Escribe:
Roque Ramírez Cueva
En
la parte uno del Diario
de Trabajo, vol.
2, comentamos acerca de las ideas socio políticas, incluso
económicas del poeta y dramaturgo alemán, correspondiente a su
período de exilio en Beverly Hills (EE.UU.), donde trabajó de
guionista. Dejamos pendiente parte de su pensamiento estético y
propuesta teatral, su opinión del cine y de los creadores y
artistas del cine hollywoodense, sin obviar el comportamiento de los
intelectuales ante el desarrollo de la segunda gran guerra y el
accionar del fascismo nazi.
Así,
Brecht deja anotado la insustancial temática de los guiones del cine
norteamericano, los paisajes artificiales de Beberly Hills, la compra
venta de todo, incluyendo gestos e ideas...la orina. Capitalismo puro
y descarnado, “desarrollo… pero sin que nada desarrolle”,
(p.20). Antes, expone las ideas sobre su propuesta teatral del
distanciamiento, “una forma de actuación teatral que reproduzca el
comportamiento humano de manera tal que la sociedad [en condición de
espectador] reaccione en forma productiva…” (16.1.42). Corchetes
nuestros a lo largo del texto.
Aclarando
las ideas de la propuesta teatral, leeremos que sobre el
distanciamiento de su drama épico lo discierne poniendo en escena su
obra Un
hombre es un hombre.
En esta pieza de teatro, al final de cada acto aparecen carteles con
textos que aclaran lo representado; aparte que los actores, sin la
máscara del personaje, se dirigen al público como personas reales
para inferir o debatir acerca de sus roles representados. El
propósito es lograr en los actores una actitud que les permita
distanciarse de su actuación como personajes, buscando se
comuniquen con un público que se vea dispuesto a reflexionar sobre
los diálogos o monólogos que le ofrece el drama épico. Es una
propuesta estética que no surge como la moda de otro “ismo”,
resultó una alternativa estética que trazó en la vasta historia
del teatro, un antes y un después. (15.3.42).
Sagaz
lector de la filosofía dialéctico-histórico materialista
(marxismo) sabe que los filósofos deterministas y de otros
idealismos, no pueden demostrar sus propias tesis, desmentidas por la
ciencia. Ello se debe a que, asegura Brecht, dichos “filósofos no
logran imaginar el espacio como una cualidad de la materia, el que el
espacio sólo sea algo incluido en la materia les resulta
inquietante” (p.45).
Poeta
y dramaturgo, sin duda que, el autor del Diario
de Trabajo,
como todo hombre de letras, en algún momento tenía que preguntarse
¿Por qué escribir? Y, desde luego, no elude respuesta, “…a
veces se escribe impulsado por determinadas fuerzas y a veces se
intenta cobrar fuerzas al escribir. Aquí en los EE.UU., uno es un
objeto de la literatura, no un sujeto”. Brecht, en esto último,
apunta a que en el imperio capitalista se escribe por encargo, por
una paga, por tanto el producto –texto u obra literaria- no le
pertenece al escritor y puede ser mutilada, cambiada tantas veces
quiera el patrocinador. (24.3.42)
En
sus páginas da testimonio del intercambio de opiniones con Adorno,
en las cuales discrepan, el uno al otro, del cine y del teatro. La
mayor discrepancia se da en el hecho que Brecht afirma que en el
teatro la actuación se producen ante un público latente que observa
y es observado en la expresión de sus emociones y actitudes, los
actores pueden interactuar con el público; en el cine se actúa sin
público, la actuación es mecánica. (27.3.42) p.57. Por cierto,
esta discrepancia con Adorno y Max Horkheimer, se muestra de manera
explícita en la obra teatral de Brecht La
novela de los tuis,
drama en el cual ellos no quedan bien parados.
Escribir
poesía, en EE.UU., “significa retirarse a la torre de marfil”,
en una actitud estrafalaria, esnobista. A los poetas y escritores
norteamericanos les es imposible entender desde su espíritu egoísta
y mercantil que “la batalla por Smolensk [Ejército Rojo vs tropas
hitlereanas] se libra [también] por la poesía”. (5.4.42). Es lo
mismo que hoy no entienden los escritores indiferentes y apolíticos
respecto de Palestina y el genocidio que el sionismo-nazi del estado
de Israel comete contra los niños y mujeres de Gaza. La prioridad de
un compromiso por poner el hombro hacia una Palestina libre, es de
una necesidad tal de que en el futuro no se coaccione la libertad de
nadie para crear poesía. El 12/4/42, Brecht escribía estos versos:
“Y día y noche se libra / en los nevados campos de Smolensk / la
batalla por la dignidad humana”.
