viernes, 12 de septiembre de 2014

Estética y ética de Bertold Brecht en Diario de Trabajo - II parte




Escribe: Roque Ramírez Cueva
En la parte uno del Diario de Trabajo, vol. 2, comentamos acerca de las ideas socio políticas, incluso económicas del poeta y dramaturgo alemán, correspondiente a su período de exilio en Beverly Hills (EE.UU.), donde trabajó de guionista. Dejamos pendiente parte de su pensamiento estético y propuesta teatral, su opinión del cine y de los creadores y artistas del cine hollywoodense, sin obviar el comportamiento de los intelectuales ante el desarrollo de la segunda gran guerra y el accionar del fascismo nazi.
Así, Brecht deja anotado la insustancial temática de los guiones del cine norteamericano, los paisajes artificiales de Beberly Hills, la compra venta de todo, incluyendo gestos e ideas...la orina. Capitalismo puro y descarnado, “desarrollo… pero sin que nada desarrolle”, (p.20). Antes, expone las ideas sobre su propuesta teatral del distanciamiento, “una forma de actuación teatral que reproduzca el comportamiento humano de manera tal que la sociedad [en condición de espectador] reaccione en forma productiva…” (16.1.42). Corchetes nuestros a lo largo del texto.
Aclarando las ideas de la propuesta teatral, leeremos que sobre el distanciamiento de su drama épico lo discierne poniendo en escena su obra Un hombre es un hombre. En esta pieza de teatro, al final de cada acto aparecen carteles con textos que aclaran lo representado; aparte que los actores, sin la máscara del personaje, se dirigen al público como personas reales para inferir o debatir acerca de sus roles representados. El propósito es lograr en los actores una actitud que les permita distanciarse de su actuación como personajes, buscando se comuniquen con un público que se vea dispuesto a reflexionar sobre los diálogos o monólogos que le ofrece el drama épico. Es una propuesta estética que no surge como la moda de otro “ismo”, resultó una alternativa estética que trazó en la vasta historia del teatro, un antes y un después. (15.3.42).
Sagaz lector de la filosofía dialéctico-histórico materialista (marxismo) sabe que los filósofos deterministas y de otros idealismos, no pueden demostrar sus propias tesis, desmentidas por la ciencia. Ello se debe a que, asegura Brecht, dichos “filósofos no logran imaginar el espacio como una cualidad de la materia, el que el espacio sólo sea algo incluido en la materia les resulta inquietante” (p.45).
Poeta y dramaturgo, sin duda que, el autor del Diario de Trabajo, como todo hombre de letras, en algún momento tenía que preguntarse ¿Por qué escribir? Y, desde luego, no elude respuesta, “…a veces se escribe impulsado por determinadas fuerzas y a veces se intenta cobrar fuerzas al escribir. Aquí en los EE.UU., uno es un objeto de la literatura, no un sujeto”. Brecht, en esto último, apunta a que en el imperio capitalista se escribe por encargo, por una paga, por tanto el producto –texto u obra literaria- no le pertenece al escritor y puede ser mutilada, cambiada tantas veces quiera el patrocinador. (24.3.42)
En sus páginas da testimonio del intercambio de opiniones con Adorno, en las cuales discrepan, el uno al otro, del cine y del teatro. La mayor discrepancia se da en el hecho que Brecht afirma que en el teatro la actuación se producen ante un público latente que observa y es observado en la expresión de sus emociones y actitudes, los actores pueden interactuar con el público; en el cine se actúa sin público, la actuación es mecánica. (27.3.42) p.57. Por cierto, esta discrepancia con Adorno y Max Horkheimer, se muestra de manera explícita en la obra teatral de Brecht La novela de los tuis, drama en el cual ellos no quedan bien parados.
Escribir poesía, en EE.UU., “significa retirarse a la torre de marfil”, en una actitud estrafalaria, esnobista. A los poetas y escritores norteamericanos les es imposible entender desde su espíritu egoísta y mercantil que “la batalla por Smolensk [Ejército Rojo vs tropas hitlereanas] se libra [también] por la poesía”. (5.4.42). Es lo mismo que hoy no entienden los escritores indiferentes y apolíticos respecto de Palestina y el genocidio que el sionismo-nazi del estado de Israel comete contra los niños y mujeres de Gaza. La prioridad de un compromiso por poner el hombro hacia una Palestina libre, es de una necesidad tal de que en el futuro no se coaccione la libertad de nadie para crear poesía. El 12/4/42, Brecht escribía estos versos: “Y día y noche se libra / en los nevados campos de Smolensk / la batalla por la dignidad humana”.
