Redacción Mariátegui
12/09/14
Lima.- Augusto Roa Bastos. (Asunción, 1917 - 2005). Narrador y poeta, es considerado como el escritor paraguayo más importante del siglo XX y uno de los grandes novelistas de la literatura hispanoamericana.
40 años de Yo el Supremo
La Embajada de Paraguay en Perú realizó un homenaje a Augusto Roa Bastos al conmemorarse 25 años de que obtuvo el Premio Cervantes (1989) y a 40 años de publicada su obra cúspide Yo el Supremo, con la participación de destacados escritores e intelectuales paraguayos, esta se efectuó durante la 19 Feria Internacional del Libro de Lima (FIL Lima 2014), siendo la primera participación de Paraguay en esta fiesta del libro.
El camino del arte
Para Margarita Morselli, Directora General del Centro Cultural de la República El Cabildo, “solamente Augusto Roa Bastos desata las cintas de un centro que el mismo diseño a andar, Augusto nos diseñó ese camino, ese gran camino del arte que realmente es ese camino que no desata guerras pero sí denuncia problemas sociales, anticipa los mismos y las desigualdades e injusticias”.
“Entonces, es una forma de que nosotros podamos anticiparnos a ellas y poder construir una hermandad, no solamente dentro de nuestro país sino también con otros pueblos hermanos”.
Refiere que: “Así lo hicimos desde hace diez años y construimos un lugar donde la ciudadanía se ha apropiado y los hermanos extranjeros que llegan encuentran ese lugar solaz, un lugar donde pueden decir nos identificamos con los otros ciudadanos del mundo al tener un lenguaje que es universal”.
“Porque seguimos construyendo y poniendo a disposición de la ciudadanía a este lugarcito que fue dado el puntapié inicial por Augusto Roa Bastos pero que ahora ya pertenece con mucha pasión a todos los paraguayos”, añadió Morselli.
La palabra sin mal
Antonio Carmona (Paraguay), periodista, escritor y presidente de la Fundación Augusto Roa Bastos, rescata que “Roa Bastos reivindicaba un tema que está también en los diccionarios guaraníes de los indígenas guaraníes, es decir, la palabra sin mal, la palabra que después de cantar hasta agotarse y repetir los versos, los cánticos, se va convirtiendo en algo más que una palabra se va convirtiendo en realidad”.
Afirma que “así como fue el sueño de los guaraníes, también fue el sueño de Roa, buscar esa palabra real que es difícil de alcanzar y que logra de pronto explicar, pero vamos a decirlos con palabras de su maestro admirado don Miguel de Cervantes porque a él le gustaba hablar de historias fingidas, término que acuña en El Quijote: las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables cuando se llegan a la verdad o a la semejanza de ellas. Y las verdaderas, tanto son mejores cuando son más verdaderas”.
El libro que escriben los pueblos
“Se preguntaba muchas veces Augusto, sobre un tema de conversación con él e íbamos, cuando él habla de que él no escribe un libro, el escritor sino que él es el escriba que escribe el libro que escriben los pueblos”.
“Algunos pensaron que era una cuestión de modestia, yo siempre les decía que es una desmesurada admisión ser el escritor del libro que escriben los pueblos, él hablaba que los libros que escribían los pueblos acuñándose a lo largo del tiempo y él creía que su primer y más importante exponente era don Miguel de Cervantes y El Quijoteque junta miles de historias que junta miles de historias y no una historia, las va compaginando en un gran historia, en un gran libro que cuentan las historias de esos pueblos”, agrega Carmona.
Vitalidad intacta
Para Alcibíades González del Valle (Paraguay), escritor, periodista y Premio Nacional de Literatura 2013, afirma que: “desde 1974 la novela se estudia del derecho y del revés, tal como el autor lo hace con nuestra historia por los más pintados especialistas que coinciden en esta afirmación rotunda “es una de las mejores creaciones literarias latinoamericanas de todos los tiempos” se trata de esas obras que rejuvenecen con los años para sorprendernos a cada nueva lectura por su vitalidad intacta”.
“Frente a estas obras que prestigian la narrativa mundial como El Otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez, Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias o La Fiesta del Chivo del peruano Mario Vargas Llosa se impone Yo el Supremo no sólo por la complejidad del personaje, José Gaspar Rodríguez Francia no fue moldeado en la matriz de donde nacen los dictadores de estas tierras como de una fotocopiadora, sino entre otros aciertos por el tratamiento novedoso del protagonista, de su contexto, de su historia”, refiere González del Valle.
Asimismo destaca que “el personaje Rodríguez Francia no se parece a los dictadores que fueron novelizados o no, tampoco la novel de Roa es como las otras, no se limita a contar con maestría desde fuera los episodios que hacen la naturaleza de un tirano”.
“En casi toda la obra el lector de pregunta ¿dónde está el personaje? O ¿quién es el personaje y quién el novelista? ¿Quién habla por boca de quién? Consciente de esta situación el autor asume el rol de compilador que no le salva de la responsabilidad de cuanto hace y dice su criatura”, agrega.
Universo mítico
Claude Castro Giménez, destaca que “una obra para alcanzar cierto éxito, necesita cierta difusión en el mundo, y es lo que pasó con la obra de Roa – Yo el Supremo - no puede quedarse en lo local, es decir, por ejemplo Roa siempre se apoya en el contexto socio-político, económico, cultural de su país. Pero a partir de ese contexto y gracias a mecanismo literarios el lector se proyecta en un universo mítico que es el universo de todos, que va traspasando las fronteras del espacio y del tiempo”.
“Si bien podemos dar dos interpretaciones a la obra de Roa; una interpretación socio-política que presenta cierta utopía, por lo menos en el principio tenemos a personajes que incluso proponen una visión marxista del mundo, entonces eso conlleva cierta utopía, cierta posibilidad de evolución”, refiere Castro Giménez.
Narrativa cinematográfica
Lourdes Espínola, escritora y directora de relaciones culturales y turismo de la cancillería de Paraguay, asegura que otro elemento más en la narrativa de Roa Bastos, es la cinematografía, “él cuando estuvo exiliado en Argentina por razones de supervivencia se dedicó también -y porque le gustaba- a hacer guiones, y vemos también las obras de él llevadas a la pantalla, películas donde él también intervino como La Sed, Choferes del Chaco, Hijo de Hombre, otras obras como El Trueno entre las hojas con Armando Bó”.
Lo interesante es que como estos instrumentos o elementos de la cinematografía se introducen en su obra como instrumentos para pintar un fresco polifónico y polisémico, -dice Lourdes- sobre todo se nota en Yo el Supremo, donde se inicia con un pasquín que sería paralelo a estos films donde encontramos un manuscrito arcaico o encontramos un mapa de tesoros de pirata y se empieza la narración.
“Después la figura esta del compilador que es muy recurrente en el cine que aparece como una voz en off, la voz narrativa. Tenemos también el recurso del flash-back que aparece mucho en Yo el Supremo donde los muertos aparecen con los vivos en un diálogo y esta dinámica, esta tensión de rupturas temporales, él lo logra con la misma estrategia que podemos pensar lo hace Quentin Tarantino con el editing, son cortes”.
“Esto nos demuestra de cómo lo visual y lo cinematográfico enriquecen la narrativa roabastiana”, finaliza la diplomática paraguaya.