar sobre aquello que se hizo erróneamente, qué no se desarrolló, o qué se debió haber realizado.
El ascenso al Gobierno de Salvador Allende y la aplicación de su Programa, debilitando estructuras de control y reproducción de las relaciones previas de mercado, desguarnecieron y socavaron inicialmente a la reacción chilena y a los negocios del imperio americano y de países europeos.
La política económica contuvo la elevada inflación preexistente, generada en la estrechez del mercado interno y bajos ingresos, y congeló el mecanismo primario de acción económica del capital: los precios.
El país se abrió a las relaciones con Cuba, China, Vietnam, y la RDA, quebrando el control de su política exterior por parte de EEUU. Se aplicó la Ley de Reforma Agraria aprobada en el período de Frei Montalba, liberando fuerzas sociales a favor del proceso de cambios, y se nacionalizó el hierro, el salitre, el carbón y el Cobre, fortaleciéndose un espíritu de independencia en el país.
Con ello parecía delinearse una política económica en capacidad de captar el excedente económico interno y el flujo de divisas, sin evidencia de respuestas iniciales por parte de los afectados: la oligarquía interna y el Gobierno de EEUU. La investigación histórica diría lo contrario, posteriormente.
Se amnistió a militantes de izquierda, presos en el período anterior, y se abrió un diálogo entre fuerzas de izquierda que hasta ese período no se comunicaban y excluían. El MIR se acercó a la coalición UP, pero su acceso fue restringido al de la defensa de Allende y el diálogo con el entorno presidencial. El PC siguió calificándolo de aliado encubierto de la derecha, incluso hasta muy avanzado 1972.
En Abril de 1971 se evidencia un fuerte avance electoral del PS y PC, así como se inicia la intervención legal y expropiación de varios monopolios industriales y la banca. Nuevas formas de organización y mayor control democráticos son puestos en marcha, la productividad se incrementa.
Para fines de 1971 la presión de demanda, que significó el aumento en los salarios reales, impulsado por el Gobierno UP, --que había permitido una rápida recuperación de la contracción promovida desde el período postelectoral—se estaba convirtiendo en un sobrecalentamiento económico que la estructura industrial no estaba en condiciones de resolver sin modificaciones profundas, a pesar de un crecimiento del 14 %.
El cierre de las líneas de crédito del exterior, al igual que la caída de precios del cobre promovidas por EEUU, impedía suplir parte de esa demanda con productos de origen externo y agotaba las reservas. La capacidad ociosa en la industria había desaparecido y era urgente articular un proceso de inversión y ampliación.
En tanto EEUU obstruía la obtención de repuestos y materias primas en el exterior, la distribución interna se hacía progresivamente caótica y el consumo se disparaba, agotándose la línea blanca, los autos y los televisores antes de llegar al mercado.
La población, sin embargo, respondía en su inmensa mayoría a los cauces del proceso, sin atender a los llamados a la desobediencia civil y parálisis impulsada desde los medios de comunicación de la derecha, que a su vez eran contestados, por la izquierda y sus medios, llamando a centrar esfuerzos e iniciativas en y bajo las directrices del Gobierno Popular.
La respuesta al crecimiento de la demanda era hacer inversiones por el Estado, o esperarlas por parte del sector privado. Se optó por una línea intermedia, pasar a control social un número de empresas a definir y usar el mecanismo de intervenciones para reducir la presión social, dejando la tarea de invertir al sector privado.
La definición de las 91 empresas a ser expropiadas para su control social, pareció sellar un principio de acuerdo al interior de la UP, pero no estableció una direccionalidad al proceso. Reforma Agraria, Nacionalización del Cobre y de la Banca afectaban la canalización del excedente, y en ese sentido tendían a congelar o reducir la capacidad de acción de la burguesía, pero la creación de un área de propiedad social y con capacidad potencial de reorientar el proceso de industrialización, era una amenaza de otro orden al sistema.
Por otra parte las empresas de esos segmentos económicos se constituían por si mismas en núcleo de las respuestas sociales y centros de movilización de las fuerzas a favor del proceso, y de hecho constituyeron centros de apoyo al Poder Popular o aglutinaron Cordones Industriales.
La reacción en su conjunto lo entendería de inmediato, desatando un proceso de radicalización, promovido también desde el exterior, con intentos de debilitamiento del Poder Ejecutivo, trasladando el eje institucional al Parlamento y a sus apoyos cómplices en la Contraloría y Poder Judicial, así como con iniciativas sociales de paralización de la producción y de promoción del caos en la distribución. Sin embargo sus órganos de expresión no llamaban aún abiertamente al golpe, concentrándose en la tarea de aglutinar fuerzas. Ello, a pesar que, tal como hoy se sabe por los propios documentos desclasificados de EEUU, golpistas de la primera hora como Agustín Edwards—director del diario El Mercurio—ya habían ido a postrarse ante el Departamento de Estado de EEUU.
La larga discusión entre el PC y PS durante 1971, en la que al autor de estas líneas le tocó participar, sobre la definición de las empresas a integrar el Area de Propiedad Social --proposición inicial del PC de 14 empresas, o por el contrario, 110 empresas por parte del PS--, ocultaba una discrepancia de fondo sobre el manejo del excedente, así como respecto a la perspectiva del proceso y del dominio de clase.
Para mediados de ese año, las ocupaciones de industrias, predios rurales y terrenos urbanos en construcción, se habían más que duplicado respecto al año anterior. En particular en los Campamentos y tomas de terrenos urbanos emergía con fuerza la actividad del MIR, la cual se combinaba con la del PS en el campo.
La muerte de Perez Zujovic, ex Ministro del Interior de Frei, por la VOP, un pequeño grupo maximalista, marca una contraofensiva política de la derecha que es aplacada por el Gobierno a través de la represión policial a ese grupo militarista. El capital es lanzado a la especulación por sus poseedores, en tanto se amplían los círculos del sabotaje económico y se establece un abierto bloqueo económico por parte de EEUU.
Millones de dólares son entregados por la CIA a sus contactos, entre ellos El Mercurio, a personeros golpistas de la DC, a grupos fascistas e incluso religiosos, para destruir al Gobierno y la democracia representativa. Esa masa monetaria ingresa directamente al mercado negro, multiplicándose, y a las tareas de sabotaje económico, favoreciendo un violento crecimiento de la inflación.
La primera organización en reaccionar a esa situación no fue el PS o el MIR sino el PC, que organiza y expande vigorosamente las Juntas de Abastecimientos y Precios(JAPs). Guste o no a quienes prefieren una visión lineal de la Historia, fueron esos organismos las primeras expresiones de lo que se dará en llamar en Chile el Poder Popular.
