Escribe:
Roque Ramírez Cueva
¿Se puede escribir un diario sin aludir a la vida íntima? El Diario de Ana Frank nos sedujo y nos indujo a leerlo a hurtadillas, de las miradas paternales que despistaos imaginamos severas, porque nos descubría detalles no púdicos, para ese tiempo, de una púber en su intimidad. José María Arguedas, en El zorro de arriba y zorro de abajo, narra hechos personales como públicos y políticos.
Bertold Brecht, dramaturgo y poeta alemán creador del teatro épico, escribe un diario con la decidida intención de sentar sus puntos de vistas sobre arte y política, las cuales le preocupan más que sus asuntos de existencia individual. Lo redacta barruntando la ideología, la suya, la de sus aludidos los fascistas y conservadores, de demócratas y “democratas”, la de los proletarios y de los burgueses.
En ese propósito no da concesiones. En la tercera página, etapa del exilio en Norteamérica (Diario de Trabajo, 1942-1944. Bs. As., ediciones Nueva Visión.1977) escribe sin ambages “El concepto de clase resulta hoy demasiado mecánico en su uso,…”, él concluye afirmando que la noción de clase social contiene una concepción económica aleatoria que se le deniega. El concepto de política ya no “supone una organización y ‘formas de estado democráticas’, un ‘libre juego de fuerzas’ que la clase dominante puede dirigir”, ha sido manipulado por las arbitrariedades del fascismo. [8.1.42]
El mismo día comenta que el proletariado como fuerza productiva, obrero y trabajador, es quién sostiene las guerras. Afirma que una situación revolucionaria “sólo se presenta cuando, por ejemplo, la iniciativa del proletariado hace posible una guerra que le inspira simpatía”, según nosotros es el caso de la revolución bolchevique y de la liberación de China por el ejército popular. Sigue Brecht, “o cuando la liquidación de una guerra perdida sólo puede quedar en manos del proletariado”, sería el caso de la liberación de Europa del Este por el ejército rojo soviético. [8.1.42] p. 11
El Diario de Trabajo es como un guión de cine con encuadres de planos, unos en primer orden, otros de fondo y en panorama. En plan intermedio su lectura nos obliga a una pregunta, ¿Cómo puede subsistir alguien, sin ser engullido ni deslucido por la voracidad y trivialidad capitalista, con pensamiento crítico al sistema? En esa circunstancia, dice Brecht, se percibe la “verdadera utilidad de la dialéctica: permitirnos operar con unidades contradictorias” … ”La dialéctica lo obliga a uno a detectar el conflicto en todos los procesos, instituciones y conceptos…”. Claro que acompañada de principios y una ética insobornables. [22.1.42] p. 22
Sobre la democracia en USA, opina que no es sólida por circunstancias de su historia, una nación sin herencia medieval que combatir ni castas militares que obliguen a imponerla. Es una democracia sin sustentos ni principios, éstos le vinieron de fuera. Ello no significa que no se libre la lucha de clases a pesar del maquillaje, no tiene los gestos de ferocidad feudal sino el refinamiento del capitalista codicioso de Wall Street. En apariencia no hay clase -nobleza corrupta- por combatir, los burgueses conforman el estado, aceptan su condición de burgueses sin sonrojarse, aun el parlamento actúa como agencia capitalista de los banqueros, mas sí hay pugnas en las relaciones sociales. En EE.UU. la bronca se da entre los que controlan el poder económico internacional, entre los que sólo controlan la economía nacional, entre los que les sirven a los anteriores y entre los que acumulan centavos para una sobrevivencia digna, etc.[7.2.42] - [18.2.42] p. 31
Pequeña burguesía y Fascismo
Brecht en su Diario de Trabajo define el empoderamiento de Hitler, a partir de analizar la actitud de las clases sociales en Alemania. De los grandes burgueses, en diversas páginas, indica que cedieron el poder por crisis que padecieron secuela de la anterior gran guerra. A la pequeña burguesía la concibe como un sector social dependiente de las dos clases antagónicas, el proletariado y la burguesía. Por supuesto, más inclinada a los burgueses, resultando así un instrumento social manipulable por la alta burguesía.
