Al borde del estallido
Joseph Confavreux
Médiapart
http://www.mediapart.fr/
Traducción de Viento Sur
http://www.vientosur.info/
Dos semanas después que los últimos miembros de las fuerzas
armadas estadounidenses partieran de Irak a hurtadillas el 21 de diciembre, la
idea de un país en vías de estabilización lanzada por los americanos y la
coalición internacional comienza a hacerse añicos: orden de arresto contra el
vicepresidente sunita Tarek al-Hachemi acusado de terrorismo, emitida por el
primer ministro chiíta Nouri al-Maliki; atentados mortales en Bagdad el jueves
22; negativa del Gobierno Autónomo del Kurdistan iraquí a entregar Tarek
al-Hachemi (refugiado en ese territorio) a las autoridades de Bagdad; atentado
violento contra el Ministerio del Interior el 26 de diciembre… La crisis
política se agrava. Una crisis atizada por las tensiones regionales, con la
crisis siria y el conflicto entre Arabia Saudí e Irán como telón de fondo.
Según el dirigente sunita Iyad Allaoui (New York Times, 27
de diciembre) Irak está a las puertas de una "catástrofe". El débil
régimen institucional impuesto a trancas y barrancas bajo tutela norteamericana,
que desembocó en la Constitución de 2005 y las elecciones de 2010, se muestra
obsoleto y tambaleante.
En este Estado ficticio de Irak, el poder ejecutivo es
compartido por tres personas: el presidente Jalal Talabani, kurdo; el primer
ministro Nouri al-Maliki, chiita; y el presidente del Parlamento Oussama
al-Noujaifi, sunita. Cada uno de ellos cuenta con dos colaboradores
provenientes de los otros dos sectores confesionales iraquíes. A pesar de ello,
en la tribuna del New York Times, co-firmada por al-Noujaifi, se afirma que
Irak va camino de convertirse en un "Estado autoritario de partido
único" y que el apoyo incondicional de los Estado Unidos al primer
ministro Nouri al-Maliki conducirá a la "guerra civil".
Mediapart ha entrevistado a Loulouwa al-Rachid, politólogo
especializado en Irak, que nos habla de las características de esta crisis
política, de la salida de las tropas norteamericanas (que no pone fin a la
presencia de los Estados Unidos en Irak) y de las tensiones regionales que
alimentan la crisis iraquí.
Usted acaba de volver de Irak a principios de mes
(diciembre). ¿Cuál es la situación del país tras la salida de las tropas
americanas?
Estuve en Irak durante la celebración de la Ashura
(festividad religiosa musulmana en la que la comunidad chiita conmemora,
también, la masacre del Imán Hussein, que consideraban legítimo sucesor de
Mohamed y 72 miembros de su familia) y la situación era tensa desde el punto de
vista de la seguridad. Todo el mundo tenía la impresión de que podía ocurrir lo
peor. Algo habitual en Iraq; sin embargo, me llamó la atención el nivel de la
desconfianza intercomunitaria en una sociedad en la que la gente perteneciente
a etnias y confesiones distintas se atrinchera tras estas identidades.
El miedo en la sociedad es difuso: toda la gente lo tiene,
pero no se expresa abiertamente. Se hace evidente si habla de los
acontecimientos de 2003; parece que, ocho años después de haber comenzado, la
guerra aún no hubiera concluido. En torno a estos hechos (cómo cayó Bagdad…)
existen dos visiones confesionales: la chiíta y la sunita.
Aunque la situación de Irak haya perdido peso
progresivamente en los medios de comunicación internacional -las revueltas
árabes de 011 ha traído consigo que los grandes medios hayan desplazado su
personal a los países de las revueltas-, el país se encuentra lejos de haber
logrado estabilizarse.
¿Cómo explicarse los atentados de esta última semana? ¿Dónde
se encuentra Irak desde el punto de vista de la violencia?
Los atentados violentos han disminuido mucho desde 2008. Ya
no existen atentados que siegan de un golpe la vida a 300 personas en un
mercado de Bagdad. Tampoco existen los IED, artefactos explosivos que se
colocaban a lo largo en las carreteras y que eran tan mortíferos.
La violencia ya no es tan indiscriminada. Ahora se definen
los objetivos, se selecciona a lo individuos cuidadosamente. No pasa un día sin
que algún oficial del ejército o de los cuerpos de seguridad, algún médico,
juez u hombre de negocios no sea abatido en plena calle con pistolas provistas
de silenciador, las famosas katem al-sawt. Asistimos a una violencia sin ruido.