La destrucción de las bases de la economía, jalada e impelida entre las fuerzas de Gobierno y las de la reacción, que obligaba a acumular experiencias en el área de la Unidad Popular y la izquierda, en la Derecha posibilitaba ampliar su apoyo social. Ese antagonismo traía a la definición de la salida del proceso, particularmente, a las capas medias que pasan progresivamente a ser un elemento clave en las correlaciones de fuerza. Para decirlo en otras palabras: para fines del 71 y primeros meses de 1972 la reacción había apurado el paso y la izquierda no lograba mantener el ritmo inicial de su ofensiva.
5.- La coyuntura de 1972 y la evolución de las correlaciones de fuerzas político-sociales.
A inicios de 1972 los cambios en la estructura económica, con la intervención de empresas y banca, así como la modificación de las relaciones al interior de las empresas y en el mercado, habían generado una situación que exigía un reordenamiento. El capital había dejado de canalizarse hacia la esfera productiva y el sistema en su conjunto había perdido su centro de gravedad.
El capitalismo no es un sistema ni estructura orientados a proveer mayores ingresos a una población, o a asegurar una expansión productiva, sino a obtener ganancias y a utilizar para ello la propiedad de los medios que sus agentes disponen. Si su lógica estructural estaba siendo afectada por la lucha de clases era inevitable que la sociedad buscara una nueva lógica central o que retrocediera.
El sistema económico a lo largo del 72 sufre un tironeo entre diversas fuerzas sociales de las cuales las más importantes, aunque no siempre visibles, eran las del mundo del trabajo por un lado y las del mundo empresarial por otro.
Si por un lado el sabotaje, los esfuerzos de lock-out y paralización de la distribución aumentaban, por el otro lado paralelamente también se incrementaban las respuestas. En el primer semestre de 1972 las ocupaciones de fábrica, por diversos conflictos laborales, aumentan pasando de 190 en igual período del año anterior a 300 según cifras de Carabineros.
Los campesinos y obreros rurales, los trabajadores de la pequeña minería, los pescadores, los estudiantes e intelectuales, los trabajadores de la salud incrementan sus niveles de organización y movilización, que se hace casi permanente, como anunciando nuevos tiempos.
Las ocupaciones de terrenos urbanos a nivel nacional disminuyen de 280 a 150, concentrándose en Santiago, en la que se movilizan al menos 5 mil familias, en tanto se multiplican las JAPs y organismos de distribución directa para decenas de miles de familias. Las reivindicaciones y movilizaciones de los sectores denominados “pobladores”, aglutinados en Comandos, han experimentado un desplazamiento desde la ocupación de terrenos hacia la del abastecimiento de productos alimenticios de primera necesidad.
La creación de una Distribuidora Nacional amplió el ámbito de las JAPs y los organismos de distribución directa, pero los subordinó a los organismos paraestatales y los separó del cauce general de articulación que intentaron los Cordones.
Para mediados de ese año dos sucesos son destacables. Se realiza la largamente postergada Conferencia Nacional Sindical del PS y se convoca a una Asamblea Popular en Concepción.
Aunque fuertemente limitada y controlada desde la dirección de ese partido, la reunión sindical convocada por el DENAS estimula el debate libre sobre el carácter del proceso y del Gobierno. Se oyen y discuten tesis sobre la dualidad de poderes en los períodos de transición, y se fortalece la dirección y acción sindical de esa organización en una tarea que abrirá la puerta a la masiva creación de Cordones industriales en la Crisis de Octubre de ese año.
La Asamblea del Pueblo en Concepción, en Julio de 1972, es un fenómeno de otro orden. Surge bajo la convocatoria de las direcciones locales del MIR y PS, sin presencia de la base sindical y obrera de la zona en su convocatoria. Su carácter, convocatoria y audiencia no era social, sino político, “A denunciar el carácter contrarrevolucionario del Parlamento” era su consigna central. Su convocatoria aparecía realizada por el Comando Provincial de Pobladores, el Consejo Provincial Campesino, la Federación Provincial de Estudiantes Secundarios y la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, pero era en forma inmediata un llamamiento del MIR y las Direcciones Regionales del PS, PR, IC, Mapu.
Su discusión, ampliada por la presencia de organizaciones de masas que incluían estudiantes, docentes, profesionales y sectores medios radicalizados, y disminuida por la abierta oposición del PC y los organismos que éste controlaba en esa región, se centró en la voluntad de la mayoría de sus participantes de convertirla en “El Parlamento del Pueblo” para sustituir al Congreso en Santiago en sus funciones legislativas.
Diversos sectores, más allá del PC, opinaron que ese intento estaba fuera de la dinámica concreta de las luchas de las masas y condenada al fracaso. Más allá de los esfuerzos de sus actores directos para darle continuidad y desarrollo, a iniciativa se frustró después de su reunión inicial sin volver a repetirse.
En esa misma época se formaban en Santiago los gérmenes de los dos Cordones Industriales más importantes del Proceso a nivel nacional, el Cordón Cerrillos y el Cordón Vicuña Mackenna, así como un Consejo Comunal Maipú-Cerrillos que mostraba la capacidad de esos sectores de articular al movimiento campesino y de pobladores en una organización y dinámica de nuevo tipo.
Para la derecha concluía un período de carácter político-conspirativo y se abría uno de enfrentamiento social en el que estaba dispuesta a ir incluso a la guerra civil, fenómeno de conciencia no comprendido por los niveles de representación política. Para ella la situación era clara: había surgido frente a su hegemonía de clase, un organismo social capaz no sólo de plantearse tareas y cuestionar estrategias, sino de designar objetivos comunes a la clase obrera y a otros grupos sociales tales como campesinos, mineros, pobladores y segmentos de capas medias. La observación de que la UP tenía en sus manos el Gobierno pero no el Poder, tenía ahora un contenido concreto.
6.- El surgimiento y desarrollo del Poder Popular.
Los Cordones no surgieron del pensamiento reflexivo o especulativo de intelectuales, sino como producto de la práctica colectiva de trabajadores en un período de enfrentamiento social en Chile que había alineado a las clases sociales fundamentales y obligado a éstas a reconocer articulaciones políticas, más o menos representativas de su historia, luchas e intereses.
Surgieron también en el terreno concreto, cuando ante un problema de fábrica, que enfrentaba a los trabajadores de una empresa con los empresarios de la misma, la solidaridad de clase se expresó por lado y lado, buscando una resolución favorable a sus intereses. La clase trabajadora de varias fábricas del entorno hicieron causa común entre ellas, apelando a una convocatoria asamblearia. El Cordón Cerrillos, en esa coyuntura inicial, se encerró en sí mismo estableciendo límites y mecanismos de autodefensa ante una inminente ofensiva policial y de grupos paramilitares de derecha. Situación similar constituyó al Cordón Vicuña Mackenna cuando en Geka, una de las fábricas del sector, trabajadores mayoritariamente del sexo femenino pidieron ayuda a las grandes fabricas del sector para enfrentar las golpizas y amenazas de grupos facistas que sus patrones movilizaban en su contra.