Meses
después (p. 153) evidencia una opinión literaria conciliadora sobre
D’annunzio, porque valora la calidad y lo productivo de su obra:
“…ese charlatán escribió poemas pastoriles que difícilmente se
pierdan, y
la Charta
del
gremio marítimo seguirá siendo por mucho tiempo un documento
interesante, su arrogancia se mantiene en un plano muy superior al de
la chata vanidad hollywoodense, y lo mismo puede decirse de su gusto,
aunque a veces sea disparatado, y de todo su estilo de vida, que por
lo menos confería, no sólo a todo su trabajo sino también a sus
extravagancias, algo de productivo (18.7.42).
Descripción
que coincide, sin haberse leído, con la realizada por Mariátegui:
“La
personalidad de D'annunzio es una personalidad arbitraria y versátil
que no cabe dentro de un partido .../ Aspira a ser un gran actor de
la historia. No le preocupa el rol sino su grandeza, su relieve, su
estética .../ En D'annunzio no hay una teoría, una doctrina, un
concepto. En D'annunzio hay sobre todo, un ritmo, una música, una
forma .../ Es que D'annunzio ama el pasado; pero ama más el
presente. El pasado lo provee y lo abastece de elementos decorativos,
de esmaltes arcaicos, de colores raros y de jeroglíficos
misteriosos. Pero el presente es la vida. Y la vida es la fuente de
la fantasía y del arte.
(La
Escena Contemporánea,
“D’Annunzio y el Fascismo”).
La
simpatía de Brecht por D’annunzio –por tanto la de J.C.
Mariátegui- es muy comprensible porque al comparar se observa que el
trabajo artístico en Hollywood (extensible a todo USA) incorpora,
dice el primero, “…pilares que no están destinados a soportar
ningún peso; lo inteligente se vuelve estúpido, lo progresista se
vuelve retrógrado, lo noble se hace vulgar, lo vulgar atractivo, el
comprador se apodera del pincel y ensucia la tela, y nadie verá
jamás el cuadro tal cual fue”. 22.10.42.
Entonces,
¿cuál es el papel que la sociedad capitalista, desde la experiencia
de su trizado faro hollywoodense, le reserva al artista? Un rol
indigno, enajenante. Escribe Brecht “…habituado a extraer mi
dignidad de la dignidad de la misión; mi importancia de la
importancia que revisto para la colectividad; mi energía de las
fuerzas con las cuales entro en contacto ¿Qué va a ser de mí si la
misión es indigna, [si] la colectividad está depravada…” (p.
189).
El
autor del Diario
de Trabajo,
en el exilio se halla cerca del frente de batalla, padeciendo ínfimos
salarios, sufriendo el robo de sus guiones, viendo como se mutila su
producción artística por parte del vulgar manager o financista de
cine. Él persiste en escribir guiones que escenifiquen “la pelea
entre un comisario de la Gestapo y el novio de la protagonista…”.
Es decir, trata que se filme la guerra desenmascarando al fascismo
nazi y se muestre el surgimiento de movimientos de resistencia “con
dosis de talento artístico”, sin maquillajes frívolos de esa
cruenta realidad como acostumbra el cine norteamericano.
No
transige en sus principios ni pensamientos: en el cine, en el teatro,
de alguna manera se expresan los fundamentos de la lucha de clases,
sustento que encuentra muros y barreras entre la gente, los artistas
norteamericanos. En el guión de Juana de
Arco
consigue que se acepte el distanciamiento del personaje en doble rol,
así la actriz niña asumirá un comportamiento reflexivo de adulta,
la contradicción niña-adulta lo exige. (25.11.42), y (2.12.42).
No
deja de advertirnos que las prácticas del teatro isabelino son
similares a la industria y al espectáculo del cine en Hollywood con
equipos actorales, piezas escritas a todo apuro y por encargo,
repetición de motivos, escritores que pierden influencia sobre sus
productos literarios, las acciones se presentan con apasionamiento, y
sin duda hay intereses políticos, las diferencias de clases se
acentúan. (7.743).
Bertold
Brecht, sabemos que es poeta, director y escritor de teatro, menciono
esto que es conocido porque los jóvenes lectores deben recordar que
un artista o escritor, aparte de su natural talento debe cimentar tal
cualidad con una formación académica. A propósito de lo anterior,
el autor del Diario de Trabajo leía a tirios y troyanos, aparte de
leer todo aquello que le daría solidez a su formación intelectual.
Lee libros de Trosky sobre Lenin, a Marcuse, Adorno, D’annunzio,
Huxley, Auden, Gide, Conan Doyle, Simenon, Lucrecio –Latino-, a los
dramaturgos griegos del pathos aristotélico, ha leído a Marx,
Engels, Lenin, la literatura inglesa, finlandesa y francesa, a los
escritores alemanes de antes de Goethe y a sus contemporáneos, en
todos sus géneros. A todos los conoce desde sus obras, vida e ideas.