Otra técnica son las bombas-lapa (sticky bomb); una bomba de alcance limitado
que sólo mata a los ocupantes de los vehículos sin afectar a los edificios
colindantes, como era el caso, hace un tiempo, con los camiones cargados de
TNT.
La explicación de este cambio se encuentra en el hecho de
que quienes la ejercen no son los excluidos del sistema político, como ocurría
antes con los sunitas que trataban de encontrar su sitio en el Irak
post-baasista. Ahora mismo la violencia la ejercen quienes se encuentran dentro
del sistema y sus sponsor regionales. Los últimos atentados se inscriben en
esta lógica y son el reflejo de un proceso político que no avanza en el
interior y está totalmente envenenado por múltiples interferencias exteriores.
La respuesta a la orden de arresto emitida por el primer
ministro chiíta Nouri al-Maliki contra el vice-presidente sunita al-Hachemi no
se hizo esperar. El centro de Bagdad y el Ministerio del Interior fueron
víctimas de atentados. Al-Maliki es, desde las elecciones de marzo de 2010,
titular en funciones de las carteras de Interior y de Defensa, dos ministerios
que no piensa ceder a los miembros de la coalición tal y como se recoge en los
acuerdos para la formación del Gobierno. Está empeñado en prolongar esta
provisionalidad y desgastar a sus adversarios.
¿Tiene algún fundamento la acusación de terrorismo realizada
contra el vicepresidente sunita iraquí, Tarek Al-Hachémi ? ¿Ha saltado por los
aires la coalición gubernamental que tanto costó lograr ?
A pesar de que las elecciones de 2010 fueron consideradas un
éxito e, incluso, casi una prefiguración del hambre de democracia en el mundo
árabe, desde esa fecha Irak no ha conocido ni un verdadero gobierno ni una
verdadera oposición. ¿Cómo gobernar y reconstruir la economía en esas
condiciones?
Con el pretexto de no excluir a nadie, el país se encuentra
en manos de enemigos políticos coaligados en el seno de gobierno condenada de
antemano al fracaso y a la corrupción. Lo único que une al gobierno es la
preocupación de las distintas fracciones por acaparar el máximo de recursos,
por otra parte considerables, de esta ficción de Estado. Entidad establecida en
2003 con su constitución, sus instituciones, su corte suprema y sus fuerzas armadas.
La solución de una fórmula que integrara a todos los
sectores políticos fue impulsada por los Estados Unidos que temían que un país
mayoritariamente chiíta basculara del lado de Irán. Pero no funciona, provoca
una parálisis administrativa permanente. Lo que ocurre en el sector eléctrico
es un buen ejemplo de ello. Ante la imposibilidad de negociar y ejecutar un
contrato para rehabilitar la red eléctrica con los proveedores internacionales,
el gobierno suministra fuel de forma casi gratuita a los propietarios de los
grupos electrógenos que proliferan en el país que se encargan de vender la
electricidad a los particulares. Se trata de soluciones de compromiso para
evitar rupturas; pero de ese modo, mientras lo que se denomina la
"coalición gubernamental" continúe siendo un campo de batalla para
acaparar recursos, será difícil avanzar.
Tengo un sentimiento de caos y tristeza. Quizás el análisis
en caliente exagere los disfuncionamientos de la dinámica actual. Iraq es un
país petrolífero de recursos considerables y posiblemente tiene por delante un
futuro prometedor (a diferencia de Egipto, por ejemplo); sin embargo, en muy
poco tiempo se ha pasado de soñar con el fin de la dictadura a vivir en una
pesadilla orquestada por una clase política irresponsable y abyecta.
Todos los responsables políticos, dejando aparte los
intereses extranjeros, tienen un insaciable deseo de enriquecerse. La imagen
habitual de los políticos es de quien, por razones de seguridad, ha expatriado
a su familia y pasa su tiempo hablando a través de tres o cuatro móviles
conectados a Teherán, Riad, Beirut o Doha. Los negocios han inundado la
política. Se puede ver a políticos que, durante el día, se insultan en el
Parlamento o en las cadenas de radio y TV y, a la noche, se dedican a firmar
contratos comerciales. Estos políticos progresan a cuenta de la debilidad del
Estado. Están permanentemente en guerra, pero una guerra controlada, con sus
códigos y sus rituales, donde nadie busca la ruptura total porque todos se
benefician de la prolongación de este estado de provisionalidad.
En este contexto, ¿por qué Maliki se lanza contra Hachemi?.