Los Cordones industriales tampoco fueron creados por un acuerdo político sino por un acercamiento y situación, tesitura y orientación, objetiva de clase. Dicha realidad había sido creada por la propia dinámica general que vivía Chile bajo la ejecución de un programa que era obstaculizado por la derecha política y acciones sistemáticas de sabotaje de la clase social aristocratizante y hasta ayer hegemónica en el país; actividades que eran respondida desde la base social por la clase trabajadora como eje y núcleo de un pueblo.
Al igual que los Comandos, organizados para enfrentar el desabastecimiento y el sabotaje a la distribución, los Cordones eran ante todo un fenómeno social. Generados por una articulación de asambleas de fábrica, cada una en su lugar de trabajo, en las que no se hacía distingos en la militancia política o el credo religioso. En los Cordones era indiferente haber votado por la UP o la DC o pertenecer a los restos del Partido Liberal, tal como lo pudimos constatar en la Asamblea de trabajadores de Luchetti en el Cordón Vicuña Mackenna.
Era una respuesta de clase, ubicada más allá del reclamo salarial y de condiciones específicas internas, aunque esos elementos estuvieran también presentes. Era una nueva forma de articulación política y social, y por ende un proyecto de estado.
El Mercurio y la derecha social lo entendieron de inmediato, cuando empezaron a llamar abiertamente tras su surgimiento a la “resistencia civil”, contra el Gobierno, la democracia y el proceso. A sus ojos ese nuevo fenómeno social y de masas, debía no sólo ser reprimido sino exterminado, y su histeria tras su primera aparición en Cerrillos evidenciaba un miedo de clase.
Ya no se trataba de una confrontación sobre el modelo de industrialización y de crecimiento económico, ni de quienes lo detentaban o poseerían, se trataba de un cuestionamiento a sus formas de control y de explotación y no estaban dispuestos a permitirlo.
No es de extrañar que, a diferencia del tradicional comportamiento sindical o de los partidos de izquierda, las primeras movilizaciones del Cordón Cerrillos más allá de sus fronteras, de su comuna, se dirigieran en contra del diario El Mercurio y de la Corte Suprema de Justicia.; así como que los comunicados de los Cordones ignoraran en general a la CUT para dirigirse directamente a sus pares, a los Partidos y/o al Gobierno.
La articulación de los Cordones fue facilitada por la proximidad geográfica entre las diferentes fábricas que los componían, y el acercamiento de diversos grupos de militantes en una perspectiva de respetar la voluntad de la democracia obrera. Las pugnas ideológicas se canalizaron en las tareas de organización y formación de estructuras generales, y de los cuadros de cada organización. Los Cordones por su propia dinámica eran un lugar de encuentro y cooperación entre las fuerzas de izquierda, antes que un área de competencia. Aquellos pequeños grupos que pugnaron por definir a los cordones como instancias ideológicas o que propugnaron la constitución de Cordones Rojos, fueron rápidamente aislados por la propia clase trabajadora. No encontraban audiencia para tales propósitos.
Las fábricas en conflicto eran, por su propia naturaleza, focos de irradiación y centros operativos de iniciativas que pronto desbordaron la solidaridad intersindical e interempresas, la información y la capacitación, para ampliarse a los temas de control interno de la producción, distribución de alimentos, coordinación con el entorno local.
Las revistas estudiantiles fueron reemplazadas por periódicos y gacetillas en los que se articulaban, en oportunidades, diversas organizaciones e intelectuales. Entre ellas se hacía presente una juventud latinoamericana exiliada de sus países de origen, entre los cuales cabe destacar a militantes del VAR.Palmares de Brasil, del PS de Ecuador, del partido troskista de Hugo Blanco de Perú, de militantes revolucionarios de Guatemala, así como de países de Europa.
La nominación de dirigentes por Asambleas, su permanente control por ellas u otros delegados a los nominados y ejecutores de políticas, la posibilidad siempre presente de su sustitución, así como el establecimiento de acuerdos sobre tareas concretas, era articulada y fortalecida por un acuerdo implícito de los diversos grupos políticos cuyo enfrentamiento anterior se había diluido ante estas nuevas exigencias.
Su desarrollo arrastró de inmediato a otros sectores de la industria en Santiago, y cambió la percepción de cuadros dirigentes en el Gobierno y en los Partidos PS, MAPU, IC respecto a la dinámica del proceso y el contenido de las discrepancias con el PC, y la alianza en torno de éste de sectores reformistas y gradualistas.
7.- El Paro Patronal insurreccional de Octubre de 1972
La situación a fines del paro y lock-out general de Octubre aparecía como de un inevitable y progresivo deterioro de las Huelgas de Camioneros y Profesionales, y de los esfuerzos de desestabilización institucional liderados por la DC. En esa coyuntura tras la consigna de la Resistencia Civil y con el apoyo de la CIA para sostener con dinero el paro del transporte, los gremios desatan la gran ofensiva insurreccional y de masas de la derecha social y económica, la cual es inicialmente seguida a regañadientes por la derecha política en control del Parlamento y de la DC y PN.
Junto al llamado de cortar y bloquear caminos a lo largo de la Panamericana, se convoca a paralizar el transporte colectivo y al bloqueo de calles a los taxistas. Se mantiene cerrado un 70% del Comercio, y los Colegios de Médicos, Abogados, Ingenieros, Dentistas y otros intentan paralizar sus áreas de actividad. Especialmente sensibles para la población, resultan los intentos de paralizaciones de hospitales y otros servicios de urgencia, que en jornadas de trabajo maratónicas mantienen funcionando médicos y personal de salud identificados con el gobierno popular. Los empresarios industriales intentan inmovilizar la industria y la economía, e incluso
el propio Gobierno ve amplias áreas bajo su autoridad y dirección, paralizadas en su funcionamiento. Junto a esa presión los Comandos fascistas ejecutan actos de sabotaje y terrorismo, para asegurar y hacer efectiva la paralización. Algunos tendidos eléctricos, puentes y líneas férreas son destruidos, bombas son arrojadas a comercios que no adhieren al paro insurreccional, así como se siembran los conocidos “Miguelitos” por las vías principales o estratégicas, multiplicando amenazas de explosivos y otras acciones, ampliadas en su prensa y medios de comunicación a objeto de atemorizar a las fuerzas sociales que mantienen heroicamente su lealtad al gobierno de Allende, como de convencer a sus propias fuerzas que su triunfo estaba asegurado. Su petición pública era simplemente la rendición incondicional del Gobierno, pero la idea subyacente era provocar la intervención del Gobierno y el control del país, por parte de las Fuerzas Armadas.
