jueves, 11 de septiembre de 2014

Chile - Büchi y su apuesta por el cuarto poder

EL MOSTRADOR.    11 de septiembre de 2014

El Libero, la segunda inversión pública del ex ministro de Hacienda:
Büchi y su apuesta por el cuarto poder

Convertido en el director de empresas mejor pagado, Hernán Büchi ganó el año pasado $691 millones por nueve sillones. Podría invertir en proyectos de cualquier índole, pero decidió poner sus fichas en un diario electrónico junto a Luis Larraín y Gabriel Ruiz-Tagle. La suya es la batalla de las ideas. Cercano al multado Julio Ponce, al desconocido billonario Isidoro Quiroga, a Juan Hurtado y a los Luksic, Büchi practica una afición que cobra cada vez más adeptos entre los empresarios chilenos: es piloto civil. De un helicóptero y dos aviones propios.

Acciones
Del parapente y el ala delta a pilotear dos aviones Cessna y un helicóptero propios. De empleado público a ser el director no ligado a la propiedad de empresas mejor pagado del país. De alumno de la Universidad de Chile a socio de la Universidad del Desarrollo. De odiar la aparición en medios de comunicación a convertirse en accionista y presidente de uno.

Lo que no ha cambiado es su estilo outdoor –pelo despeinado, corbata apuntando a cualquier parte y zapatos informales–, la muralla china con la que sus escasos amigos defienden su privacidad, ni la batalla por las ideas que impuso a contar de 1975 como consejero económico del entonces ministro de Economía, Sergio de Castro, hasta culminar dentro del Estado como ministro de Hacienda entre 1985 y 1989.

No hay otro funcionario público que haya participado en más reformas en el régimen de Pinochet que Hernán Büchi (65 años) en sus distintos cargos: desde la municipalización de la educación a la venta de la deuda de los bancos intervenidos al Banco Central; desde el Código de Aguas a la Reforma Previsional de José Piñera; desde la privatización de empresas estatales a la creación del capitalismo popular, pasando por los mecanismos compensatorios para las expropiaciones mineras, el Plan Laboral –otra obra de Piñera–, la renegociación de créditos y la creación del dólar preferencial para los miles de chilenos endeudados.

El diario electrónico El Líbero, que debutó el pasado martes 3 de septiembre, en el que es socio en partes iguales con Luis Larraín y Gabriel Ruiz-Tagle, es un paso más en esa dirección. Esta vez para influir –como cualquier medio aspira– en el debate
La Universidad del Desarrollo, a cuya inmobiliaria Ainavillo ingresó como accionista de 1999 y cuyo consejo directivo preside, es la cantera donde se forman los jóvenes con las ideas liberales que él defiende en materia económica y donde lo tienen como profesor en el MBA. El Instituto Libertad y Desarrollo, que fundó con Luis Larraín y Cristián Larroulet y del cual es consejero, diseña políticas públicas y provee de materia prima a los parlamentarios de la UDI.
Büchi y Larraín –director ejecutivo de LyD– tenían la idea de crear un medio digital con contenidos de actualidad y Ruiz-Tagle, por su lado, pensaba en un diario deportivo. Se asociaron en partes iguales y tienen a otro accionista, el abogado José Antonio Guzmán Azzernoli, de Portaluppi, Guzmán & Bezanilla, el estudio que atiende a las empresas del grupo Angelini.

Ruiz Tagle aseguró a Capital que el medio no será una caja de resonancia de LyD, “sino un referente de información seria, de buena calidad y si eso implica estar en contra de personas del mundo de la derecha o del mundo empresarial o bien del gobierno, no debiera tener ninguna traba”. Entre los tres socios aportaron $150 millones y están abiertos a sumar a nuevos interesados a la propiedad. Lo dirige el periodista Eduardo Sepúlveda, ex editor del cuerpo de ‘Reportajes’ de El Mercurio, y a cargo de la sección de Opinión está Juan Ignacio Brito, que ocupaba el mismo cargo en La Tercera. El gerente general es Carlos Kubik, hijo del gerente general de Banmédica del mismo nombre, concejal de la municipalidad de Santiago que trabajó los cuatro años del gobierno de Piñera en la Secretaría General de la Presidencia.

Büchi y Larraín –director ejecutivo de LyD– tenían la idea de crear un medio digital con contenidos de actualidad y Ruiz-Tagle, por su lado, pensaba en un diario deportivo. Se asociaron en partes iguales y tienen a otro accionista, el abogado José Antonio Guzmán Azzernoli, de Portaluppi, Guzmán & Bezanilla, el estudio que atiende a las empresas del grupo Angelini.
Büchi aporta al negocio como persona natural. Recursos no le faltan. Como director de empresas el año pasado recibió $691 millones, lo que lo convierte en el mejor pagado entre aquellos directores que no son accionistas de las empresas donde participan.

