El 6 de Noviembre se realizaron elecciones en Guatemala y Nicaragua. En Guatemala, el proceso electoral tuvo como trasfondo, una vez más, el enfrentamiento entre la oligarquía tradicional y el capital corporativo, por un lado, y grupos emergentes de la burguesía, por el otro, que se han enriquecido mediante negocios con los gobiernos de turno y el crimen organizado. La pelea es la misma de siempre: por controlar y repartirse los recursos del Estado
La eliminación de la candidatura de Sandra Torres tuvo como finalidad meterle zancadilla al proyecto de esta burguesía emergente, aunque al final se produjo un reacomodamiento y Manuel Baldizón del partido Líder logró aglutinar tras de si a los grupos políticos de esta burguesía emergente.
Un importante sector de la izquierda reformista cayó en la posición oportunista de apoyar a uno de los grupos de la burguesía, al supuestamente más “progresivo”, sumándose a la Cruzada que respaldó la candidatura de Baldizón en la segunda vuelta. Este fue el caso de Rigoberta Menchú y Winaq, y la Alternativa Nueva Nación (ANN), compuesta por ex guerrilleros. La justificación de semejante desliz fue la de luchar contra el retorno de los militares al gobierno, llamando a votar por el menos malo.
Debemos aclarar que, desgraciadamente, los militares siguen el gobierno, aunque se haya encarcelado o procesado a unos cuantos. El general retirado Otto Pérez Molina, futuro presidente de Guatemala, quien tuvo puestos de responsabilidad en lugares donde el ejército realizó masacres contra poblaciones indígenas durante el conflicto armado interno, logró el respaldo de la derecha, la oligarquía tradicional y el gran capital.
El futuro gobierno de Pérez Molina y el Partido Patriota sin duda tendrá la presencia de militares en retiro, como Mauricio López Bonilla, futuro ministro de Gobernación. Y sin duda agrupaciones de derecha se sentirán con las manos libres para accionar. Pero la profunda crisis del sistema capitalista a nivel internacional, y la profunda crisis social que aflige a Guatemala y Centroamérica, obliga a estos agentes el imperialismo a andar de puntillas, porque toda el área centroamericana es un polvorín mojado con gasolina. La izquierda de Guatemala tiene el enorme desafío de ser la principal abanderada de las luchas obreras y populares, al mismo tiempo que defendemos todas las libertades y conquistas democráticas.
La reelección de Daniel Ortega en Nicaragua, con una votación arriba del 60%, una cifra nunca antes vista en ningún tipo de elección en ese país, ha sido duramente cuestionada por la derecha criolla, que se bate en desbandada con semejante paliza electoral.
Si bien es cierto todo parece indicar que Daniel Ortega ganó limpiamente las elecciones presidenciales, producto de la implementación de generosos programas de asistencia social aplicados en los últimos años, con el dinero de la cuantiosa ayuda venezolana, existe un manto de dudas sobre las “irregularidades” que fueron denunciados, no solo por los llamados observadores internacionales, sino por los organismos de la sociedad civil, a los cuales el Consejo Supremo Electoral(CSE) les negó la acreditación.
La repuesta del imperialismo norteamericano y europeo, por el momento, ha sido tibia, ambivalente, de reconocimiento implícito pero también de amenazas latentes contra Nicaragua. Todo indica que están esperando la evolución de los acontecimientos y que tan grandes llegan a ser las manifestaciones organizadas y dirigidas por la oposición de derecha, para tomar una posición más enérgica.
Nicaragua no vive una revolución, como algunos creen. El triunfo electoral del FSLN es el triunfo político de la burguesía sandinista, que comenzará a imponer su hegemonía, y jamás podrá ser un triunfo de los trabajadores y del pueblo. Los problemas de atraso y pobreza de Nicaragua, han sido mitigados por los programas de asistencia social, pero no han sido resueltos.
La democratización de Nicaragua en beneficio de los pobres sigue siendo la gran tarea pendiente, por ello es que el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) insiste en que es el momento para derogar la actual Ley Electoral y convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, libre y soberana.
Fuente: El Socialista Centroamericano
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