La propia CUT que había sostenido un pulso con los Cordones Industriales y el Poder Popular respecto al rechazo de éstos a subordinar su accionar a las necesidades contingentes de la política de Gobierno, se repliega, al igual que Ministerios enteros, hacia el entorno de los Cordones Industriales que apresuradamente construyen respuestas al reto de la burguesía y sus adláteres.
Desde sus Centros de trabajo, bajo control de los delegados y con estructuras determinadas por sus asambleas, la clase trabajadora industrial dio una sorprendente muestra de su capacidad de movilización, articulación y compresión de los mecanismos en juego.
Los Cordones desarrollaron de inmediato formas de control de Bencineras y áreas peligrosas, ponen sus camiones o los intervienen para asegurar el funcionamiento de la ciudad, la industria y comercio y movilizar sus trabajadores. Se articulan formas de distribución y venta en mercados populares, en apoyo o con participación de las estructuras pre-existentes. Se organiza y coordinan transportes con materias primas y productos, y se sostiene activa la producción.
Se establecen estructuras de comunicación interna a los Cordones y se constituyen Comandos de Defensa en cuya dirección participan dirigentes sindicales, poblacionales y políticos. Grupos mineros y campesinos vinculan su acción y su potencial de respuestas a coordinaciones que se establecen en torno a los Cordones. Es de observar que en el transcurso de esos días los Cordones y el Poder Popular restituyen y apoyan la coordinación de los aparatos del Estado, sin fortalecer ni centralizar la comunicación ni la coordinación entre los propios Cordones y otros organismos del denominado Poder Popular en tanto estructuras o redes.
Así como hay años en que casi no pasa nada nuevo, hay días en que se concentra la historia. Esos fueron los días del Paro de Octubre. La sociedad chilena vio con claridad un enfrentamiento entre clases y no una división entre partidos, vio a un Gobierno paralizado y progresivamente reconstituido en funciones por su propio pueblo, e igualmente percibió a un Ejercito y capas medias expectantes de las acciones y fuerzas de cada sector.
La clase obrera advirtió masivamente que los patronos no eran necesarios para la producción de fábrica e incluso en algunas Asambleas de industrias modernas del Cordón Vicuña Mackenna se discutió entre obreros e ingenieros respecto al sentido y costo social de crear nuevos productos para el mercado y se introdujeron “machinas” y otros artilugios para mejorar o sostener la productividad.
Miles de estudiantes volcaron su solidaridad en brigadas de descarga en los puertos y estaciones de ferrocarril, y una gran cantidad de ellos, así como de pequeños comerciantes, asistió a asambleas de fábrica. Desde luego, no sin que se desataran algunos conflictos derivados de sus distintas formas de aproximación a los problemas.
Este vigoroso accionar apoyó la movilización de los pobladores y en especial de las JAP y otros organismos que empezaron a entregar protección a los Comerciantes amenazados, y en muchos casos presionaron la reapertura de Comercios y el rescate y distribución ordenada de mercancías acaparadas. La coordinación que allí se producía fortaleció la presencia gubernamental particularmente ante los pequeños comerciantes, que se habían sentido
desamparados por el Estado ante la destrucción de sus escaparates por los pequeños grupos de acción fascista.
Fue un período en que dos contrincantes sociales lucharon, respondiéndose mutuamente. Si el Colegio médico o de dentistas paralizaba, los médicos o dentistas del amplio espectro de la izquierda y a favor de la democracia intensificaban sus jornadas y rendimiento para asegurar, con el personal empleado en Salud, el funcionamiento de Dispensarios y Hospitales.
Si las empresas de camiones estaban paralizadas, los propietarios individuales de camiones eran rescatados, organizados y articulados por organismos de gobierno y por las grandes empresas bajo control obrero, para crear convoys de transporte de personas o mercancías.
Hora a hora, día a día y casi durante un mes, las grandes fuerzas sociales midieron fuerzas, hasta el progresivo desplome de la movilización burguesa y el agotamiento parcial del lock-out patronal.
8.- La salida de la crisis de Octubre y las contradicciones en el campo popular.
Si a inicios del proceso en 1971 el tiempo parecía estar jugando a favor del avance del proceso, producto de que la iniciativa estaba en el campo popular, ya sea a través de gobierno como de los partidos de la izquierda, y el apoyo masivo de una población no militante, eso empezó a disminuir progresivamente a medida que los parámetros económicos y sociales así como las limitaciones institucionales se hacían evidentes. La inercia inicial, con su empuje de cambios, no eran suficientes para mantener una acción a la altura de lo que se iba requiriendo en el cauce de un proceso que se polarizaba más cada día. Definir la agenda política permitía un amplio juego táctico al Gobierno y perderla, como sucedió con la forma de salida de la crisis de Octubre de 1972, entregó a su enemigo y al mercado, la dinámica central del proceso.
La incapacidad para comprender lo anterior, y el oportunismo político, hizo al liderazgo de la UP más adelante aprobar la ley de control de armas y facilitó la autonomización de la oficialidad respecto del Ejecutivo, lo cual pudo dar vía libre a la ideología fascista y al proselitismo de derecha entre sus filas como se demostró en Septiembre del 73.
En ello caben responsabilidades personales, pero lo relevante son las posiciones y acciones mantenidas, congeladas o desarrolladas por agrupamientos, colectivos y partidos.
La discusión sobre la necesidad de consolidar o avanzar ocultaba una diferencia no solo de enfoque táctico u operativo sino de estrategia en el seno de los partidos y entre los grupos de izquierda.
El PS parecía liderar una amalgama de sectores que procuraban dar continuidad al proceso de cambios estructurales, en tanto el PC articulaba aquellos que buscaban consolidar lo que se pensaba ya había sido alcanzado. Sin embargo ello no era así, dado que Allende jugaba un rol de pivote de esas divergencias y que esos partidos y sus dirigentes no siempre articulaban orgánicamente a sus propias fuerzas y menos a las de sus aliados. Todo ello en un terreno de modificación de fuerzas sociales y confrontación de clases que no iba a esperar su convergencia para buscar una resolución.