Las nueve dietas de Büchi
Su trayectoria como director lo liga a tres empresarios: Guillermo Luksic, Julio Ponce Lerou y Juan Hurtado Vicuña, quienes lo invitaron a integrar los directores de sus compañías.
El primero fue Guillermo Luksic, fallecido el año pasado, quien lo llevó a la mesa de Quiñenco –la matriz de los negocios industriales– en 1990. Por este directorio ganó $202 millones en 2013. Además, está en las filiales navieras del

grupo Sudamericana de Vapores y  SAAM, por los que obtuvo $32,8 millones y $32,9 millones, respectivamente. Y en las dos compañías que nacieron de Madeco: Invexans ($41,2 millones) y Tech Pack ($12 millones). Fue parte de la mesa del Banco de Chile y ahora es asesor del directorio. Él ocupa esta posición junto a Jacob Ergas, el segundo mayor accionista después de los Luksic, y Francisco Garcés Garrido. Entre los tres recibieron $273 millones por cumplir estas funciones, según la memoria del banco que no desglosa el monto, por lo cual este ítem no fue incluido dentro de los $691 millones que recibió como director el año pasado. Büchi también participó en la mesa de Lucchetti hasta que se vendió a Corpora Tresmontes.
Julio Ponce Lerou lo invitó al directorio de Soquimich hace 21 años. Allí recibió $180,2 millones por su labor en 2013. Dicen que es muy leal con el ahora multado por la Superintendencia de Valores con US$70 millones por operaciones de compra y venta de acciones de las cascadas, a través de la cuales controla Soquimich, que lo beneficiaron a él en desmedro de los accionistas minoritarios. En las discusiones que se producen en el directorio, Büchi aporta con argumentos afines a la posición de Ponce y vota en la misma línea que él.

Hay quienes aseguran que el ex ministro ha visitado en varias oportunidades el fundo de Ponce en Osorno, donde tiene su Haras Siracusa. Ambos son fanáticos de los caballos. Otros niegan que hayan compartido en el sur. Así es Büchi, misterioso, no comenta su vida privada con nadie. La excepción es el ingeniero Rolf Behncke, quien lo impulsó a hacer ala delta cuando estaba muy abrumado en el Ministerio de Hacienda y de cuya hija Isabel, que estudia a los bonobos en África, es padrino. Por ella se ligó a la Fundación Leakey, que se dedica al estudio de la evolución del hombre a través de los simios.

Ponce Lerou lo conoció en 1974 cuando Juan Hurtado se lo recomendó para integrar el directorio de Inforsa, empresa forestal que estaba bajo el alero de la Conaf, que manejaba Ponce, entonces yerno de Augusto Pinochet.

Hurtado y Büchi fueron compañeros en Ingeniería Civil en la U. de Chile. El primero trabajaba con Sergio de Castro, entonces ministro de Economía, y le propuso el nombre de Büchi. Así fue como el ingeniero civil en minas que venía llegando de su MBA en Columbia se integró como consejero económico de De Castro.

Hurtado lo tiene como director en la Compañía de Seguros de Vida Consorcio Nacional de Seguros, por lo que recibió $28 millones el año pasado. Históricamente, Büchi ha sido director de P&S, la empresa cerrada a través de la cual Hurtado participa en el Consorcio Financiero, que a su vez controla la filial de seguros de vida y generales.

Hurtado fue uno de los integrantes más próximos de su campaña presidencial en 1989 junto con Fernando Fischmann, el empresario de las lagunas artificiales y dueño de San Alfonso del Mar, y Gabriel Ruiz-Tagle, su socio en el emprendimiento editorial.

En Falabella, la empresa de mayor valor en la bolsa –US$18.600 millones– es el único director que no lleva los apellidos Solari, Cúneo o del Río. El año pasado recibió $145,2 millones y ostenta la calidad de independiente, lo que quiere decir que no ha sido ejecutivo ni director de empresas proveedoras relevantes de Falabella ni tampoco cliente y puede recibir votos de los controladores, como ocurre en su caso.

Pilmaiquén es el último directorio en el que participa y por él le pagaron $15,4 millones el año pasado. Uno de sus socios es Isidoro Quiroga, dueño de un 10,8%, y director de esta empresa durante años. No sólo allí coincidieron; hasta 2001 Quiroga fue parte de la mesa de Soquimich, en representación de Ponce Lerou, de quien es muy amigo.  A pesar de ser billonario –su fortuna se calcula en más de US$1.000 millones– es prácticamente desconocido, porque invierte principalmente en acciones, dentro y fuera de Chile, y en nacientes proyectos mineros.