Meses después (p. 153) evidencia una opinión literaria conciliadora sobre D’annunzio, porque valora la calidad y lo productivo de su obra: “…ese charlatán escribió poemas pastoriles que difícilmente se pierdan, y la Charta del gremio marítimo seguirá siendo por mucho tiempo un documento interesante, su arrogancia se mantiene en un plano muy superior al de la chata vanidad hollywoodense, y lo mismo puede decirse de su gusto, aunque a veces sea disparatado, y de todo su estilo de vida, que por lo menos confería, no sólo a todo su trabajo sino también a sus extravagancias, algo de productivo (18.7.42).
Descripción que coincide, sin haberse leído, con la realizada por Mariátegui: “La personalidad de D'annunzio es una personalidad arbitraria y versátil que no cabe dentro de un partido .../ Aspira a ser un gran actor de la historia. No le preocupa el rol sino su grandeza, su relieve, su estética .../ En D'annunzio no hay una teoría, una doctrina, un concepto. En D'annunzio hay sobre todo, un ritmo, una música, una forma .../ Es que D'annunzio ama el pasado; pero ama más el presente. El pasado lo provee y lo abastece de elementos decorativos, de esmaltes arcaicos, de colores raros y de jeroglíficos misteriosos. Pero el presente es la vida. Y la vida es la fuente de la fantasía y del arte. (La Escena Contemporánea, “D’Annunzio y el Fascismo”).
La simpatía de Brecht por D’annunzio –por tanto la de J.C. Mariátegui- es muy comprensible porque al comparar se observa que el trabajo artístico en Hollywood (extensible a todo USA) incorpora, dice el primero, “…pilares que no están destinados a soportar ningún peso; lo inteligente se vuelve estúpido, lo progresista se vuelve retrógrado, lo noble se hace vulgar, lo vulgar atractivo, el comprador se apodera del pincel y ensucia la tela, y nadie verá jamás el cuadro tal cual fue”. 22.10.42.
Entonces, ¿cuál es el papel que la sociedad capitalista, desde la experiencia de su trizado faro hollywoodense, le reserva al artista? Un rol indigno, enajenante. Escribe Brecht “…habituado a extraer mi dignidad de la dignidad de la misión; mi importancia de la importancia que revisto para la colectividad; mi energía de las fuerzas con las cuales entro en contacto ¿Qué va a ser de mí si la misión es indigna, [si] la colectividad está depravada…” (p. 189).
El autor del Diario de Trabajo, en el exilio se halla cerca del frente de batalla, padeciendo ínfimos salarios, sufriendo el robo de sus guiones, viendo como se mutila su producción artística por parte del vulgar manager o financista de cine. Él persiste en escribir guiones que escenifiquen “la pelea entre un comisario de la Gestapo y el novio de la protagonista…”. Es decir, trata que se filme la guerra desenmascarando al fascismo nazi y se muestre el surgimiento de movimientos de resistencia “con dosis de talento artístico”, sin maquillajes frívolos de esa cruenta realidad como acostumbra el cine norteamericano.
No transige en sus principios ni pensamientos: en el cine, en el teatro, de alguna manera se expresan los fundamentos de la lucha de clases, sustento que encuentra muros y barreras entre la gente, los artistas norteamericanos. En el guión de Juana de Arco consigue que se acepte el distanciamiento del personaje en doble rol, así la actriz niña asumirá un comportamiento reflexivo de adulta, la contradicción niña-adulta lo exige. (25.11.42), y (2.12.42).
No deja de advertirnos que las prácticas del teatro isabelino son similares a la industria y al espectáculo del cine en Hollywood con equipos actorales, piezas escritas a todo apuro y por encargo, repetición de motivos, escritores que pierden influencia sobre sus productos literarios, las acciones se presentan con apasionamiento, y sin duda hay intereses políticos, las diferencias de clases se acentúan. (7.743).
Bertold Brecht, sabemos que es poeta, director y escritor de teatro, menciono esto que es conocido porque los jóvenes lectores deben recordar que un artista o escritor, aparte de su natural talento debe cimentar tal cualidad con una formación académica. A propósito de lo anterior, el autor del Diario de Trabajo leía a tirios y troyanos, aparte de leer todo aquello que le daría solidez a su formación intelectual. Lee libros de Trosky sobre Lenin, a Marcuse, Adorno, D’annunzio, Huxley, Auden, Gide, Conan Doyle, Simenon, Lucrecio –Latino-, a los dramaturgos griegos del pathos aristotélico, ha leído a Marx, Engels, Lenin, la literatura inglesa, finlandesa y francesa, a los escritores alemanes de antes de Goethe y a sus contemporáneos, en todos sus géneros. A todos los conoce desde sus obras, vida e ideas. En EE.UU. escucha a los escritores y pensadores exilados como los deterministas, y les opone su visión que se sustenta en las nociones dialécticas y materialistas del marxismo desde Lenin y Marx. Sin embargo no es heterodoxo, sus opiniones de empatía con el arte y literatura burgueses lo confirman.