La orientación del Gobierno fue institucional y conciliadora, pero incluso el propio Salvador Allende esperó, en algunas coyunturas, mayor energía, fuerza e iniciativa, en las respuestas de los segmentos más a la izquierda del proceso. El sector de la UP que estuvo en busca permanente de consolidar primó en su conducción, e incluso cuando perdió el control de uno de los partidos (MAPU) pudo dividirlo con la anuencia de La Moneda. El sector que creía necesario avanzar, no se ligó en profundidad al fenómeno concreto del Poder Popular y pensó resolver los temas de la hegemonía social, considerándolos en primer lugar como problemas político-militares antes que de articulación de esas nuevas fuerzas. Paralelamente la relación del movimiento social y el movimiento político de izquierdas con las fuerzas armadas se hacía meramente institucional en tanto la DC y los grupos de la derecha golpista se reunían y conspiraban cada vez más abiertamente con oficiales.
La situación concreta derivada de un paro patronal insurreccional e indefinido, como el de Octubre de 1972, impulsó durante su desarrollo la coordinación al interior de los Cordones a nuevos niveles. Se establecieron Comandos Regionales en zonas aledañas y se crearon coordinaciones coyunturales de los Cordones más grandes con Consejos Campesinos y Organizaciones de Pequeños mineros. Se establecieron vínculos permanentes con Pobladores y Campesinos en varios de ellos, aunque no lograron alcanzar una forma orgánica de base, y se desarrollaron algunas Ferias Populares como la del Cordón Vicuña Mackenna y otros.
Sin embargo, y a pesar de esos esfuerzos, a este ensayo general de insurrección de la clase pudiente y sus adláteres, no se respondió con la creación de una instancia general de coordinación, y los Cordones, gastaron tiempo y diluyeron su potencial de organización en la búsqueda de Consensos programáticos.
El proceso de cambios en Chile—para fines de 1972-- estaba en manos de un Poder Popular que carecía de Programa más allá del desarrollado por la UP, y de una alianza política – la UP — que ya carecía de Estrategia.
Puede afirmarse que en su momento de mayor expansión, los Cordones fueron cerca de 110 organismos a lo largo del país, con una clase obrera aglutinada y organizada en sindicatos, grupos y en algunos de ellos en escuadras. En Santiago estas fuerzas estaban dispuestas en 5 cordones fundamentales, capaz de responder con una movilización orgánica del orden de 100.000 trabajadores.
Sin embargo era un fenómeno social que carecía de armas y cuya indefensión al respecto era evidente y casi permanente. Lo cual hace más absurdo aún las justificaciones que realizara la izquierda parlamentarista y el centro político para aprobar la ley de control de armas que abrió la puerta a la represión militar en las fábricas y empujó a la desarticulación a una parte de esas estructuras sociales en los meses antes del golpe.
Las orgánicas políticas que se plantearon la inevitabilidad de una confrontación armada, y grupos de seguridad y defensa de la izquierda que durante años habían estado preparándose a tal efecto, carecían de vínculos con los Cordones y el Poder Popular y habían mantenido fuertes discrepancias con ellos en el período previo.
Esos grupos tendían a ver la confrontación social como un solo escenario y período cualitativo de enfrentamiento, y éste como dado sólo en el plano técnico-militar, en el que un ejército unificado es siempre superior. Ello explica que durante los años anteriores tendieron a considerar toda movilización en las calles como excesiva o un acto de provocación.
Ante el acuerdo para fines del 72 del Gobierno con las Fuerzas Armadas de normalizar la situación mediante la entrega de la mayor parte de las empresas e industrias controladas a sus viejos patrones, los Cordones aceptaron esa salida a regañadientes y en muchas asambleas la calificaron como una derrota sufrida por Secretaría, de aquello que habían ganado en la calle.
Por su parte, el Gobierno de la UP creía imponer una salida electoral de orden táctico y favorecer la subordinación de los mandos militares fascistizados por la evolución del propio proceso, a sus mandos superiores donde se expresaba la búsqueda de una salida de compromiso.
A su vez las Fuerzas Armadas, como institución golpeada así mismo por la fractura social, avanzaban gustosas sobre el cuerpo de la nación en un período de crisis durante el cual no habían participado en enfrentamientos, los cuales habrían afectado su línea de mando. Se reservaban así para grandes definiciones.
Evitaban también una toma de posición ante una clase obrera y un pueblo que habían logrado hacer replegar al empresariado insurrecto, y aparecer como conductores y articuladores de sectores medios, y refortalecer las instituciones de Gobierno.
III.- PODER POPULAR ¿UN PROYECTO POLÍTICO?
1.- ¿Qué tipo de fenómeno social era y llegó a ser el Poder Popular?
La deliberación en los Cordones, respecto a su entorno inmediato de fábricas, se fue trasladando a las diversas áreas de las fábricas involucradas, de modo de resolver temas de las relaciones entre técnicos, profesionales y obreros.
Los comandos de coordinación de fábricas tenían una actividad permanente vinculada a reuniones políticas, iniciativas de auto-defensa, coordinación financiera y otras. Se estructuraban y reestructuraban niveles de organización, y representación en forma flexible y respecto al logro de tareas y permanencia de actividades. No había conflictos ni contradicciones respecto a las nuevas formas de participación que se proponían desde el Gobierno en relación a los Consejos de Administración en las empresas intervenidas, aunque se producían diferencias de enfoque estamentario, particularmente entre obreros jóvenes e ingenieros con “años de circo”. Era un aprendizaje mutuo.
En todas las Asambleas pesaba la voluntad de la mayoría. Después de un largo debate con información y discusión se llegaba a resoluciones. Aunque raras veces se llegaba a votación, éstas eran, generalmente, por brazo alzado. La transparencia en las discrepancias y el respeto a los compromisos así como la rendición de cuentas eran valores reconocibles, aunque en más de un lugar la decisión fue tomada por acuerdos entre cuadros políticos y presión partidista, no obstante que ello afectaba la fuerza, energía y capacidad de movilización de esa fábrica.
La mayoría de los grupos y organizaciones se planteaba utilizar el poder político conseguido por la UP en la estructura del Gobierno, --coalición por la cual, por otra parte, la mayoría había votado--, sin plegarse a un juego superestructural y parlamentario en el que desconfiaban y que a sus ojos estaba controlado por la derecha política.
La fuerza social para hacer cosas se buscaba construir desde abajo, valorando el logro colectivo y desbordando un marco institucional cuya lógica seguía subordinada a los grupos que habían mandado la vida del país casi ininterrumpidamente. No obstante cada instructivo general del Cordón Vicuña Mackenna, para ser obedecido, era transcrito en lenguaje formal cual si fuera un Decreto Ley. Lo cual indicaba un problema de estructura ideológica en las multitudes que también vivieron los golpistas en 1973 al disfrazar sus edictos como artículos de ley, y no como lo que eran: expresión de su voluntad arbitraria y de su tiranía.