Pone como muestra a los social demócratas (pequeño burgueses) en el exilio, aferrados al accionar de las altas burguesías de Inglaterra y EE.UU., respecto de la guerra. Dichos exiliados no actuaban sin consentimiento de ellas. Da a entender que como sector social transicional, entre una clase y otra, aspiraron a ser, si es que no las podían reemplazar, una de esas dos clases sociales. Hitler, representante de “las exigencias de poder de la pequeña burguesía” ascendente y arribista, aprovechó las contradicciones sociales y se colocó –dice Brecht-, “dentro de los límites de las posibilidades…” de ser ese sector social dominante.
Y así fue, al presentarse y convertirse de facto en el caudillo conductor y salvador de Alemania, ante la zafada de cuerpo de los burgueses. Ahora bien, ni Hitler ni su séquito íntimo se convierten en burgueses, a éstos no los eliminaron como clase, los dejaron compartir el poder, pero el ex sargento no controló la economía sino que ésta fue potestad de los trust. Así, Hitler creyó pertenecer a nuevas altas esferas sociales, sin darse cuenta que fue manipulado por los dueños de dichos trust, quienes se interesaron por el gran negocio que se les presentó con la producción armamentista. [27.2.42] p. 37
Como los críticos y cuestionadores de Hitler, de su tiempo y de hoy, no comprendieron las categorías de clase social, lo sobredimensionaron o lo tildaron de mero porta estandartes de las fuerzas armadas. Brecht en su Diario de Trabajo lo estudia desde el punto de vista histórico y social lo que ya vimos en el párrafo anterior, sin descuidar las necesidades propagandísticas que tuvieron burgueses y pequeño burgueses en ese fin de erigir su nuevo proyecto de estado basado en una política social corporativa, en máxima versión, el fascismo.
Brecht lo reafirma, Hitler asciende al poder cumpliendo el anhelo de la pequeña burguesía de ser parte de ese control. Para eso utiliza la política y manipula sus reglas y se impone con propuestas de ideas nacionalistas chauvinistas que la clase dominante le acepta. También se impone porque tales clases burguesas de Alemania perdieron el dominio del estado y se vieron ante una situación inmanejable, cuya salida se la ofrece Hitler y sus huestes nacional socialistas sustentadas por el militarismo, ambos adoctrinados en el antisemitismo y la creencia de una raza aria superior.
Este patrioterismo chauvinista lo satiriza en Días de la Comuna, el francés “Thiers es enemigo de Bismarck [austríaco], pero antes que nada de los comuneros” en sus barricadas de París; el burgués “Soupeau enemigo de los alemanes pero antes que nada de las Simonas [francesas] que pretenden compartir sus bienes o quemarlos antes que entregarlos al enemigo”. Ante lo cual, nunca “debe olvidarse, por fin, que la guerra, la lucha de las naciones, [no] es más que la continuación de la lucha de clases”, indica André Gisselbrecht (Introducción a…Brecht. Bs. As. Edit. Pléyade. 1973, p. 24). En toda la nota, todos los corchetes [ ], son nuestros.
¿De qué manera el nacional socialismo acaudillado por el deslucido Hitler, ofrece una salida a los burgueses alemanes? La única posible era la guerra. Brecht lo manifiesta claro en su obra Madre Coraje, “es que la guerra ‘satisface todas las necesidades’; la principal la de hacer negocios, dice un personaje de la Novela de dos centavos: “Es usted un soldado. Cuando los hombres de negocios agotan sus recursos, llega en su auxilio un soldado”. La guerra además, te libera de problemas de conciencia, por eso “el sargento Fairchild en Hombre por Hombre”, exclama: ‘el reglamento de servicio nos permite desafiar a Dios con toda impunidad’. Concluye A. Gisselbrecht (ídem pp. 22, 23).