Hachemi tiene menos influencia de lo que se pregona. Se trata de un antiguo
militar de origen urbano y con una base electoral limitada. Situado en la órbita
de los Hermanos Musulmanes no forma parte, sin embargo, de los exiliados que
volvieron en 2003. Ahora bien, su pragmatismo y oportunismo le han permitido
ser una de las figuras del mapa político actual. Fue vicepresidente entre 2006
y 2010, aunque la figura presidencial en Irak tiene un valor decorativo.
Tras las elecciones de 2010, el presidente, así como sus dos
vicepresidentes no tienen capacidad de veto sobre el legislativo, por lo que,
desde un punto de vista constitucional, Hachemi no tiene capacidad para poner
en riesgo al primer ministro.
Por contra, el presidente del Parlamento, Oussama
al-Noujaifi, sunita al igual que Hachemi, tiene mucho más poder. Al principio
de la nueva legislatura, mantuvo un pulso con Maliki durante varios meses,
hasta que éste encontró una salida de compromiso sobre la distribución de
prebendas y puestos ministeriales. Así pues la operación de Maliki contra
Hachemi tiene visos de responder a una operación demagógica ligada a las
tensiones regionales.
Por una parte, porque el confesionalismo es rentable. Ya en
las elecciones de 2010, Maliki utilizó el argumento de la desbaasificación para
impedir la presentación de cierto número de candidatos y ahora mantiene viva la
llama de los sentimientos anti-sunitas asimilando periódicamente (y de forma
colectica) a los sunitas con Al-Qaeda.
Por otra parte, el conflicto entre el sunita Hachemi y el
chiita Maliki forma parte de las tensiones entre Irán y los países árabes
seguidores de Arabia Saudí con el telón de fondo de la crisis siria.
¿Constituye Irak el terreno de juego en el que se enfrentan
dos potencias políticas y religiosas como Irán y Arabia Saudí?
Ciertamente, la ofensiva de los países del Golfo contra el
régimen iraní pasa por territorio iraquí. Irán está interesada en mostrar su
capacidad ofensiva. Incluso si pierde a su aliado sirio, Irán cuenta con 28
millones de habitantes chiítas dirigidos por un presidente islamista chiíta y
considerables recursos petrolíferos. Enfrente, los países sunitas del Golfo no
tienen tanto peso. A pesar de que Hachemi lo niegue, cuenta con el apoyo de los
países del Golfo e incluso puede que de Turquía.
La mayoría de los políticos iraquíes están interesados en
seguir el juego y dar continuidad a la situación de crisis actual. ¿Quién se
interesaría por los electos locales o los jefes de tribu si no existieran estas
tensiones regionales? En un contexto en el que cunde la incertidumbre sobre lo
que pueda ocurrir en la frontera con Siria, estos políticos pueden sacar
provecho económico por los servicios otorgados a todas las potencias regionales:
contrabando, mensajeros, mercenarios… En Irak están muy presentes las enormes
codicias y dinámicas de confrontación regional.
Pero, al mismo tiempo, estas potencias regionales no pueden
intervenir a su antojo en Irak debido a una multitud de agentes locales que
actúan por su cuenta. Arabia Saudí,por ejempleo, a pesar de todo el dinero
invertido, jamás ha logrado tener un líder sunita potente y consensual. Entre
otras cosas, porque la comunidad sunita no es tan homogénea como se piensa.
Evidentemente, existen divisiones geográficas e ideológicas entre los antiguos
baasistas y los islamistas, entre la gente del campo y de la ciudad, etc. Lo
mismo se puede decir de Irán. A pesar de que Irak esté gobernado por los
partidos chiitas, tanto en Teherán como en Bagdad, los conflictos internos
entre ellos pesan más que los acuerdos.
Por otra parte, al igual que en el pasado, el Estado iraquí
está atravesado de fuertes interferencias regionales y cada comunidad tiene sus
sponsor extranjeros. Se habla mucho de Irán y Arabia Saudí pero, también habría
que mencionar a Turquía. Desde hace tiempo este país afirma que "estamos
con todos los iraquíes, entre nosotros son bienvenidas todas las
comunidades"; pero, en la práctica, los turcos saben que carecen de
influencia al Sur de Bagdad e incluso en la capital, donde el peso mayor
corresponde Irán junto a los Estados Unidos.