En general cuando se discutía en una Asamblea de Fábrica o de delegados de fábrica al Cordón no se denostaba dogmáticamente de las instituciones sino de personajes que las encarnaban y de las reglas que pretendían coaccionar la decisión y acción colectiva y democrática.
El propio Gobierno UP y sus Ministros eran permanentemente criticados, pero sólo en contadas ocasiones un Cordón desobedeció la designación institucional de un Interventor, y en éstas, cuando su incapacidad o complicidad con los patrones anteriores fueron demasiado evidentes, como en el caso de la empresa Vinex.
Existía una voluntad de control, por parte de las Asambleas, respecto a toda representación; y por parte de los liderazgos, surgidos en ellas, aproximar los asuntos comunes a la libre decisión del colectivo. Ello daba a los militantes de diversas organizaciones una sorprendente unidad supra partidaria.
En ciertos Cordones se crearon espacios de discusión específicos para los estratos obreros, o de los trabajadores industriales, con respecto a los pequeños comerciantes o ferieros, cuando la asamblea o el Comando del Cordón consideró que los primeros eran avasallados por la facilidad de expresión de éstos últimos.
El control del colectivo, la participación directa o delegada con control por parte de los representados, era una lógica diferente a la del paternalismo y de la representación delegada o parlamentaria.
La lógica de los Cordones se reproducía también en el movimiento campesino y de obreros rurales y madereros, en tanto en otros segmentos populares de la población tendían a reproducirse formas de organización y control tradicionales del mundo gremial o sindical.
La dinámica de los Cordones era para fines de 1972 todavía lo suficientemente fuerte como para tender a aglutinar en torno suyo a los Comandos de Pobladores existentes en su sector territorial y a algunos de los organismos de distribución popular de alimentos. También ello era producto del cambio de orientación que había adoptado la dirección del PC y del propio Gobierno respecto a los Cordones.
Una evaluación cuantitativa puede traer una sobrevaloración de la fuerza existente en los organismos de Poder Popular. Teniendo eso presente, puede ser indicativo señalar que para las semanas previas a la elección de Marzo del 73 existían 80 Almacenes del Pueblo en Santiago, habiendo sido creados de salidas de la crisis de Octubre del 72. Adicionalmente existían al menos un par de centenares de grupos organizados a tal efecto en las poblaciones y que aún no lograban canales de apoyo.
En tanto los Cordones se agostaban en su desarrollo o permanecían a la expectativa y atentos a la posibilidad de una mejor relación con las estructuras partidarias, éstas canalizaron sus esfuerzos a la arena electoral. Los Partidos de la UP y los organismos de Abastecimiento con apoyo estatal se fortalecieron, pero sólo estos últimos buscaron estrechar lazos con los Cordones.
La izquierda ganó una importante lucha electoral en Marzo del 73 al impedir que la Alianza DC - PN (CODE) consiguiera los votos que requería para remover legalmente a Allende; pero no fortaleció, estableció y mejoró sus áreas de encuentro con los Cordones, el fenómeno social que había permitido la supervivencia del Gobierno en la crisis.
A fines del 72 se creó un Comando Provincial de Abastecimiento Directo de Santiago—que aglutinaba 12 Comandos Comunales—y una Dirección Nacional de Abastecimiento las cuales, con un trabajo conjunto, lograron que una de cada seis familias en Santiago fuera beneficiada por el sistema de Abastecimiento Directo.
Las distribuidoras estatales llegaron a controlar un 30 % de la distribución de productos y las JAPs, Almacenes del Pueblo y la Distribución Directa siguieron expandiéndose hasta mediados del año 73. Sin embargo, excepto en el Cordón Vicuña Mackenna en que se mantuvo bajo intervención el Supermercado Loncoleche, los comercios y redes de distribución controlados por la población y las orgánicas que se habían dado los sectores populares y de clase media durante el Paro de Octubre, habían sido devueltos.
El movimiento de Pobladores que se inició en torno al tema de la vivienda y la toma de terrenos, había venido trasladando progresivamente su accionar a los problemas de Abastecimiento. Movilizaban a un entorno de 200 mil personas pero, con la excepción del segmento de pobladores influidos por el MIR, el MAPU y la IC, ese movimiento social no tenía articulación excepto – en algunas poblaciones—aquella dada por un Comando sin estructura.
La población mantuvo su impulso llevada por la Campaña electoral pero su fuerza fundamental, Los Cordones, habían sido afectada por la resolución de la crisis.
La coordinación, a partir de esa época, entre las diversas formas de Poder Popular fue laxa y/o escasa, predominando los nexos partidarios. La creación de un Comando Regional de Cordones en Santiago es posterior al levantamiento de los tanques del Regimiento Tacna en Julio de 1973 e indica su atraso en programa y organización respecto a la crisis política.
2.- ¿Cuándo y por qué el triunfo fascista se hizo inevitable?
Amplios segmentos de la izquierda chilena tienden a reproducir un enfoque que es característico del pensamiento Hegeliano. La Historia no es para ella una sucesión de eventos respecto a los cuales es necesario percibir su singularidad, fuera de toda finalidad monótona o ineluctable, sino que pasa a ser un destino irrevocable, el despliegue metahistórico de una inevitable conclusión pergueñada en el origen del proceso. Así, se acentúa la cualificación de reformista del Programa de la UP o del Presidente Allende, sin considerar el horizonte de eventos no siempre con resultado predecible con anterioridad. El Golpe llega a ser así, simplemente, un resultado predecible desde el inicio del proceso.
Otra versión de ese enfoque es que el Golpe no sería resultado de la confrontación de las fuerzas sociales desplegadas y lanzadas a un juego precipitante y de definiciones, sino producto del último discurso de Altamirano, de la toma de fundos realizadas por el MIR y el segmento de “ultra-izquierda” del MAPU o del PS, etc.
En esos enfoques se oculta una idolatría del hecho mismo del Golpe militar, que abandona su carácter histórico y las contradicciones sociales, incluyendo las internas al propio Ejercito, para constituirse en un elemento supra histórico que oculta—por quienes emiten esos juicios—una aprobación del poder social como algo externo y que flota por sobre la lucha de clases y que la cancela.
El desarrollo de confrontaciones de fuerzas sociales que condujo al golpe fue construido pieza por pieza, etapa por etapa, sin desmerecer el peso de los actos de reformismo y oportunismo, de los sectores que buscaron consolidar prematuramente una situación de crisis que debía resolverse en el plano político y del poder, así como los actos de voluntarismo y aventurerismo que también se hacen presentes en toda crisis de la estructura de acumulación y de las relaciones sociales.