Con la toma del poder político y militar –continúa Brecht en su diario- los pequeños burgueses nazis desplazan a la clase que dominaba pero le dejan el control económico, así los junkers (alta burguesía) forman trust, y uno que otro acepta puestos en la alta oficialidad militarista; es decir los mantiene en el campo militar y de la industria, particularmente la armamentista. [28.2.42] pp. 38 -39
Llega a esbozar un retrato de este “salvador” pequeño burgués que encandiló y desplazó a la burguesía alemana, ofreciéndole una guerra de rapiña que ella gustosa nunca rechazó. Lo traza como un Napoleón de caricatura, “un feto de él”.
Los Tory (burguesía inglesa), los aliados e intelectuales antifascistas
Avanzando en las páginas del diario, nos enteramos de la sagaz capacidad de Brecht para leer los sucesos políticos del momento. Observa minucioso también a los aliados, sus estrategias y errores como los de permitir que se filtren buques de guerra alemanes en el Canal de La Mancha, lo cual impidió una ayuda activa y pronta de los soviéticos ese año de 1942.
En esta parte, nos sorprende la intuición o la certera información que poseía Brecht, sobre las posibles futuras invasiones que planificaban los ejércitos aliados a las costas europeas, considerando que el desembarco, del llamado día D a Normandía, era un secreto bajo siete llaves. Por otro lado, señala el error del partido conservador Tory, de persistir en mantener los dominios ingleses en la India, lo cual obliga a abrir dos frentes a Inglaterra, en momentos que se necesita su total concentración para enfrentar a Hitler. [8.3.42]
Brecht llega a entender entonces, con suma claridad, que los intereses y puntos de vista conservadores del partido de los Tories, complotan indirectamente a favor de las huestes hitleristas. Lo cual parecía empujar a los norteamericanos a establecer tratos con los soviéticos –URSS- para invadir Europa y expulsar a los alemanes.
Pero los jefes norteamericanos y su estado tienen sus miedos, sus debilidades, y trasgreden sus ¿principios? democráticos. Han creado una oficina de Enemy Aliens donde deben registrarse los exiliados alemanes, italianos y japoneses. A fines de 1942, recluyen a cerca de cien mil japoneses en un campamento de prevención. Temen que sean informantes o arietes del ejército japonés aliado de Alemania. Y les implantan, al igual que a los alemanes exiliados, un toque de queda de 8 p.m. a 6 a.m.
El autor de Diario de Trabajo pugna por poner en debate la distinción entre la alemania hitleriana y Alemania. Lo cual es difícil de sustentar, en tanto los cientos de batallones del ejército nazi fueron conformados por hijos de la clase obrera, que han sido encandilados y engañados. No hay manera de entender aquello de que “el ser social determina la conciencia”, sino a partir del hecho que la pequeña burguesía alemana aprovechó bien la efervescencia política del momento para confundir a los obreros con el antisemitismo y nacionalismo.