Hasta hace tres años Büchi integró el directorio de Copesa, el holding de medios de Álvaro Saieh, nombrado por Alberto Kassis, el socio minoritario que ahora quiere deshacerse de su 16,6% y conocido por su apoyo al general Pinochet, así como a la fundación que lleva su nombre, de cuyo Consejo Protector es parte. Durante años Büchi ha sido director de Cecinas San Jorge, de propiedad de Kassis, que cambió de nombre a CIAL Alimentos.
El ex ministro participó en la sesión de directorio que, en 2010, dio vida a la Fundación Ciper, dueña del sitio de investigación periodística y uno de cuyos socios es Copesa.

Büchi es considerado por los hombres de negocios uno de los mejores directores de empresas. Destacan que sabe de temas financieros, regulatorios, tributarios, de riesgos, macroeconómicos, mineros. “Cuando da su opinión tiene pleno conocimiento y cuando habla nadie lo interrumpe”, comenta uno de los que lo acompaña en varios directorios. Además, tiene una mirada global, domina el escenario internacional y tiene opinión sobre la política económica interna.

Su rentable pasada por Venezuela
En Libertad y Desarrollo tiene su oficina. Allí concurre a diario, pero nunca se lo ha visto en el almuerzo de fin de año, ni deseando feliz cumpleaños, ni menos celebrando en la casa del festejado. “No es de relaciones personales; él tiene cercanías profesionales”, lo describe un ex economista del centro de estudios. Lo que sí saben todos es que trota por Presidente Errázuriz y Tobalaba y se ducha en el baño del segundo piso. Los vecinos de La Dehesa lo ven correr por el sector de Manquehue Oriente y Los Trapenses, donde tendría su casa. Desde hace poco más de una década comparte su vida con su pareja argentina, por la que cruzaba la cordillera los fines de semana hasta que hace un año ella se vino a vivir a Chile con los dos hijos que tienen en común. Büchi es padre de María Ana, de 33 años, ya casada e hija de su primer matrimonio con Jovita Bastidas.

El Líbero es su segunda inversión pública. Nadie de sus conocidos sospecha dónde ha puesto sus fichas el ex ministro. “Yo me enteré que tenía un campo cerca de Temuco (700 hectáreas ganaderas y forestales en Padre de Las Casas) cuando se lo tomaron los mapuches (en 2001)”, comenta el ex economista de LyD.

Hasta ahora el único negocio que ha trascendido –al margen de la UDD– es el de Metrópolis, una empresa de seguros en Venezuela que compraron Büchi, Isidoro Quiroga y Gerardo Jofré –ex hombre del Santander, hoy director de Codelco al igual que Marcos Büchi, su hermano– y vendieron a mediados de la década pasada en US$60 millones a la norteamericana Liberty.

Desde hace un tiempo el ex ministro practica una afición muy popular entre los empresarios: es piloto civil. Y dueño de dos aviones Cessna (T210 y T303) y un helicóptero Bell 206 Jet Ranger, según la página de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), donde aparece compartiendo la propiedad de los aparatos con Manuel José Philipps Garretón. Son modelos antiguos pero muy usados en el mundo, de repuestos económicos e ideales para los que se inician en el vuelo, dicen los entendidos.

Su alergia a las entrevistas se mantiene: este año no ha dado ninguna. En el gobierno de Sebastián Piñera fue más generoso con los medios por la antipatía que le generaban las medidas tomadas por quien fuera su jefe de campaña durante los primeros 40 días de su candidatura presidencial. Eran el agua y el aceite.

“Todo el día le impartía instrucciones. Nunca lograron conectar bien. Varios testigos afirman que Piñera terminó por volver loco al candidato. ‘Mientras Büchi trotaba Sebastián iba a su lado dictándole lo que debía hacer’, cuenta un cercano”, sostiene el libro Piñera. Historia de un ascenso, de las periodistas Bernardita del Solar y Loreto Daza. De todas sus intervenciones la más recordada fue en Qué Pasa: “Piñera se equivoca al gobernar con las banderas de otros”.


Con Michelle Bachelet ha usado su columna en El Mercurio para pegarles a las reformas estructurales del Gobierno:
la tributaria y la educacional. Sobre la primera sostuvo que “se aleja radicalmente del ideal democrático en el que las leyes deben ser pocas para que los ciudadanos puedan conocerlas, y simples y coherentes para que las puedan comprender y cumplir”. De la reforma educacional opinó que “parte a la inversa, comprando activos para luego intentar mejorar calidad, tiene al sector paralizado y augura un estancamiento en la educación de nuestros jóvenes”. Palabras de un hombre formado en la educación pública y gratuita: Instituto Nacional y U. de Chile, porque él estudió cuando no se pagaba.

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