A la idea que el golpe era inevitable e inmanente desde el origen de un proceso hay que oponerle la idea de que las luchas de clase, cuando llegan a un nivel de maduración y enfrentamiento, conducen a una discontinuidad en el dominio y en la forma de dominación de clase. Es, en la valoración de respuestas y sus intensidades, en las debilidades sociales, de grupo y de los líderes; es en la apreciación de la comprensión y conciencia de los hechos por distintos grupos, y en las diversas fases de una confrontación social, en la semiconciencia de clase y en la ira, el resentimiento y el miedo que surgen en los agrupamientos, donde puede estimarse la inevitabilidad del golpe y el desarrollo que se produjo o pudo realizarse. Después de todo no es solo el pasado lo que nos interesa sino qué lecciones sacamos para el futuro.
De un personaje caricaturizado como un demócrata burgués, como un martir de la ley y la Constitución y no de su pueblo, un lider deformado casi hasta la exageración como una suerte de estampita santificada del pacifismo, como es Salvador Allende, su amigo y Ministro Pedro Vuskovic nos relató a un grupo de jovenes y militantes del PS en el exilio en Venezuela la siguiente anécdota:
Ella se refiere a los momentos previos al Discurso de Allende cuando, a la derrota del llamado Tanquetazo en Julio de 1973, la multitud se reune furiosa y expectante, fragorosa y beligerante, por centenares de miles en torno al Palacio de la Moneda, exigiendo una respuesta inmediata, drástica y contundente en contra del golpismo y el fascismo. Es un pueblo que está pidiendo a su líder definiciones en una coyuntura de vida o muerte.
Pedro Vuskovic nos relata que, en tanto la multitud enardecida reclama su presencia y aumenta minuto a minuto su número, Allende se pasea nervioso en esa sala, sin atender a los diversos grupos allí, como a la espera de algo que no llega.
Se acerca varias veces al grupo en que varios Ministros están reunidos y les pregunta ¿Hay novedades?. Respuesta: Nada compañero Presidente.
Vuelve a caminar acercándose al grupo de militares que también están allí esperando, pero sin detenerse con ellos. Al rato vuelve ¿Hay novedades?. Respuesta: No compañero Presidente. Después de un larguísimo rato, en que la multitud ruge su malestar y exigencia, Allende en un último acercamiento al grupo donde está Pedro Vusckovic, les dice airado ¿es que ninguno de esos grupos de la izquierda con armas fue capaz siquiera de darle una bofetada a El Mercurio?. La respuesta es: No, compañero Presidente, no se sabe de ninguno.
Allende toma finalmente una decisión y saliendo al balcón de la Moneda que mira hacia la Alameda, en donde le espera la multitud y las antenas de radio y TV empieza su discurso con una frase como la siguiente: Compañeros y compañeras, nuestro proceso e institucionalidad democrática han sido protegidos y salvados, hoy en las calles de Santiago, gracias al noble comportamiento de la Fuerzas Armadas y de estos dos Generales, que llamo a que vengan a acompañarme: el General Carlos Prats y el General Augusto Pinochet.
3.- El carácter de la definición por venir.
En el equilibrio de fuerzas a Noviembre de 1972, los procesos de constitución de un Gobierno con las Fuerzas Armadas y la CUT, así como la presión para la devolución de fábricas fueron decisiones con serias derivaciones pues iniciaron un repliegue de la clase trabajadora. Pese a ello la fuerza política acumulada por décadas de luchas sociales y políticas de la izquierda y el pueblo chileno le permitió aún aprovechar la coyuntura electoral de Marzo de 1973, --la UP obtiene un 44,8 % de apoyo electoral logrando aumentar más de un 10 % su votación en relación a las elecciones parlamentarias anteriores--, manteniendo un delicado status de equilibrio de fuerzas que se rompe definitivamente en los meses de Mayo y Junio por dos eventos con graves consecuencias políticas.
El primero es la promulgación y aplicación, de la Ley de Control de Armas, aprobada en el Congreso durante el Paro de Octubre con votos de la UP, que convenció a los trabajadores y al pueblo que una concepción derrotista se había impuesto definitivamente en el liderazgo de la izquierda. La segunda fue la persecusión y tortura a los marineros Constitucionalistas, que continuó en los Juicios a altos líderes de la izquierda radical, que indicó al interior de las Fuerzas Armadas que el sector democrático en su interior y en el Gobierno no los iba a proteger en sus esfuerzos por detener la ofensiva fascista.
El intento de golpe del Coronel Souper el 29 de Junio del 73 –el denominado tanquetazo—pasó a ser así, simplemente, un llamado de atención a los cuadros superiores de las Fuerzas Armadas de que la situación estaba madura y que el Golpe o lo iniciaban ellos o sería realizado por otros niveles de la estructura militar. El cobarde asesinato del periodista, que con su cámara tomó nota para la posteridad de ese acto fascista, hizo patente la violencia que estaba por desatarse sobre la población civil desarmada.
Ya a esa altura, los esfuerzos tácticos que hiciera Allende o las palabras que emitiera Carlos Altamirano, las llamadas y compromisos con la DC o la llamada a plebiscito eran inútiles. El marco social de fuerzas y las líneas alternativas de eventos, factores de azar e iniciativas de la voluntad resistente estaban condenados al fracaso. En ese período ya el golpe era ineluctable.
Los intentos políticos por acercarse al trabajo de base por parte de la izquierda radical o reformista, por llamar a un Congreso extraordinario en el PS, coordinar los Comandos Regionales de Cordones y Consejos Campesinos, la eventual traída de explosivos de zonas mineras, las maniobras de represión interna o en la calle, ya estaban fuera de plazo.
A esa altura de la confrontación social uno de los dirigentes obreros de las industrias del Cordón Vicuña Mackenna, durante una reunión del Comando del Cordón, abrió la reunión diciendo: “No pasarán muchos días antes de que la mayoría de nosotros esté muerta, por la actual correlación de fuerzas y la inevitable represión militar que se avecina. Debemos concentrarnos en designar quienes pueden coordinar a los restos de organización que quedará después del golpe, y de recomendar también quienes serán sus sucesores, pues ellos tampoco sobrevivirán muchos meses”. Ese dirigente se llamaba Oscar Mendoza y pertenecía a la Federación del Cuero y Calzado, había llegado a militar en el PS después de aprender de eventos de la lucha social en el gremio de Panificadores en Valparaiso y haber pertenecido a los anarquistas y a la IWW. Su palabras fueron infortunadamente proféticas, pero permitieron a algunos sobrevivir para transmitir esa experiencia.