Aparte que le suprime sus instituciones y sindicatos en los cuales dichos trabajadores podían reflexionar la coyuntura, y los reúne en torno a ligas comunitarias pro nazis. Intimidando a los dubitativos y eliminando a los de espíritu crítico con el terror político y económico. Por lo cual resume, en otra página del diario: “el fascismo es una forma de gobierno por la cual se puede someter a un pueblo hasta el punto de lograr que [éste] se preste para someter a otros pueblos”. [15.5.42] pp. 104 -105
Brecht en su Diario de Trabajo nos da entender que en el exilio no ha llevado ni le ha interesado una vida cómoda, él cada día ha pugnado por desnudar y denunciar la esencia del fascismo hitlerista. Lo ha hecho desde la producción y creación de su teatro épico y en su activa participación pública junto a otros intelectuales antifascistas con el objetivo que los aliados y el ejército rojo soviético den fin a la guerra, derrotando a Hitler. En esta perspectiva, debatía que las hordas del gris ex sargento podían ser derrotadas. Ante la idea difundida y aceptada del ecónomo pro fascista Pollock, que creía en una economía planificada de la burguesía alemana, Brecht sustentaba que el fenómeno fascista “no era más que una economía de guerra superficial, con muy poca coordinación auténtica, una intervención [corporativa] muy voluble del estado en la economía”. [28.7.43] pp. 250
En otro encuadre del diario, delibera acerca de que “los grandes delitos sólo son posibles gracias a su inverosimilitud”. La gente sensible y con sentido común dice Brecht, “se indigna ante la idea que los estadistas sean ladrones” como un vulgar cuatrero, de que los generales sean estafadores como los especuladores de negocios. El razonamiento es así de sencillo, ¿cómo puede ser ladrón un caballero de corbata y saco, alto militar o empresario? Por eso, al no ser creíbles de delito, dichos señores roban con siútica elegancia. [24.8.43] p. 263.
Al respecto, en su obra Opera de los dos centavos, a través de su personaje Mackie Messer, Brecht se plantea una interrogante ¿¡Qué es el asalto a un Banco comparado con la fundación de un Banco!? Se infiere que las operaciones de los bancos son dolosas ante sus clientes. ¿Alguien se imagina que los banqueros estén asaltando a sus clientes?, casi nadie. Por cierto, ese tal Mackie Messer resulta siendo un importante banquero apellidado Macheath. Por lo mismo, Mackie se inclinó por el crimen “en grande” porque “resulta impune”, acota A. Gisselbrecht (ídem, pp. 25,26).
El 25 de septiembre de 1943, registra en su diario una noticia esperanzadora que causa alborozo a los antifascistas del mundo y que compartieron los exilados, se ha producido la toma de Smolensko por parte del ejército rojo de los soviéticos, liderado, no se olvide aunque no agrade a unos, por Joseph Stalin. Lo cual cambia radicalmente la situación de la guerra, en favor de las fuerzas aliadas, de los soviets, de los países y pueblos sometidos, y en contra de Hitler y sus horadas nazis.
No obstante, ante la inminente victoria de las fuerzas antifascistas y la cercana derrota del ejército nazi, muchos se preguntaban ¿por qué los soldados alemanes siguieron en combate, ofreciendo su esfuerzo y sus vidas a la “máquina destructora”? Cierto que no combatían por dignidad o por pasión que inicialmente los hechizó al abrazar la maquinación de un nacionalismo antisemita. Combaten, Brecht lo precisa con lucidez, “porque la clase dominante sigue dominando”. [15.8.44] pp. 330
Por lo mismo, en su ensayo “Cinco dificultades para quien escribe la verdad” (blog www.forocomunista.com/t24488-las-cinco-dificultades-), Brecht se hace una pregunta inevitable, ¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena sino se dice nada sobre el capitalismo que la origina? Antes reafirma, “el fascismo es la entrada de una fase histórica del capitalismo, y, por consiguiente, algo a la vez muy nuevo y muy viejo. En un país fascista el capitalismo existe solamente como fascismo. Combatirlo es combatir el capitalismo, y bajo su forma más cruda, más insolente, más opresiva, más engañosa.”
Para acabar esta primera parte, concuerdo que Brecht redacta el Diario de Trabajo, por las mismas razones con que presenta su ensayo de las Cinco dificultades, etc.: “El que quiera …escribir la verdad … Tendrá que tener el valor de escribir la verdad aunque se la desfigure por doquier; la inteligencia necesaria para descubrirla; el arte de hacerla manejable como arma; saber a quien confiarla y tener la astucia indispensable para difundirla.” (blog www.forocomunista.com, ídem)
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