Ocurre también que el interés político y económico de
Turquía está más centrado en el Kurdistán iraquí y que cada vez está más
interesada en la comunidad sunita. Mosul, que constituye un inmenso mercado es,
hoy en día, una zona de influencia exclusivamente turca. La necesidad de
continuar creciendo económicamente obliga a Turquía a estar presente en Irak
aún cuando asuma de mala gana el apelativo de potencia regional y que se hable
de su implicación militar...
¿Y qué pasa con los Estados Unidos? ¿La retirada de tropas
significa el fin de la presencia americana en Irak?
Me sorprende que se hable del fin de la presencia americana
en Iraq. Es el fin de la ocupación pero no de su presencia. Los Estados Unidos
han retirados sus tropas pero ¿cuántos instructores militares, consultores,
hombres de negocios, técnicos y espías continúan sobre el suelo iraquí?
Hablamos de una embajada con más de 20.000 personas…
Los Estados Unidos han aprendido la lección de lo que supone
una intervención militar directa muy costosa y sin grandes resultados; así
pues, cambian el terreno de juego y ahora centran su actividad en el trabajo de
inteligencia al tiempo que negocian bajo manga las modalidades de su presencia
a partir del 31 de diciembre de 2011. No asistiremos a un acuerdo con mucho
bombo sino a negociaciones secretas con el gobierno de Maliki. Lo que, por otra
parte, supone un acuerdo de mínimos con Irán. Por otra parte, EE UU siguen conservando su influencia en
Iraq a través de otros países de la región como la Arabia Saudí y Turquía.
Con ocasión de la salida de las últimas tropas
norteamericanas, se oye hablar de que los Estados Unidos han logrado construir
un Estado pero no una nación. ¿Es correcta esta visión?
Se trata de un mito que los norteamericanos se han visto
obligados a crear para legitimar la buena conciencia en su país y, también, de
la opinión de quienes quieren creer que el edificio institucional es estable y
que los resultados electorales son la prueba de que la democracia puede
extenderse al resto de los países árabes.
Sin duda, existe una consolidación del Estado en torno a la
figura del primer ministro, Maliki, pero esta consolidación no se considera
legítima por quienes no ven con buenos ojos la concentración de poder en manos
de una persona. Es lo que explica que los adversarios de Maliki le acusen
regularmente ser "un dictador peor que Saddam". En tanto que jefe de
las fuerzas armadas, Maliki es hoy en día el hombre más poderoso del país y el
poder judicial está totalmente sumiso a él, que gracias a los recursos del Estado
tiene una gran capacidad de cooptación.
Por lo tanto, la situación es paradójica. Por un lado, la
consolidación del poder de Maliki permite el retorno a la normalidad, una
seguridad relativa y el comienzo de la reconstrucción. Por otro, esta misma consolidación
fragiliza las perspectivas democratizadoras, lo que lleva a los opositores de
Maliki a una política de obstrucción, sabotaje y violencia, como lo muestran
los recientes atentados.
Además, las instituciones apenas funcionan. Quienes en
Francia quisieron creer lo contrario y volvieron a Iraq para hacer negocios,
salieron defraudados. No existen garantías ni seguridad para realizar las más
básicas transacciones económicas. A resultas de ello, son los asiáticos y los
turcos quienes se benefician de esta situación, porque están dispuestos a
correr mayores riesgos, incluso en temas de seguridad.
Cuando observo el miedo que tiene la gente, me pregunto
dónde está ese Iraq estable que se nos ha vendido a diestro y siniestro. Voy a
contar una anécdota. En febrero de 2011, durante la primavera árabe, asistimos
a un principio de movilización popular en Bagdad, Mosul y Basora en demanda de
mejores condiciones de vida y el fin de la corrupción. Como en otros países,
Maliki respondió con una mezcla de amenazas y promesas; otorgó un poco de
dinero para calmar a la gente pero la represión fue terrible. Hubo muertos,
heridos y arrestos arbitrarios.
El responsable de un gran periódico americano en Irak
informó tanto de las manifestaciones como de la represión y tan pronto como
apareció la noticia impresa, la embajada de los Estados Unidos le convocó para
recriminarle ¡haber exagerado la amplitud de la represión! Su artículo
desmentía la imagen que venden los americanos de que el proceso iraquí va
viento en popa.
Esta concentración de poder en Maliki ¿no puede ser
considerada como una etapa? ¿Por dónde pasaría la construcción de un entramado
institucional sólido y legítimo?