Una derrota social y política antecedió a la derrota militar y el derrumbe institucional del 11 de Septiembre de 1973. Su marco otorga el carácter y apariencia de ineluctable al Golpe de las Fuerzas Armadas, fascistizadas en sus mandos altos y medios, por un proceso que anuló y aisló en su interior al sector democrático. La expresión de ese fenómeno era ya evidente en Julio en la agresión al propio Comandante en Jefe del Ejercito, Carlos Prats por mujeres de sus subordinados, agolpadas a la puerta de su casa habitación.
El golpe no podía ser detenido, a esa altura de los acontecimientos, por maniobras políticas y su virulencia no se iba a detener en las oficinas de Salvador Allende ni en el centro de Santiago
pues el sector social que había visto amenazada su hegemonía exigía cobrar con sangre el susto de perder sus prebendas, vivido en esos 1000 días.
La ola unitaria de la clase dominante y su voluntad y capacidad de imponer su dictadura arrastró finalmente al alto mando, que había vacilado durante el proceso como producto de las correlaciones de fuerza, con la noble excepción de dos o tres generales leales a Prat.
El mismo dia del golpe grupos de la Escuela de Suboficiales de Carabineros, último segmento leal a la Constitución y a la democracia, en lucha para cobrar cara su vida ante los golpistas, pasó por los costados del Cordón Vicuña Mackenna sin intentar relacionarse con los obreros ubicados allí en espera de armas y dirección de combate.
IV.- CONCLUSIONES
La luz otorgada a los Cordones Industriales en este drama histórico no significa que otros actores sociales tales como los campesinos y trabajadores rurales, los estudiantes e intelectuales, los pobladores y tantos humildes hijos de este pueblo no fuesen importantes como protagonistas. Los Cordones Industriales fueron en Chile epicentro de un fenómeno mayor, ubicado más allá incluso del Poder Popular y del proyecto UP, y el privilegio de haber vivido ese período precisamente en aquellas fábricas permite una perpectiva y análisis de relaciones que consideramos un deber rescatar.
El proceso chileno muestra que en períodos históricos en que las clases sociales fundamentales de la sociedad capitalista se enfrentan de forma irreconciliable, ellas buscan establecer un arco de alianzas que les permita realizar las tareas de reordenamiento que tal situación requiere.
En el caso del proceso de la Unidad Popular el alineamiento de clases fue estimulado, canalizado y favorecido por la presencia de dos partidos con fuerte enraizamiento en el mundo laboral y en la clase obrera que desataron una situación de inestabilidad al dominio y hegemonía social imperante.
Esos Partidos no fueron capaces, por diversas razones no analizadas en este documento, de formular una estrategia conjunta más allá de la victoria electoral y de su presencia, y de la coalición tras ellos, en el aparato de Gobierno. Su incomprensión de la crisis global de los años 70 y de la inserción particular de Chile en su interior estuvo entre los factores determinantes.
El accionar de esas organizaciones políticas, y las respuestas del núcleo central del propio movimiento obrero y poblacional, impulsaron la creación de respuestas a la crisis que cristalizaron en el Poder Popular y los Cordones Industriales, entre otros organismos de participación directa.
Ambos fenómenos no surgieron en forma espontánea, pero tampoco se desarrollaron como expresiones políticas de la UP. Fueron fenómenos sociales inherentes a la búsqueda de respuestas estructurales por parte de la población y de la clase obrera en crisis sociales profundas que afectan la reproducción social de sus vidas.
Esa confrontación entre clases no llegó a la maduración de una situación en que estuviera en cuestión el monopolio del poder y la violencia por parte de las Fuerzas Armadas, aunque hubo oportunidades en que esa pudo ser su evolución. En este sentido es erróneo hablar de que hubiera una dualidad de poderes, en algún momento del proceso UP. Ese poder siempre estuvo bajo la custodia institucional de las FFAA que asumió finalmente la tarea de reestablecer la hegemonía social en donde ella había sido puesta en cuestión, y sentar los fundamentos, en base a la represión y la concentración del poder, para una nueva fase del ciclo global y secular de acumulación de capital, del cual Chile fue uno de sus primeros escenarios. La fase de globalización financiera.
Las formas singulares de desarrollo de la crisis llevaron a las diversas instituciones al límite y ellas debieron mostrar su carácter y por ende a obligar a los diversos individuos y líderes a hacer evidentes sus valores morales e institucionales y sus compromisos sociales y políticos.
La incapacidad de las clases dominantes al inicio de la crisis social y política para ejercer una represión plena, dado el acceso a la Presidencia de un líder y de una coalición como la de Allende y la UP, las obligaron a una estrategia de desgaste y de dispersión de la fuerza proletaria y de las esperanzas que pudiesen abrigar otros segmentos y capas intermedias en su liderazgo político y proyecto social.
La ausencia de una dirección revolucionaria y de una estrategia “consejista” previas al proceso, como causa de su fracaso es tautológica. Los problemas de organización y hegemonía se resuelven en relación a los problemas tal como ellos se presentan en la lucha de clases y no como diga un manual.
El golpe militar y los eventos, en sus diversos momentos del proceso UP, no fueron inevitables en su origen, ni son una resultante. Las luchas de clases que en ese período se dieron, y otros acontecimientos históricos convergieron en ellos, materializándolos.
Hubo un desarrollo específico de relaciones de fuerzas, llevadas al paroxismo en su deseo de abrir paso a sus intereses de clase y de grupo. Un potencial en marcha, una posibilidad con causa y estructura, confrontando a una fuerza atrincherada en su dominio.
Las causas y razones de la crisis eran tanto de orden objetivo como derivadas de las motivaciones de quienes vivían esas luchas. Los imperativos ideológicos de los partidos o de los militantes pueden explicar la historia para sí mismos, pero no para sus actores directos, los trabajadores y el pueblo chileno.
El surgimiento del Poder Popular y los Cordones industriales, en un momento de crisis como la expresada y desatada por el proceso UP, en los años 70 período de trance y recomposición del capitalismo planetario, conmovió las estructuras y superestructuras de la sociedad chilena y removió el fango acumulado sobre el sistema de valores que ésta decía tener, la democracia, la libre información, la seguridad, la justicia, el respeto a la vida misma.
Esos mitos e ilusiones de su historia, con su carácter ambiguo, complejo y polisemántico, se mostraron envejecidos e inconsistentes para la tarea que la clase hegemónica asumió para conservar su dominio y propiedades. Ellos han buscado olvidar y hacer olvidar ese pasado, en una tarea de ocultamiento histórico en que han sido cómplices otros actores de ese drama. Sin embargo la búsqueda de otra forma de vivir, y del derecho a disfrutar de la existencia y la cotidianeidad, siguen presentes en nuestro pueblo.