A medida que avanzan los meses, los hechos bélicos y políticos van ingresando a una etapa de desenlace. Sobre todo a partir del triunfo del Ejército rojo soviético en Smolensko. El diario relata de cómo el 1/8/43 se reúnen algunos intelectuales alemanes, Thomas Mann, Henrich Mann, Feuchtwanger, Bruno Frank, Marcuse, Hans Reichenbach, junto con Brecht, para redactar un manifiesto ante la proximidad del fin de la guerra. El texto dice:
En estos instantes en que se aproxima la victoria de las naciones aliadas, los escritores, científicos y artistas alemanes que suscriben consideran su deber manifestar públicamente lo que sigue: Hemos acogido con entusiasmo la declaración de los prisioneros de guerra y exiliados alemanes en Rusia, quienes exhortan al pueblo alemán a que obligue a su opresor a una capitulación incondicional y a que luche por el establecimiento de una democracia fuerte en Alemania.
También nosotros consideramos necesario establecer una clara distinción entre el régimen hitlerista y los sectores ligados a él, por una parte, y el pueblo alemán, por otra.
Estamos convencidos de que en el mundo no puede reinar una paz duradera mientras en Alemania no se instaure una democracia fuerte.”
Brecht da testimonio que Thomas Mann se opuso a mencionar a la URSS como artífice vital de la inminente derrota al fascismo nazi (en esto y con lo de sionismo nazi no escatimo redundancias). Incluso, al día siguiente don Thomas quiso retirar su firma del manifiesto (p.252), para lo cual se dedica a calumniar a Brecht de inducirlo a firmar la declaración cumpliendo órdenes de Moscú (9.943). En su confabulación derechista, no concibe que Brecht actúe por convicción.
Thomas Mann propone, ahora que los nazis van perdiendo la guerra, “…en Alemania hay que matar a medio millón”. Pensamiento irracional de venganza cruel, “resentimiento de la bestia” señala Brecht. (9.8.43). Tal vez, porque Thomas Mann, es observado con dudas, entre los círculos alemanes exilados en EE.UU., se le insinúa ser corresponsable de tener empatía con los nazis. Un exilado le insinúa interrogando “no dijo Ud., señor Thomas Mann, que él [nazi] era un hermano, como un mal hermano? (9.9.43).
La maquinaria de propaganda del imperialismo yanqui empieza a deslegitimar el inmenso aporte del Estado Soviético y de su ejército rojo. Por ello Brecht denuncia que intelectuales traidores pretendan que se proteste contra la Unión Soviética por supuestos crímenes cometidos, sin considerar los millones de soldados proletarios que se inmolaron por liberar al mundo de las hordas fascistas hitlereanas. El occidente capitalista ya tenía en su mira a sus líderes, entre ellos a Stalin. Lenin había muerto, y sobre él era poco efectista tirar barro.
Nuestro poeta y dramaturgo no comete el desliz de la fácil y seudo denuncia, sin embargo, hace notar la despreocupación de los soviéticos especialistas en literatura por no investigar a Shakespeare o Tolstoi sin prescindir de la opinión de Lenin. Porque de esa manera, no se dará una “atmósfera propicia” para que prospere una literatura vital, insurgente, plena. No obstante, sugiere que esa actitud –de los literatos rusos- responde al hecho de que al asumir el proletariado al poder, este no estaba preparado, sin duda tenían otras urgencias, entre ellas reconstruir la nación, (16.10.43).
Se tiene que realizar una política del arte para la clase obrera, propone Brecht: “la clase obrera necesita realismo para actuar y reflexionar, para conquistar el poder y para conservarlo, y eso no es nada tan especial…”. No olvidemos que el realismo es una corriente a la que pueden recurrir escritores proletarios y burgueses y que no se propone priorizar sólo la forma.

A propósito, y concluyendo estas notas, advertimos a los lectores que, sobre la contribución de los escritores burgueses, pequeñoburgueses y proletarios en la etapa revolucionaria y de democracia popular , Brecht nos presenta sus ideas en el volumen I del Diario de Trabajo, correspondiente a su exilio en Suiza y Finlandia, mas ello es tema para un comentario aparte.

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