Es cierto que salir de una dictadura y de una guerra
requiere tiempo. También puede ocurrir que yo me equivoque al pensar que los
cambios no se hacen por decreto sino que son fruto de un proceso que va tomando
cuerpo en la sociedad. Pero, en la medida que los pequeños tiranos que
proliferan en Iraq continúen impunes, sin temer al Estado de derecho, la
democracia será muy débil. Los reflejos de período de Saddam siguen ahí. La
gente sigue teniendo miedo de la arbitrariedad y de los poderosos, aunque no
sean los mismos. Y el deseo de emigrar al extranjero habla largo y tendido
sobre el pesimismo de la gente en torno al porvenir del país.
Una de las principales dificultades de la reconstrucción del
aparato institucional en Irak se encuentra en los recursos humanos, totalmente
obsoletos. Tenemos lo que queda de la vieja tecnoestructura del Estado baasista
y una joven generación de funcionarios que, en muchos casos, han entrado en la
administración de la mano de tal o cual partido político. Es difícil encontrar
gente competente.
La gente joven ha pasado su vida y ha hecho su trayectoria
profesional entre guerras, el embargo y el hundimiento del sistema educativo en
los años 90. La más capaz ha marchado al extranjero y muchos jóvenes no tienen
otra formación que los estudios primarios y religiosos.
Los hospitales de Bagdad fueron construidos en los 70 y no
quedan más que médicos viejos, que se jubilarán pronto, y jóvenes con una
formación penosa. Para hacer funcionar una central eléctrica se precisa de
ingenieros bien formados. Si el único criterio de selección es tener un enchufe
y sortijas en cada dedo de la mano, como cualquier buen chiíta, no veo como se
podrá restablecer la electricidad en el país.
¿Se puede dar una desmembración de Irak?
Las reivindicaciones regionalistas muestran hasta que punto
la Constitución iraquí no constituye hoy en día sino un texto que sirve más
para complicar el proceso político, atizar las tensiones, que para
pacificarlas. Son contados los parlamentarios que conocen el contenido de la
Constitución aún cuando estén disputándose todo el día sobre lo que permite y
no permite el texto constitucional.
Para los americanos, una Constitución poco precisa era la
única manera de avanzar en 2005. En lo que tiene que ver con el federalismo,
los americanos lo veían como la mejor garantía para garantizar la libertad a la
minoría kurda, sin tener en cuenta al resto de las regiones o confesiones del
país.
Ahora mismo, ese carácter confuso de la Constitución
constituye una fuente de conflictos. El Tribunal Constitucional encargado de su
interpretación y de la regulación de la vida política está vendido a Maliki y
hace suyas su visión de la relación de fuerzas. Sin embargo, en lo que respecta
a la creación de regiones autónomas, como en Kurdistán, la Constitución es
clara.
Cuando el gobierno chiíta de Basora, rico en petróleo, evocó
su derecho a constituirse en región federada, el poder central le dejó hacer,
pero cuando los gobiernos en manos sunitas reivindican el mismo derecho Maliki
se ofusca y ve en ello el fin de la unidad territorial del país.
Paradójicamente, los sunitas que, durante muchos años, han
combatido el federalismo y el riesgo de desmembración del país, ahora tratan,
por todos los medios, de encontrar su sitio en el Iraq post-baasista. Al
principio lo hicieron a través de la insurrección armada; luego, se integraron
en el proceso político. Ahora bien, a pesar de que participan en el Gobierno,
se consideran agraviados. De ahí que se vean atraídos por el modelo kurdo.
Desde el momento en que una o más provincias se declaren región (iglim)
autónoma, no sólo ganan prerrogativas administrativas y de seguridad sino que
se incrementa sustancialmente la parte que les corresponde del presupuesto
federal.
Si Mosul, que cuenta entre 3 a 4 millones de habitantes,
obtuviera el mismo estatus que el Kurdistán, vería cuadruplicarse
automáticamente su presupuesto actual.
El poder central se opone a este proyecto que ha denunciado
como confesional, lo que no hizo en el caso de Basora. Aquí el problema no es
el petróleo sino geoestratégico, ya que las provincias con mayoría sunita se
encuentran a las puertas de Bagdad y se convertirían en una espina en el pie
para el poder de Maliki. Por ello Maliki, aunque no tenga ninguna argumento
para ello, ha declarado inconstitucional el proyecto..
Si se organizara un referéndum para resolver el problema, el
poder central no podría oponerse. Fue la decisión adoptada para los kurdos. La
cuestión es que entonces, durante la ratificación de la constitución en 2005,
nadie podía pensar que esta disposición pudiera ser utilizada por los árabes y
mucho menos por los sunitas…
6 de Enero de 2012
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