En EE.UU. escucha a los escritores y pensadores exilados como los
deterministas, y les opone su visión que se sustenta en las
nociones dialécticas y materialistas del marxismo desde Lenin y
Marx. Sin embargo no es heterodoxo, sus opiniones de empatía con el
arte y literatura burgueses lo confirman.
A
medida que avanzan los meses, los hechos bélicos y políticos van
ingresando a una etapa de desenlace. Sobre todo a partir del triunfo
del Ejército rojo soviético en Smolensko. El diario relata de cómo
el 1/8/43 se reúnen algunos intelectuales alemanes, Thomas Mann,
Henrich Mann, Feuchtwanger, Bruno Frank, Marcuse, Hans Reichenbach,
junto con Brecht, para redactar un manifiesto ante la proximidad del
fin de la guerra. El texto dice:
“En
estos instantes en que se aproxima la victoria de las naciones
aliadas, los escritores, científicos y artistas alemanes que
suscriben consideran su deber manifestar públicamente lo que sigue:
Hemos acogido con entusiasmo la declaración de los prisioneros de
guerra y exiliados alemanes en Rusia, quienes exhortan al pueblo
alemán a que obligue a su opresor a una capitulación incondicional
y a que luche por el establecimiento de una democracia fuerte en
Alemania.
También
nosotros consideramos necesario establecer una clara distinción
entre el régimen hitlerista y los sectores ligados a él, por una
parte, y el pueblo alemán, por otra.
Estamos
convencidos de que en el mundo no puede reinar una paz duradera
mientras en Alemania no se instaure una democracia fuerte.”
Brecht
da testimonio que Thomas Mann se opuso a mencionar a la URSS como
artífice vital de la inminente derrota al fascismo nazi (en esto y
con lo de sionismo nazi no escatimo redundancias). Incluso, al día
siguiente don Thomas quiso retirar su firma del manifiesto (p.252),
para lo cual se dedica a calumniar a Brecht de inducirlo a firmar la
declaración cumpliendo órdenes de Moscú (9.943). En su
confabulación derechista, no concibe que Brecht actúe por
convicción.
Thomas
Mann propone, ahora que los nazis van perdiendo la guerra, “…en
Alemania hay que matar a medio millón”. Pensamiento irracional de
venganza cruel, “resentimiento de la bestia” señala Brecht.
(9.8.43). Tal vez, porque Thomas Mann, es observado con dudas, entre
los círculos alemanes exilados en EE.UU., se le insinúa ser
corresponsable de tener empatía con los nazis. Un exilado le insinúa
interrogando “no dijo Ud., señor Thomas Mann, que él [nazi] era
un hermano, como un mal hermano? (9.9.43).
La
maquinaria de propaganda del imperialismo yanqui empieza a
deslegitimar el inmenso aporte del Estado Soviético y de su
ejército rojo. Por ello Brecht denuncia que intelectuales traidores
pretendan que se proteste contra la Unión Soviética por supuestos
crímenes cometidos, sin considerar los millones de soldados
proletarios que se inmolaron por liberar al mundo de las hordas
fascistas hitlereanas. El occidente capitalista ya tenía en su mira
a sus líderes, entre ellos a Stalin. Lenin había muerto, y sobre él
era poco efectista tirar barro.
Nuestro
poeta y dramaturgo no comete el desliz de la fácil y seudo denuncia,
sin embargo, hace notar la despreocupación de los soviéticos
especialistas en literatura por no investigar a Shakespeare o
Tolstoi sin prescindir de la opinión de Lenin. Porque de esa manera,
no se dará una “atmósfera propicia” para que prospere una
literatura vital, insurgente, plena. No obstante, sugiere que esa
actitud –de los literatos rusos- responde al hecho de que al asumir
el proletariado al poder, este no estaba preparado, sin duda tenían
otras urgencias, entre ellas reconstruir la nación, (16.10.43).
Se
tiene que realizar una política del arte para la clase obrera,
propone Brecht: “la clase obrera necesita realismo para actuar y
reflexionar, para conquistar el poder y para conservarlo, y eso no es
nada tan especial…”. No olvidemos que el realismo es una
corriente a la que pueden recurrir escritores proletarios y burgueses
y que no se propone priorizar sólo la forma.
A
propósito, y concluyendo estas notas, advertimos a los lectores que,
sobre la contribución de los escritores burgueses, pequeñoburgueses
y proletarios en la etapa revolucionaria y de democracia popular ,
Brecht nos presenta sus ideas en el volumen I del Diario
de Trabajo,
correspondiente a su exilio en Suiza y Finlandia, mas ello es tema
para un comentario aparte.
las enseñanzas continuan hasta haciendo eco
ResponderEliminar